En 1327 Guillermo de Ockham se encuentra en Aviñón con Miguel de Cesena, general de la Orden Franciscana, quien tiene que comparecer ante el Papa Juan XXII por sus ataques a las constituciones pontificias sobre la pobreza; motivado por este General de la Orden, Ockham se interesa por la disputa sobre la pobreza evangélica y la propiedad privada. Hay evidencias de que hasta 1327 sería la época cuando realmente fue convocado Guillermo ante el Papa para responder por los cargos presentados ante una comisión de expertos (sin representación franciscana), pero ningún arresto domiciliario siguió a este ejercicio, no emitiendo juicio alguno el Papa. Después del 9 de abril de 1328, ante el ruego de Miguel de Cesena, un dirigente de la Orden franciscana, Ockham estudió la controversia entre papado sobre la doctrina de la pobreza apostólica y los franciscanos espirituales, tema que se había convertido en el principal objetivo para la doctrina franciscana, pero que era considerado posiblemente herético, tanto por el papado como por los dominicos. Ockham se adhirió al movimiento de los espirituales y concluyó que el Papa Juan XXII era un hereje, posición que defendió más tarde en su obra.
Como todo pensador medieval, el maestro franciscano se preocupó por los grandes problemas propios de la época y que se pueden sintetizar en el problema de los universales, las pruebas de la existencia de Dios y la relación entre la Iglesia-Estado; fe y razón y entre el poder temporal y el espiritual, más conocido como el problema de las investiduras. Ockham intenta resolver estos temas de una manera muy diferente a la solución que hasta entonces se les había dado; y por ello le dará el golpe de gracia a la escolástica, no por la novedad de los temas tratados, sino por la manera de darles solución. Ockham fue un acérrimo luchador por la separación entre la Iglesia y el Estado, entre el Papa y el Rey, pero también postularía la armónica colaboración y ayuda entre ambos poderes. En este sentido, podríamos afirmar que Ockham allana el camino de la Reforma de Lutero, ya que aparece explícita su exposición sobre los dos reinos.
El Venerabilis Inceptor critica la teoría teocrática que afirma el poder espiritual como superior al poder temporal, pero también se aparta de las teorías de Marsilio de Padua (expuestas en su Defensor Pacis), al defender la subordinación de la Iglesia al Estado. La posición de Ockham es más conciliadora entre el poder espiritual del Papa y el poder temporal de la autoridad civil, pero sin intervencionismos de las partes. Estas reflexiones fueron dadas por el intelectual franciscano en el llamado Cisma de Occidente, cuando existieron dos y hasta tres papas electos simultáneamente por sus seguidores en Roma y Aviñón.
Digamos, entonces, que el Doctor Invencible, reflexionó profundamente sobre problemas concretos propios de su época: personales, sociales, políticos, franciscanos y eclesiales. Como seguidor de los principios franciscanos defendió con ardor el valor de la libertad, amenazado tanto por la Iglesia como por el Estado. Analizó con valentía la relación Iglesia-Estado, Papa-Emperador, entre los gobernantes y la sociedad. Podríamos, incluso, hablar de una teología política en Ockham. Como franciscano entendió que toda teología es liberadora y se comprometió en la acción eclesial, política y social de su tiempo.
La denominación de navaja de Ockham apareció en el siglo XVI, y con ella se expresaba que mediante ese principio, Ockham «afeitaba como una navaja las barbas de Platón», ya que de su aplicación se obtenía una notable simplicidad ontológica, por contraposición a la filosofía platónica que «llenaba» su ontología de entidades (además de los entes físicos, Platón admitía los entes matemáticos y las ideas). Desde una perspectiva ontológica, pues, la aplicación de este principio permitió a Ockham eliminar muchas entidades, a las que declaró innecesarias. De esta manera se enfrentó a muchas tesis sustentadas por la escolástica y, en especial, rechazó la existencia de las especies sensibles o inteligibles como intermediarias en el proceso del conocimiento, y rechazó también el principio de individuación, al que calificó de especulación vacía e innecesaria.
Antes de esperar al dictamen sobre la herejía u ortodoxia de su filosofía, Guillermo de Ockham, varios prelados y príncipes le escribieron al papa, pero antes de que estas cartas o el resultado del capítulo pudieran alcanzar Aviñón, Miguel de Cesena, con Guillermo de Ockham y Bonagracia de Bérgamo, que también estaban retenidos por el papa en Aviñón, huyeron la noche del 25 de mayo en una galera les envió Luís de Baviera. El 26 de mayo de 1328 Ockham llevándose el sello de la orden franciscana, se dirigió a Pisa con Miguel de Cesena y otros frailes. Tras su huida de la corte papal, Ockham sería excomulgado, pero su pensamiento nunca fue oficialmente condenado. Finalmente conseguirían la protección del emperador Luis IV de Baviera y Guillermo pasaría el resto de su vida escribiendo sobre asuntos políticos, incluyendo la autoridad y los derechos de los poderes temporal y espiritual, de tal modo que tras la muerte de Miguel de Cesena se convirtió en el líder de un pequeño grupo de disidentes franciscanos en la corte de Luis IV de Baviera en 1342. Guillermo de Ockham fallecería a causa de la peste negra en 1347.
En Londres el domingo 31 de julio del año 2022
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