El año de la lepra
Jorge
García Tamayo, 2011
Capítulo 22
(Primera
parte )
Yolanda, regenta el “ChiquitaNais–Bar” de Las Galeras.
Ella es quien personalmente desde la barra, les sirve los tragos a los clientes
que a esa hora llegan para ver el último show. Desde su posición, Yolanda
controla al cajero y vigila a los dos meseros que circulan entre la gente
atendiendo las seis mesas del local. La música ha cesado momentáneamente
mientras luces estroboscópicas crean sombras relampagueantes entre el humo azul
que fl ota en el ambiente y el ritmo pujante de una “banda sonora” que le sirve
de “pista” a la “vedette” arranca retumbante mientras ella hace su aparición en
una pequeña puerta al lado de la barra, casi en un ángulo del local. Cheo
Ortega interrumpe su plática con Yolanda y voltea para admirar a la “oxigenada”
gordita que ha iniciado su rutina de “striptease”, por lo que no puede ver al
serbio Nicolai Martinovic quien acaba de ingresar al bar y se dirige hacia la
barra. Cuando se interpone entre la “striper” y Don Cheo, este trata de
apartarlo pero lo reconoce y con asombro le saluda preguntándole.
–¡Ar coño si sois vos Nicola! ¿Qué coños estáis haciendo
vos aquí?
Martinovic mirando hacia los lados pero sin perder de
vista los contoneos de la gordita, le responde.
–Pinilla me citó, para vernos aquí y después me prometió
llevarme a El Aladín, donde me dijo la pasaremos bien. Germán me aseguró que él
vendrá por una paga. Por algo que usted le debe...
Cheo momentáneamente pensó en Omar Yagüe al escucharle mencionar
El Aladín, luego recordó al potu Goncalves y antes de concretar lo que iba a
decirle a Nicolai, instintivamente lo apartó para ver a la “striper” en el
instante cuando percibió la vibración de su Blakberry en el bolsillo interno
del paltó. Mientras lo extraía le respondió al serbio.
–Ya te digo, esperá que éste tiene que ser el gordo, está
ya, como que demasiado, atrasado…
El sonido estridente de “la pista sonora” le impidió a
Cheo Ortega escuchar lo que le decían por su teléfono móvil. Se tapaba la oreja
opuesta y gritaba. Nicolai le vio gesticulando y luego lo sintió gritando. Cheo
se levantó de su silla y buscando entender lo que le decían, echó a correr
hacia la puerta del local, iba empujando a la gente. Cheo Ortega balbuceaba y
luego gritaba de nuevo cuando ya estaba cerca de la puerta.
– ¿Como que muerto? ¿Que dice? ¿Quien habla ahí?
***
Como una saeta roja, en la oscuridad del amanecer
lluvioso, la lancha de fibra de vidrio con sus motores Yamaha fuera de borda se
desplazaba alejándose de Punta de Leiva y acercándose al puente. Rubén aferrado
al borde anterior de la lancha, notaba como la lluvia que había arreciado le
impedía mantener los ojos abiertos. Ya divisaba los pilares del puente como
sombras grises pero no lograba precisar si acaso alguien les perseguía, ni
tenía idea si les alcanzaría la gasolina para llegar hasta La Cañada de Urdaneta.
Súbitamente ante ellos un relámpago ígneo surgió desde las aguas hacia arriba
como un fogonazo que reventó en el trepidante cañonazo de un trueno. La lluvia
se desplomó sobre ellos torrencialmente, como una catarata. Víctor parecía
inmutable, aferrado al timón, y controlando los motores fuera de borda, de
momento hacía esfuerzos por evitar acercarse demasiado a los pilares del
puente. Tumbados en el fondo de la lancha, Sergio y Brinolfo comenzaron a
rastrear en la oscuridad, en busca de algún envase para achicar el agua que
comenzaba a llenar rápidamente la lancha.
Como ingeniero petrolero, Rubén había afrontado tormentas
en el lago. En sus días de estudiante, estaba presente en el lago cuando una
vez un rayo había fulminado a un obrero que maniobraba una cabria en la torre
de perforación. Nunca olvidó aquel centellazo. Ahora Rubén se halla al frente
de una aparatosa huída y ni sabe quienes ni cuantos perseguidores andan detrás
de ellos, ni siquiera entiende quienes pueden ser los dueños de la elegante
lancha roja de fibra de vidrio en la que surcan las aguas entre rayos y
centellas, ni menos quiere pensar en como van a resolver la situación una vez
que arriben, a La Cañada
de Urdaneta, si acaso lo lograsen. La tempestad impide que amanezca, el sol se
niega a salir, la lluvia arrecia y el viento y las olas amenazan con voltear la
embarcación cuyo timón es controlado por Víctor quien desesperado reduce de momentos
la velocidad para impedir que mangas de agua se introduzcan en la lancha donde
Sergio y Brinolfo luchan por sacarla con unos envases de plástico. Rubén piensa
en Mayra y en sus hijos y dice para si, que van a salir de esa, que van a
llegar con vida, otea en la borrasca sin ver nada pero repite internamente,
¡claro que sí!
***
Ya con menos bullicio, afuera del ChiquitaNais Bar, Cheo
logra entender lo que le dicen. Le explican que le llaman del teléfono celular
de una persona a quien acaban de asesinar para atracarlo. Que le dieron un tiro
en la cabeza, y que hay dos cadáveres. Le comenta quien lo está llamando que él
es un agente de policía de una patrulla y que está presente en el sitio.
Insiste en que el teléfono celular estaba en el bolsillo del difunto y que es
la única manera que tienen para saber quien es él. Que es un señor gordo y
moreno, sin documentos y que necesitan identificarlo. Le informan que están en
la patrulla pero que llueve muy fuerte y esperan por las autoridades y por el
forense para levantar los cadáveres. Le repiten que precisan que él, quien
seguramente conoce al hombre asesinado, se apersone en el sitio del suceso para
la identificación del occiso…
José Luís Ortega, alias Don Cheo le responde con
preguntas.
– ¿Un atraco?, ¿está muerto?, ¿un tiro en la cabeza?, ¿lo
robaron?... ¿Qué como me llamo yo?...
Cuando el serbio Martinovic salió del ChiqutaNais Bar
para averiguar que había sucedido con Don Cheo, lo halló al lado de la puerta,
en cuclillas, pálido, anonadado sin soltar su teléfono celular ya apagado, con
las manos temblorosas. Era otro muy diferente al Don Cheo que había visto un
rato antes. Se irguió apoyándose en la pared y tambaleante le dijo al serbio
Nicolai que había ocurrido una tragedia. Con la mirada perdida le informó que
habían atracado y asesinado a Germán Pinilla y luego se sentó en el piso,
haciendo signos negativos. Como en una película comenzaron a desfi ar por su
mente las complicaciones que para él se derivarían de lo sucedido. Se había
perdido el negocio, se jodieron “las lechugas” del cura Omar Yagüe, se llevaron
la “boloña” del General Alcides Henares, y estaban los paisas del Envigado, los
hombres que esperarían por él y por Manú esa noche, y él sabía que el General
tendría que hilar muy fi no para detener la venganza del cartel. Alcides se
vería obligado a usar sus poderosas influencias políticas, ¿y Manú?, nunca
podría recoger la nieve repartida, era algo imposible… Cheo se hallaba ante una
deuda impagable y en aquel momento se sintió desnudo. En esa situación no pudo
hacer otra cosa más que pensar en su viejo amigo y compañero, en Omar Yagüe,
quien en ese momento seguramente también desnudo estaría en El Aladín, donde,
¡que absurdo!, de acuerdo a sus instrucciones, pagaba por no haberles querido
ayudar al General y a él mismo.
***
Después del accidente, mi autoestima se desmoronó
totalmente. No se de donde he sacado fuerzas para ir sobre estos detalles ni si
me atreveré a relatarlos. Creo que todo lo vivido conformó para mi una
situación que se puede explicar por si sola. Mi celopatía me afectó como una
enfermedad grave y crónica. Me apoyaré en los retazos el diario de Ruth
mientras pueda, y el juicio de cada cual, dará cuenta de cuanto ha sido culpa
mía o simplemente de mi destino, en el fi nal de esta historia.
Retazos del diario de Ruth
10 de marzo, 2007.
Querido diario, como creo que ya te conté, Sergio, el
colega y compañero de luchas y problemas de Brinolfo también es, como mi papá,
un “adeco” de corazón. Él y Zulay ya tienen un bebé. Él dice ser hijo y nieto
de adecos e insiste que eso es algo que le va en la sangre. Todos entendemos
que esto es “hasta la muerte”. A veces Brino me cuenta sobre las conversaciones
que tienen ambos, haciendo planes que yo sé son tan solo de los dientes pafuera
pues no creo que en serio estén planificando los disparates que dicen, pero lo
cierto es que cuando beben cerveza, que no es de cuando en vez, vuelven al tema
de cómo salir de “el innombrable”. Algunas veces, me cuenta Brino que se van al
otro lado del lago, a Punta Leiva o más allá a Los Puertos de Altagracia y
están bebiendo cerveza y oyendo música o cantando y tocando cuatro por horas de
horas. Brino me dice que la taguara donde ellos “se refrescan” (eso dice él
eufemísticamente) es de unos viejos amigos y está frente a la isla de
Providencia. Es, me cuenta, una especie de bodeguita, pero a mi no me ha
llevado para conocerla (a pesar de que se lo propuesto) y me da mucha
curiosidad por varias cosas, una por estar frente a la isla, a nuestra isla, la
de Víctor y mía, (después te hablaré sobre esto, y es que de veras te estoy
abandonando, o me salto algunos episodios por, no sé por qué), o quizás si lo
sé, seguramente que es por los celos de Alejo. Menos mal que ha dejado de beber
tan exageradamente. Él de nuevo está dando clases, ahora en dos liceos. La
salud de papá también me mortifica, es algo que me tiene mal, después del
infarto ha quedado un poco como desconcertado diría yo. Puede que sea por el
trabajero que tengo, yo quisiera ser más amplia y sincera pues no debo ni
quiero ocultarte nada, querido diario, se que no debo excusarme, pero también
acepto que no sería valedero un diario de mentiritas. Eso lo sé. Lo acepto
(contigo no me estoy disculpando mi diario querido!). Es que hay cosas que no
se pueden remediar, que son, como la muerte. Mejor regreso a Brinolfo, y te
cuento que otra razón por la que la taguara de Los Puertos según Brino es
excelente, es por una rockola que me dice él que tiene toda una colección de
danzas y contradanzas del Zulia. Dice Brino que allí pueden hablar en paz, por
que saben que nadie los va a “sapear” y le dan a la sin hueso hasta que se
cansan y hablan sobre cómo reorganizar el país, de como acabar con este
gobierno centralista y autocrático. Sergio que es más loco que Brino es muy
directo en esto, dice que se forraría de dinamita e iría a darle la mano al
tipo. ¡Que mano, un estrecho abrazo!, esto dice él… Esa oferta de kamikaze
criollo no me la creo, y menos ahora que tiene un bebé, pero él insiste en que
lo abrazaría gustoso para volar por los aires como las campanas, al vuelo más
que a rebato pues afi rma que así fi nalizará una década de oprobio. Al final
siempre resulta que todo aquello parece ser, afortunadamente digo yo, puro
blablá o quizás eso que llaman ellos “cosas de palos”. Pero pienso seriamente
que ese bla bla bla es necesario, catártico, es más yo diría que indispensable
para poder sonreír. Entretanto Brino y Sergio seguirán gaiteando y
sobreviviendo para inventar cada día como darle de comer a sus gentes. Por eso es
que dice Brino que él no se casa. Con el ejemplo de Rubén, tan bien preparado,
con estudios en Estados Unidos y desde hace años sin un cargo y perseguido, él
es uno de los que salieron de PDVESA y se quedaron pasando apuros, y todavía
sigue sin querer irse del país. Rubén tiene ofertas desde México hasta Alaska y
la Patagonia,
pero él no quiere dejar botados a su mujer y sus hijos. Para mí que le está
dando larga y un día de estos también se tendrá que largar del país. A mi me da
dolor ver a su mujer haciendo tortas caseras para vender y él también, matando
tigres en lo que sea, no vale de nada lo bien preparado que esté. Ya es seguro
de que no hallará trabajo en su tierra mientras éste sea el gobierno de turno.
Pensar que se dicen “socialistas”. Por eso es que Sergio, y su mujer la
increíble Zulay con su carajito pequeño, se preocupan por el futuro con mayor
intensidad que Brino, eso pienso yo, pero ambos, cuando se juntan, no cesan de
inventar como tumbar el gobierno e insisten en que “de mosquitos pa´rriba todo
es cacería”, aunque creo que con este refrancito, Brino mas bien se refiere a
las mujeres.
3 de mayo, 2007
Lo de las arenas ha sido un fi asco, y me duele escribir
esto. Luego de haber padecido tanto, primero por los viajes de Víctor a
Centroamérica y nuestro viaje al Esequibo, visitar la isla Kawo fue algo
increíble, pero como para que más me duela, siento que el accidente de Alejo, y
toda su posterior tragedia está de cierto modo potenciada por esa ida nuestra a
Georgetown. Finalmente, cuando Víctor y
yo viajamos a la isla de Providencia para la toma de
muestras en diversos sitios de nuestra isla, esa fue una actividad que
realizamos juntos y allí en la isla, realmente hablamos otra vez, allá tuvimos
la oportunidad de estar solos todo un día y de conversar seriamente sobre
nuestras vidas, sobre la situación que nos mantiene en una tensión permanente.
Todo se hace tan difícil. Es tan complicado, pues no hallo una fórmula con la
que pueda vislumbrar una esperanza para que cese la tragedia de mi marido, un
inválido lleno de rencor quien hace años que ha dejado de creer en mi.
5 de diciembre, 2007.
Hubo elecciones, o
referéndum, y el intento de reformar la Constitución le falló al teniente coronel Chávez
Frías. Dicen que se destrozó los nudillos golpeando las paredes, puede que eso
haya sido lo que llaman “un chisme de palacio”, pero lo que si vio el pueblo es
como aulló en las televisoras gritando que la victoria era pírrica, para luego
textualmente decir, “sepan administrar su victoria, porque es una victoria de
mierda”. Estas expresiones tan suyas, le dieron la vuelta al mundo. Creo que la
gran metida de pata del gobierno, lo que finalmente repercutió en su derrota,
tuvo que ver con el cierre de Radio Caracas Televisión.
***
Ahora soy yo, de nuevo Arístides
Sarmiento, quien tiene que escribir una nota porque ya Ruth prácticamente no
escribió más nada en sus cuadernos. Los retazos de su diario son tan solo
algunas anotaciones puntuales y muy escuetas. Por este motivo, me pareció
pertinente hacer un breve resumen de lo sucedido durante el año 2007.
Ruth en Maracaibo trabajó con Sarmiento y su gente,
específicamente con el profesor Silvester. La cría de cachicamos se había
planteado y Víctor Pitaluga viajaría a Caracas para prepararse. A su regreso,
ya en febrero de ese año 2007, se decidirá la adquisición de unos terrenos en La Cañada de Urdaneta.
Tumbarán una gallera para construir un edificio de dos plantas y allí se creará
un bioterio. También ese año, la
CANTV y La
Electricidad de Caracas fueron privatizadas y pasarán al
Gobierno. El 27 de mayo, el gobierno decidió cerrar la televisora RCTV. La
repercusión de esta medida provocó alarma. Ese año se también se resentirán las
relaciones del país con Colombia. Eusebio ya recuperado de su infarto, caminaba
todas las tardes y trató de aconsejar a Alejo quien siempre continuaba muy
deprimido. En el mes de Julio, Ruth y Víctor viajaron hasta la isla de
Providencia para tomar muestras. Las muestras de arenas de la isla Kawo y de la
isla de Lazaros fueron inoculadas en animales, sin resultados aparentes. En
noviembre y en diciembre no hubo cambios, pero se murieron varios animales.
Brinolfo y Sergio quienes estaban trabajando como veterinarios en el bioterio, esperaban
ver nacer los primeros cachicamos en cautiverio. Se consolidó un gran bioterio
y un laboratorio de investigación en La Cañada de Urdaneta. Ruth quien más ha trabajado
en ese proyecto se considera como la cabeza de las investigaciones sobre lepra
en los cachicamos.
***
José Luis Ortega, alias Cheo, el “Cheito” de Omar Yagüe,
el Don Cheo cuando es el hombre que pulsa y sostiene los hilos de la conexión guajira
para los grandes negocios, Don Cheo el antes jefe temporal pero jefe al fin de
Germán Pinilla, Don Cheo quien según su socio Manú es “el chivo que más mea”,
Cheo quien ha tenido la suerte o la habilidad de “encompincharse” nada más y
nada menos que con el General de División (pasado a retiro) Alcides Henares, su
“Alcidito”, él, Don Cheo quien es un hombre joven y decidido y a quien le
encanta, le fascina diría su amiguito Omar, dárselas de Gran Señor, él, quien
está feliz si le “jalan bolas” o le “chupan las medias”, ´él a quien todos
adulan, puesto que es usual hacerlo con los seres poderosos, como DonCheo, él,
siempre tan seguro de si mismo, tanto que ha llegado a creer que puede llegar a
ser lo que denominan “la pepa del queso”, el Cheo está justamente atravesando
un momento difícil. Sus tres teléfonos móviles no logran conectarse con el del
General Alcides Henares, se ha convencido ya de que ha perdido la “media
boloña” de Omar Yagüe y no encuentra palabras para organizar, antes de que se
aparezca su socio Manú, un plan coherente que les permita contar con un par de
horas adicionales antes de tener que enfrentar a los paisas del cartel, quienes
seguramente ya han arribado a la “ciudad de fuego”, viniendo desde el Envigado
vía Paraguachón, para con toda seguridad, o con la esperanza cierta de recibir lo
prometido, la oferta del mismísimo Don Cheo quien al dejarle toda la nieve a el
tuerto, había jurado que tendría listo para ellos, un bojote de billetes que
serían como lechugas de un verde, verde limón.
***
Has despertado y son casi las cinco de la mañana, es la
hora de levantarse tu padre, el viejo Eusebio, y tú lo pensarás mientras
sientes el repiqueteo de la lluvia y notas el resplandor de los relámpagos en
la ventana. Brillan los números rojos del reloj digital en tu mesa de noche y
te dicen que son las 4:58 y comprendes la razón por la que te has despabilado.
Era un sueño. Lo asumes, pero sabes que ya no volverás a dormirte. Al escuchar
el fragor de un trueno te imaginarás a Víctor quien estará con Rubén, tal vez
ya de vuelta, pues recordarás entonces que fue tu padre quien te lo dijera ya
tarde en la noche, te informó que ellos finalmente habían decidido ir hasta la
isla. ¡Con este temporal! Eso pensarás para luego repetirte que nada malo debe
haberles sucedido y que seguramente estarán ya de regreso. Entonces te
esforzarás por rememorar tu sueño, casi una pesadilla, ¡y con tu maestro el
profesor Silvester!, él portando un par de cachicamos enfermos, uno en cada
mano, inundando el ambiente con la pestilencia de aquellos dasypus leprosos, con
sus corazas de nueve bandas hendidas por los brotes tumefactos de masas grises
con vetas sanguinolentas, dos dasypus transformados en pequeñas monstruosas
criaturas, que fueron colocadas sobre el mesón del laboratorio por el profe, y
los animalitos se voltearán a mirarte y emitirán agudos chillidos, estridentes,
tanto que te obligarán a taparte los oídos y a sentirte cada vez más inquieta,
asustada quizás, llena de miedo en el instante mismo de escuchar el explosivo
retumbar de un trueno que te despertará en tu cama, bajo la luz de los
relámpagos casi a las cinco de la mañana.
***
Víctor en el timón lucha por controlarlo viendo
sobresalir las propelas de los motores de entre las olas y mientras las ve
girar zumbando como locas observa como de nuevo se hunden al sumergirse. Él
percibe una sensación de miedo, y brillantes como en un fi lm, reaparecen en su
mente imágenes escondidas desde niño, cuando viajó de Ceuta en el sur del lago
hasta Cabimas en compañía de su padre, cuando Pedro Elías trabajaba para la Shell Petroleum
Corporation y rezagados ambos tuvieron que cubrir el trayecto en una piragua
platanera. Se desató entonces una tormenta en la madrugada, una tempestad que
habían califi cado como “un temporal” que se transformó en algo más… Creerás
volver a sentir el maderamen de la nave crujiendo con el embate de las olas, y la
lluvia y el viento silbando sobre la cubierta, mientras un torbellino de
nubarrones iluminados por los relámpagos se cernía sobre aquella piragua donde
tú, en el fondo, abrazado a un costal de plátanos verdes, temblabas de miedo
percibiendo como se hundía la proa y emergía luego entre torrentes de agua del
lago y del aguacero que golpeteaba sobre ti como pedradas salpicando y lavando
la cubierta. Ahora estás aferrado al timón en la lancha roja de fibra de vidrio
que al zapatear sobre las olas te obliga a reducir la velocidad para intentar buscar
hacia tu derecha algún atisbo de la costa, mientras la lluvia y el agua del
lago van metiéndose dentro de la lancha, y entonces pensarás en Ruth quien con
el aguacero de los mil demonios en esa madrugada sin amanecer seguramente no
llegará a las seis al laboratorio y hasta pensaste en que algún cachicamo
muerto se quedará sin una temprana necropsia, pero no tienes tiempo ni ocasión
para mirar tu reloj pues retumba otro trueno que te aturde y sin embargo, notas
como desde el fondo de la lancha, el emparamado Brinolfo, se yergue y te señala
hacia la derecha. Una mancha gris borrosa con sombras de palmeras parece destacarse
ya no tan lejana, cuando escuchas algo y ves que es Sergio quien te grita que
ya están más cerca, y piensas que aunque parezca mentira, parece que si van a
llegar a tierra y que pronto estarán a salvo.
***
Cheo Ortega maldice nuevamente. Tampoco el portugués
Gocalves responde en su teléfono. Por el contrario, vuelve a sonar el repique del
celular que era el contacto con el gordo Pinilla con una insistencia tal que
decide atender la llamada. El serbio Martinovic le mira de soslayo y ve
encenderse su rostro y lanzar contra el suelo el aparato, luego lo pisotea con
furia, salta sobre él vociferando, ¡con la verga si creen que por aquí me van a
localizar!, malditos policías. Agitado mira al serbio quien no le dice ni pío
mientras indiferente se bebe un largo trago del cubalibre que le sirvió Yolanda
y voltea a mirarla. El show de la gordita “vedette” ha concluido y hace ya un
rato que Nicolai, avisado de la muerte de Germán el gordo, tan solo bebe
mientras contempla la desesperación de Cheo Ortega quien continúa luchando con
los dos teléfonos para localizar al General Henares. Súbitamente, aparece Manú
en la puerta del ChiquitaNais Bar y Cheo se hace el que no lo ha visto mientras
se pregunta maldiciendo que donde andará metido el
coñoesumadre y remardito Alcides que a estas alturas de
la negociación aún no aparece. El tuerto se le acerca y le pregunta que si ya
se van. Cheo enfurecido le grita que se vaya a la mierda y regresa de nuevo a concentrarse
en los teléfonos en la búsqueda del General Henares, una acción sin sentido
porque él ya casi está seguro de que no habrá respuesta alguna. El Manú le
pedirá un ron a Yolanda y Nicolai terminará de beberse el cubalibre cuando Cheo
Ortega tomará una decisión que por expiatoria se le ocurre a él que pueda
traerle suerte. Llamará a Nicolai, lo tomará del brazo y saldrá con él del
local. Ya son casi las tres de la mañana.
***
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