La vorágine es una novela escrita por el autor colombiano José Eustasio Rivera. Publicada en 1924, y considerada un clásico de la literatura colombiana y latinoamericana. La novela es una denuncia social sobre la violencia y la situación de explotación que se vivió en la selva amazónica como consecuencia de la fiebre del caucho entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Jose Eustacio Rivera (1888-1928) nació en Huila, en San Mateo, (hoy Rivera en honor a su apellido). Sus padres estaban dedicados a diferentes labores en el campo, y dos de sus tíos fueron generales de la República. Rivera se educó en colegios religiosos donde sobresalió por sus habilidades con las letras. Estudió becado en la Escuela Normal de Ibagué y después ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional y se graduó como abogado con la tesis Liquidación de la herencias.
Su primer libro, Tierra de promisión (1921), consiste en cincuenta y cinco sonetos. La vorágine es su obra maestra y fue escrita en dos años durante los viajes que Rivera realizó con la Comisión Limítrofe Colombo-Venezolana, en 1922, cuya función era trazar los límites en la selva entre los dos países. La comisión comenzó su ruta por el río Magdalena, luego entraron por el Orinoco. Las condiciones de la comisión eran precarias ya que no contaban con mapas ni con los instrumentos elementales para el trabajo.
Rivera renunció y continuó solo hasta que contrajo paludismo en un caserío en Orocué, donde escribió gran parte de su novela. Allí encontró a un antiguo compañero de comisión y decidió reintegrarse. Continuó su viaje hacia Manaos y luego de vuelta, documentando durante su viaje la explotación de los caucheros en las selvas de Venezuela, Colombia y Brasil. El escritor murió en Nueva York en 1928, por causa de una enfermedad desconocida, aunque se sospecha que la pudo haber contraído en alguno de sus viajes a la selva.
Hoy día, ya no es el caucho lo que impulsa la actividad ilegal en la Amazonia, sino el negocio de la minería. En la frontera entre Colombia y Venezuela, se puede ejemplificar esta situación a pocos kilómetros del departamento del Guainía, donde la minería ilegal mientras devasta el medio ambiente hace estragos sin que entes gubernamentales de Colombia ni de Venezuela, se inmuten y por el contrario están todos absoluta o supremamente en conocimiento y con descarado aprovechamiento sus fuerzas armadas nacionales y fuerzas armadas disidentes o paramilitares se aprovechan y controlan la situación.
Yapacana podría ser la mina ilegal más grande de la Amazonía. Su funcionamiento se da con total aquiescencia de las autoridades venezolanas. El sitio es un parque natural en territorio venezolano (en el estado de Amazonas) que está a menos de 200 kilómetros de la frontera con Colombia. De la montaña casi rectangular de Yapacana extraen el metal los grupos armados. En esa especie de zona de “distensión” en la que trabajan de la mano la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la Guardia venezolana (GNB), según un informe del Ejército colombiano.
Pero aunque es vox populi: “Ninguno se atreve a hablar del caso, pues todos saben que la minería ilegal se da así, en Venezuela”. Migrantes venezolanos, pobladores indígenas colombianos y de distintas etnias del sur del país, y forasteros que se van a las minas “a conseguir plata” y vuelven meses después… Existe una ciudadela construida en tablas cubiertas con lonas, donde podrían vivir más de 7000 personas En los alrededores del cerro Yapacana hay billares improvisados, restaurantes, heladerías, prostíbulos, tiendas de abarrotes y hasta clínicas o lugares donde se cuidan bebés. Y todo ocurre bajo el estricto control del ELN y las disidencias de las FARC.
“En esta zona específica del país (Guainía, frontera con Venezuela) no existen actualmente operaciones en desarrollo, aunque “dicen que de la mano con el Ejército Nacional existan otras instituciones que dedican sus esfuerzos para contrarrestar el flagelo”. El Ejército colombiano, sí conoce lo que ocurre con los grupos armados y con las autoridades de Venezuela en Yapacana. Se dice que todo es controlado por Gener García Molina, alias “John 40”, un ser de “la vieja guardia” de las FARC que se hizo rico con el negocio del narcotráfico y que hoy lidera el “frente Acacio Medina” de las disidencias de las FARC. Existe un documento donde se menciona que existe un acuerdo entre este grupo y “las Fuerzas Militares de Venezuela para coordinar actividades delictivas en el sector La 40 de la mina Yapacana”.
Yapacana podría ser la mina ilegal más grande de la Amazonía. Su funcionamiento se da con la aquiescencia de las autoridades venezolanas. Una organización venezolana llamada SOS Orinoco dio a conocer en 2020 las dimensiones de la minería ilegal en Yapacana. Según su informe, para ese año se estaban explotando en cercanías de este cerro un total de 2035 hectáreas, algo así como 1884 canchas de fútbol, según se ve en imágenes satelitales. El documento también pone en evidencia que esta actividad se desarrolla con complicidad de las autoridades venezolanas.
“Ya todo el pueblo venezolano lo sabe, no hacen falta pruebas para culparlos. Sabemos cuál es el gran negocio porque todos los días me llaman para decirme que se están llevando el oro, diamante y coltán a territorio colombiano en vehículos de la Guardia Nacional, SEBIN y el CICPC. Todo eso está confirmado, pero nadie actúa”, le dijo a SOS Orinoco Romel Guzamana, diputado venezolano del estado Amazonas en la Asamblea Nacional. Pero… “No pasa nada…”
Maracaibo, martes 6 de diciembre del año 2022
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