miércoles, 20 de abril de 2016

Hermanos que conversan



HERMANOS QUE CONVERSAN

-Rodrigo, creo que es necesario puntualizar varias cosas sobre el final de la historia que me has venido contando. Quisiera comentarte algo, sobre lo que a mí me parece es el eje central de tu relato. Pienso que el hecho principal, en todo lo que me has estado diciendo, es la cautividad de Babilonia y la importancia que esta etapa tuvo para el pueblo judío y desde luego, para los personajes de tu historia. Es un hecho conocido de todos, que fue el rey persa Ciro, quien conquistó a Babilonia el año 539 antes de Cristo. El liberó a los judíos. También sabemos que Ciro, no necesitó esforzarse mucho para asaltar y tomar la ciudad amurallada frente al Eufrates, ya que los mismos sacerdotes de Babilonia, quienes habían puesto a Nabonido al frente del reino después de la trágica muerte de Zamboshi Marduck, se encargaron de conspirar contra Baltazar, el hijo de Nabonido, y ellos mismos, desde adentro, le abrieron las puertas de la ciudad al rey persa quien acabaría para siempre jamás con el imperio babilónico. Como verás, una historia como las actuales, una de pasiones humanas, de política y por ende, de traiciones. Todo lo que me has relatado abarca esa terrible época de más de cincuenta años, la cual para los judíos fue de singular importancia. Esos años de cautiverio, desde que Nabucodonosor los sacó de sus tierras y los alejó del templo de Salomón, fraguaron el carácter de esa gente. Te digo esto porque tú me has descrito las vivencias de algunos personajes babilónicos, pero casi nada me has dicho sobre las que pasaron los judíos cautivos. Hay una expresión que afirma que el ruiseñor ciego canta mejor, por eso tal vez, en medio de las tribulaciones, en ese sentirse extranjero y cautivo en una ciudad corrompida y viciosa, urbe de decadencia espiritual y de placeres, de curiosas deidades como Ishtar y Marduck quienes seguramente no lograban satisfacer las expectativas de quienes trataban de elevarse sobre los subhumanos, en aquella Babilonia los judíos se consolidarían, y probablemente comprendieron que no estaban solos y que Yavé podía estar con ellos a pesar de la distancia que los separaba de sus tierras y de su templo destruido. Entonces, ellos buscaron a su Dios y lo hallaron en la oscuridad de sus casas, en las familias reunidas alrededor de los ancianos quienes leían las crónicas y el Talmud, repitiendo los hechos que conformaban la tradición, ellos los patriarcas quienes como ciegos ruiseñores, cantaban himnos de esperanza.
-¡Caray! No sabía yo Gonzalo, que tú, mi hermano querido, fueses un ferviente admirador de la gran familia hebraica. Me sorprendes. Por otra parte, me complace que quieras ver en la cautividad de Babilonia el eje de mi relato mesopotámico, pero debo desilusionarte, no es esa la única y más sólida columna de mi historia, la cual por ser precisamente histórica nos permite, o nos obliga a mirarla desde diversos ángulos.
-Mira Rodrigo, no es cuestión de ser admirador de los judíos, ellos no son casualmente mi debilidad, pero tu relato babilónico coincide con esa singular etapa de la historia y eso de los judíos no lo digo yo, eso está en la Biblia. Allí tú encontrarás como fue la célula familiar la que conservó viva la fe y mantuvo la tradición hebraica. Esa fue la simiente que luego dispensarían los judíos y sus sinagogas por todo el mundo, y como la historia es cíclica y repetitiva, ellos tendrían que soportar nuevos destierros y exilios y ser víctimas de atroces cautiverios, mucho peores que el vivido en la sin par Babilonia.
-Hermano querido. Tú estás en el exilio. ¿Estás cautivo? No, pero estás fuera de tu tierra, no lo niegues, y quizás por eso, ves a tu Babilonia desde lejos y te impresiona como una ciudad donde la gente ha perdido la perspectiva, donde sueñan con un pasado mágico que nunca existió y no reconocen los valores que quizás nosotros aprendimos a considerar como los verdaderos. No frunzas en ceño por mis extrapolaciones medio absurdas. Todavía no hace tantísimos años que nos llegó el petróleo y menos hace que reabrieron nuestra universidad. Desde hace menos tiempo aún venimos siendo sometidos al bombardeo de una cultura que no es la nuestra pero que nos ha penetrado hasta el tuétano gracias a la riqueza petrolera. Nabucodonosor trajo los viejos códigos y los puso en práctica e hizo florecer los jardines colgantes, y aunque ellos no lo quisieran, sin tener televisores, recibieron la influencia de la riqueza y de la opulencia, allá adentro, los hebreos cautivos, los mismos que habían llegado como trofeos de triunfantes campañas bélicas, tuvieron que apoyarse en el peso de sus tradiciones culturales para sobrevivir en aquella urbe cosmopolita. Por eso, mira esta arista del asunto. Te dije que creo somos las víctimas de una cultura foránea que se ha afianzado sobre las bases de una riqueza circunstancial y esto nos ha conducido al trágico sino de no poder encontrarnos, de estar cada vez más lejos de nuestra identidad, con todo esto que parece haber sido, o ser ya inevitable, o todavía peor, irreversible.
-Mirá Nabonido, vos no podéis venir a hablarme con ese tono derrotista, porque dejame decirte que vos habéis sido siempre un idealista y nunca habéis osado detenerte ante nada ni ante nadie que se te pare por delante. Yo que te conocí desde chiquito, te diré que no asociaría nunca tu físico con el de un gladiador, ciertamente, pero vos sois mi hermano, el mismo debilucho a quien enseñé a blandir la lanza y a utilizar el escudo, aunque no te interesaras mucho por el asunto, lo tuyo era esa pasión por aprender, eso que llevas por dentro y que bien conocía nuestro padre, buscaste siempre algo diferente y la vida transcurrió, y nos alejamos. Han pasado tantos años y es ahora cuando nos volvemos a reunir. Mi situación es diferente y tenéis que entenderla. Me tocó a mí sufrir el castigo del maldito que nos engañó, que destruyó mi casa, aniquiló a mi familia y me envió cargado de cadenas, deportado, desterrado por siempre jamás a las inhóspitas tierras de Lidia, a trabajar como picapedrero en la seguridad de que allí, en las minas de sal  y bajo el inclemente látigo de quienes ni siquiera eran mis gentes, se calcinarían mis huesos. Obligado a sobrevivir entre extraños, con otras costumbres, cautivo y alejado de mi suelo nativo he permanecido años esperando este momento. Vos, que habéis tenido la suerte de vivir entre tu gente, la tuya y la mía, vos que les conocéis todas sus virtudes y defectos, vos sí que tuviste la oportunidad de desenvolverte, desarrollar tus proyectos, llegar a la cima, si se le puede decir así al haber sido el rey de Babilonia, pues es efímero el poder de un soberano si no puede controlar la mente y los corazones de sus siervos. Decime vos, ahora que han transcurrido tantos años, ¿no estáis arrepentido?, ¿no habéis claudicado?, decímelo porque preciso de tu respuesta, me urge saber si todavía sois el mismo Nabonido de nuestras charlas interminables cuando éramos niños, de nuestras conversaciones de juventud, decime cuál es tu verdad, la más sincera, que ha sucedido desde que he estado ausente, y creo saber cuál será tu respuesta, pero la espero para convencerme que ha valido la pena llegar hasta el final, a este encuentro, en este oasis, lejos de Babilonia y de sus gentes...
-Mi valiente hermano, el bravo guerrero, ¡el impetuoso y querido Azurlasar!, los años y las penurias han cambiado tu apariencia, pero el timbre de tu voz y ese porte marcial que luces, es el mismo de antes. Desde que murió nuestro padre supe de tu  destierro y de tu cautiverio a pesar de que vivía controlado por los sacerdotes en los túneles del zigurat de Marduck Esagila. Desde esa época no dejé de soñar con este encuentro. Con creer que habías sobrevivido me estimulaba para continuar en la lucha, y pensé durante muchos años que aparecerías y tendría la dicha de compartir contigo el poder, fue ese uno de los motivos por los que acepté ser el rey de Babilonia, pero no pude hacer nada para modificar la mente de los sacerdotes, el descontento de ellos ante mis ideas y mi posición frente a la religión tradicional me hundió en graves conflictos. Intenté reunificar el imperio bajo la idea renovadora de un solo Dios, pero me estrellé contra los adoradores de la plata, el oro y las gemas, ante quienes vivían de las riquezas y las prebendas que se ofrendaban a Marduck, Anu, Schmach, Ea, Ishtar, Gula, Ninib y Girra. El oro es indispensable para calmar los demonios y esa era la conclusión unánime de los sacerdotes del zigurat. Busqué extender las tierras del imperio para obtener mayores riquezas y me lancé en costosas campañas guerreras, mis ejércitos avanzaron por el desierto como en los tiempos cuando arrojamos de nuestras tierras a los malvados asirios, esperaba revivir las hazañas de Nabopolasar, pero pronto comprendí que ya nuestras aguerridas tropas eran una masa de borregos sin entrenamiento militar, los hombres en la molicie y el vicio no estaban en condiciones de mantener ninguna disciplina y fuimos una tras otra a las batallas perdidas en fracasadas campañas. En esos días de frustrante desesperación me llegó la noticia de que estabas con vida. Al saber que habías jurado no volver más a Babilonia, he venido hasta este oasis para verte y poderte decirte que ya he dejado el mando, renuncié al trono, no soy más el soberano, terminé con mi reinado, solo soy tu hermano, el mismo de antes y espero retomar el hilo de nuestras conversaciones truncadas por las ambiciones del poder y por las pasiones de los hombres. Tampoco he de volver a Babilonia. Lo he decido. Nosotros somos arameos, no podremos asimilar jamás ese odio ancestral que tenemos que ejercitar contra los asirios. En mi corazón conservo grabadas las enseñanzas de nuestra madre, tal vez por ella, creo en un solo Dios, aunque eso me haga parecido a los detestados hebreos. Logré apaciguar un tanto a los sacerdotes al aumentar la recaudación de los tributos religiosos, pero todo lo que mal se inicia había de terminar mal. Fui llevado al trono, fui impuesto de mi real investidura después de una horrenda confabulación, una sangrienta trama urdida por el Sumo  Sacerdote quien avivó el fuego de los alfareros y logró incendiar media Babilonia antes de asesinar vilmente al rey y a su pequeño hijo. He vivido una pesadilla. Creí mejorar la situación de mis súbditos unificando las creencias religiosas, pero hube de abdicar en mi hijo, Baltasar Assur. Él no ha de continuar mi obra. No comparte mis ideas, ha restablecido el culto a Isthar y a Marduck, ha creído más importante cambiar los mandos del ejército, remplazar al Sumo Sacerdote y poner las gobernaciones y la recaudación de los diezmos del culto a nuevas gentes, sus conocidos, quienes han desplazado a los ancianos generales y a los venerables santones del templo. Estos cambios tan drásticos, seguramente le acarrearán graves consecuencias. Las antiguas familias de nobles caldeos, nietos de los soberanos Nabopolasar y Nabucodonosor se sienten relegadas del gobierno y crearán problemas.    Como ves querido hermano, mi buen Azurlasar, todo se ha desmoronado en un par de años. Ahora que me he retirado del mudalar de Babilonia, debo aceptar que si hubiese una segunda oportunidad, jamás aceptaría el trono ensangrentado de una nación que se hunde en la corrupción y en el vicio. Siento mis manos llenas de sangre y no puedo lavármelas, mi corazón está oprimido  y la noche de la eternidad me envuelve, sé que el sol nunca volverá a salir en el horizonte.
-Terribles son tus palabras hermano. Me pregunto si acaso sabes con certeza que el ejército persa está rodeándonos, que se acercan como la langosta, arrasando la tierra, oscureciendo los cielos y poco tiempo falta ya para que nos visiten. Cuando esto ocurra mi buen Nabonido, entonces si se habrá de apagar para nosotros la luz de la vida.
-Si examinas la historia universal, Gonzalo, te darás cuenta de que poco o nada se dice sobre el final de Nabonido. Nadie ha podido precisar cuáles fueron las verdaderas circunstancias que condujeron a la abdicación de Nabonido, a dejarle el trono de Babilonia a su hijo Baltasar para irse a retirar en el desierto. El viejo soberano se estableció en el oasis de Tema. Algunos creen que esta decisión estuvo influenciada por su pasión por la arqueología, es probable, pero hay quienes afirman que se retiró del mundo cansado de luchar. ¿Cómo saberlo? Lo que sí es un hecho conocido es que cuando Ciro, rey de los persas, conquistó a Babilonia, remató esta faena asaltando al oasis de Tema y Nabonido terminaría con sus viejos huesos en una prisión donde habría de morir varios años después. Esa querido hermano, es la real y verídica historia.
-Todo parece indicar querido Rodrigo, que al final, tus cuentos se vuelven historias verdaderas y para colmo, de esas que uno tiene que llamar, historias tristes...
-¿Comentamos algún corolario?
-¿Todavía quieres jugar a las comparaciones absurdas? A ti te gusta extrapolar...
-Me parece Gonzalo, que ya está bien. Sobran las palabras. La vida en ciertas ocasiones y con ciertas gentes parece ser inclemente. Puede que a veces amaine la tormenta y hasta habrá días de calma chicha, pero cada uno es dueño de su propio destino. Eso de la suerte es cuento. Uno siempre podrá, hasta ciertos límites, tener el control de las situaciones, creo yo, ¿verdad?
-Sí, ante las fuerzas más poderosas... Eso ya lo hemos conversado previamente. Por eso sé que te gusta tanto esa frase, esa verdad acuñada por Gallegos en boca de Marcos Vargas. “Se es o no se es”.
-El problema Gonzalo, es que no son todos los que están, ni están todos los que son.
-Esa es una referencia a la locura de la gente, elogiada por Erasmo, no es como para tomar el tema a mamadera de gallo.
-Te equivocas, te equivocas, fresco y radiante capullo, ¿acaso no somos así los maracuchos?, ¿acaso no vivimos en una tomadera de pelo permanente?
-Si es permanente, el pelo será chicharrón...
-I si le aumentáis el ron a la chicha se fermenta y váis a agarrar una muy regular.
-Cualquier cosa, con tal de no regularla, porque no hay nada más malo que una pea organizada, que si ponete aquí, que no miréis pa allá, que me lo digáis aquí, pero pasito, ¿no es verdad? En eso de la regulación y el padecimiento vos sois todo un experto, ¿verdad mi hermanito?
-Veis, ese es el problema, pasamos de la guachafita al sarcasmo, una especie de pasión por las tragicomedias.
-Al fin y al cabo, Calixto y Melibea, siempre riman con pea.
-También con Roñoquero y con Mamblea. Así que con esta habladera de paja, deberíamos poner punto final a nuestra reunión en la cual esperábamos solventar el misterio de los últimos reyes de Babilonia, la caída de un imperio y el devenir histórico del pueblo que andaba buscando la tierra prometida.
-La del campo venezolano, esa tierrita, se la prometen los políticos al pueblo campesino cada vez que se acercan las elecciones.
-Creo que es más productivo que nos tomemos unas cervezas.
-Va pago.

Maracaibo, 20 de abril del año 2016.
Esta conversación entre dos hermanos Rodrigo y Gonzalo, o entre Azurlazar y Nabónido el último rey de Babilonia, está textualmente extraída de LA ENTROPÍA TROPICAL novela publicada por EdiLUZ el año 2003 y realmente corresponde ser la primera novela escrita por JGarcía Tamayo en la década de los 80 del pasado siglo XX.

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