Elysa “la
esmeralda oriental” que vive de la luz
Existe una babosa marina que
prefiere vivir de la luz del sol a tener que deambular por el fondo del mar en
busca de comida, se le conoce como Elysia
Clorótica, y tiene el aspecto de una hoja verde de la que sobresalen sus
dos cuernecillos blandos como para recordarnos que no es un vegetal, sino un
molusco de apenas seis centímetros. Las babosas de mar son moluscos que
científicamente se conocen como nudibranquios, nombre que se les da por su
cuerpo enrollado, debido a un proceso de torsión de 180º durante su desarrollo
post-embrionario. Aunque se ignora todavía el porqué, este fenómeno ha
permitido su supervivencia ya que los gasterópodos no torsionados, se han
extinguido.
Elysia se alimenta de un alga
llamada Vaucheria litorea de la que “toma prestados” sus cloroplastos que le
proporcionarán un color intensamente verde por lo que también la llaman Elysia
Chlorotica, también conocida como “elysia esmeralda oriental”. Este simpático
molusco habita en las aguas saladas de toda la costa este de Estados Unidos,
desde Nueva Escocia en Canadá hasta Miami. Desde 1970 se sabe que Elysia
"roba" los cloroplastos del alga Vaucheria litorea y los incorpora a
sus propias células digestivas. Los cloroplastos ingeridos siguen haciendo fotosíntesis
durante al menos nueve meses, que es bastante más tiempo del que usan para
funcionar en las algas. Este proceso de fotosíntesis, logrará producir en el
interior de la babosa los carbohidratos y lípidos necesarios para su nutrición,
sin que Elysia tenga que ir a buscarlos en su medio ambiente.
En la Universidad del Sur de
Florida y en la Universidad de Maryland, College Park (EUA) han descubierto
como es que una babosa de mar verde brillante puede vivir como una planta. El
trabajo publicado en la revista The Biological Bulletin demostró que lo lograba
alimentándose únicamente de la luz solar. Elysia Chlorotica se alimenta de los
cloroplastos que le «roba» a las algas para llevar a cabo la fotosíntesis. The
Biological Bulletin publicaría las primeras evidencias directas de como sucede
esto mostrando en los cromosomas de esta babosa de mar verde brillante con
aspecto de hoja algunos genes que provienen de las algas que se come, genes que
ayudan al molusco a mantener los procesos fotosintéticos dentro de su intestino.
Elysia la babosa, ha aprendido a digerir al alga sin dañar los cloroplastos,
capaces de transformar la luz del sol en comida. Así los trata con cuidado y
los integra en sus células digestivas, de tal modo que podrá vivir durante
meses sin comer simplemente alimentándose de la luz del sol.
A los biólogos les intrigaba
cómo era posible que la babosa fuera capaz de no digerir una parte del alga,
que resultaba ser precisamente la que necesita para su propósito vital y vieron
que este molusco de apenas seis centímetros tiene en sus cromosomas, genes del
alga que son indispensables para mantener en buen estado los cloroplastos que
le había robado. Este se considera el
primer caso de transferencia de genes funcionales de una especie multicelular a
otra.
Se sabe que las bacterias,
organismos unicelulares, se intercambian genes entre ellas para mejorar sus
posibilidades de supervivencia o para aumentar su resistencia a los
antibióticos. Pero esta es la primera vez que este proceso se ha detectado
entre seres más complejos y además de dos reinos diferentes. A este fenómeno se
le denomina transferencia horizontal de genes, destacando la capacidad de
Elysia para establecer una simbiosis, no con otro ser vivo como es lo habitual,
sino con un organelo celular, lo cual conduce a preguntarse: ¿cómo puede un gen que ha ingerido la babosa
con un alga pasar a través de su sistema digestivo, y luego hacerse funcional
al integrarse en su genoma?
Uno de los autores del
estudio, Sidney K. Pierce, profesor emérito de la Universidad del Sur de
Florida señalaba. "Este trabajo confirma que uno de los genes del alga
necesarios para reparar los daños en los cloroplastos y mantenerlos en
funcionamiento está presente en el cromosoma de la babosa, y más aún, el gen
incorporado se transmite a la siguiente generación, así la descendencia sólo
tiene que “robar” cloroplastos de las algas, ya que los genes para mantener los
cloroplastos ya están presentes en el material genético que han recibido de sus
progenitores”, aclaró Pierce. "Pareciera imposible que los genes de un
alga funcionen dentro de una célula animal, y sin embargo, aquí lo hacen y
permiten que el animal dependa de la luz del sol para su nutrición”.
Maracaibo,
26 de septiembre del 2016
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