El gusano de la ceguera de los ríos
En la línea imaginaria que traza
la frontera entre Brasil y Venezuela los yanomami transportan con ellos a un
monstruo: un gusano que ha dejado ciegas a 500.000 personas en el mundo. En el
año 2005, el gusano infectaba a más de 140.000 personas en Colombia, Ecuador,
México, Guatemala, Brasil y Venezuela, pero la distribución de 11 millones de
dosis de antiparasitario, acabaron con el gusano responsable de la llamada
ceguera de los ríos, una enfermedad olvidada que es conocida entre los científicos como oncocercosis, sin embargo,
el último refugio del gusano en América es la tupida selva de los yanomami. Se
calcula que Brasil y Venezuela conseguirán interrumpir la transmisión del
gusano en el área yanomami y alrededor del año 2020, tras un proceso de
verificación por parte de la Organización Mundial de la Salud, América podría
declararse vencedora en su guerra contra el gusano de la oncocercosis.
La enfermedad sigue ahí
actualmente y muchos yanomami lucen en sus cabezas una especie de chichón, que
es un repugnante ovillo de gusanos machos y hembras reproduciéndose bajo su
piel. En cada uno de estos nódulos, los gusanos adultos producen miles de
gusanitos pequeños que viajan por todo el cuerpo, arrasando la piel de los
indios, que puede quedar con el aspecto de un pergamino. El picor es lo primero
que sienten al despertarse y lo último antes de dormirse de manera que la vida
se les convierte en un infierno. Los yanomami, ni siquiera tienen una
palabra para la enfermedad que entre ellos es motivo de vergüenza, y que
termina por producirles un aspecto apergaminado de la piel, lesiones estas que
para los yanomamis son el fruto de un ataque de un chamán armado con pociones
mágicas, como el kramosi, una sustancia elaborada con escamas de una mariposa nocturna.
Carlos Botto, un médico uruguayo que lucha en primera línea contra el
parásito en el lado venezolano de la frontera señala que “los yanomami asocian la ceguera con un espíritu del Sol y creen que
sólo el chamán puede curarla”. El equipo del doctor Botto ha encontrado
indios que son verdaderos nidos de gusanos, con “hasta 1.000 microfilarias por cada miligramo de piel”. Botto y sus
colegas se dedican a peinar la selva, en helicóptero o en canoa, en busca de
grupos yanomami para suministrarles Ivermectina,
droga con
una poderosa actividad microfilaricida frente a la Wucheredia bancrofti, la Brugia malayi, la filaria Loa loa y la Mansonella Ozzardi
que aunque no llega a matar las formas
adultas, para tratar de conseguir lo cualse puede tratar conjuntamente con Albendazol.
Precisamente el El Nobel de Medicina del año 2015
fue concedido a los investigadores William C. Campbell, de Irlanda, y Satoshi
Omura, de Japón, por su trabajo para descubrir nuevas terapias contra la elefantiasis.
Campbell y Omura descubrieron la avermectina,
cuyos derivados han reducido drásticamente la incidencia de la filariasis
linfática (elefantiasis) y la oncocercosis (ceguera de río). Los
descubrimientos realizados por estos investigadores cambiaron radicalmente la
manera de tratar la elefantiasis, e infecciones como la ceguera de río, que han
tenido un severo impacto en países de Asia y América Latina. La Ivermectina no mata a
los gusanos adultos, refugiados en los chichones de los yanomamis, pero sí
extermina a sus crías, los gusanitos que viajan por el cuerpo causando estragos
en piel y ojos. Así que cuando las moscas negras pican a una persona tratada,
chupan una sangre limpia y se impide la transmisión de la enfermedad. Si el
tratamiento se mantiene durante unos tres años, los gusanos adultos pierden su
capacidad de reproducirse y acaban muriendo de viejos sin dejar crías. Con esta
estrategia, Colombia fue el primer país que detuvo la transmisión de la
enfermedad, en 2007, seguido por Ecuador, en 2009, Guatemala y México, ambos en
2011.
Maracaibo, 28
de febrero del año 2017
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