Regresando
a la corrección del estilo literario
y a
las puertas ocultas de Cuba
Milton Quero Arévalo se impuso, con su primera
novela titulada “Corrector de Estilo”,
presentada al Premio de Novela Adriano González León 2004, entre más de ochenta
escritores concursantes, provenientes de todo el territorio nacional. El jurado
evaluador al referirse a su obra dictaminó: "El autor exhibe un oficio narrativo que se sustenta en un punto
de impostación en el tono que le confiere una vigorosa ironía. Reconstruye el
espacio urbano en forma inteligente y crítica, y demuestra un conocimiento del
alma humana que se expresan en personajes que a su edad lo han vivido todo,
menos el amor."
El joven escritor nacido en la ciudad de Coro
en el año 1959 y residenciado en Maracaibo, en la oportunidad cuando la
Editorial Norma, publicó su novela “Corrector
de Estilo”, decía en una entrevista concedida a José Napoleón Oropeza: "Siempre
he procurado sugerir y no mostrar abiertamente el acto sexual, ya que puedo
caer en la trampa de la gratuidad. El reto literario es decirlo en formas y
planos de la realidad que no sean molestas para el lector, y para ello contamos
con la poesía, las mudas, el juego verbal, etc. Un magnífico ejemplo de esto es
Gustavo Flaubert en su Madame Bovary. ¿Recuerdas la escena del carruaje?, ¿cómo
el acto sexual es sugerido con tal elegancia y poesía que ya es un clásico para
nosotros? Por otro lado la sexualidad es algo inmanente al ser humano, forma
parte de nosotros, debemos ser osados, pero en el tratamiento y el estilo, a la
final todo es cuestión de estilo. Obras magníficas y bien estructuradas se
pueden perder por la pacateria en el tratamiento del tema, pero también por el
abuso. ¡Elegancia y sentido de la trascendencia! han de ser la consigna". Debo
citar aquí al Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa quien pronunciaría
esta reflexión en la fecha de cumplir 80 años este 2016. “No tenía conciencia clara de qué
escritor quería ser. Fue al leer Madame Bovary, de Flaubert, cuando lo supe.
Entendí que el realismo no significaba chabacanería”.
Traigo a Milton Quero y su excelente novela,
para enfatizar algo sobre lo que en 2014 expresamente me tocó decir en una
reunión cuando en Maracaibo se cerraba un ciclo sobre la narrativa local. “Ésta
en una razón por la cual algunos nos hemos esforzado en escribir como hablamos.
En una apuesta por preservar nuestra identidad, que nos acostumbremos cada vez
más usar nuestro lenguaje, sin temores, atreviéndonos a ello. Es importante
saber decir utilizando el lenguaje escrito lo que escuchamos en nuestro
alrededor. Arriesgarnos a poner en letras el hablar de la calle, el léxico de
los hombres y las mujeres de nuestra región. Esta forma de hacer literatura
eventualmente debe dar sus frutos y conformará un verbo literario nuestro,
vernáculo”. Las bondades del estilo de Milton Quero Arévalo apoyan lo
antes expresado y son captadas por cualquier lector. Esa impresión es más que
evidente ante José Napoleón Oropeza quien opinó, que aquella
novela de Quero Arévalo tenía el encanto de un relámpago en el deslumbrante sol
de Maracaibo, al hablar sobre la fascinación de su luz, o de los colores que se
alternan con el de las viejas casas de El Saladillo y Santa Lucía, pero sobre
todo, le llamó la atención por la música del habla de su gente, “alma bullente,
bulliciosa y candente”. Oropeza diría, “si “Tierra del Sol Amada”, de
José Rafael Pocaterra nos atrapa, en “Corrector
de Estilo” nos seduce por la jerga maracucha de un habla y un argot de la
estética del alma marabina de picardía y fino humor”. Fueron estas las
impresiones sobre la novela de Milton Quero, expresadas por el brillante
escritor nacido en Puerto Nutrias (1950) y durante muchos años el adalid del
Ateneo de Valencia, José Napoleón Oropeza, quien entre 1978 y 1981 cursaría
estudios en el King’s College de la Universidad de Londres, donde obtuvo su
título Mph/Phd, con su tesis de grado (Para
fijar un rostro) publicada como un muy conocido ensayo sobre la literatura
venezolana por la Editorial Vadell-hermanos en 1984.
Actualmente José
Napoleón Oropeza quien ha publicado cuatro novelas y cinco libros de cuentos, y
ha ganado el Concurso de Cuentos de El Nacional en 1971 y en el 2002, es profesor
titular de la Cátedra de Teoría y Análisis Literario en la Maestría en
Literatura Venezolana de la Universidad de Carabobo. Su última novela “Las puestas ocultas” editada por
bid&Co.Eds, y publicada el año 2011, relata las peripecias de Eduardo, alter-ego del escritor quien el 26 de
diciembre de 1974 llegaría a La Habana en plan turístico con la intención de
buscar un ejemplar de “Celestino antes
del alba” y con la esperanza de
localizar a su autor, Reinaldo Arenas. Dentro de una situación realmente kafkiana, como el famoso checo estará dando
vueltas alrededor de un Castillo, en ese caso buscando a una persona de quien
nadie parece saber nada pero que sin embargo existe allí, de momento prisionero
en las mazmorras del Castillo del Morro, hasta 1980, cuando escapó saliendo por
el puerto Mariel, para morir en Nueva York suicidándose en 1990. En la novela
seguimos a Eduardo y a su esposa por La Habana en medio del miedo que los
cubanos sienten al hablarles de Arenas, de Virgilio Piñera, y de cualquier
disidente, hasta de Lezama Lima a quien visitará en su casa, pero no encuentra
libros, si acaso un poemario de Heberto Padilla, los poemas que llevaron al
embajador de Chile Jorge Edwards a escribir “Persona non grata” en 1973 reviviendo su expulsión de Cuba al
denunciar el régimen castrista. Eduardo deambulará entre callejuelas, un
cementerio, las librerías sin textos y la santería que exhibe sus rituales de
la cultura yoruba en medio de la miseria y del hambre de los cubanos y del espionaje,
la delación y la prostitución para sobrevivir en la vida cruel que habría de
empeorar con el curso de la historia.
Roberto Lovera de
Sola, hombre de letras, agudo lector, escritor, ensayista, investigador,
profesor y editor, se refirió a la novela “Las
puertas ocultas” en el Círculo de Lectura de la Fundación Francisco Herrera
Luque, el martes 5 de Febrero de 2013, ofreciendo una extensa información sobre
la literatura cubana desde José Martí hasta Leonardo Padura (“El hombre que amaba a los perros”
Tusquets 2011) y señalando que la novela es una ficción relativa a la
persecución de los escritores cubanos, representada por la “búsqueda imposible
del gran Arenas y sus libros”. Alberto Hernández (1952) en Ciudad Letralia se
refirió también a la novela “Las puertas
ocultas” señalando que Arenas no existía en el mapa cultural, social y
político de Cuba, borrado por la nomenklatura y el aparato ideológico del
régimen y destacó como el protagonista en su periplo, en la búsqueda de un
libro que no aparecía entrará en el mundo de la santería creando una trama que
revela la maestría de José Napoleón Oropeza, reconocida por la crítica y los
lectores en novelas anteriores.
He aprovechado esta
oportunidad para mencionar mi novela “Escribir
en La Habana” premio Narrativa en la Bienal José Rafael Pocaterra del año
1994, curiosamente, cuando José Napoleón Oropeza dirigía magistralmente el Ateneo
de Valencia, la cual relata como Marcelo, un médico que arriba a La Habana para
asistir a un congreso de inmunología, se ve involucrado en un problema de
narcotráfico, de espionaje y de santería en una Cuba que vivía los últimos
estertores de la ayuda soviética. Estos sucesos ocurren en 1989, el año del
fusilamiento del General Arnaldo Ochoa héroe de la revolución cubana, con el
coronel Antonio de la Guardia, el Mayor Armando Padrón, el capitán Jorge
Martínez Valdez mientras que el General Patricio de la Guardia y los otros
involucrados en una supuesta conspiración y tráfico de drogas fueron condenados
a más de 30 años de prisión. Ese diciembre, los Estados Unidos invadirán a
Panamá y la embajada del Vaticano entregará al General Noriega quien también sería
juzgado y condenado por tráfico de drogas.
La novela “Escribir en La Habana” fue resumida brillantemente el año 2014 en
una semana dedicada a la Narrativa, por el joven politólogo Miguel Insignares meses
antes de ser asesinado por el hampa para robarlo en las calles de Maracaibo.
Miguel nos demostró en una caleidoscópica visión de música, literatura, cine y
santería las terribles desigualdades de
un sistema político que acabaría con la libertad del pueblo cubano desde 1959.
Más recientemente Maria Elena Lavaud (“La Habana sin tacones” 2ª. ed. Caracas:
Editorial Libros Marcados, 2012), entendería en su novela la verdad de “aquella
leyenda de la isla y sus miserias; el dolor de tantos años de libertad perdida”
y se dio cuenta “el extremo al que han debido llegar esos seres humanos para medio
sobrevivir”, según fue leído por Roberto Lovera de Sola en la sede la
Fundación Francisco Herrera Luque, la tarde del jueves 31 de mayo de 2012.
Maracaibo 3 de abril del año 2016
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