martes, 3 de junio de 2014

Primera parte del Capítulo 22 de EL AÑO DE LA LEPRA



 El año de la lepra
 Jorge García Tamayo, 2011
Capítulo   22
(Primera parte )
Yolanda, regenta el “ChiquitaNais–Bar” de Las Galeras. Ella es quien personalmente desde la barra, les sirve los tragos a los clientes que a esa hora llegan para ver el último show. Desde su posición, Yolanda controla al cajero y vigila a los dos meseros que circulan entre la gente atendiendo las seis mesas del local. La música ha cesado momentáneamente mientras luces estroboscópicas crean sombras relampagueantes entre el humo azul que fl ota en el ambiente y el ritmo pujante de una “banda sonora” que le sirve de “pista” a la “vedette” arranca retumbante mientras ella hace su aparición en una pequeña puerta al lado de la barra, casi en un ángulo del local. Cheo Ortega interrumpe su plática con Yolanda y voltea para admirar a la “oxigenada” gordita que ha iniciado su rutina de “striptease”, por lo que no puede ver al serbio Nicolai Martinovic quien acaba de ingresar al bar y se dirige hacia la barra. Cuando se interpone entre la “striper” y Don Cheo, este trata de apartarlo pero lo reconoce y con asombro le saluda preguntándole.
–¡Ar coño si sois vos Nicola! ¿Qué coños estáis haciendo vos aquí?
Martinovic mirando hacia los lados pero sin perder de vista los contoneos de la gordita, le responde.
–Pinilla me citó, para vernos aquí y después me prometió llevarme a El Aladín, donde me dijo la pasaremos bien. Germán me aseguró que él vendrá por una paga. Por algo que usted le debe...
Cheo momentáneamente pensó en Omar Yagüe al escucharle mencionar El Aladín, luego recordó al potu Goncalves y antes de concretar lo que iba a decirle a Nicolai, instintivamente lo apartó para ver a la “striper” en el instante cuando percibió la vibración de su Blakberry en el bolsillo interno del paltó. Mientras lo extraía le respondió al serbio.
–Ya te digo, esperá que éste tiene que ser el gordo, está ya, como que demasiado, atrasado…
El sonido estridente de “la pista sonora” le impidió a Cheo Ortega escuchar lo que le decían por su teléfono móvil. Se tapaba la oreja opuesta y gritaba. Nicolai le vio gesticulando y luego lo sintió gritando. Cheo se levantó de su silla y buscando entender lo que le decían, echó a correr hacia la puerta del local, iba empujando a la gente. Cheo Ortega balbuceaba y luego gritaba de nuevo cuando ya estaba cerca de la puerta.
– ¿Como que muerto? ¿Que dice? ¿Quien habla ahí?

***
Como una saeta roja, en la oscuridad del amanecer lluvioso, la lancha de fibra de vidrio con sus motores Yamaha fuera de borda se desplazaba alejándose de Punta de Leiva y acercándose al puente. Rubén aferrado al borde anterior de la lancha, notaba como la lluvia que había arreciado le impedía mantener los ojos abiertos. Ya divisaba los pilares del puente como sombras grises pero no lograba precisar si acaso alguien les perseguía, ni tenía idea si les alcanzaría la gasolina para llegar hasta La Cañada de Urdaneta. Súbitamente ante ellos un relámpago ígneo surgió desde las aguas hacia arriba como un fogonazo que reventó en el trepidante cañonazo de un trueno. La lluvia se desplomó sobre ellos torrencialmente, como una catarata. Víctor parecía inmutable, aferrado al timón, y controlando los motores fuera de borda, de momento hacía esfuerzos por evitar acercarse demasiado a los pilares del puente. Tumbados en el fondo de la lancha, Sergio y Brinolfo comenzaron a rastrear en la oscuridad, en busca de algún envase para achicar el agua que comenzaba a llenar rápidamente la lancha.
Como ingeniero petrolero, Rubén había afrontado tormentas en el lago. En sus días de estudiante, estaba presente en el lago cuando una vez un rayo había fulminado a un obrero que maniobraba una cabria en la torre de perforación. Nunca olvidó aquel centellazo. Ahora Rubén se halla al frente de una aparatosa huída y ni sabe quienes ni cuantos perseguidores andan detrás de ellos, ni siquiera entiende quienes pueden ser los dueños de la elegante lancha roja de fibra de vidrio en la que surcan las aguas entre rayos y centellas, ni menos quiere pensar en como van a resolver la situación una vez que arriben, a La Cañada de Urdaneta, si acaso lo lograsen. La tempestad impide que amanezca, el sol se niega a salir, la lluvia arrecia y el viento y las olas amenazan con voltear la embarcación cuyo timón es controlado por Víctor quien desesperado reduce de momentos la velocidad para impedir que mangas de agua se introduzcan en la lancha donde Sergio y Brinolfo luchan por sacarla con unos envases de plástico. Rubén piensa en Mayra y en sus hijos y dice para si, que van a salir de esa, que van a llegar con vida, otea en la borrasca sin ver nada pero repite internamente, ¡claro que sí!

***

Ya con menos bullicio, afuera del ChiquitaNais Bar, Cheo logra entender lo que le dicen. Le explican que le llaman del teléfono celular de una persona a quien acaban de asesinar para atracarlo. Que le dieron un tiro en la cabeza, y que hay dos cadáveres. Le comenta quien lo está llamando que él es un agente de policía de una patrulla y que está presente en el sitio. Insiste en que el teléfono celular estaba en el bolsillo del difunto y que es la única manera que tienen para saber quien es él. Que es un señor gordo y moreno, sin documentos y que necesitan identificarlo. Le informan que están en la patrulla pero que llueve muy fuerte y esperan por las autoridades y por el forense para levantar los cadáveres. Le repiten que precisan que él, quien seguramente conoce al hombre asesinado, se apersone en el sitio del suceso para la identificación del occiso…
José Luís Ortega, alias Don Cheo le responde con preguntas.
– ¿Un atraco?, ¿está muerto?, ¿un tiro en la cabeza?, ¿lo robaron?... ¿Qué como me llamo yo?...
Cuando el serbio Martinovic salió del ChiqutaNais Bar para averiguar que había sucedido con Don Cheo, lo halló al lado de la puerta, en cuclillas, pálido, anonadado sin soltar su teléfono celular ya apagado, con las manos temblorosas. Era otro muy diferente al Don Cheo que había visto un rato antes. Se irguió apoyándose en la pared y tambaleante le dijo al serbio Nicolai que había ocurrido una tragedia. Con la mirada perdida le informó que habían atracado y asesinado a Germán Pinilla y luego se sentó en el piso, haciendo signos negativos. Como en una película comenzaron a desfi ar por su mente las complicaciones que para él se derivarían de lo sucedido. Se había perdido el negocio, se jodieron “las lechugas” del cura Omar Yagüe, se llevaron la “boloña” del General Alcides Henares, y estaban los paisas del Envigado, los hombres que esperarían por él y por Manú esa noche, y él sabía que el General tendría que hilar muy fi no para detener la venganza del cartel. Alcides se vería obligado a usar sus poderosas influencias políticas, ¿y Manú?, nunca podría recoger la nieve repartida, era algo imposible… Cheo se hallaba ante una deuda impagable y en aquel momento se sintió desnudo. En esa situación no pudo hacer otra cosa más que pensar en su viejo amigo y compañero, en Omar Yagüe, quien en ese momento seguramente también desnudo estaría en El Aladín, donde, ¡que absurdo!, de acuerdo a sus instrucciones, pagaba por no haberles querido ayudar al General y a él mismo.

***
Después del accidente, mi autoestima se desmoronó totalmente. No se de donde he sacado fuerzas para ir sobre estos detalles ni si me atreveré a relatarlos. Creo que todo lo vivido conformó para mi una situación que se puede explicar por si sola. Mi celopatía me afectó como una enfermedad grave y crónica. Me apoyaré en los retazos el diario de Ruth mientras pueda, y el juicio de cada cual, dará cuenta de cuanto ha sido culpa mía o simplemente de mi destino, en el fi nal de esta historia.
Retazos del diario de Ruth
10 de marzo, 2007.
Querido diario, como creo que ya te conté, Sergio, el colega y compañero de luchas y problemas de Brinolfo también es, como mi papá, un “adeco” de corazón. Él y Zulay ya tienen un bebé. Él dice ser hijo y nieto de adecos e insiste que eso es algo que le va en la sangre. Todos entendemos que esto es “hasta la muerte”. A veces Brino me cuenta sobre las conversaciones que tienen ambos, haciendo planes que yo sé son tan solo de los dientes pafuera pues no creo que en serio estén planificando los disparates que dicen, pero lo cierto es que cuando beben cerveza, que no es de cuando en vez, vuelven al tema de cómo salir de “el innombrable”. Algunas veces, me cuenta Brino que se van al otro lado del lago, a Punta Leiva o más allá a Los Puertos de Altagracia y están bebiendo cerveza y oyendo música o cantando y tocando cuatro por horas de horas. Brino me dice que la taguara donde ellos “se refrescan” (eso dice él eufemísticamente) es de unos viejos amigos y está frente a la isla de Providencia. Es, me cuenta, una especie de bodeguita, pero a mi no me ha llevado para conocerla (a pesar de que se lo propuesto) y me da mucha curiosidad por varias cosas, una por estar frente a la isla, a nuestra isla, la de Víctor y mía, (después te hablaré sobre esto, y es que de veras te estoy abandonando, o me salto algunos episodios por, no sé por qué), o quizás si lo sé, seguramente que es por los celos de Alejo. Menos mal que ha dejado de beber tan exageradamente. Él de nuevo está dando clases, ahora en dos liceos. La salud de papá también me mortifica, es algo que me tiene mal, después del infarto ha quedado un poco como desconcertado diría yo. Puede que sea por el trabajero que tengo, yo quisiera ser más amplia y sincera pues no debo ni quiero ocultarte nada, querido diario, se que no debo excusarme, pero también acepto que no sería valedero un diario de mentiritas. Eso lo sé. Lo acepto (contigo no me estoy disculpando mi diario querido!). Es que hay cosas que no se pueden remediar, que son, como la muerte. Mejor regreso a Brinolfo, y te cuento que otra razón por la que la taguara de Los Puertos según Brino es excelente, es por una rockola que me dice él que tiene toda una colección de danzas y contradanzas del Zulia. Dice Brino que allí pueden hablar en paz, por que saben que nadie los va a “sapear” y le dan a la sin hueso hasta que se cansan y hablan sobre cómo reorganizar el país, de como acabar con este gobierno centralista y autocrático. Sergio que es más loco que Brino es muy directo en esto, dice que se forraría de dinamita e iría a darle la mano al tipo. ¡Que mano, un estrecho abrazo!, esto dice él… Esa oferta de kamikaze criollo no me la creo, y menos ahora que tiene un bebé, pero él insiste en que lo abrazaría gustoso para volar por los aires como las campanas, al vuelo más que a rebato pues afi rma que así fi nalizará una década de oprobio. Al final siempre resulta que todo aquello parece ser, afortunadamente digo yo, puro blablá o quizás eso que llaman ellos “cosas de palos”. Pero pienso seriamente que ese bla bla bla es necesario, catártico, es más yo diría que indispensable para poder sonreír. Entretanto Brino y Sergio seguirán gaiteando y sobreviviendo para inventar cada día como darle de comer a sus gentes. Por eso es que dice Brino que él no se casa. Con el ejemplo de Rubén, tan bien preparado, con estudios en Estados Unidos y desde hace años sin un cargo y perseguido, él es uno de los que salieron de PDVESA y se quedaron pasando apuros, y todavía sigue sin querer irse del país. Rubén tiene ofertas desde México hasta Alaska y la Patagonia, pero él no quiere dejar botados a su mujer y sus hijos. Para mí que le está dando larga y un día de estos también se tendrá que largar del país. A mi me da dolor ver a su mujer haciendo tortas caseras para vender y él también, matando tigres en lo que sea, no vale de nada lo bien preparado que esté. Ya es seguro de que no hallará trabajo en su tierra mientras éste sea el gobierno de turno. Pensar que se dicen “socialistas”. Por eso es que Sergio, y su mujer la increíble Zulay con su carajito pequeño, se preocupan por el futuro con mayor intensidad que Brino, eso pienso yo, pero ambos, cuando se juntan, no cesan de inventar como tumbar el gobierno e insisten en que “de mosquitos pa´rriba todo es cacería”, aunque creo que con este refrancito, Brino mas bien se refiere a las mujeres.
3 de mayo, 2007
Lo de las arenas ha sido un fi asco, y me duele escribir esto. Luego de haber padecido tanto, primero por los viajes de Víctor a Centroamérica y nuestro viaje al Esequibo, visitar la isla Kawo fue algo increíble, pero como para que más me duela, siento que el accidente de Alejo, y toda su posterior tragedia está de cierto modo potenciada por esa ida nuestra a Georgetown. Finalmente, cuando Víctor y
yo viajamos a la isla de Providencia para la toma de muestras en diversos sitios de nuestra isla, esa fue una actividad que realizamos juntos y allí en la isla, realmente hablamos otra vez, allá tuvimos la oportunidad de estar solos todo un día y de conversar seriamente sobre nuestras vidas, sobre la situación que nos mantiene en una tensión permanente. Todo se hace tan difícil. Es tan complicado, pues no hallo una fórmula con la que pueda vislumbrar una esperanza para que cese la tragedia de mi marido, un inválido lleno de rencor quien hace años que ha dejado de creer en mi.
5 de diciembre, 2007.
 Hubo elecciones, o referéndum, y el intento de reformar la Constitución le falló al teniente coronel Chávez Frías. Dicen que se destrozó los nudillos golpeando las paredes, puede que eso haya sido lo que llaman “un chisme de palacio”, pero lo que si vio el pueblo es como aulló en las televisoras gritando que la victoria era pírrica, para luego textualmente decir, “sepan administrar su victoria, porque es una victoria de mierda”. Estas expresiones tan suyas, le dieron la vuelta al mundo. Creo que la gran metida de pata del gobierno, lo que finalmente repercutió en su derrota, tuvo que ver con el cierre de Radio Caracas Televisión.

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Ahora soy yo, de nuevo Arístides Sarmiento, quien tiene que escribir una nota porque ya Ruth prácticamente no escribió más nada en sus cuadernos. Los retazos de su diario son tan solo algunas anotaciones puntuales y muy escuetas. Por este motivo, me pareció pertinente hacer un breve resumen de lo sucedido durante el año 2007.
Ruth en Maracaibo trabajó con Sarmiento y su gente, específicamente con el profesor Silvester. La cría de cachicamos se había planteado y Víctor Pitaluga viajaría a Caracas para prepararse. A su regreso, ya en febrero de ese año 2007, se decidirá la adquisición de unos terrenos en La Cañada de Urdaneta. Tumbarán una gallera para construir un edificio de dos plantas y allí se creará un bioterio. También ese año, la CANTV y La Electricidad de Caracas fueron privatizadas y pasarán al Gobierno. El 27 de mayo, el gobierno decidió cerrar la televisora RCTV. La repercusión de esta medida provocó alarma. Ese año se también se resentirán las relaciones del país con Colombia. Eusebio ya recuperado de su infarto, caminaba todas las tardes y trató de aconsejar a Alejo quien siempre continuaba muy deprimido. En el mes de Julio, Ruth y Víctor viajaron hasta la isla de Providencia para tomar muestras. Las muestras de arenas de la isla Kawo y de la isla de Lazaros fueron inoculadas en animales, sin resultados aparentes. En noviembre y en diciembre no hubo cambios, pero se murieron varios animales. Brinolfo y Sergio quienes estaban trabajando como veterinarios en el bioterio, esperaban ver nacer los primeros cachicamos en cautiverio. Se consolidó un gran bioterio y un laboratorio de investigación en La Cañada de Urdaneta. Ruth quien más ha trabajado en ese proyecto se considera como la cabeza de las investigaciones sobre lepra en los cachicamos.

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José Luis Ortega, alias Cheo, el “Cheito” de Omar Yagüe, el Don Cheo cuando es el hombre que pulsa y sostiene los hilos de la conexión guajira para los grandes negocios, Don Cheo el antes jefe temporal pero jefe al fin de Germán Pinilla, Don Cheo quien según su socio Manú es “el chivo que más mea”, Cheo quien ha tenido la suerte o la habilidad de “encompincharse” nada más y nada menos que con el General de División (pasado a retiro) Alcides Henares, su “Alcidito”, él, Don Cheo quien es un hombre joven y decidido y a quien le encanta, le fascina diría su amiguito Omar, dárselas de Gran Señor, él, quien está feliz si le “jalan bolas” o le “chupan las medias”, ´él a quien todos adulan, puesto que es usual hacerlo con los seres poderosos, como DonCheo, él, siempre tan seguro de si mismo, tanto que ha llegado a creer que puede llegar a ser lo que denominan “la pepa del queso”, el Cheo está justamente atravesando un momento difícil. Sus tres teléfonos móviles no logran conectarse con el del General Alcides Henares, se ha convencido ya de que ha perdido la “media boloña” de Omar Yagüe y no encuentra palabras para organizar, antes de que se aparezca su socio Manú, un plan coherente que les permita contar con un par de horas adicionales antes de tener que enfrentar a los paisas del cartel, quienes seguramente ya han arribado a la “ciudad de fuego”, viniendo desde el Envigado vía Paraguachón, para con toda seguridad, o con la esperanza cierta de recibir lo prometido, la oferta del mismísimo Don Cheo quien al dejarle toda la nieve a el tuerto, había jurado que tendría listo para ellos, un bojote de billetes que serían como lechugas de un verde, verde limón.

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Has despertado y son casi las cinco de la mañana, es la hora de levantarse tu padre, el viejo Eusebio, y tú lo pensarás mientras sientes el repiqueteo de la lluvia y notas el resplandor de los relámpagos en la ventana. Brillan los números rojos del reloj digital en tu mesa de noche y te dicen que son las 4:58 y comprendes la razón por la que te has despabilado. Era un sueño. Lo asumes, pero sabes que ya no volverás a dormirte. Al escuchar el fragor de un trueno te imaginarás a Víctor quien estará con Rubén, tal vez ya de vuelta, pues recordarás entonces que fue tu padre quien te lo dijera ya tarde en la noche, te informó que ellos finalmente habían decidido ir hasta la isla. ¡Con este temporal! Eso pensarás para luego repetirte que nada malo debe haberles sucedido y que seguramente estarán ya de regreso. Entonces te esforzarás por rememorar tu sueño, casi una pesadilla, ¡y con tu maestro el profesor Silvester!, él portando un par de cachicamos enfermos, uno en cada mano, inundando el ambiente con la pestilencia de aquellos dasypus leprosos, con sus corazas de nueve bandas hendidas por los brotes tumefactos de masas grises con vetas sanguinolentas, dos dasypus transformados en pequeñas monstruosas criaturas, que fueron colocadas sobre el mesón del laboratorio por el profe, y los animalitos se voltearán a mirarte y emitirán agudos chillidos, estridentes, tanto que te obligarán a taparte los oídos y a sentirte cada vez más inquieta, asustada quizás, llena de miedo en el instante mismo de escuchar el explosivo retumbar de un trueno que te despertará en tu cama, bajo la luz de los relámpagos casi a las cinco de la mañana.


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Víctor en el timón lucha por controlarlo viendo sobresalir las propelas de los motores de entre las olas y mientras las ve girar zumbando como locas observa como de nuevo se hunden al sumergirse. Él percibe una sensación de miedo, y brillantes como en un fi lm, reaparecen en su mente imágenes escondidas desde niño, cuando viajó de Ceuta en el sur del lago hasta Cabimas en compañía de su padre, cuando Pedro Elías trabajaba para la Shell Petroleum Corporation y rezagados ambos tuvieron que cubrir el trayecto en una piragua platanera. Se desató entonces una tormenta en la madrugada, una tempestad que habían califi cado como “un temporal” que se transformó en algo más… Creerás volver a sentir el maderamen de la nave crujiendo con el embate de las olas, y la lluvia y el viento silbando sobre la cubierta, mientras un torbellino de nubarrones iluminados por los relámpagos se cernía sobre aquella piragua donde tú, en el fondo, abrazado a un costal de plátanos verdes, temblabas de miedo percibiendo como se hundía la proa y emergía luego entre torrentes de agua del lago y del aguacero que golpeteaba sobre ti como pedradas salpicando y lavando la cubierta. Ahora estás aferrado al timón en la lancha roja de fibra de vidrio que al zapatear sobre las olas te obliga a reducir la velocidad para intentar buscar hacia tu derecha algún atisbo de la costa, mientras la lluvia y el agua del lago van metiéndose dentro de la lancha, y entonces pensarás en Ruth quien con el aguacero de los mil demonios en esa madrugada sin amanecer seguramente no llegará a las seis al laboratorio y hasta pensaste en que algún cachicamo muerto se quedará sin una temprana necropsia, pero no tienes tiempo ni ocasión para mirar tu reloj pues retumba otro trueno que te aturde y sin embargo, notas como desde el fondo de la lancha, el emparamado Brinolfo, se yergue y te señala hacia la derecha. Una mancha gris borrosa con sombras de palmeras parece destacarse ya no tan lejana, cuando escuchas algo y ves que es Sergio quien te grita que ya están más cerca, y piensas que aunque parezca mentira, parece que si van a llegar a tierra y que pronto estarán a salvo.


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Cheo Ortega maldice nuevamente. Tampoco el portugués Gocalves responde en su teléfono. Por el contrario, vuelve a sonar el repique del celular que era el contacto con el gordo Pinilla con una insistencia tal que decide atender la llamada. El serbio Martinovic le mira de soslayo y ve encenderse su rostro y lanzar contra el suelo el aparato, luego lo pisotea con furia, salta sobre él vociferando, ¡con la verga si creen que por aquí me van a localizar!, malditos policías. Agitado mira al serbio quien no le dice ni pío mientras indiferente se bebe un largo trago del cubalibre que le sirvió Yolanda y voltea a mirarla. El show de la gordita “vedette” ha concluido y hace ya un rato que Nicolai, avisado de la muerte de Germán el gordo, tan solo bebe mientras contempla la desesperación de Cheo Ortega quien continúa luchando con los dos teléfonos para localizar al General Henares. Súbitamente, aparece Manú en la puerta del ChiquitaNais Bar y Cheo se hace el que no lo ha visto mientras se pregunta maldiciendo que donde andará metido el
coñoesumadre y remardito Alcides que a estas alturas de la negociación aún no aparece. El tuerto se le acerca y le pregunta que si ya se van. Cheo enfurecido le grita que se vaya a la mierda y regresa de nuevo a concentrarse en los teléfonos en la búsqueda del General Henares, una acción sin sentido porque él ya casi está seguro de que no habrá respuesta alguna. El Manú le pedirá un ron a Yolanda y Nicolai terminará de beberse el cubalibre cuando Cheo Ortega tomará una decisión que por expiatoria se le ocurre a él que pueda traerle suerte. Llamará a Nicolai, lo tomará del brazo y saldrá con él del local. Ya son casi las tres de la mañana.


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