domingo, 3 de abril de 2016

Regresando a la Correción de estilo y a las Puertas ocultas




Regresando a la corrección del estilo literario
y a las puertas ocultas de Cuba

Milton Quero Arévalo se impuso, con su primera novela titulada “Corrector de Estilo”, presentada al Premio de Novela Adriano González León 2004, entre más de ochenta escritores concursantes, provenientes de todo el territorio nacional. El jurado evaluador al referirse a su obra dictaminó: "El autor exhibe un oficio narrativo que se sustenta en un punto de impostación en el tono que le confiere una vigorosa ironía. Reconstruye el espacio urbano en forma inteligente y crítica, y demuestra un conocimiento del alma humana que se expresan en personajes que a su edad lo han vivido todo, menos el amor."

El joven escritor nacido en la ciudad de Coro en el año 1959 y residenciado en Maracaibo, en la oportunidad cuando la Editorial Norma, publicó su novela “Corrector de Estilo”, decía en una entrevista concedida a José Napoleón Oropeza: "Siempre he procurado sugerir y no mostrar abiertamente el acto sexual, ya que puedo caer en la trampa de la gratuidad. El reto literario es decirlo en formas y planos de la realidad que no sean molestas para el lector, y para ello contamos con la poesía, las mudas, el juego verbal, etc. Un magnífico ejemplo de esto es Gustavo Flaubert en su Madame Bovary. ¿Recuerdas la escena del carruaje?, ¿cómo el acto sexual es sugerido con tal elegancia y poesía que ya es un clásico para nosotros? Por otro lado la sexualidad es algo inmanente al ser humano, forma parte de nosotros, debemos ser osados, pero en el tratamiento y el estilo, a la final todo es cuestión de estilo. Obras magníficas y bien estructuradas se pueden perder por la pacateria en el tratamiento del tema, pero también por el abuso. ¡Elegancia y sentido de la trascendencia! han de ser la consigna". Debo citar aquí al Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa quien pronunciaría esta reflexión en la fecha de cumplir 80 años este 2016. “No tenía conciencia clara de qué escritor quería ser. Fue al leer Madame Bovary, de Flaubert, cuando lo supe. Entendí que el realismo no significaba chabacanería”.

Traigo a Milton Quero y su excelente novela, para enfatizar algo sobre lo que en 2014 expresamente me tocó decir en una reunión cuando en Maracaibo se cerraba un ciclo sobre la narrativa local. Ésta en una razón por la cual algunos nos hemos esforzado en escribir como hablamos. En una apuesta por preservar nuestra identidad, que nos acostumbremos cada vez más usar nuestro lenguaje, sin temores, atreviéndonos a ello. Es importante saber decir utilizando el lenguaje escrito lo que escuchamos en nuestro alrededor. Arriesgarnos a poner en letras el hablar de la calle, el léxico de los hombres y las mujeres de nuestra región. Esta forma de hacer literatura eventualmente debe dar sus frutos y conformará un verbo literario nuestro, vernáculo”. Las bondades del estilo de Milton Quero Arévalo apoyan lo antes expresado y son captadas por cualquier lector. Esa impresión es más que evidente ante José Napoleón Oropeza quien opinó, que aquella novela de Quero Arévalo tenía el encanto de un relámpago en el deslumbrante sol de Maracaibo, al hablar sobre la fascinación de su luz, o de los colores que se alternan con el de las viejas casas de El Saladillo y Santa Lucía, pero sobre todo, le llamó la atención por la música del habla de su gente, “alma bullente, bulliciosa y candente”. Oropeza diría, “si “Tierra del Sol Amada”, de José Rafael Pocaterra nos atrapa, en “Corrector de Estilo” nos seduce por la jerga maracucha de un habla y un argot de la estética del alma marabina de picardía y fino humor”. Fueron estas las impresiones sobre la novela de Milton Quero, expresadas por el brillante escritor nacido en Puerto Nutrias (1950) y durante muchos años el adalid del Ateneo de Valencia, José Napoleón Oropeza, quien entre 1978 y 1981 cursaría estudios en el King’s College de la Universidad de Londres, donde obtuvo su título Mph/Phd, con su tesis de grado (Para fijar un rostro) publicada como un muy conocido ensayo sobre la literatura venezolana por la Editorial Vadell-hermanos en 1984.
 
Actualmente José Napoleón Oropeza quien ha publicado cuatro novelas y cinco libros de cuentos, y ha ganado el Concurso de Cuentos de El Nacional en 1971 y en el 2002, es profesor titular de la Cátedra de Teoría y Análisis Literario en la Maestría en Literatura Venezolana de la Universidad de Carabobo. Su última novela “Las puestas ocultas” editada por bid&Co.Eds, y publicada el año 2011, relata las peripecias de Eduardo, alter-ego del escritor quien el 26 de diciembre de 1974 llegaría a La Habana en plan turístico con la intención de buscar un ejemplar de “Celestino antes del alba” y con la esperanza de localizar a su autor, Reinaldo Arenas. Dentro de una situación realmente  kafkiana, como el famoso checo estará dando vueltas alrededor de un Castillo, en ese caso buscando a una persona de quien nadie parece saber nada pero que sin embargo existe allí, de momento prisionero en las mazmorras del Castillo del Morro, hasta 1980, cuando escapó saliendo por el puerto Mariel, para morir en Nueva York suicidándose en 1990. En la novela seguimos a Eduardo y a su esposa por La Habana en medio del miedo que los cubanos sienten al hablarles de Arenas, de Virgilio Piñera, y de cualquier disidente, hasta de Lezama Lima a quien visitará en su casa, pero no encuentra libros, si acaso un poemario de Heberto Padilla, los poemas que llevaron al embajador de Chile Jorge Edwards a escribir “Persona non grata” en 1973 reviviendo su expulsión de Cuba al denunciar el régimen castrista. Eduardo deambulará entre callejuelas, un cementerio, las librerías sin textos y la santería que exhibe sus rituales de la cultura yoruba en medio de la miseria y del hambre de los cubanos y del espionaje, la delación y la prostitución para sobrevivir en la vida cruel que habría de empeorar con el curso de la historia.
 Roberto Lovera de Sola, hombre de letras, agudo lector, escritor, ensayista, investigador, profesor y editor, se refirió a la novela “Las puertas ocultas” en el Círculo de Lectura de la Fundación Francisco Herrera Luque, el martes 5 de Febrero de 2013, ofreciendo una extensa información sobre la literatura cubana desde José Martí hasta Leonardo Padura (“El hombre que amaba a los perros” Tusquets 2011) y señalando que la novela es una ficción relativa a la persecución de los escritores cubanos, representada por la “búsqueda imposible del gran Arenas y sus libros”. Alberto Hernández (1952) en Ciudad Letralia se refirió también a la novela “Las puertas ocultas” señalando que Arenas no existía en el mapa cultural, social y político de Cuba, borrado por la nomenklatura y el aparato ideológico del régimen y destacó como el protagonista en su periplo, en la búsqueda de un libro que no aparecía entrará en el mundo de la santería creando una trama que revela la maestría de José Napoleón Oropeza, reconocida por la crítica y los lectores en novelas anteriores.

He aprovechado esta oportunidad para mencionar mi novela “Escribir en La Habana” premio Narrativa en la Bienal José Rafael Pocaterra del año 1994, curiosamente, cuando José Napoleón Oropeza dirigía magistralmente el Ateneo de Valencia, la cual relata como Marcelo, un médico que arriba a La Habana para asistir a un congreso de inmunología, se ve involucrado en un problema de narcotráfico, de espionaje y de santería en una Cuba que vivía los últimos estertores de la ayuda soviética. Estos sucesos ocurren en 1989, el año del fusilamiento del General Arnaldo Ochoa héroe de la revolución cubana, con el coronel Antonio de la Guardia, el Mayor Armando Padrón, el capitán Jorge Martínez Valdez mientras que el General Patricio de la Guardia y los otros involucrados en una supuesta conspiración y tráfico de drogas fueron condenados a más de 30 años de prisión. Ese diciembre, los Estados Unidos invadirán a Panamá y la embajada del Vaticano entregará al General Noriega quien también sería juzgado y condenado por tráfico de drogas. 

La novela “Escribir en La Habana” fue resumida brillantemente el año 2014 en una semana dedicada a la Narrativa, por el joven politólogo Miguel Insignares meses antes de ser asesinado por el hampa para robarlo en las calles de Maracaibo. Miguel nos demostró en una caleidoscópica visión de música, literatura, cine y santería las terribles  desigualdades de un sistema político que acabaría con la libertad del pueblo cubano desde 1959. Más recientemente Maria Elena Lavaud (La Habana sin tacones” 2ª. ed. Caracas: Editorial Libros Marcados, 2012), entendería en su novela la verdad de aquella leyenda de la isla y sus miserias; el dolor de tantos años de libertad perdida” y se dio cuenta “el extremo al que han debido llegar esos seres humanos para medio sobrevivir”, según fue leído por Roberto Lovera de Sola en la sede la Fundación Francisco Herrera Luque, la tarde del jueves 31 de mayo de 2012.

Maracaibo 3 de abril del año 2016



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