Literatura infantil: Quiroga y Monteiro Lobato
El lunes 25 de marzo publiqué en este blog detalles sobre la obra
literaria para niños del escritor brasileño Monteiro Lobato. En esta
oportunidad quiero a regresar al tema para considerar también a Horacio Quiroga
como escritor de literatura infantil. En el mes de julio del 2015, en este blog
conversé un rato, (https://bit.ly/2t4DnjX) sobre Horacio Quiroga a propósito de “Alfonsina y el mar” y del romance
del escritor uruguayo con la poetisa argentina Alfonsina Stormi, pero no es
Quiroga un escritor que uno lo asocia fácilmente con la literatura para niños.
Por esta razón, escribo este breve artículo.
Ciertamente,
la incursión de Quiroga en la literatura infantil no ha sido tan prolífica como
la de Monteiro Lobato. Horacio Quiroga publicaría únicamente un libro de
cuentos: Cuentos de la selva para los
niños (1918), recopilación de cuentos publicados anteriormente
en las revistas argentinas Fray
Mocho, P.B.T., El Hogar y Caras
y Caretas. Estos
cuentos han tenido gran trascendencia, habiendo integrado libros de lectura para
la escuela, y llegando a tener gran fama en varios países de América. Estos ocho
cuentos que lo integran no fueron los únicos que escribió para niños, habiendo
publicado otros doce en las revistas Mundo
Argentino y Billiken
entre 1922 y 1924, bajo los títulos ‘Para
los niños” y “Cartas de un Cazador”.
Este singular aspecto, resulta especialmente interesante en la obra de Quiroga,
a quien generalmente se ha considerado un hombre tosco y extraño, rescatando la
suavidad con que escribe estas obras para los niños.
Entre
estas características de la oralidad utilizada por Quiroga, se encuentra
también muy marcada la referencia al lector. A diferencia de Lobato, quien
incluía al lector en las figuras de los nietos e incorporándolos como
personajes, utilizando la tercera persona. Quiroga utiliza la segunda persona en
la serie “Cartas de un cazador”,
para referirse a sus interlocutores directamente. Así, encontramos en Quiroga
un acercamiento muy fuerte al lector, incluyéndolo en sus narraciones a cada
momento, manteniendo de esta forma la atención constante, y utilizando además
este recurso como hilo conductor de las distintas acotaciones que introduce en
medio del relato. Es así como Quiroga introduce en sus cuentos -como
comentarios a los niños lectores- tanto explicaciones didácticas como consejos,
tal como lo hacía Lobato a través de sus recursos.
Monteiro
Lobato en su primer elogio por escrito a Quiroga señalaba que: “El
ilustre escritor, que es Horacio Quiroga, no desestima escribir para los niños.
Es siempre el mismo artista, lleno de lo pintoresco e imaginación”. Sus
características principales, por las cuales se inclinaba también Lobato, son el
carácter local en sus escenarios y personajes –el de la selva misionera-, y la
elección de su género preferido: el cuento. Además de mantenerse dentro de este
género breve, Quiroga elige la simplicidad de las formas, tal como lo
aconsejaba en su ya famoso Decálogo
del cuentista. Así, en los cuentos para
niños, Horacio Quiroga conserva esta misma característica de sencillez en su
prosa, la cual constituye otro de los
puntos de contacto con la literatura de Monteiro Lobato, siempre muy
relacionada con la idea de hacer de sus relatos una literatura cercana a la narración
oral, presente en las fábulas que conforman sus Cuentos de la selva, como en las “Cartas de un cazador”.
La
idea de Lobato sobre lo que debía ser la literatura infantil, coincide en
varios aspectos con lo que se percibe en Quiroga. Con Lobato, es necesario
tener en cuenta que ante todo, su ideología correspondía a la de un ferviente nacionalista. Para lograr esta idea
de identidad cultural, su literatura debía contar con rasgos propiamente
brasileños y para él resulta imprescindible dotar a la literatura infantil de
características autóctonas: escenarios y personajes locales, pero ésta debe ser
simple y comprensible para cualquiera. En 1920 aparecen los personajes que le
darán fama a Lobato como autor de literatura infantil, al publicar A menina do narizinho arrebitado,
y a
partir de allí comienza una larga serie protagonizada por los mismos
personajes, con unas características bien definidas, a lo largo de las
distintas obras, hasta completar la serie con un espacio donde pudieran
convivir no sólo sus propios personajes, sino también aquellos clásicos de la
literatura universal.
En 1939 con la saga de O Picapau Amarelo,
creará un sitio
que se convierte en la residencia de todos los personajes que un niño quisiera
conocer. Dona Benita y sus nietos, Narizinho y
Pedrinho, la muñeca Emilia y muchos otros de sus amigos conocidos en libros
anteriores, invitan a vivir con ellos tanto a personajes de distintas
mitologías y clásicos de la literatura universal, como así también a los
populares personajes de Disney, logrando crear una armonía entre todos ellos, y
así dotar de un sentido de cercanía a estas grandes creaciones universales. Será de este modo como Monteiro
Lobato logró montar un pequeño mundo donde sus
personajes cobrarían una existencia real, y al que los propios niños de carne
y hueso son invitados a participar a través de la
imaginación.
Mississauga,
Ontario, lunes 1 de abril, del 2019
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