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El año de la lepra
Jorge
García Tamayo, 2011
Capítulo 22
(Segunda
parte )
Todavía en tu cama, decidirás que muy a pesar de la
tempestad que se percibe afuera, tendrás que levantarte y estar lista para
acercarte hasta el laboratorio, como si fuese un día cualquiera, un día de
trabajo, pero es domingo, te lo dices y logras sonreír pues te dirás, ¡de
pilipilingo!, pero eso no vale cuando tienes una importante tarea que cumplir.
Te sentirás feliz y sin temor pensarás que pronto Víctor habrá de relatarte sus
andanzas en la isla, lo que vieron, como les fue, y estando bajo el chorro de
la regadera mientras enjabonas tu cuerpo tararearás una canción de amor y
luego, ya secándote con la toalla, volverás a pensar en el profe Silvester y en
Eusebio tu padre, ambos hombres mayores, ya despierto tu viejo, debe estar
desde ya preparándose el café. Saldrás del baño a cepillar tus dientes,
imaginando la labor que te espera en la mañana, sin saber como le irá al
pequeño dasypus de la camada 12. Luego de tu sábado libre, tan triste y apagadito
lo habías dejado el viernes en la tarde, hoy quizás habrá muerto, o deberás
sacrificarlo, para hacer su necropsia, tomar las muestras y hacer las
inoculaciones pertinentes, y te detienes un momento a pensar en tu Víctor
nuevamente, pero se te atropellan todas esas obligaciones que tienes tan
pendientes. Pero está bien, te dices y saldrás de tu cuarto murmurando, ¡y eso
que hoy es domingo!, y lo repetirás para ti misma y muy sonriente, mientras vas
colocando en tu muñeca izquierda el reloj que te informa ya son las cinco y
cuarto, ya son y todavía ¡tú con tu bata de dormir encima!, por ello corres por
el pasillo aún en penumbras hasta la cocina, donde ya Eusebio tiene listo el
café. Te abrazará tu padre dándote un beso con los buenos días y te preguntará si
acaso puede ser posible que salgas con semejante tempestad afuera. Sí papaíto
le informarás bebiéndote el café, hay una animalito que me espera y así riendo,
corres y luego te vestirás rápidamente con un jean, la camisa, tus zapatos de
goma, la chaqueta impermeable y saldrás como una tromba hasta el garaje, antes besarás
a Eusebio despidiéndote, y ya sentada, encenderás las luces y el
limpiaparabrisas de tu pequeño chevrolito. Una cortina de agua trepidante te
cae encima en cuanto sales, aunque muy pronto estarás en la autopista y de lo
más precisa calculando cual si de una competencia se tratase, un llegar a la
meta, a pesar de la lluvia, el viento y los relámpagos, acelerando en la ruta
de La Cañada
de Urdaneta, para justo a la seis estar llegando, cumpliré, eso te dices, cual
si fuese un día de trabajo normal.
***
Tomando del brazo a Nicolai Martinovic, Cheo Ortega salió
del ChiquitaNais Bar en Las Galeras y caminó a su lado a lo largo del centro comercial
ya casi sin gente, mientras rebuscaba las palabras adecuadas para explicarle la
situación que tenía en mente. Él se sentía mal, pero sabía que peor debía estar
pasándola su amigo, el cura Omar Yagüe Oliva, preso en El Aladín. Con unos
prolegómenos algo confusos él trató de explicarle a Nicolai lo que sentía. Una
especie de remordimiento por su venganza, por una conducta vil y desalmada, la
suya, capaz quizás de ser la inductora de tantas trágicas desgracias como las
que de momento lo estaban atosigando. Omar era una persona fi el, que no se
merecía ese trato. Más que un amigo, era como un hermano para él. Con la muerte
de Pinilla habían perdido una gran suma de dinero, en dólares, y se había
venido abajo todo un negocio millonario, pero el dueño real del dinero era
Omar… Entonces angustiado le preguntó al serbio Martinovic como queriendo
escuchar alguna defensa de sus actos.
- ¿Me comprendes? Es posible que traten de liquidarme, la
gente del cartel, digo, pero antes tienes que ayudarme a corregir un grave error
mío, una maldad que hicimos, ¡una coñoemadrá!… Te voy a pagar, te pagaré bien,
pero necesito tu ayuda.
Nicolai dijo para sí, que un nuevo negocito de última
hora, para rematar su acción en la “ciudad de fuego”, no le caería mal, así que
sonrió tratando de calmar a Don Cheo y decidió preguntarle directamente.
– ¿A quien tengo que matar?
– ¡Coño no!, No se trata de eso– replicó presto Cheo
Ortega,– es tan solo que me ayudes liberando a un amigo que tienen secuestrado
en El Aladín, unos tipos… ¡Unos malandros pues! Lo haces y yo, te pago.
Nicolai le pidió más explicaciones.
–Tengo que saber de que se trata. ¿Es un secuestro
express?
El Blackberry de Cheo vibró sonoro en el bolsillo interno
de su paltó y él hizo un gesto de espera mientras lo sacaba y atendía la
llamada temblando. Era el General Henares y Cheo suspiró y sintió que le volvía
el alma al cuerpo. Como un chispazo le llegó la idea de que quizás, hasta podía
ser que lograra salvarse…
–Alcides, ¡coño! ¿Donde te habías metido? La vaina se nos
complicó toda. Mataron a Pinilla y le robaron los cobres… ¡Si “la boloña”!…
Todo mano, todo. ¿Cómo podemos? Manú y yo estamos fritos. ¿Cómo nos aparecemos
ante esos colombiches así?, ¿limpios de bola? Coño mi hermanito, tenéis que
ayudarnos, es una verga de vida o muerte. ¡Sí! No se, vos poné a La Guardia a funcionar, presionalos,
no sé como podréis hacer vos, ya sabréis vos. Vos sois la ley. ¡Que ley guajira
ni que coños Alcides!, ¡La ley! Vos sabéis… Es urgente Alcides, tenéis que
defenderme, ve que si me joden, ellos saben de vos, ajá, ¿sí?, bueno, cuento con
vos, ya sabéis…
Cheo Ortega miró a Martinovic y pareció de momento
regresar a la realidad, entonces le dijo.
–Te voy a explicar como es que Omar Yagüe fue a parar a
El Aladín y por qué es necesario que mañana él esté en su casa vivito y
coleando, sin problemas. ¡Que peo! Te explico. El tipo, Omar, que es como mi hermano,
resulta que es cura. Sí, cura, así que no debe, no puede aparecer en un hotel
borracho, ni en una parranda, o en una orgía con putas, por que en esta ciudad
todo se sabe, la prensa todo lo dice y te podéis imaginar como quedará su
prestigio si una verga así llega a divulgarse. Sí, ya veo que me vais a
preguntar porqué coños lo metimos nosotros mismos en ese peo. Alcides y yo
estábamos arrechos con él, por la vaina de los dólares y porque no quiso
aceptar el negocio millonario que le
propusimos, así que lo quisimos castigar, pero ahora veo
que eso estuvo muy mal hecho, todas las vainas se me están desconflautando y
siento que ese es el motivo, la causa, la razón… ¿Me entendéis? Él es mi amigo y
yo necesito que vos que sois un carajo hábil, arrecho y con cojones, me hagáis
ese favor, un favor que yo te voy a pagar de una vez, y luego te daré otra
parte más si me lo sacáis ya mismo del El Aladín. Puede que te encontréis allá
con un portugués, un tal Joao y con un par de carajos que se llaman Jairo y
Diove, pero ya sabéis, les podéis explicar lo que vos queráis pero vos me
tenéis que sacar a Omar de allí. Tomá esto como un adelanto…
Cheo Ortega le entregó a Nicolai una faja de billetes
verdes sujetos con una doble liga y el serbio los recibió gustoso pues al
aceptarlos y asegurarle que cumpliría su petición, presintió que antes de dejar
la “ciudad de fuego”, seguramente que para siempre, necesitaba entrar en acción
y seguramente que El Aladín podía ser un sitio que prometía ofrecérsela.
***
En medio del aguacero, la lancha de fi bra de vidrio con
los dos motores Yamaha fuera de borda había atracado en el muelle de La Cañada. Los cuatro
amigos salieron de ella saltando y corrieron por un puente de listones de
madera hasta hallarse bajo el alero de la casa que servía para la vigilancia.
En ese momento llovía a cántaros y no se veía ni un alma. Rubén tocó la puerta
pensando que el vigilante dormiría adentro, pero nadie respondió. Víctor golpeó
entonces la puerta con más fuerza y se escuchó una voz rezongante que se
transformó en un hombre mayor de pelo crespo entrecano y desordenado quien se
asomó a la puerta. Inmediatamente y sin mediar saludos le preguntaron si
existía un teléfono en la casa y si tenía como sacarlos de allí, en algún
vehículo… El hombre les mostró un jeep con el techo rasgado que estaba al
descampado y por tanto inundado de agua y luego les dijo que podían usar su
teléfono, que era el de la guardia costera y estaba pegado en la pared. Rubén
después de varios intentos localizó una Línea de Teletaxis y les pidió con urgencia
dos autos. Explicó en el teléfono que era una emergencia y que se acercasen
hasta la caseta de la guardia costera en La Cañada de Urdaneta. Le dijo a la telefonista que
necesitaban de inmediato los taxis. Él decidió que tenía que regresar a Los
Puertos de Altagracia a recuperar su camioneta, pero Sergio le propuso a
Brinolfo irse directamente a su casa en la ciudad, ya habían decidido que
después resolverían como volver por el Volswagen que estaría estacionado frente
a la bodega del compadre Genívero. Rubén les propuso que él encontraría a
alguien para que trasladase el escarabajo de vuelta hasta Maracaibo y le pidió
las llaves a Sergio. Víctor llamó entonces por el teléfono al celular de Ruth quien
estaba en ese momento llegando al Bioterio. Ella le dijo que las puertas de la
cerca ciclón estaban abiertas y no veía al vigilante, pero como estaba
lloviendo todavía y muy fuerte, iba a entrar en el edificio para acercarse
hasta el laboratorio.
***
Cuando Nicolai Martinovic llegó a El Aladín, todavía
estaba lloviendo. Estacionó su auto y antes de abrir la puerta revisó su
pistola Glock 17, ajustó el cargador con 17 balas y se la colocó en la parte trasera
de la correa tapada por su chaqueta impermeable de color azul marino. Ingresó
al hotel sin ponerle mucha atención a la decoración de las mil y una noches y
avanzó directamente hasta la recepción. A esa hora, solo un hombre pequeño y de
rasgos indígenas estaba detrás del mostrador y de inmediato le preguntó si
necesitaba una habitación. Nicolai le dijo que venía a conversar con los
inquilinos de la 28 y esperaba que les avisara que había llegado. El
recepcionista sonrió y le informó que lo pondría a hablar con “los de la alfombra
mágica”, discó unos números y le pasó el teléfono al serbio. Luego de varios
repiques, una voz masculina le respondió de mala manera.
–¡Que no necesitamos más un coño, ya te dije!
Nicolai decidido, y sin saber si era Diove o era Jairo
quien le respondía, le explicó que no le llevaría nada pero que él se acercaría
a la habitación, ya que venía para la fiesta de parte del gordo Pinilla. Una voz
que sonó de borracho, le dijo que si era así, que no había problemas, que
pasara para echarse los palos.
–Aquí tenemos la caña que jode y que cachea mi hermano,
así que véngase pacá.
Siguiendo instrucciones, Nicolai se introdujo en un largo
pasillo, luego torció hacia la izquierda y comenzó a mirar los números en las
puertas. Al llegar al 28 se detuvo y golpeó tres veces. Diove era un individuo
pequeño de complexión atlética, lucía un bigote delgado sobre el labio superior
que se unía como un trazo dibujado con las patillas, su pelo negro y crespo
brillaba aceitoso o por efecto de alguna gelatina. Cuando abrió la puerta,
estaba en interiores y franelilla y en medias de cuadros rojos que le llegaban
a la mitad de las piernas. Portaba un vaso con whisky en la mano izquierda, y
la derecha se la estiró al serbio para estrechársela, presentándose como Diove
para de inmediato escrutadoramente mirarlo y exclamar riéndose.
–¡A la verga si el amigo del gordo es un musiú!
Nicolai dio un paso al frente y pudo rápidamente observar
la situación. Había una gran cama redonda ante la puerta donde tres personas
desnudas estaban echadas. A la izquierda, existía una puerta entreabierta que
evidentemente conectaba con un baño, una alfombra de color azul eléctrico con
vetas rojas se extendía larga en el piso y en el otro extremo de la habitación
un jacuzzi burbujeaba con una mujer adentro. El serbio reconoció fácilmente
entre los nudistas a Omar por la descripción que Cheo le hiciera, sobretodo por
su corte de
cabello, un peladito casi al rape inconfundible. El otro
hombre era muy blanco, colorado, lleno de pecas, calvo y delgado y estaba
abrazado a una mujer morena quien por estar en ese momento de espaldas a
Nicolai, solo le mostraba un impresionante nalgatorio. Omar estaba con los
brazos extendidos hacia arriba, con los ojos cerrados y amordazado con lo que
parecía un “tape negro” parecía dormir.
Estaba atado con unas esposas al tope de la cama que
consistía en un entramado metálico simulando ramas y hojas con pájaros volando.
En el jacuzzi, Nicolai pudo observar a una joven mujer de cabellera pintada de
rojo quien tenía una copa de vino tinto en alto, como si estuviese brindando.
Diove, no tardó en hacerle las presentaciones de rigor.
–Él es Jairo, el de la cama, y ellas son Yelma y Aleida
que es la coñita que se está bañando. En la mesita hay caña de la que vos
queráis. Mirá, decime, ¿como te llamáis vos?
–Nicolás, me llamo Nicolás.
Esa fue la respuesta del serbio quien de momento
observaba una mesa pegada a la pared con varias botellas de licor. Diove lo
empujó hacia la mesa diciéndole.
–
¡Como san Nicolás!, bueno vamos a
darle play de una vez.
***
Víctor comenzó a luchar con el jeep tratando de que
arrancara, pero la batería estaba floja. La ajustó, y sin embargo el encendido
no daba por el arranque. Finalmente decidió ponerlo “directo” y logró que el
motor comenzara a corcovear hasta que emparejó. Se subió y se sentó en un
asiento encharcado y pronto el jeep salió disparado dando saltos y tumbos hacia
el Bioterio que estaba a menos de cinco minutos del atracadero de las lanchas.
Al llegar, la puerta estaba abierta y sintió la voz de Ruth que le llamaba.
Subió la escalera hasta las ofi cinas y encontró a Ruth en el suelo con el
profesor Silvester en su regazo. En ese momento él le decía con un hilo de voz,
que tenían que salir de inmediato del sitio.
Todo va a volar por los aires en pedazos. Eso le escuchó
decir Víctor, quien después de lo que habían vivido en las últimas horas pensó
que bien valía la pena creer cualquier cosa por disparatada que pareciese. Así fue
como levantó al profesor en sus brazos y le gritó a Ruth que bajara rápidamente
con él para escapar del edificio. En ese momento explotó la primera carga de C4
en el área más apartada de las oficinas y a pesar de que la onda expansiva los
tumbó por el suelo, ya habían logrado bajar por la escalera y pudieron salir
corriendo, hacia la puerta caída de la cerca ciclón. Víctor corría casi
arrastrando al profesor y Ruth detrás de ellos en busca del Jeep…
***
A pesar del tono de borracho alegre con el que hablaba,
Diove parecía más consciente que Jairo quien no se levantaba de la cama
encaramado encima de su voluminosa morena que daba griticos y suspiraba ruidosamente.
Ante la mesa, el serbio Nicolai detectó un par de botellas de whisky Etiqueta
Negra, una de Ginebra Gordon´s, botellas de vino chileno blanco y tinto y
licores dulces como Cointreau, Fra Angélico y Licor de Cacao. Había vasos de
plástico, copas de vidrio y una cava de anime con una gran bolsa llena de cubos
de hielo. Mientras el serbio se servía whisky en un vaso con hielo, Diove le
dijo.
–Si vos sois amigo del gordo Germán, tenéis que echarte
un palo, como los buenos.
Mientras sorbía su whisky, Nicolai observó que en la
cama, la morena había levantado su cabeza que antes tenía sumergida entre las
piernas del calvo Jairo y lo miraba sonriente mientras apartaba de un manotón
su cabellera azabache de la cara. Diove volvió a la carga preguntándole.
–Verga, vos como que sois gringo, ¿o algo así?
Nicolai bebió un par de tragos antes de decidirse a
hablar. Mirando de reojo a la pelirroja que era un descomunal hembrón y recién
salía del jacuzzi, le dijo a Diove.
–Yo no quiero echarles a perder la fi esta, pero
realmente vengo con un encargo. Les traigo un pedido de Don Cheo Ortega…
Guardó silencio esperando una reacción. En la cama notó
que Jairo seguía aferrado a la morena quien de nuevo había metido la cabeza entre
sus piernas. En ese momento, la joven pelirroja avanzaba mojando a su paso la
alfombra azul de vetas rojas, y sin soltar la copa con vino tinto se acercaba
hacia él. Diove al lado del serbio le preguntó con un cierto tono burlón.
–Mirá y decime, ¿cual será el encargo que nos traéis?,
¿cobres?
Nicolai sonrió, la pelirroja ya estaba ante él y soltando
la copa sobre la mesa le echó los dos brazos al cuello diciéndole que lo estaba
esperando y que él era su amor lindo, mientras él sin poder resistir la tentación
la acarició agarrándole las nalgas. Diove no pareció aprobar el espectáculo de
la jovencita diciéndole mi amor lindo al serbio y en voz alta le comentó a su
amigo de la cama.
– ¡A la verga Jairo! Ahora si nos jodimos, como que esta
coñita se enamoró del musiú.
Jairo y la morena se sentaron en la cama mirando como la
seductora pelirroja Aleida se restregaba apretada a Martinovic quien observó como
Omar en la cama abría los ojos y había comenzado a tirar patadas haciendo
ruidos guturales. Jairo le agarró una pierna a Omar y ante la agitación del
prisionero esposado, le dijo amenazador.
– Estate quieto güevonsón y no me patiéis porque te va a
pesar.
Diove, todavía aparentemente incomodado por la
insistencia de la pelirroja empeñada en despojar de la chaqueta a Nicolai,
pareció decidido a tomar las riendas del asunto e interpeló al extraño musiú
quien aún poco o nada les había dicho sobre el gordo Pinilla.
–Bueno es mejor que aclaremos las vergas. ¿Quién coños
sois vos y que es lo que queréis? Porque lo que Joao nos dijo era que el gordo
vendría a acompañarnos, así que vos estáis aquí apareciendo como un asomao y no
nos termináis de decir que es lo que queréis.
***
Cuando Sergio habló por el teléfono con Zulay ella le dijo
que el niño tenía fiebre y por eso fue que él decidió regresar a su casa de inmediato.
Así se lo propuso a Brinolfo. Luego vino el planteamiento de Rubén y la idea de
que él consiguiese a alguien que moviese el escarabajo V.W desde Los Puertos de
Altagracia hasta Maracaibo, lo cual le pareció bien a Sergio y lo aceptó. Ambos
Brinolfo y Sergio estaban emparamados hasta los tuétanos y en el taxi, aunque
el chofer conducía
raudo y veloz hacia la ciudad, ellos iban con los vidrios
cerrados, y viajando así, se quedaron adormilados sin saber nada más del mundo que
les rodeaba. Rubén por el contrario, también mojadas sus ropas y muy inquieto por
todo cuanto habían tenido que aprender en la noche y en la madrugada, lejos de
sentir sueño estaba sumamente excitado y no aguantaba la tentación de hablar
con el conductor, un señor mayor de edad quien manejaba un Impala de los años
setenta, lenta y parsimoniosamente. Cuando habían pasado el último pilastre del
puente sobre el lago Coquivacoa, Rubén percibió el sonido de una explosión y la
onda pareció golpear y mover el automóvil donde él viajaba hacia Los Puertos. Rubén
pensó en la explosión de algún pozo petrolero o en cualquier cosa menos que
fuese algo relacionado con ellos. Quiso rememorar a sus amigos, y luego pensó
en Ruth y en su padre, miró el reloj y leyó que eran las 6:50 de la mañana…
***
Nicolai se separó trabajosamente de la escultural nudista
pelirroja y decidió aclarar su posición en la habitación número 28. Miró al
calvo Jairo quien estaba sentado en la cama con cara de pocos amigos, y a Diove
a su lado y les habló pausadamente y tratando de sonreír.
–Se que el portugués pagó por todo esto ya, y que ustedes
se pueden quedar hasta mañana gozando de El Aladín, pero yo he venido porque me
tengo que llevar al carajo que tienen esposado en la cama, a Omar Yagüe Oliva.
Eso es lo que me encomendaron y lo voy a cumplir aunque no les guste.
Diove se rió señalándolo y mirando a Jairo, le dijo casi
a gritos.
– ¡Ve esa verga chico! Si el musiú nos salió arrechito, y
hasta mandón el coñoemadre.
Jairo poniéndose de pie habló por primera vez para
decirle con una voz chillona al serbio un par de groserías y luego añadir…
–¡Estáis más pelao que rodilla e chivo! Nosotros solo
recibimos órdenes de Joao o si acaso de Germán Pinilla así que andá a cagar y
no seáis vos tan regüevón!
Diove se volteó y mascullando imprecaciones se dirigió
hacia el baño. La pelirroja se acercó hasta la cama, y la morena acomodó su
trasero monumental entre las piernas flacas y pálidas de Omar quien dejó de
moverse. Nicolai terminó de beberse en dos tragos su whisky y pensó si acaso
valdría la pena informarles sobre la muerte del gordo Pinilla, o si quizás ese
anuncio fuese contraproducente. Jairo se levantó de la cama y trastabilló, pues
estaba bastante bebido. Se adelantó entonces hasta estar frente a Nicolai y le
tomó de la chaqueta encarándolo y llamándolo gringo de mierda. Sin soltarlo
murmuró algo como que quien coños sabía lo que se había creído y trató de
golpearlo pero al levantar la mano, el serbio le propinó un puñetazo en la cara
que lo lanzó lejos sobre la alfombra azul. Detrás de Nicolai apareció Diove
quien regresaba del baño y le decía gritando amenazador.
–Creo que metiste la pata con nosotros, gringo e mierda,
te vais a joder...
Mientras Jairo se sentaba en la alfombra sobándose la
quijada y escupiendo sangre y las mujeres se abrazaban ambas al borde de la
cama, Nicolai estaba ya encima de la cama mirando el triste espectáculo de Omar,
pálido con la frente envuelta en un vendaje y con magulladuras y excoriaciones
en la cara y en el cuerpo. Pensando como hacer para abrir las esposas, les
preguntó a las mujeres que quien tenía las llaves. Ambas estaban abrazadas e
hicieron signos negativos mientras la morena del nalgatorio daba unos grititos
gimoteando. Nicolai le arrancó el “tape negro” de la boca a Omar quien con cara
de angustia solo pudo emitir algunos gemidos pelando los ojos de manera tal que
obligó a Martinovic a voltearse para enfrentarse con Diove quien portaba una
Mágnum 357 con silenciador y ya estaba frente a él. Nicolai rápidamente buscó su
Glock 17 en la parte posterior del cinturón y cuando la sacaba sintió como
golpes el choque de las balas de la
Mágnum en su pecho. Sin soltar el arma ya aferrada a su mano
derecha, no logró disparar ni un tiro y tambaleante avanzó hasta la alfombra
para luego, voltearse con cara de angustia y llegando al borde del jacuzzi cayó
de cabeza en el agua que siguió burbujeante tiñéndose de rojo.
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