¿Hay diferencias entre la mente y
el cerebro? El cerebro es un órgano tangible que se puede pesar, y estudiar
macroscópica y microscópicamente, pero ¿que podríamos decir de la mente? La
mente es como un reino en que cada uno de nosotros es su monarca solitario,
podemos aislarnos para estudiar lo que hemos hecho y de lo que podemos o
quisiéramos hacer. Decimos que la conciencia es el ego de cada quien, pero ¿qué
es?
Estas preguntas crean toda una
historia llena de dudas y el problema para tratar de entender cuál es el lugar
que le corresponde en la naturaleza a esto que llamaron el espíritu, o el alma
y la cual, a pesar de numerosas interpretaciones, sensaciones, imágenes y el
afecto de introspecciones estructuralistas, y de datos de positivistas
científicos, y de las apariciones de Hobbe, o los fenómenos de Kant, el
problema de que cosa es la conciencia sigue con nosotros.
La diferencia entre -el tú y el yo-
del mundo conductual compartido y la imprecisable ubicación de las cosas sobre
las que se ha pensado, es lo que conocemos como consciencia. Reflexiones, sueños y conversaciones
imaginarias que tenemos y que nadie conocerá jamás; ideas sobre nuestro futuro
y nuestro pasado, una densa urdimbre de fantasía que obliga a preguntarse …
¿Cómo es posible? ¿Cómo es que estas existencias efímeras de nuestra solitaria
experiencia existen en el ordenado conjunto de la naturaleza? Heráclito, en
particular, la llamó un espacio enorme cuyos límites, nunca se podrían
encontrar, y mil años después San Agustín, se asombraría ante las evidencias de
cómo las metáforas de la mente son un verdadero mundo que percibe el ser
humano.
Philip Ball (Inglaterra, 1962) es
licenciado en química por la Universidad de Oxford, doctor en física por la
Universidad de Bristol y miembro del departamento de química del University
College de Londres. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre ciencia,
como La invención del color (Turner,
2004), H2O: Biografía del agua (Turner,
2008) y Masa crítica (Turner,
2008, Premio Aventis al libro científico del año 2005). El ensayo Al servicio del Reich. La física en tiempos de Hitler (Turner,
2014) y su obra más reciente, Cuántica:
qué significa la teoría de la ciencia
más extraña (Turner, 2018, Physics World 2018 al mejor libro del año);
todos ellos son fundamentales para entender la historia y el devenir de la
mecánica cuántica. Durante más de veinte años Ball ha sido editor de la
prestigiosa revista científica Nature. Actualmente colabora
como escritor independiente en The New Scientist y como locutor
radiofónico en la BBC Radio 4, donde presenta Science Stories, un espacio dedicado a la historia de la ciencia.
Hablar de la mente no es tan sencillo como parece, y el mismo Ball nos informa
que :“Vivir no es un cálculo sino un proceso, un flujo constante de
decisiones interrelacionadas, acciones y emociones”.
Para
Ball, antes de preguntarse cómo funciona la mente, primero es necesario definir
qué es la mente y cuáles son sus capacidades. Hoy en día sabemos que la
inteligencia artificial es un conjunto de algoritmos procesados en computadoras
que intentan imitar las capacidades del ser humano para realizar distintas
actividades, pero… “La mente es más como
un piloto que una computadora y la tarea de un piloto no es resolver la
realidad sino aterrizar el avión. Lo que necesita para hacer eso es una
representación del mundo” nos lo asegura Ball.
Para
responder estas cosas, si se hace un recorrido por la historia hay algunos
modelos propuestos como, por ejemplo: -No existe un solo tipo de “mente” sino
que hay diferencias entre la mente de los adultos, los niños de distintas
edades y un recién nacido. -Existen diferencias transculturales y también
existen diferencias entre los humanos, chimpancés, perros, gatos, ratones y
otros animales. Según Phillip Ball “La
mente es uno de esos conceptos como la inteligencia, el pensamiento y la vida,
que suena técnico y por lo tanto como que son definibles, pero en realidad la
mente es algo bastante confuso”.
Es un reto definir la mente, pero
se han hecho intentos por trazar las componentes que la estructuran y uno de
ellos fue propuesto en 2007 en el libro “The
mind club” por los psicólogos Daniel Wegner, Kur Gray y Heather Gray,
quienes interrogaron a alrededor de 2.500 participantes acerca de las
capacidades mentales percibidas de humanos, animales y de otras entidades como
robots, empresas y hasta de agentes sobrenaturales como fantasmas y dios.
Sorprendentemente, Ball informaría
que las respuestas podían reducirse a un espacio de mentes que tenían solo dos
atributos clave los cuales etiquetaban como experiencia y agencia.
Colocados estos dos atributos en un mapa cartesiano donde el eje X corresponde a la agencia, es decir la habilidad para
hacer cosas y para alcanzar metas; y en el eje Y se encuentra la experiencia,
o sea las dimensiones que podría tener una mente… “Se considera que los humanos siguen un camino en este espacio durante
el transcurso de sus vidas. Los bebés representados por el chupón tenían tasas
promedio ligeramente más altas y experimentadas, pero mucho más bajas que los
adultos”.
En 2019, Christof Koch hizo algo
similar para expresar el espacio de la mente de modo bidimensional. La
coordenada X estaba destinada para la inteligencia
y la Y para la consciencia, lo que
situaba al ser humano en la posición más alta por ser un gran poseedor de estos
atributos. Para Ball, entonces, y como el resultado de todo esto: “el cerebro humano es una especie de
computadora que procesa la información que proviene de la mente, que convierte
los datos de entrada (las experiencias sensoriales) en salidas interpretadas
como la toma de decisiones”.
“Lo
asombroso acerca de
los humanos no es que nuestros genes
afectan cómo pensamos y elegimos sino qué existe un tanto de nuestro
comportamiento que parece escapar a su influencia dominante. Las mentes
complejas tienen un vasto repertorio conductual que puede adaptarse e
improvisar ante nuevas circunstancias”, aseguró el investigador Philip
Ball.
La
segunda pregunta más importante para entender la mente es: ¿Por qué somos tan
inteligentes? Aquí, y sobre este asunto, Philip Ball presentó estas hipótesis.
1-La inteligencia social puede
llevar al ser humano a llevarse bien con otras personas y anticipar reacciones;
2-La selección sexual es
un conjunto de comportamientos por sí mismo complejo pero que en resumen
persuade a un potencial compañero en el juego de la supervivencia; 3- En La evolución cultural nuestra
inteligencia proviene de nuestra capacidad para transmitir habilidades.
Ball
también reconoce que hay una diversidad de las mentes. La humana sabe que
existe en relación con otras mentes, evolucionó para sobrevivir a escenarios
complejos, resuelve problemas a partir de representaciones del mundo y con ello
analiza posibles futuros. En la mente animal también hay diversidad y nos lo
explica asi: las aves, por ejemplo, tienen una percepción muy distinta
dependiendo de la especie a la que pertenezcan; o los pulpos que tienen memoria
y son capaces de resolver problemas. En el reino vegetal las plantas pueden
adaptarse a varias condiciones y eso se traduce en la toma de decisiones. De
acuerdo con el biopsiquismo, la mentalidad es una propiedad que se encuentra en
todos los seres vivos.
En el
caso de la inteligencia artificial (AI)
hay un mundo aún más debatible. Mientras algunos aseguran que carece de sentido
común, Ball plantea que solo se trata de un modo diferente de reflexión. “Si tuviera que escoger una noción central de
lo que caracteriza a la mente sería ésta: las mentes buscan lo que es significativo
para ellas en el universo”, dijo.
A medida
que pasa el tiempo el ser humano le otorga a la AI mayor complejidad con más poder de procesamiento, más entradas
sensoriales y más aprendizaje, razón por la que es válido preguntarse si
llegara a tener algún grado de consciencia y Ball nos dice que: “lo que entendemos por sentido común es en
buena medida una forma de comportamiento adaptativo, guiada por la intención
motivada, e informada por nuestras representaciones internas de la realidad”.
Esto
podría significar que si el ser humano filtra la información que alimenta a la AI, entonces podría haber un grado de
percepción o de consciencia en la AI.
¿Asusta? Es lo que está planteado ante la indudablemente avasallante
robotización de la humanidad.
Maracaibo miércoles 13 de noviembre del año 2024
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