Elías David Curiel, el poeta órfico
venezolano
En el mes de agosto
del año 1997, me tocó participar en la “Primera
Bienal de Literatura Elías David Curiel” promovida por El Instituto de la
Cultura del Estado Falcón, en Coro, estado Falcón. Luego de considerar las
novelas y libros de relatos o cuentos participantes, el Jurado de la Bienal, al
abrir la plica decidió otorgar el premio en la Mención Narrativa, a la novela “Para subir al cielo…” de mi autoría. Estoy
revolviendo estos recuerdos de hace ya casi 20 años, pues tras mi visita a Coro
puede entrar en contacto con los personajes que hacían vida cultural en la
capital del Estado Falcón, y con ellos, tuve la suerte de conocer la interesante
poesía de Elías David Curiel. Me tocaría regresar muchas veces a Coro, en
asuntos no relacionados con la poesía, más bien en Jornadas y Congresos de
Patología, pero curiosamente Curimagua, y Cumarebo, y La Cruz de Taratara y la
gente de la Sierra de San Luís estaban presentes en mi novela. Sí, en esa, la
premiada, que por otra parte desarrollaba una recreación de la vida del pintor medieval
Hyeronimus Bosch, El Bosco, un artista tan hermético y misterioso que los
surrealistas siglos después lo considerarían su precursor. Preparamos una
segunda edición de la novela, en la seguridad de que les interesará leerla… Pero es del poeta Curiel de quien voy a contarles algunas cosas hoy.
Elías David Curiel nació en Coro el 9 de
agosto de 1871. Sus padres fueron judíos sefarditas procedentes de la vecina
isla de Curazao, quienes se establecieron en la capital falconiana a finales
del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, desarrollando un incipiente comercio
en el casco urbano de la ciudad y contribuyendo con obras de servicio
público. Elías David Curiel fue
precursor de la modernidad literaria en Venezuela junto a José Antonio Ramos
Sucre. El poeta coriano de origen sefardita, creó una importante obra literaria
que en conjunto fue reunida en tres libros, Poemas en flor, Música astral y Apéndice lírico. En esta especie de
cuadernos aparecerá algo novedoso en la lírica venezolana, una poesía con
elementos de carácter filosófico, metafísico, de la mitología grecolatina y de
la tradición hermético-cabalística de origen hebraico. Entre 1830 y 1856 diversos
episodios políticos provocarían el éxodo de los judíos establecidos en
Venezuela hacia Curazao, y unos pocos se refugiaron en zonas rurales del Estado
Falcón. En 1891, sanadas “en parte” las
heridas del conflicto, los descendientes de los sefarditas en la ciudad de Coro,
ya eran reconocidos escritores, poetas, promotores culturales, exportadores e
importadores, farmaceutas, mineros, jueces, concejales y agentes de libros y
revistas traídos del extranjero, y aunque habían logrado crear una intensa
actividad al frente de centros difusores de las artes y las letras, con reuniones
mixtas, no lograban aun la plena libertad religiosa para el sefardí....
El conjunto de la
obra de Elías David Curiel está reunida en los tres libros ya mencionados que conjugan su creación en la atmósfera fantasmal
y alucinante de Coro, una ciudad plena de fulguraciones y resonancias que
recuerdan los ámbitos oscuros de Edgar Allan Poe y de Charles Baudelaire, o tal
vez nos trae el recuerdo de Lautreámont o de las alucinantes creaciones del
joven Rimbaud. Las composiciones de Curiel, van a fundar magistralmente una sólida
corriente en nuestra moderna tradición poética, que vendrá a estar representada
en las obras de José Antonio Ramos Sucre, Fernando Paz Castillo, Vicente
Gerbasi, Luis Fernando Álvarez, Juan Sánchez Peláez, Rafael José Álvarez y
Francisco Pérez Perdomo.
Juvenal López Ruiz,
en La Voz del Silencio, ha señalado
que “no
se puede ignorar el contexto del modernismo y su tiempo en la formación
cultural de Curiel”. Según Ennio Jiménez Emán, la obra trascendental de
este poeta de origen sefardí es “dueña de un temple oracular pocas veces
alcanzado en nuestras letras”. El año 2003 bajo los auspicios del
Ateneo de Coro y el de otras instituciones culturales del país se editó Ebriedad
de Nube, edición corregida de las
poesías de Elías David Curiel, incorporando algunos poemas inéditos. En
la solapa de este libro, Fernando Paz Castillo afirmaría que: “…los versos de Elías David
Curiel tienen el romanticismo de Musset, inquieto y sensual, y las
profundidades, en veces impertinentes de Baudelaire. Y sobre todo una marcada
influencia de la Biblia con su grandeza, desolación y erotismo”. Virgilio
Medina, en “Creyón para el retrato de un poeta maldito”, de Editorial Arte, describe al poeta de esta manera: “Los
retratos físicos que de Elías David Curiel se conservan, nos lo presentan como
genuinamente fue: flor y fruto desgajado del remoto y gigantesco árbol de
Israel. El rostro ovalado; los ojos abstraídos como aferrados a una visión de
pesadilla interna; la nariz enormemente corva, hebraica en todas sus
sinuosidades, le imprimía junto a su barba rubia de Nazareno, un aspecto
hierático de penitente profeta bíblico”. Enrique Arenas Capiello, en El Discurso del Insomnio, al hacer un estudio crítico del libro Ebriedad de nube, ha dicho que: “Elías David Curiel es un rara avis en el
panorama de la poesía modernista y posmodernista latinoamericana”.
Precisamente el
recordado profesor Emérito de la Universidad del Zulia, Enrique Arenas Capiello
en su libro El azogue ubicuo será quien
habrá de analizar ampliamente la obra poética de Elías David Curiel,
destacando como ya “en la tesitura tonal” se percibe “un cierto registro, oscuro,
abrupto, seco”… “no sé si llamarlo
ronroneo o cigarrones sonoros de la mudez o del temblor”… “su decir,
su ectoplasma parece chirriar sobre el verso con un deslizamiento apagado de
cancela herrumbrosa, de puerta quejosa, de alacena o cama rechinante”… “un
registro de texto; emerge primero hacia el mundo desde los murmullos, las
grietas, las oquedades del verbo”.
La nostalgia por
una niñez no vivida emergerá
tempranamente en Al través de mi vida,
un extraño texto en la poesía de los inicios del pasado siglo XX: “Mi niñez no
supo de hermosa cometa/ni de la peonza que ritma el planeta/, ni nunca de la
copa del árbol subido/, saqué los piantes pichones del nido/, ni fui con los
otros rapaces al pozo”. Música de los vocablos de un esteticismo
raro y hedonista… Más que “la voz del silencio”, como
dijera Curiel mismo, habría que hablar de los cuerpos y las formas del silencio”. Según Enrique Arenas, la poesía
politonal de Elías David Curiel, en el mediodía de las visiones y en la noche
de los silencios, es palabra que quiere hacerse música, y epifanías que
trasmiten atmósferas de pavor silencioso.
Al través de mi vida es sin duda, un texto fundamental en la poesía
venezolana contemporánea.
Maracaibo, 21 de septiembre del
año 2016
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