martes, 19 de abril de 2016

24 años después: o el calvario de los patólogos forenses



UNA CARTA DE FELICITACIÓN CON UN ARTÍCULO DE “El Globo” ESCRITO 16 AÑOS ANTES:  NUNCA RESPONDIDA …
Ahora, abril del año 2016, ya han transcurrido 24 años de estos intentos infructuosos por despertar el interés por la patología forense…
Lic Gabriela Perozo:
Globovisión.
Caracas DC.
Estimada Licenciada Perozo:
Soy médico cirujano, graduado hace ya más de 45 años en LUZ, anatomopatólogo, Profesor Titular ya jubilado de la UCV, he sido 2 veces presidente de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica, fui durante 12 años (del 84 al 96) Director del Instituto Anatomopatológico de la UCV, y le estoy escribiendo porque quiero felicitarla por el excelente reportaje sobre las MORGUES forenses Venezolanas presentado hoy por Globovisión.
Le remito en anexo copia de un artículo publicado en el diario capitalino “El Globo” el año 1992. Como verá, hace 16 años la situación era similar y no ha mejorado, por el contrario, como bien lo mostró usted, la criminalidad creciente y el obsesivo deseo de ocultar el desastre gubernamental, nos lleva a estar cada día peor. En aquellos días, después de leer mi artículo intitulado “Bello Monte sabatino”, fui llamado por el Ministro de Sanidad Dr. Rafael Orihuela para conversar y plantear soluciones, y el Ministro de Justicia de la época, creo que era de apellido Mendoza, ante mi propuesta de invertir dinero del Ministerio de Justicia y no de los hospitales de Sanidad para mejorar las Morgues, lo que le respondió a su colega del MSAS fue, que… “si ni podía con lo vivos en las cáceles, que iba a estar pensando en solucionar problemas de muertos”...
Me gustaría  igualmente hacerle llegar un ejemplar de mi novela  “Para subir al cielo…” (Premio Narrativa en la Bienal Elías David Curiel en 1997 del Estado Falcón), cuya lectura pienso le puede interesar. Si me indica un sitio donde hacerle llagar un ejemplar. Actualmente, desde el año 2005 vivo en Maracaibo donde trabajo en inmunohistoquímica como ayuda para el diagnóstico del cáncer. Quedo a sus órdenes para cualquier información que pueda servirle en su importante trabajo.
Con un cordial saludo, de Ud.
Atentamente
Jorge García Tamayo
Correo electrónico: novapath@yahoo.com, Tels 0261 742 9786
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NOTICIA EN LA PRENSA CAPITALINA EN MARZO DEL AÑO 1992
El Globo, Caracas 8 de marzo de 1992.
BELLO MONTE SABATINO
           Un vaho pestilente, denso como un eructo, regurgita hacia la superficie atravesando el largo túnel. Desciendo por la escalera interminable y me encuentro en un sótano infecto y maloliente. Esto es lo que los periódicos denominan “La Morgue de Bello Monte”, donde traen para hacerles “la autopsia de ley” a los cadáveres de los ciudadanos que han fallecido por causas no naturales, desde Guatire a Caricuao y de Petare a La Pastora como diría Ilan. Circunstancia esta común y estadísticamente significativa en los fines de semana para los habitantes de la capital de la República.  Avanzo hasta la sala que es amplia, con baldosas blancas en las paredes que lucen chisguetes de todo tipo, especialmente de sangre negruzca hasta la altura de dos metros, donde el techo no escapa al pringue. Hay siete mesas de metal ocupadas por cuerpos desnudos ensangrentados, abiertos en canal o de espaldas y me veo obligado a saltar entre otros cuerpos, algunos vestidos, mujeres y hombres muertos que están tirados en el suelo como si durmieran esperando turno.  Por una puerta entreabierta logro atisbar otra mesa de autopsias, está en un área reservada para las exhumaciones, es el cuarto de los podridos, los carbonizados y esas cosas. Aquí el hedor es más espeso. Quizás por eso, dos cabezas rapadas y negras sobre la mesa parecen mirarme pelándome los dientes. Camino unos pasos mirando al piso que es magma de manchas antiguas oscuras y líquidos recientes que exudan una fetidez ambigua. En otro reducto alfombrado de sangre coagulada, diviso cuatro cavas chorreando un mezclote negro verdoso. Pienso en el Dr. Quincy, el de la TV y me estremezco. En una esquina hay trozos de madera para ataúdes desechables, pelos, trapos sucios y tobos que reciben el goteo de tubos que me recuerdan que estoy en un sótano. No voy a describir los cadáveres, ni el pandemónium de los ayudantes semivestidos con harapos verdes, cosiendo o disecando los muertos entre cigarrillos y cancioncitas, buscando proyectiles perdidos o anotando el largo de las heridas por arma blanca.  Tampoco diré nada de los abnegados funcionarios policiales de corbatica y pistola al cinto, Dantes criollos descendiendo a cumplir con sus labores de necrodactilia y afines. Hay una figura envuelta en unos trapos verdes que domina la escena. Es el patólogo forense de guardia. Tiene un café y una bolsa con un pan con queso en una de las gavetas de su única pertenencia, un escritorio abollado, sobre el cual,  entre cientos de papeles manchados está una botella de agua mineral.  No tiene un perchero, ni un filtro de agua, menos aún una máquina de escribir, ni un microscopio, ni siquiera unos frascos con formol o un rollo de papel toilette. Es un médico-cirujano y además, ¡es especialista!  Él es un funcionario mal pagado por el Ministerio de Justicia para cumplir con el deber, su guardia durante todo ese interminable día sábado. Aspiro en aquel ambiente de carroña que nos sofoca y le pregunto. ¿Por qué tú, un médico, aceptas trabajar en este caos? ¡No negarás que esto es una inmundicia! Con una mirada triste me dijo. “chico, es que si nosotros no hacemos las autopsias entrabaríamos la administración de justicia en el país”. Yo pensé. ¡Vaya pal Callao! Enfurecido le dije que para mí, era denigrante esa situación. ¡Carrizo, él era al fin y al cabo, un doctor! Tanto estudiar, tantísimos años dedicado a aprender como curar a los enfermos o como diagnosticar las causas y los efectos de las enfermedades para venir a trabajar en esas condiciones! Deberías haber visto esto hace unos años. Me lo dijo con pasiva calma. Entonces si daba, no asco, miedo daba el trabajar aquí. Esta Morgue fue planeada para una Caracas de 500.000 habitantes, y deberían existir por lo menos cuatro como esta; es que chico, simplemente no nos damos abasto! Con paciencia franciscana concluyó diciéndome: “¿Tú crees que el Ministerio de Justicia va a invertir dinero en muertos, si no puede con los vivos que están abarrotando las cárceles en hacinamiento y promiscuidad?” Pobrecito el Ministerio de Justicia. No tiene presupuesto para mejorar estas condiciones vergonzantes de trabajo. Yo volví a pensar en Quincy; por contraste, el nivel científico del trabajo de estos especialistas médicos es bastante rudimentario. Quizás hay que tratar de entenderlos; si no aceptan estas condiciones y protestan por la situación, o si acaso renuncian, ya vendrán otros a llenar la vacante. ¿Será que existe un proletariado médico citadino en la especialidad que agrupa a los anatomopatólogos? Otro saltará a la palestra para salvaguardar cualquier descalabro el Poder Judicial del país nacional por la parálisis de los expedientes forenses.  Si no fuera por estos sufridos e impasibles médicos, el proceso rápido y certero de impartir justicia padecería de insólitos retados en la Venezuela de hoy. ¿Cómo la ves tú? ¡Esto no es cuento! El mal es crónico y se extiende a lo largo y ancho del país. En otras ciudades, Dante y Virgilio disfrazados de Esculapio, también descienden al Averno envueltos en trapitos verdes y escuchan en el coro de plañideros ciudadanos, familiares y amigos de los occisos, variaciones sobre el mismo tema.

Publicado por Jorge García Tamayo en lapesteloca.bogspot.com el viernes 2 de enero del año 2015 y puesto de nuevo en este blog, ahora el 19 de abril del año 2016 cuando Marilú, patóloga forense de la región central del país, está preocupada con 5 casos por resolver pero sin luz eléctrica en medio de la situación actual racionados de agua, de electricidad y en las peores condiciones humanitarias que ha vivido nuestra depauperada nación en su historia.

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