SOBRE... “CONTINUIDAD DE LOS PARQUES”
Hace un par de años, me había
propuesto a dibujar cuadro a cuadro un cuento de Cortázar. Entiéndase que, intentaba
hacer un “comic” sobre “Continuidad de
los parques”. Para ello, leí muchas veces el cuento y me distraje dibujando
las escenas desde distintos ángulos. ¿Qué les puedo decir? Resultó muy
interesante el ejercicio, y finalmente no terminé el proyecto… Lo que sucedió
fue que el ejercicio logró dejarme con un regusto por esta breve obra maestra,
entre tantas otras, buenas y mejores, de las que escribiera el Cronopio Mayor.
Hoy, les cuento, sin dibujos, algunos detalles que para mí siempre destacan al
releer el cuento.
Existen, mundos paralelos
cuya existencia no la podemos comprobar, pero también hay hendiduras, especie
de fisuras en esos mundos, que permite que algunas veces logremos detectar atisbos de ellos, y entonces
podamos ver más allá... El relato fantástico en Cortázar explora algunos de estos
ambientes aunque no se desarrolle del mismo modo que sucede con toda la
denominada literatura fantástica, no obstante, son indiscutibles los vínculos
poéticos entre su escritura y la vertiente fabuladora de Borges, Bioy Casares,
Quiroga, Felisberto Hernández y Macedonio Fernández. La literatura fantástica
ha intentado explorar la irrupción de esas fuerzas extrañas, de acontecimientos
inexplicables por medio de la lógica, de “lo otro”, en el mundo racional. Lo
fantástico en palabras de Todorov, uno de los grandes teóricos de la Literatura
fantástica, ocurre cuando "en un
mundo que es el nuestro, el que conocemos, sin diablos, sílfides, ni vampiros
se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo
mundo familiar".
Hay investigadores y críticos que al estudiar los
cuentos de Cortázar desde una perspectiva de lo fantástico han realizado una
lectura mítica de los mismos, y la mayoría de las interpretaciones analizadas
consideran que existe en ellos una marcada influencia del surrealismo, como se
observaría en muchos escritores hispanohablantes de aquella época. El surrealismo
resultó ser un instrumento muy útil para insinuar el término del “Otro”
referido a una persona distinta de uno mismo, estableciendo así su propia identidad.
El yo, y el Otro, constituyen dos vertientes esenciales del mismo concepto estrechamente
relacionados y esta noción de “alteridad” presupone una diferencia entre el
punto de vista del sujeto y del Otro, y algo de esto hay en el cuento del que
hoy hablamos.
Uno de estos mundos paralelos
es sin duda alguna, el del lector, y el otro, puede ser como ocurre en “Continuidad de los parques” puede sencillamente ser, un bosque donde está una cabaña, donde se reúnen dos amantes.
Cortázar lleva al lector a ser partícipe de la historia como si fuese un juego
donde un narrador omnisciente crea en la mente de un lector pasivo, una ficción
que germina y crece mientras él se deja llevar por la lectura. Según Cortázar,
ese lector había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por
negocios urgentes, y volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; era
evidente que el lector se interesaba lentamente por la trama, por el dibujo de
los personajes… Al regresar de sus
ocupaciones a la lectura, “después
de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión
de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia
el parque de los robles”. Después de resolver sus asuntos de la finca, él
se toma su tiempo para sentarse y mirar hacia el parque de los robles… Nuestro
narrador lo ubica “arrellanado en su
sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una
irritante posibilidad de intrusiones”, y dejará que “su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde” del
sillón, mientras él está dispuesto a leer los últimos capítulos…
Nos enteramos entonces de que
el lector está consciente de la trama, de los personajes y de lo que iba
sucediéndose mientras su mano acariciaba el terciopelo y su cabeza descansaba
sobre el respaldo verde y más allá del ventanal en el atardecer, el aire
danzaba bajo los robles. Entretanto él está absorbido por la lectura, y
entretanto, quien escribe, se meterá en la cabeza del lector de la novela y
desde ahí pareciera contarle lo que está leyendo mientras sabe que el lector “gozaba
del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo
rodeaba”, palabra a palabra, absorbido
por la sórdida disyuntiva de los héroes, y así ya completamente subyugado por
la trama, “fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte”.
Leyendo todo aquello, él entendería a la perfección las intenciones del hombre,
“restallaba
ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias”, mientras
“el
puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada”.
El lector debía captar aquel “diálogo
anhelante”, tenía que entenderlo, mientras se sucedían los eventos y el
tiempo “corría por las páginas como un arroyo de serpientes”. Aunque “se
sentía que todo estaba decidido desde siempre”, el lector inocente no parece
entender cuál puede ser el significado de “la figura de otro cuerpo que era necesario
destruir”. Así, él continuará leyendo, sin ver las claves que van
siendo escritas, una tras otra, casi tan solo para él... “Sin mirarse ya, atados
rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña”. Ya todo parecía haberse decidido y mientas él sigue el curso
de la lectura, los verá separarse en la puerta de la cabaña y desde lejos logra
captar como él la atisbará, pues que ella se marchado por otro sendero “corriendo
con el pelo suelto” entre “la bruma malva del crepúsculo”. La
lectura le informa fríamente que él hombre del puñal se acercará a la casa y que
los perros no ladrarán, y mientras el lector se entera, o recuerda que ya el
mayordomo se ha ido. Él ya sabe que está solo en la casa del sillón de
terciopelo verde, y mientras va leyendo verá como el hombre va cruzando la sala
azul, y luego atravesará “una galería, una escalera alfombrada”
y va dejando atrás los salones, abriendo puertas, y avanzando, puñal en mano.
Así, llegará hasta “el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del
hombre en el sillón leyendo una novela”… El lector se encuentra sumido
en uno de los mundos que en ese momento parecen juntarse y de pronto,
existe en él la convicción
de que alguien va a morir y entiende que será el lector, quien está leyendo el
cuento, quien, lo captará, por el sillón de terciopelo verde y por su cabeza de lector,
y aceptará que la lectura del mismo lo ha metido en un área de peligro de donde seguramente
él no sabe cómo podrá salir…
Maracaibo, 23 de septiembre del 2016
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