El año de la lepra
Jorge
García Tamayo, 2011
Capítulo 18
(Segunda parte)
Así fue como los hermanos Romero, Rubén el ingeniero
petrolero y Brinolfo el médico
veterinario, en compañía de Sergio Montiel, colega de Brino, con Víctor
Pitaluga el biólogo con quién el profesor Arístides Sarmiento contaba para
perpetuar las investigaciones del genial microbiólogo Silvester Korseniowsky,
decidieron en compañía del pescador Caronte Fernádez, abandonar la bodega “bar”
La Providencia
en Los Puertos de Altagracia y acercarse en la noche hasta la isla de los leprosos
para descubrir algunos posibles secretos desconocidos por ellos mismos. El
compadre Genívero y su hermano Diógenes se despidieron y los vieron partir
dando tumbos en una destartalada camioneta “pick up”, que se perdió por un
sendero arenoso. Caronte iba al volante y pronto apagó las luces de manera que
comenzaron a reptar con más lentitud pero dando bandazos y saltos en medio de
una calurosa oscuridad. Rubén quien iba adelante trataba de entender como
lograba orientarse Caronte, mientras detrás, los tres amigos tumbados, se
sostenían asidos a los bordes del vehículo sintiendo las sacudidas y los baches
de un camino muy irregular. Un poco más de media hora después, marcharon lentamente,
e iban en paralelo y muy cerca de la orilla arenosa de la playa hasta un
momento cuando se metieron en una ramazón de mangles y en una arboleda que se
evidenciaba tan solo por las ramas cruzadas sobre sus cabezas. Apagada la
máquina, Caronte descendió y encendió un nuevo tabaco. A la luz de su extremo
incandescente los amigos se miraban preocupados. Él les explicó que estaban en
un recodo de una pequeña península denominada Punta Leiva y en un sitio donde
con toda seguridad, nadie podría verlos. Allí tenía el pescador tres
embarcaciones, cubiertas por lonetas y había preparado dos de ellas para
utilizarlas esa noche trasladando a los hombres hasta la isla. Se reunieron los
cuatro, agachados alrededor de Caronte y él les explicó que tendrían que hacer el
viaje por el lago, todo “a punta de remo”. Ellos estaban ya advertidos de que
el trayecto hasta la isla lo cubrirían remando en silencio y en medio de la
oscuridad que les prodigaba la luna en cuarto menguante. Flotando sobre ellos,
entre el humo del tabaco zumbaba una nube de “jejenes”, y así sacudiéndose los
zancudos escucharon a Caronte decirles como él los llevaría hasta la isla y
luego les dejaría allá para que todos regresasen en la madrugada utilizando uno
de los dos botes. Víctor de nuevo pensó en el nombre del pescador, pues no
sabía exactamente porqué, pero “no le daba buena espina”. Se lo comentó en voz
baja a Rubén quien trató de tranquilizarlo diciéndole que el viejo era conocido
de Genívero quien era imposible que pudiese “echarles una vaina”. Víctor
pareció estar de acuerdo y miró nuevamente su reloj. Eran las 10 y media de la
noche.
***
Creo necesario resumir lo acontecido
durante el año 2005. ¿Quién mejor que yo mismo para hacerlo? No hay diario de
Ruth que pueda ser capaz de hablar sobre mi tragedia personal mejor de cómo lo
puedo hacer yo mismo. Desde el mes de febrero decidí completar el exiguo
salario que percibía en el liceo cada quincena, ruleteando en mi chevrolito.
Ruth nunca estuvo de acuerdo, pero tampoco ella podía oponerse puesto que yo
pasaba el día entre el liceo dando mis clases de literatura y de historia o
preparando las mismas en espacios tranquilos que hallaba en la biblioteca
pública en la esquina de El Conde o en la del mismo liceo Gran Colombia. Cuando
comencé a trabajar, caí en cuenta que de noche las “carreras” podían hacerse por
más dinero y me rendía lo que percibía. Trataba siempre de estar de vuelta
antes de la media noche y los peligros de un atraco eran un hecho, pero uno
nunca cree que le tocará la mala suerte. Por las mañanas nos levantábamos y en
el desayuno le relataba a mi mujer las aventuras nocturnas que eran compensadas
con los ingresos adicionales y aunque ella siempre insistió en que no debería
trabajar de noche, era sin duda cuando mejores dividendos obtenía. Aquí debo
aceptar que si hubo un factor que me descompensó totalmente y que me llevó a
beber y a llegar cada vez más tarde. Lo hacía casi como una represalia.
Aquello, el detonante, diría yo que fue lo del viaje al río Esequibo. En el mes
de julio de ese año 2005, luego del atraco (iba a decir accidente, pero no fue
así, hablemos con la verdad). Ruth estaría conmigo a toda hora, pues se que
para ese entonces todo le hacía pensar que quedaría totalmente lisiado… En
agosto regresé a la casa de la tía Eloisa, y allí llegué en silla de ruedas. Yo
quien trabajaba como taxista para ganar un poco más de dinero me veo de pronto
sujeto a la necesidad de que mi mujer busque para mí una enfermera para que me
cuide. (Nadie puede imaginar lo deprimente de aquella situación. Era para mi,
algo vergonzoso y debo confesar que comencé seriamente a considerar las
posibilidades de suicidarme). Era necesaria una mujer para que trabajara en mi
rehabilitación si quería seguir con vida, y de plano inicialmente no me
interesó. Hasta el mes de septiembre no fue cuando comencé a sentir las piernas
y a moverme en la silla (y lo hice por la desesperación de ver que mientras
viviese, con la otra actitud de pasividad exasperante no llegaría a nada).
Comencé desplazándome en la silla dentro de la casa de un lado a otro, pero las
peleas con Ruth se hicieron infernales. (Ahora veo que todo fue culpa de mi
desesperación, de saberme inútil, al creer que ya todo estaba perdido para mí,
maldecir era mi única salida y explotaba muchas veces al día). Yo quería de
inmediato el divorcio, la culpaba a ella, lo hacía cada vez que podía con una
crueldad inhumana. Ruth, creo yo que estuvo decidida a no volverse loca, y
quizás para esto trató de concentrarse en su trabajo hasta que finalmente me
dejó atrás. Así fue como me quedé solo con la tía Eloisa y Lisa, mi enfermera torturadora,
quien siguió en la lucha por hacerme recuperar la movilidad. Así transcurrieron
aquellos meses en la capital, mientras yo, con la supuesta excusa de que la
rehabilitación no podía hacerse tan bien en mi propia tierra, me quedé como Lautreamont,
solo en mi propio infierno. Me bastaba con pensar en todo aquello de los
bacilos, las arenas volcánicas y sobretodo el tema del Esequibo para que me
descompensase totalmente. Fueron unos meses infernales y siento, ahora que
puedo verlo racionalmente, que con toda seguridad yo hubiese podido mejorar,
progresar más rápidamente si ante todas las cosas hubiese tratado de bajar la
guardia, pero los celos y una terrible rabia interna me impedían pensar.
Retazos del diario de Ruth
Septiembre, 2005: Ahora que estoy de vuelta en casa, me
parece que solo me acuerdo de ti, querido diario, cuando la cosa se pone peor, o
sea, al perder casi las esperanzas. Será que eres como Santa Bárbara, solo se
acuerda una de ella cuando truena, o cuando tiembla, así decía mamita, y ahora,
¡llueve truena y relampaguea! Este es otro cuaderno, uno nuevo, el
decimosegundo si cuento los diez que había escondido mi padre, y también el que
por allí guardé durante mi estancia capitalina. Quizás éste de ahora sea el
último, porque estoy comenzando a escribirlo y presiento que nunca lo
terminaré. No sé porqué. No sé si es que temo engañarte diario querido, si
acaso temo no ser fiel a mis sentimientos. Aquí estoy otra vez y al releer
algunas de las notas del pasado cercano siento que las cosas han cambiado, para
mal, y bastante. Estoy de regreso a mi ““ciudad de fuego”” después de una larga
estadía en la capital. Terminé con mi trabajo, logré la Maestría, pero todo ha terminado
saliéndonos muy mal. No es culpa mía, me lo digo. ¿Será el destino? Tal vez
toda esta intranquilidad que me embarga y me acongoja se debe a que me siento culpable. Mi
viejo Eusebio me necesita y en esta terrible temporada que estamos atravesando,
de la cual no te he dicho casi nada mi querido diario, presiento que a mi
esposo Alejo tendrá que irle mucho mejor cuando logre regresar, quizás al estar
otra vez en nuestra ciudad natal. En la
situación actual, creo que no volveré a conversar contigo felizmente, ¿Cómo
podré atreverme a entregarte todos mis pesares y mis sentimientos? No sé si soy
totalmente sincera o si peco de hipócrita contigo, o conmigo misma al ir
plasmando mis impresiones en estas páginas rayadas. Me parece que ya no puedo
hacerlo como antes, ya no es lo mismo. Para mí, ahora la vida es un absurdo. Primero
porque no tengo tiempo para este ejercicio de escritura, ni siquiera puedo
hacerlo semanalmente, ahora mismo escribo de madrugada, en la tranquilidad de
la noche, cuando tan solo se escucha un run run del aire acondicionado. No se
si te contaré más sobre mis desventuras, pero una cosa sí te puedo prometer,
trataré de hacer el esfuerzo de anotar lo más importante de cuanto me esté
aconteciendo. Todo ese año la situación política ha sido deplorable, los
políticos abandonaron la
Asamblea y el gobierno arrasó en el pasado mes de agosto
luego de una abstención del 80% de manera que el control del gobierno pasó a ser
sobre todos los poderes. Creo que el país no se podrá reponer nunca, está como
yo misma, totalmente derrotado. Con todo y los problemas que hemos tenido, con
las dificultades que nos hemos tropezado, con los temores que me asaltan ante
tantas novedades, presiento que si queremos sobrevivir, éstas cosas deberán ser
enfrentadas con mucho coraje, con valentía. Pero estoy acogotada por algo que va
más allá del miedo. He regresado a mi casa, con mi padre y supongo que en un
par de meses Alejo también estará de vuelta. Así se lo exige su rehabilitación,
pero me imagino como desesperará, allá en Caracas sin mi, e imaginándome aquí
en mi ciudad, sola o para él, quizás, mal acompañada... Gracias a Dios estoy en
mi tierra, con mi gente. Si de algo estoy segura es de que aquí de nuevo estoy
volviendo a sentirme como la Ruth
de antes, la hija de mi querido padre, Eusebio Romero.
15 deNoviembre, 2005:
Regreso a la escritura para afirmar que nuestra decisión
de regresar ambos a nuestra tierra ha sido acertada. Pero leo de nuevo el
inicio de este cuaderno y me asusta haber sido tan egoísta, tan individualista,
me parece que entre líneas escondo cosas muy importantes, trascendentales,
quizás y como no quiero ser falsa contigo, no debo continuar escribiendo si no
soy totalmente sincera, o si acaso pienso o siento temor para hablar claramente
sobre lo que me sucede. Tal vez todo se debe, insisto, a que me siento
culpable. No diré nada sobre el viaje a la isla de Lázaros y sobre la
recolección de las arenas, ya que estamos trabajando en esto y si se comparan
con las del Esequibo su estudio nos ha mostrado algunos datos muy curiosos. Le he
escrito al profe Balda en Caracas y le he expuesto mis resultados que no son
muy alentadores, pero él tiene otras ideas al respecto. Mi esposo Alejo, hace
ya un mes que regresó a Maracaibo y esta misma semana ha logrado contactar con
sus empleos previos. Él cree que podrá volver a trabajar como antes y eso
evidentemente no será fácil ya que se siente todavía sumamente minusválido,
¡imagínate como debe sentirse un profesor de Liceo en esa situación! Sin cargo
fijo, desempleado, en una silla de ruedas, casi un inútil, como dice él mismo,
siempre muy pesimista y no es para menos con lo que le ha tocado vivir al
pobre. Yo de verdad lo notaba más alentadito, pero es que hay que ver lo duro
que ha resultado todo para él. Andar en una silla de ruedas, no es cualquier cosa.
Yo solo espero que poco a poco, Alejo vaya adaptándose a la nueva vida que le
está tocando enfrentar. Es como una nueva etapa. Todavía tiene grandes
dificultades para moverse. Luego del accidente la recuperación ha sido muy
dolorosa, aunque ha ido mejorando lentamente y ha recuperado bastante la
movilidad de las piernas, pero la rehabilitación es muy dura y esto y la
lentitud de su mejoría lo pone de muy mal humor. Todo apunta a que existen
grandes esperanzas. No te he dicho mucho sobre toda esta tragedia, pero creo
que puedo resumirla brevemente. A finales del 2003 comencé a regresar a la
capital, hice unos viajes primero y luego concreté las cosas, porque era
necesario quedarme en Caracas si quería sacar mi Maestría. Es cierto, querido
diario, de aquellos días de recién casada y de tantas emociones en casa, han
transcurrido unos dos años y acepto que es muy poco, muy poco, lo que te he
dicho mi querido diario. No he podido contarte casi nada. Quizás no lo he
querido hacer. Ahora en la distancia y ya de vuelta, siento que lo puedo mirar
todo con más calma, pero es cierto, me da pena escribirlo, puesto que el
accidente se dio en el mes de abril. Simplemente por tratar Alejo de ganar
algún dinero adicional. ¡Que estupidez tan grande! Creo que él lo hacía para no
sentirse inútil. Yo con mi beca para la Maestría y él con algunas clases en un Liceo,
había una cierta diferencia. Pero nos bastaba y yo no le daba importancia a
eso, no le prestaba atención, pero a él, lo del dinero y de sus ingresos parece
que le importaba demasiado, y es ahora sé como él padecía por estas boberas.
Claro que tengo que sentirme culpable. Si me hubiese quedado tranquila, si
hubiese aceptado, estar conforme con la posición que el doctor Sarmiento había
conseguido para mí, en nuestra ciudad, nada de esto hubiese sucedido. Si
hubiese sido menos ambiciosa, se que no estuviésemos pasando por todo esto.
Todo por mi necedad con la ilusión de hacer la Maestría, por haberle
hecho caso a Víctor y regresar al hospital Vargas. A ratos me digo que fue por
seguirle la corriente a él, mucho me temo que he sido muy egoísta. He discutido
muy seriamente con Víctor, yo hasta me he atrevido a decirle que él ha sido de
alguna manera culpable de todo lo malo que nos sucede por su empeño en que yo
tenía que regresar a Caracas, por estar detrás de mí, eso lo sé y me duele
aceptarlo, aunque, se que también es una verdad que no puedo ocultar. Los
primeros meses después de mi decisión de regresar a la capital, Alejo los pasó
muy mal. En aquel momento, me duele decirlo pero el entusiasmo, y quizás la
ilusión, o la insistencia del mismo Víctor, que se yo, pero lo cierto es que la
situación de Alejo no me importó mucho. Él se quedó por detrás, hasta que al
final dejó sus cargos en nuestra ciudad y luego se apareció en la capital.
Estaba desempleado, yo si tenía mi beca, pero él así estuvo hasta que logró un
cargo en el Liceo Gran Colombia como maestro de Literatura y de Historia, y yo
no lo veía, pero era evidente que él se sentía pobre y desdichado. Ahora acepto
que fui mala, y hasta cruel, puesto que yo no le di la atención que él
necesitaba y ambos estábamos solos y lejos de nuestra ciudad. Somos una pareja
y sé que deberíamos habernos complementado, ser un solo cuerpo, una sola idea pero
no resultó ser así, al contrario, estábamos en una pelea constante, siempre por
sus celos y yo solo quería continuar mis estudios para terminar la Maestría. Alejo,
en la capital, también trabajó mucho en sus investigaciones, escribía y
escribía sin parar. Siento que era la manera de no pensar en que yo lo estaba
dejando de lado, meses y meses. Que diferentes eran esos meses de aquellos
cuando inicialmente vivimos en La
Pastora, y sin embargo era lo mismo, estábamos de nuevo en la
casa de tía Eloisa, pero él se sentía mal y me duele decirlo, a mi no me importó.
Solo su amor, lo digo yo quien debería hablar del mío, pero siento que yo tan
solo quise hacer lo que me interesaba, fui una egoísta por mi investigación, lo
acepto. Yo siempre le dije que lo amaba y traté de ayudarlo en sus cosas, pero
recapacito y me digo que aunque fuese muy cierto, yo soy la culpable, lo dejé
solo, muy solo, mientras hacía lo que me interesaba para sacar adelante mi
trabajo. Meses pasó Alejo en las librerías, en bibliotecas, investigando datos,
escribiendo la novela de Beauperthuy y redactando cuentos, haciendo una
investigación histórica, en fin, escribiendo y enviando sus trabajos a algunas
revistas literarias y a los diarios. Salíamos tan poco. Yo de cabeza en el
hospital, él solitario y cada vez más amargado. Sí, que tontería pues aunque la
gente escriba, y puede que lo haga muy bien, pero de estas cosas culturales los
periódicos ni se ocupan. Entiendo que entre las muchas razones por las que
Alejo tomó la estúpida decisión de “ruletear” en su carrito como taxista, es
decir, se puso de taxista nocturno, fue para conseguir más dinero y poder
hacerme sentir que no era tan inútil. Se que Alejo muchas veces se esforzaba
para no pelearme, pero era inevitable. Yo tampoco ponía de mi parte, estaba
como ciega. Era aquel descontrol en que vivíamos, para él, salir de noche en su
Chevy–Nova fue una manera de palear la situación económica. Él me lo dijo, sin
cesar en sus pleitos por los celos con Víctor. Lo del auto, él me dijo que lo
hacía tan solo “para redondearse”, hasta que lo agarró la estadística. Un
atraco, le dieron unos tiros, y le robaron el auto. Terminó casi muerto en una
madrugada. Lo llevaron a la emergencia del hospital Vargas. Estuvo en coma. Luego
tras un par de meses enyesado él sigue aún, parcialmente inválido. Siento que mi
amor es insuficiente para ayudarlo a subir su autoestima, y por más que trato,
no logro contrarrestar tanta desgracia. Acepto que el viaje de trabajo con
Víctor a Georgetown fue decisivo para que Alejo perdiera totalmente el control y su confianza en mí.
Rechacé la invitación a Costa Rica para
no complicar más las cosas, pero ya estaban bastante mal. Le he dicho mil
veces, que no es lo que él piensa. Te lo digo a ti, querido diario, que es una
calumnia, no puede ser que permanentemente él crea que yo tengo un romance con
Víctor. También me pongo en su posición y le entiendo. He sido desconsiderada y
solo he buscado mi desarrollo en los proyectos de investigación sobre los
bacilos de lepra. Ahora como médico, sé que el destrozo que le causó a Alejo la
bala en la columna lumbar, le llevará años de dolores y afortunadamente no
sufrió una parálisis permanente, a pesar de que su recuperación viene siendo
muy lenta, pero también se, estoy convencida de que logrará rehabilitarse
totalmente. Lo más importante es eso, y él bien lo sabe, pero claro está, ahora
él se desespera, sobretodo por lo otro. Ya desapareció una incontinencia que
tuvo y fue transitoria. Sus funciones las ha de recuperado totalmente, pero los
dolores le incomodan por lo que todo lo que hace tiene que ser poco a poco.
Sigue la rehabilitación ahora, pero todavía necesita de muchos meses. Sobretodo
necesita mucho coraje y creer que puede recuperarse, pero es muy difícil si
desconfía de mí. Mientras mantenga la idea de que Víctor es su rival nunca mejorará.
Se lo he dicho, él tiene que entender que cuenta con mi amor, que yo lo quiero
y lo voy a ayudar, pero siento que él aunque pareciera hacer gestos de
afirmación, no lo cree así. No me cree. Él me dice que sí, pero se que de veras
él no cree en mí. Sigue metido en este trance de celos que no le ayuda para
nada a su recuperación.
18 de Noviembre 2005:
Querido diario, pareciera que nos ha caído la pava macha.
Brino y Rubén, ambos han perdido totalmente su estabilidad económica. Rubén con
su familia padecen esta época de agobio por estar desempleado y evidentemente,
sin haber recibido ninguna compensación salarial. Tengo mucha rabia porque
estamos viviendo una mala racha, justamente cuando ya creía que iba a estar
totalmente realizada, recién graduada de Medicina y con deseos de hacer
investigación, sí, entonces nos llegó el accidente y atravesamos este calvario.
Es que en esta crisis se han venido a sumar muchas cosas y se presentan diferentes.
Cambiantes… No me debo quejar, me toca estar de regreso, casi obligada por las
circunstancias, pero sin problemas de trabajo pues de nuevo estoy haciendo
investigación bajo la protección del profesor Sarmiento. Al menos estoy otra
vez con mi viejo, mi padre, y él está feliz de tenerme a su lado. Es
lamentable, pero la razón de nuestros males, no es casual, yo insisto en que es
de otro orden. Puede que sea lo que le sucede a mucha gente en el país, o puede
que todo se deba a la política, a esta especie de maldición que nos arropa,
quien sabe si es porque soy hija de un “adeco” quien insiste en que morirá
siendo “adeco” y yo he aprendido sin ser fanática, sin querer meterme en la
política, que la frase emblemática de mi padre debe tener un significado
importante. Seremos adecos hasta la muerte. Se lo digo a papaíto casi como
queriendo hacerle reír, pero es como si fuese una impronta desafortunada, algo
de conciencia que nos impide aceptar un gobierno de corte militar. Papá me dice
que evidentemente este gobierno es fascista y está utilizando al pueblo para
perpetuarse en el poder mientras se burla de todos y nos va cercando,
coaccionando, para tratar de hacernos desaparecer si queremos seguir haciendo
el papel de disidentes.
27 de Diciembre del año 2005:
Al finalizar este año 2005, el balance ha sido, muy
negativo. El accidente de Alejo, su difícil y lenta recuperación, todo esto
sumado a nuestros conflictos personales. La decisión que tomamos, regresar,
creo que fue acertada. Volvimos a la casa paterna. En fin, realmente era una
necesidad. Son tantas cosas juntas las que nos han sucedido, que sin embargo,
ya terminando el año, me siento obligada a escribir sobre temas menos trágicos
o mejor dicho, menos personales pero que nos atañen a todos en este país. Lo
cierto es que padecemos por las decisiones de un gobierno cada vez más
autocrático. Estoy convencida de que queramos o no, la política se ha metido en
nuestras vidas y cada vez más se mete más en la historia personal de todos y de
cada uno de nosotros. Me parece como si el gobierno hubiese incrementado los
mecanismos de presión y nos golpeara directamente, lo percibimos en carne
propia toda mi familia. Mis hermanos están sin trabajo. Rubén ya está pensando
dejar el país pero no se decide. El pobre Brinolfo anda como volantín sin rabo.
Ahora también sabe que se halla presente en la lista Tascón, no tiene vida en
cargos del gobierno. La oposición sigue denunciando la existencia activa de la
lista, nos discriminan y se está hablando además de otra lista denominada
“Lista Maisanta”. Papá ha vuelto a trabajar con la madera, él, más que
carpintero, ha sido siempre un ebanista y está tallando unas cabezas que me
imagino terminarán siendo de algunos próceres de nuestra independencia; son tres
bloques y él avanza lentamente, mejor así pues nunca le falta en que distraer
sus manos. Él nunca quiso volverse a casar, vivió solo hasta que regresamos
Alejo y yo a la casa. Tuvimos que dejarlo pero regresamos con él y creo que
ésta fue una buena idea pues vivir solo sería un peligro, hoy día hay un
recrudecimiento del malandraje en la calle que una nunca sabe cuando lo pueden
atracar o secuestrar. Cuando Alejo tuvo el accidente, si se puede llamar así a
un atraco vil, ya las cosas se estaban descomponiendo. Socialmente digo, pero
ahora, cada día todo se pone más peligroso. También aquí, en nuestra ciudad
vivimos con un poco más de paz que en la capital, pero hay muchos secuestros y
la inestabilidad de la frontera con todo el problema de la guerrilla y el
narcotráfico siempre se siente. Papá sale poco. Todavía escucha boleros, anda
de un lado a otro con su caja de zapatos llena con los sus casettes que oye en
el viejo radio portátil de mamaíta. Ahora de nuevo Brinolfo ha comenzado a
visitar las fincas de la COL,
así le dicen a la costa oriental del lago, anda por MeneMauroa. A él le pegó mucho
cuando lo despidieron del MAC. Él y Sergio salieron botados por motivos
políticos. Eso me dice él y es cierto, pues seguramente les bastó saber que era
hermano de Rubén para poncharlo. Ser familiar de un ex empleado de PDVESA es
suficiente para caer en desgracia, pero para colmo él firmó, así que tal vez le
están sacando la chicha todavía por lo del listado. Por allí lo ubicarían. Pero
siento que él saldrá adelante, yo conozco bien a mi hermanito. Los “escuálidos”
quienes no estamos en componendas con el gobierno seguimos sin duda embromados,
pero que bien me siento así, pues me moriría de vergüenza si me pagaran con
viajes, o con otras prebendas mi apoyo y mi sumisión. Mayra, la mujer de Rubén
hace un dulce de hicacos que es para chuparse los dedos, los dulces los vende, sigue
siendo casi el principal ingreso que tienen. Un absurdo después de vivir varios
años en Oklahoma. Todo parece una pesadilla, pero aunque parece ser como, la
historia sin fi n, tendrá que terminar algún día. Rubén le da larga a la cosa, mata tigritos en arreglos
caseros, detalles de electricidad y sé que tiene ofertas para irse a México y a
otros países petroleros donde le han propuesto trabajo por su especialidad,
pero él se resiste a abandonar su tierra. Confío en que tarde o temprano se
hará justicia. Todos saben como es la cosa, ya en los sitios públicos la gente corea,
“va a caer, este gobierno va a caer”. Así ha pasado cuando juega “la vino
tinto”, se ve en el estadio de béisbol, y yo me digo que no puede ser que todos
los que van a los juegos sean escuálidos. Pero en la última consulta electoral,
hace poco, este mismo mes, la abstención ha sido tan alta que ya siento que
debe ser que la gente se ha echando a morir, como si no se pudiese hacer nada
más. Terminaré todo este cuento, una lata casi querido diario, para darte otra
disparatada y terrible noticia. Creo que es una desgracia pero la oposición
decidió después de las elecciones a comienzos de este mes, retirarse de la Asamblea Nacional
y dejarle el campo libre al gobierno. Creo que ahora si que tendremos que
olvidarnos de la idea de poder salir de abajo. Solo alguien como papá, es capaz
de creer que “los adecos” volverán al poder algún día. Las cosas se pondrán
peor para el año que viene. Estas navidades no han sido nada felices.
***
La noche era densa y ellos remaban en silencio. Brinolfo
pensó que podía divisar los contornos de la isla y quiso decirle algo a Sergio quien
remaba ante él, pero sintió que de momento no podía articular palabras. Ambos
remaban tratando de no perder de vista la sombra del bote que avanzaba
adelante, frente a ellos, pero no se veía nada, ni un destello de luz. Brino se
acordó de su hermanita, de Ruth y pensó que ella le diría que estaba en “el
corazón de las tinieblas”, pero él sabía que no iban en busca de un Marlon
Brando apocalíptico como el de Coppola; faltan los helicópteros, dijo para sí
queriendo sonreír y luego concluyó que tampoco esperarían tropezarse con el
Kurtz de Conrad.
Después carraspeó y en voz baja le comentó a Sergio que
le parecía que ya casi llegaban.
–Si, ya casi, –le dijo Sergio quien remaba con más ahínco
que el mismo Brino. De repente, el bote de Caronte con Víctor y Rubén, se les perdió
de vista y un momento más tarde sintieron un golpe y percibieron que se habían
detenido. Rubén silbó quedamente para orientarles en la oscuridad.
–Ahora si llegamos, estamos en tierra, – le dijo Brino a
Sergio.
Estaban en la parte oriental de la isla, cerca del
antiguo cementerio. Finalmente por la aparición de una nube de humo alrededor
de Caronte y la fosforescencia de su tabaco se orientaron los cuatro amigos en
la orilla. El pescador mascullando imprecisas precauciones masticaba su tabaco
y lo pasaba de un lado a otro en las comisuras de los labios. Cuando se
despidió fue bastante más claro.
–Los voy a esperar en Punta e Leiva antes de las cuatro y
media de la mañana. Hasta las cinco los espero. Si llegan y no estoy, me
tendrán que esperar hasta la noche de mañana. Yo volveré por ustedes y los
recogeré, pero a las cinco, ya me largo porque si me ve la Guardia pueden quitarme la
camioneta y así si me jodo. ¿Está claro?
El pescador se subió a su falucho y todos vieron como
rápidamente desaparecía en la oscuridad de la noche.
–Bien,– dijo Rubén.
–Ahora actuaremos según lo que hemos acordado. Sergio y
tú, – le susurró a Brinolfo,– explorarán la parte oriental de la isla. Atención
al ancla, hay que fijar la lancha y si pueden cubrirla con palmas será mejor.
Nosotros nos vamos a orientar por el cementerio que está por aquí, cerca,
detrás de ese centro y de las matas donde estamos. Vayan ustedes hasta la
punta, más al norte y si no ven nada, será mejor que regresen hasta aquí para
esperarnos. ¿De acuerdo? Víctor les llamó para despedirse, y todos
sincronizaron los relojes. Rubén finalmente les dijo.
–Son las doce y diez minutos, antes de las tres y media
debemos estar aquí de regreso.
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