Moisés,
el egipcio
Quisiera
retrotraerme en el tiempo para regresar a mi vieja agenda y a sus páginas
garrapateadas con mi enrevesada escritura de adolescente, que parecieran
difuminarse en un pasado lejano; más no están olvidadas… Era cuando estudiaba bachillerato
y existían además unos cuadernos, de esos “de tareas” que todavía son descifrables.
En aquellos tiempos yo escribía historias inventadas y se mezclaban en mi mente
con las lecturas y las películas; muchas giraban alrededor de barcos con marinos
que cazaban ballenas, pero otras se confundían en un pasado muy remoto, tanto
que me acercaba a la cautividad de Babilonia. Pero no el cautiverio medieval
cuando los papas sacándole el cuerpo a la peste negra escaparon hacia Aviñon, no.
Mi Babilonia era la propia, la del Éufrates y el Tigris y los jardines
colgantes, y desde entonces yo la parangonaba con Maracaibo; a pesar de este
detalle, tampoco era la Babilonia de Blas Perozo. Aparecía en mis relatos y en
mis dibujos con el apoyo de cuanto había leído sobre Gilgamés y del código de
Hamurabi. En realidad se me hace difícil entender como tan solo con unos libros
de Historia Universal y con la Biblia me inventé toda una saga, sobre Nabonido
el último rey de Babilonia; lo digo ahora que las cosas son más fáciles pues todo
está en la nube de internet…
Sin duda alguna debo
aceptar que estaba influenciado por la lectura de la novela de Mika Waltari
sobre un médico egipcio y seguramente que por ver repetir por la tele, año tras
año en la Semana Santa Los diez Mandamientos de Cecil B De,
Mille. Entonces ya me había leído a Tamburas
y después a El Asirio, de modo que
los personajes fueron consolidándose y no me incomodaba que el tuerto Kaptah
amigo de Sinuhé el egipcio se pareciese al Nerón Ustinov de Quo
Vadis, de manera que junto a mis ideas, los judíos presos, encadenados
por las huestes del faraón Nejo marcharon por el desierto camino de Babilonia, y
en Harran, habría de quedarse una jovencita que luego se haría sacerdotisa de
Isthar. De su rebeldía y escapada del templo fue a toparse con una avanzada de
militares egipcios, y ya de vuelta nacería Nabonido muy pálido y su hermano
gemelo el moreno Azurlazar. De cómo llegaría Nabonido a hacerse monoteísta y como
aquello que le sucedió se parece a la historia del faraón Amenhotep, está en
alguna parte, ni sé dónde, pero finalmente sobre su reinado final en Babilonia
y su retiro a un oasis antes de que el rey Ciro de Persia invadiera Mesopotamia,
todo vino a ser parte de mi novela…
Bien, la realidad
es que salvadas mis garrapateadas páginas, había decidido intercalarlas en mi
primera intentona literaria, y así, la historia de los hermanos con todo este
cuento babilónico llegó a formar parte de “La
Entropía Tropical”. Una novela que fue escrita a comienzos de los 80 con mi
intención de darle cuerpo a una tragedia, la de un médico que quiere hacer
investigación en su tierra y termina exiliado, con un hermano que vive algo
parecido. Nada que ver con Babilonia… Bueno, me explico: es que existía un
problema con la novela maracaibera-babilónica, por ser los hechos muy parecidos
a la realidad, y además, por el hecho de estar escrita parcialmente en maracucho,
incluía algunas “malas palabras”. Como resultado: no quería nadie publicarla.
No sería sino hasta el año 2003 cuando finalmente, quizás por la suerte de tener
ya dos novelas premiadas en Bienales nacionales de Literatura (1994 y 1997),
Ediluz “tras largas revisiones con un corrector de estilo”, aceptó su
publicación. Así nació la historia que nos ocupa en este momento.
El manuscrito de “La Entropía Tropical” (expresión de
Fernández Morán para destacar nuestro singular y característico desorden) fue rechazado
muchas veces y estaba en una carpeta identificada con las siglas “ET”. Me
imagino que los revisores esperaban enfrentarse con un extraterrestre como el
de Spielberg, pero nada que ver. Todo esto a pesar de que en la Dirección de
Cultura de la UCV me habían convencido de que “ET” era una buena novela, y
aceptaron inicialmente que en maracucho las esdrújulas no deben acentuarse… Fue
una ardua lucha, larga y tenaz. En el texto que lleva diversas historias que
sin duda sonarán diferentes, terminan por conjugarse con Nabonido y su hermano,
donde el rey de Babilonia debe retirarse a un oasis y deja en el trono a su
hijo Baltazar a quien le tocará el infortunio de enfrentar a Ciro y los persas
que caen sobre Mesopotamia con la langosta.
Puede que se estén
preguntando por el título y cómo y dónde cabe Moisés en este disparatado asunto
sobre las vicisitudes para publicar una novela en Venezuela… Quisiera explicar
algo que sinceramente desconocía hasta hace una semana. El famoso médico
psiquiatra Sigmund Freud al final de su vida decidió escribir un detallado
estudio sobre una posibilidad muy interesante que me parece toca la historia
novelesca que les he venido narrando. Se trata de, el monoteísmo y de los
egipcios, por lo que debemos regresar al reinado del faraón Amenhotep de la
dinastía XVIII, y a la película de DeMille cuando nos mostraba el pueblo judío azotado
bajo el látigo inclemente de los egipcios y a Moisés, a quien quizás puedan
recordarlo como Charlton Heston. Pues el hombre, quien cuando era un bebé,
dizque había sido recogido en una canastilla flotando en las aguas del Nilo, según
Freud, no era realmente judío. Freud, quien de paso es bueno que recuerden que
él sí que era judío. Supuestamente Moisés era un egipcio que estaba insuflado por las ideas monoteístas del
faraón y le dolía ver al pueblo judío clamando por su libertad, pisado por la
bota egipcia, así como estamos actualmente bajo el narcorégimen, pisados por la
bota cubana.
Según Freud, Moisés
decidió sacar adelante a aquella población que no le era ajena puesto que
también eran monoteístas. Por otra parte se venían produciendo campañas contra
los seguidores del dios Atón. Los sacerdotes de Amón no estaban de acuerdo con
el postulado de que “existía un solo dios, Atón y el faraón era su profeta”.Nefertiti
la esposa del faraón y sus hijas oficiaban sus ritos al dios Atón. La muerte de Akenatón se daría en el decimoséptimo
año de su reinado a una edad entre 30 y 36 años, y la corte del reino fue mudada
nuevamente a Tebas. Nefertiti y sus hijas habían muerto por una grave epidemia
probablemente de peste bubónica que azotó a Egipto. El faraón fue sucedido por Semenejkara, quien
reinó menos de un año y después ascendió al trono de Egipto un niño de menos de
once años de edad que sería el faraón Tutankamon. Moisés
se puso al frente de los judíos y los llevaría a “la tierra prometida”. Cuando
tras cruzar el Mar Rojo y todas aquellas calamidades ya habían logrado establecerse,
Moisés, como sucede muchas veces con los políticos, morirá asesinado.
Toda este relato sobre el origen
egipcio de Moisés, ha sido discutido ampliamente y no es aceptado por los
judíos, lógicamente, aunque el trabajo del doctor Sigmund Freud es muy
detallado e interesante, en realidad no tiene una conexión alguna con mi novela
“La Entropía Tropical”, cuyos
remotos orígenes he aprovechado para que mis lectores estén enterado de algo
más sobre la lejana Babilonia.
Maracaibo,
viernes 7 de febrero, de 2020
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