Juan
Rulfo
Publicaría un solo libro de
cuentos, El llano en llamas
(1953), y una única novela, Pedro
Páramo (1955), pero ellos bastaron para que el escritor mexicano Juan
Rulfo (1918-1986) fuese reconocido
como uno de los grandes maestros de la narrativa hispanoamericana del siglo XX.
Se ha dicho que Juan Rulfo heredó la tristeza de su madre María Vizcaíno Arias,
quien solía contarle a su hijo historias
de otras tierras mejores y desconocidas, del mar y de muertos que deambulaban
buscando sosiego; así, el muchacho creció escuchando esos relatos que
transformaría en frases dolorosas.
Juan Rulfo nació en Sayula,
Jalisco, México, en mayo de 1917 a finales de una revolución en la que moriría
más de un millón de personas, Cuando Juan tenía seis años, su padre Juan
Nepomuceno Pérez Rulfo, fue muerto a balazos en medio de la plaza del pueblo.
Rulfo afirmaría que “de los seis a los doce años sólo vi muertos
en mi casa. Asesinaron a mi padre, a los hermanos de mi padre, a mis abuelos:
era una casa enlutada”. Creció como un niño, desconsolado que se
refugió en los libros. Juan Rulfo fue un narrador que parecía estar escondido
detrás de las letras.
En 1934 se trasladó a Ciudad de
México, donde trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de la
Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en
comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas
literarias. En los quince cuentos que integran El llano en llamas (1953), Rulfo ofreció una primera
sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva sobre la
realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura
anécdota social. Por
su tristeza precoz, por su adicción al alcohol y, sobre todo, por su mundo
onírico, Rulfo trajo a la literatura los fantasmas de un país atravesado por
las guerras internas y una cruenta revolución. Los muertos de su familia
desangrada y desterrada, y de tantos amores.
En estos diecisiete cuentos, Juan
Rulfo trata el problema de la tierra infértil como en Nos han dado la tierra, dónde los personajes caminan por la
tierra que les han dado pero si siembran no se levantará nada, ni zopilotes.
Este cuento hace alusión a la reforma agraria y a la repartición de la tierra
incrementada durante el sexenio de Lázaro Cárdenas. Narrados la mayoría de
ellos en primera y tercera persona. Macario,
el primer cuento con el que arranca el libro, nos presenta a un joven que por
órdenes de su madrina quien lleva días sin poder dormir a causa del escándalo,
él se dedica a matar las ranas que ve salir de las alcantarillas. Es que somos muy pobres trata la historia de una familia muy
pobre y del temor de los padres de que Tacha su hija más chica, se convierta en
prostituta como sus hermanas mayores que por la pobreza y mala suerte que las
perseguía decidieron tomar ese camino. Rulfo recrea un ambiente con seres que
viven en un estado de magia, para quienes el presente es trágico y la nostalgia
del pasado y su recuerdo es una constante. Luvina es tal vez el
cuento más poético de esta serie, por su magnífica descripción de un pueblo
casi fantasmal, deshabitado y seco que nos recuerda en esto, al ambiente de
Cómala descrito en Pedro Páramo. Un profesor que se va del pueblo le cuenta a otro
que es el que lo va a sustituir, la vida en Luvina, y se lo cuenta bebiendo
hasta caerse de borracho.
El apellido de
Pedro significa “terreno yermo, raso y desabrigado”, y en El llano en llamas, el
incendio tiene lugar en la “llanura”. Todos los dolores que incubó en la niñez y que
plasmó en un cuaderno mientras recorría México vendiendo neumáticos, los
detalles del momento
histórico que atravesaba México y la vida misma de Rulfo y la parte onírica de él se conjugan en Pedro Páramo. Aunque pasaran más de treinta años
desde la aparición de El llano en llamas y de Pedro
Páramo hasta su muerte en 1986, el artista nunca dejó de trabajar.
Fue Rulfo a
través de la estructura narrativa de sus historias quien comenzaría a utilizar
por primera vez en Latinoamérica el lenguaje de “flujo de la conciencia”. En Pedro Páramo (1955), Juan Rulfo dio una forma más perfeccionada al mecanismo de
interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo
misterioso y lo real; creando un texto inquietante que ha sido juzgado como una
de las mejores novelas de la literatura contemporánea. El protagonista de la
novela, Juan Preciado, llega a la aldea de Comala en busca de su padre, Pedro
Páramo, al que no conoce, y las voces de los habitantes le sirven para
reconstruir el pasado del pueblo y del temible Pedro Páramo, mientras la novela
sigue su curso, con nuevos monólogos y conversaciones entre difuntos, trazando
el sobrecogedor retrato de un mundo arruinado por la miseria y la degradación
moral.
Sus dos únicos
libros El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) se
han transformado en símbolos universales de algo más que literatura; ellos bastaron para que Juan
Rulfo fuese reconocido como uno de los grandes maestros de la narrativa
hispanoamericana. Su obra, breve pero intensa, destaca por su calidad dentro
del llamado Boom de la literatura hispanoamericana de los años 60, el
fenómeno editorial que dio a conocer al mundo la talla de los nuevos narradores
del continente.
Maracaibo, lunes 3 de febrero, 2020
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