Trótula de Salerno
En el siglo XI, apenas saliendo de la centuria anterior, el verdadero
siglo oscuro de la Edad Media, existe un hecho digno de mención: la escuela médica de Salerno. La
escuela de Salerno se destaca por ser la primera escuela que dio oportunidad a
la mujer para adentrarse en el mundo del conocimiento científico. En ella, sabemos
de la aparición de un grupo de mujeres dedicadas al estudio y la práctica de la
medicina. Por desgracia, la historia de la medicina ha olvidado prácticamente
todos los nombres de estas mujeres, conocidas como “Las damas de Salerno”. Así pues,
en esta escuela existieron una serie de mujeres y entre ellas aparecen nombres
como Salernitana, Constanza, Calenda, Rebeca Guarna, Abella… Pero, sin duda, la
mujer que más destacará será Trótula de Salerno.
El nombre y la obra de Trótula, figura al frente ya que por sus estudios
y el conocimiento de la medicina de Hipócrates y de Galeno, sumados a sus
propias investigaciones, la colocan en un lugar privilegiado en el terreno de
la ciencia. Si bien es poco lo que se sabe sobre la vida de Trótula, se conoce
que vivió en Salerno, ciudad italiana situada al sureste de Nápoles, en la
bahía de Pestum, entre los siglos XI y XII donde ocupó la cátedra de medicina
en la Escuela de Medicina, en la cual muchas mujeres fueron estudiantes y
profesoras de dicha ciencia. Algunos la han identificado como la esposa de un
médico, Johannes Platerius, y la madre de Matthias y Johannes el Joven, dos
autores de libros de medicina; además, parece ser que perteneció a la noble
familia de los DiRuggiero. Se piensa que murió en su ciudad natal en 1097. En
relación con su obra, se han identificado dos textos de los que parece haber
sido autora: el Passionibus mulierum curandorum y el Oenatu mulierum, libros
estos en que algunos historiadores han creído ver la obra de un hombre; otros
arguyen, no obstante, que esta falsa identificación se debe a la infinidad de
copias que de su obra se hicieron durante el siglo XII, copias en las cuales su
nombre fue sustituido por su forma masculina: Trottus, terminando por darle la autoría a su marido. No hay pues, un
acuerdo general al respecto. No sería en modo alguno sorprendente que quien
hubiese escrito dichos libros fuera efectivamente una mujer, ya que es bien
sabido que las mujeres en Italia tuvieron grandes posibilidades de educación, y
todo parece indicar que, tal como señala Margaret Alic, sus universidades
siempre estuvieron “abiertas a las mujeres, y era tradicional su presencia en
ellas como estudiantes o como profesoras”.
En virtud del ocultamiento natural que las mujeres han padecido en el
curso de la historia, tampoco sorprende que buena parte de las tareas llevadas
a cabo por ellas haya sido olvidada o quizá hasta consciente o
inconscientemente, borrada. Muchas investigadoras, historiadoras y estudiosas
de las distintas trayectorias de otras mujeres en el pasado. Ya lo ha dijo
Umberto Eco refiriéndose a las filósofas: “No
es que no existieran mujeres que filosofaban. Es que los filósofos han
preferido olvidarlas, quizá tras haberse apropiado de sus ideas”. Quizás es
por ello que también se han olvidado de Trótula, y aunque tal vez nunca lo
sepamos, con base en lo que se ha podido saber sobre esta médica del siglo XI, para
rescatarla del olvido y poner de manifiesto cuando menos su factibilidad
histórica y su relevancia científica, va esta breve reseña extraída de diversas
fuentes.
La escuela de Salerno entre los siglos XI y XII fue una institución
educativa considerada como la primera universidad de Europa. En los siglos de
confusión en los que se gesta el periodo medieval tras la caída del Imperio
Romano tratarán de inventarse nuevas configuraciones culturales que asuman en
su seno al cristianismo naciente, e igualmente se intentará recuperar el pasado
pagano. Nuevos modelos vitales y sociales, la ciencia, la filosofía, y el arte serán
reconfigurados con un elemento nuevo: la religión. Nace entonces un horizonte de
ciencia y religión y ambas inician su recorrido. Por ello será en los claustros
donde surgirán los primeros signos del nuevo desarrollo cultural. La primera ciencia
que empieza a florecer será la medicina. Si bien la Iglesia comenzó desdeñando
el conocimiento científico de los paganos por considerarlo profano y
antirreligioso, no pudo obviar las artes curativas, pues no era posible soslayar
un deber cristiano como el cuidado de los enfermos. En el siglo VI encontramos
a los benedictinos dedicados a estudiar las obras de Hipócrates y Galeno,
aunque no será sino hasta el siglo IX que la ciencia médica aparezca con un
carácter secular en la escuela de Salerno. A lo largo de ese siglo y del
siguiente, dicha institución alcanzaría un reconocimiento cada vez mayor como
centro de actividad médica, y ya en el siglo XI se convertiría en la primera
facultad de medicina del mundo occidental. La enseñanza se centraba en la
medicina antigua, en la práctica de la medicina hipocrática y sobre todo de la
galénica, que era la predominante, aunque con el tiempo también se incluyeron
los conocimientos derivados de la medicina árabe. Así pues, en la escuela de
Salerno no sólo se enseñaba medicina sino que en ella estaba depositado el
saber médico de la época, si bien a finales del siglo XII tal fama empieza a
ser oscurecida por el florecimiento de otras escuelas de medicina, como las de
Bolonia, Padua y muchas otras.
Dos obras se atribuyen a Trótula. La primera y más importante es Pasionibus
mulierum curandorum, texto conocido como Trotula major que comprende sesenta y tres capítulos que tratan
sobre la menstruación, la concepción, el embarazo, el parto y las enfermedades
en general, así como de los tratamientos y remedios recomendados. La otra obra
es un tratado de cosmética, disciplina ésta que se incluye en el Corpus
hippocraticum, llamada Ornatu mulierum, también conocida
como Trotula minor. En ambos textos
se reconoce la mano de una mujer, y sus lineamientos teórico-prácticos parecen
ser muy modernos. En particular, el Trotula Major ha corrido con toda suerte de
aventuras e incidentes a lo largo de la historia; hasta el siglo XVI se usó
como texto de medicina en las escuelas, y en el siglo XVIII forma ya parte del
folclore popular.
Llámese o no Trótula, siguiendo a los historiadores italianos de la
medicina, es posible sostener medianamente la autenticidad de nuestra Trótula
y, sobre todo, la existencia de las mujeres médicas de Salerno y tomando como
base la referida obra, sobre la ciencia médica de Trótula, lo primero que llama
la atención es lo que podemos llamar su “vocación médica”, que se caracteriza
por dirigirse directamente en favor del sector que considera más desprotegido:
las mujeres, de quienes anhela el alivio de su sufrimiento. La misma Trótula
nos lo dice en el prólogo de su obra: Puesto
que las mujeres son por naturaleza más débiles que los hombres, es razonable
que las enfermedades abunden en ellas con más frecuencia, especialmente
alrededor de los órganos implicados en la labor de la naturaleza. Como esos
órganos están localizados en un sitio apartado, las mujeres, por modestia y por
la fragilidad y delicadeza del estado de esas partes, no se atreven a revelar
la dificultad de sus enfermedades a un médico hombre. Por lo cual yo,
apiadándome de sus desventuras y por instigación de cierta matrona, empecé a
estudiar cuidadosamente las enfermedades que con mayor frecuencia afligen al
sexo femenino. En pleno Medioevo –época de oscuridad
y estancamiento– una mujer decide que las enfermedades de las mujeres han de
ser tratadas particularmente dentro de la ciencia médica porque responden a los
mismos mecanismos de cualesquiera otras enfermedades. Y entonces, si de ciencia
se trata, afecciones como la menstruación, la concepción, las relaciones
sexuales y todo lo que con ellas se relacione, han de responder a leyes
naturales que permitan diagnosticar, prevenir, tratar y curar utilizando los
mismos principios y recursos que proporciona la ciencia médica en general.
Maracaibo, 18 de febrero del año
2017
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