miércoles, 13 de noviembre de 2024

La mente y el cerebro


¿Hay diferencias entre la mente y el cerebro? El cerebro es un órgano tangible que se puede pesar, y estudiar macroscópica y microscópicamente, pero ¿que podríamos decir de la mente? La mente es como un reino en que cada uno de nosotros es su monarca solitario, podemos aislarnos para estudiar lo que hemos hecho y de lo que podemos o quisiéramos hacer. Decimos que la conciencia es el ego de cada quien, pero ¿qué es?

 

Estas preguntas crean toda una historia llena de dudas y el problema para tratar de entender cuál es el lugar que le corresponde en la naturaleza a esto que llamaron el espíritu, o el alma y la cual, a pesar de numerosas interpretaciones, sensaciones, imágenes y el afecto de introspecciones estructuralistas, y de datos de positivistas científicos, y de las apariciones de Hobbe, o los fenómenos de Kant, el problema de que cosa es la conciencia sigue con nosotros.

 

La diferencia entre -el tú y el yo- del mundo conductual compartido y la imprecisable ubicación de las cosas sobre las que se ha pensado, es lo que conocemos como consciencia.  Reflexiones, sueños y conversaciones imaginarias que tenemos y que nadie conocerá jamás; ideas sobre nuestro futuro y nuestro pasado, una densa urdimbre de fantasía que obliga a preguntarse … ¿Cómo es posible? ¿Cómo es que estas existencias efímeras de nuestra solitaria experiencia existen en el ordenado conjunto de la naturaleza? Heráclito, en particular, la llamó un espacio enorme cuyos límites, nunca se podrían encontrar, y mil años después San Agustín, se asombraría ante las evidencias de cómo las metáforas de la mente son un verdadero mundo que percibe el ser humano.

 

Philip Ball (Inglaterra, 1962) es licenciado en química por la Universidad de Oxford, doctor en física por la Universidad de Bristol y miembro del departamento de química del University College de Londres. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre ciencia, como La invención del color (Turner, 2004), H2O: Biografía del agua (Turner, 2008) y Masa crítica (Turner, 2008, Premio Aventis al libro científico del año 2005). El ensayo Al servicio del Reich. La física en tiempos de Hitler (Turner, 2014) y su obra más reciente, Cuántica: qué significa la teoría de la ciencia más extraña (Turner, 2018, Physics World 2018 al mejor libro del año); todos ellos son fundamentales para entender la historia y el devenir de la mecánica cuántica. Durante más de veinte años Ball ha sido editor de la prestigiosa revista científica Nature. Actualmente colabora como escritor independiente en The New Scientist y como locutor radiofónico en la BBC Radio 4, donde presenta Science Stories, un espacio dedicado a la historia de la ciencia. Hablar de la mente no es tan sencillo como parece, y el mismo Ball nos informa que :“Vivir no es un cálculo sino un proceso, un flujo constante de decisiones interrelacionadas, acciones y emociones”.


 

Para Ball, antes de preguntarse cómo funciona la mente, primero es necesario definir qué es la mente y cuáles son sus capacidades. Hoy en día sabemos que la inteligencia artificial es un conjunto de algoritmos procesados en computadoras que intentan imitar las capacidades del ser humano para realizar distintas actividades, pero… “La mente es más como un piloto que una computadora y la tarea de un piloto no es resolver la realidad sino aterrizar el avión. Lo que necesita para hacer eso es una representación del mundo” nos lo asegura Ball.

 

Para responder estas cosas, si se hace un recorrido por la historia hay algunos modelos propuestos como, por ejemplo: -No existe un solo tipo de “mente” sino que hay diferencias entre la mente de los adultos, los niños de distintas edades y un recién nacido. -Existen diferencias transculturales y también existen diferencias entre los humanos, chimpancés, perros, gatos, ratones y otros animales. Según Phillip Ball “La mente es uno de esos conceptos como la inteligencia, el pensamiento y la vida, que suena técnico y por lo tanto como que son definibles, pero en realidad la mente es algo bastante confuso”.

 

Es un reto definir la mente, pero se han hecho intentos por trazar las componentes que la estructuran y uno de ellos fue propuesto en 2007 en el libro “The mind club” por los psicólogos Daniel Wegner, Kur Gray y Heather Gray, quienes interrogaron a alrededor de 2.500 participantes acerca de las capacidades mentales percibidas de humanos, animales y de otras entidades como robots, empresas y hasta de agentes sobrenaturales como fantasmas y dios.

 

Sorprendentemente, Ball informaría que las respuestas podían reducirse a un espacio de mentes que tenían solo dos atributos clave los cuales etiquetaban como experiencia y agencia. Colocados estos dos atributos en un mapa cartesiano donde el eje X corresponde a la agencia, es decir la habilidad para hacer cosas y para alcanzar metas; y en el eje Y se encuentra la experiencia, o sea las dimensiones que podría tener una mente… “Se considera que los humanos siguen un camino en este espacio durante el transcurso de sus vidas. Los bebés representados por el chupón tenían tasas promedio ligeramente más altas y experimentadas, pero mucho más bajas que los adultos”.

 

En 2019, Christof Koch hizo algo similar para expresar el espacio de la mente de modo bidimensional. La coordenada X estaba destinada para la inteligencia y la Y para la consciencia, lo que situaba al ser humano en la posición más alta por ser un gran poseedor de estos atributos. Para Ball, entonces, y como el resultado de todo esto: “el cerebro humano es una especie de computadora que procesa la información que proviene de la mente, que convierte los datos de entrada (las experiencias sensoriales) en salidas interpretadas como la toma de decisiones”.

 

“Lo asombroso acerca de los humanos no es que nuestros genes afectan cómo pensamos y elegimos sino qué existe un tanto de nuestro comportamiento que parece escapar a su influencia dominante. Las mentes complejas tienen un vasto repertorio conductual que puede adaptarse e improvisar ante nuevas circunstancias”, aseguró el investigador Philip Ball.

 

La segunda pregunta más importante para entender la mente es: ¿Por qué somos tan inteligentes? Aquí, y sobre este asunto, Philip Ball presentó estas hipótesis. 1-La inteligencia social puede llevar al ser humano a llevarse bien con otras personas y anticipar reacciones; 2-La selección sexual es un conjunto de comportamientos por sí mismo complejo pero que en resumen persuade a un potencial compañero en el juego de la supervivencia; 3- En La evolución cultural nuestra inteligencia proviene de nuestra capacidad para transmitir habilidades.

 

Ball también reconoce que hay una diversidad de las mentes. La humana sabe que existe en relación con otras mentes, evolucionó para sobrevivir a escenarios complejos, resuelve problemas a partir de representaciones del mundo y con ello analiza posibles futuros. En la mente animal también hay diversidad y nos lo explica asi: las aves, por ejemplo, tienen una percepción muy distinta dependiendo de la especie a la que pertenezcan; o los pulpos que tienen memoria y son capaces de resolver problemas. En el reino vegetal las plantas pueden adaptarse a varias condiciones y eso se traduce en la toma de decisiones. De acuerdo con el biopsiquismo, la mentalidad es una propiedad que se encuentra en todos los seres vivos.

 

En el caso de la inteligencia artificial (AI) hay un mundo aún más debatible. Mientras algunos aseguran que carece de sentido común, Ball plantea que solo se trata de un modo diferente de reflexión. “Si tuviera que escoger una noción central de lo que caracteriza a la mente sería ésta: las mentes buscan lo que es significativo para ellas en el universo”, dijo.

 

A medida que pasa el tiempo el ser humano le otorga a la AI mayor complejidad con más poder de procesamiento, más entradas sensoriales y más aprendizaje, razón por la que es válido preguntarse si llegara a tener algún grado de consciencia y Ball nos dice que: “lo que entendemos por sentido común es en buena medida una forma de comportamiento adaptativo, guiada por la intención motivada, e informada por nuestras representaciones internas de la realidad”.

 

Esto podría significar que si el ser humano filtra la información que alimenta a la AI, entonces podría haber un grado de percepción o de consciencia en la AI. ¿Asusta? Es lo que está planteado ante la indudablemente avasallante robotización de la humanidad.

 

Maracaibo miércoles 13 de noviembre del año 2024

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