El año de la lepra
Jorge
García Tamayo, 2011
Capítulo 16
(Segunda
parte )
***
Finalmente, en el restaurante en la ribera
del lago de Coquivacoa el profesor Silvester y su amigo bieloruso habían bebido
cerveza y luego almorzaron con plátano verde asado, con queso “de años”, y
“bollitos pelones”. En esa oportunidad Dimitri se había mostrado como nunca interesado
en el trabajo sobre la lepra que llevaba adelante el profesor Korzeniowski.
Silvester más confundido que sorprendido por el súbito interés de su amigo por
temas de ciencia e investigación, no logró una explicación lógica pero sin
ambages le relató sus más recientes experiencias y le habló sobre su queridos y
dedicados colaboradores. Ante la promesa de ir hasta el Laboratorio de la Cañada de Urdaneta después del
almuerzo, el bieloruso pareció calmar un tanto su ansiedad y no obstante
decidió relatarle a Silvester como había sido su estadía, muchos años atrás en un hospital de Pakistán
donde existía un gran leprocomio que él visitó con gran interés. Sin entrar en
detalles sobre sus amigos japoneses y los experimentos con los bacilos, Dimitri
conversó entusiasmado con Silvester sobre como y cuanto apreciaba él, la devoción
de los médicos y los investigadores que luchaban con ciertas terribles
enfermedades, como la lepra… Al final del almuerzo pidieron dos cafés, un
marroncito y un guayoyo. Miraste hacia el puente y súbitamente te sentiste
envuelto en un aura de tristeza, y sin saber porqué entonces pensaste en
Ángeles y te viste tú, humedeciéndole los labios con un algodón mojado en agua fría.
Dimitri de momento se había levantado para hacer una llamada telefónica. Él no
aceptó hacerla desde tu teléfono móvil y al quedarte solo, de nuevo regresaste
a la imagen de Ángelita agonizando, mientras te hallaste atisbando el puente
tras unas palmeras, ella rodeada de tubos y de luces que titilaban en aparatos
alrededor de su cama de hospital. Tomaste un sorbo de agua y recordaste cuanto
le gustaba a ella el agua de los ríos, aguas límpidas, de esas que bajan
saltando presurosas, aguas creando remolinos entre las piedras blancas. Al
cerrar los ojos imaginaste un río de Los Andes y la viste nuevamente, su figura
calcada en un remanso límpido rodeada de nenúfares y Ángeles allí, ella que
volteará para sonreírte, acariciada por la brisa fresca que desciende de las
montañas. Mirarás hacia el fondo del restaurante y verás en el mostrador del
bar a Dimitri, de espaldas hablando por teléfono. Una sensación de incomodidad
te embarga y sin saber porqué volverás a pensar en tu mujer ya fallecida, la
pobre Ángeles… Como evolucionó el cáncer en ella, tan rápidamente, cruelmente…
La recordaste en la casa, ella quien tan poco tiempo antes era tan fuerte, de
pronto la hallabas deambulando en su bata de florecillas, de un lado a otro,
como extraviada, yendo del armario con su ropa a la cocina, y del sillón a la
cama, sin poder evaluar tú, si realmente era su dolor tan intenso que la
llevaba a comportarse de aquella manera, o si estaría haciendo una metástasis
cerebral, o tal vez, lo pensaste en aquellos días, era todo provocado por algún
cambio metabólico, algo que la llevaba a perderse en una niebla, una terrible neblina
cancerosa, donde apenas un rictus lograba al tratar de insinuar una sonrisa
ante la caricia de tu mano, y aquel tener que llorar hacia adentro, tú,
mientras llegaba el momento de una nueva inyección para aliviar su dolor…
***
Conversación telefónica entre Dimitri Yakolev
y Nicolai Martinovic(–), el día sábado 4 de diciembre a las 3.30 pm
– Martinovic, si, soy yo, Yakolev. Necesito
que me ponga mucha atención…
– …
–Tengo que girarle instrucciones. Hoy será el
día.¿Tiene ya la gelatina? Umjú… ¿Todo está listo? ¿Ya?
– …
–Estoy en el restaurante almorzando y vamos
luego hasta La Cañada
de Urdaneta. Ya le expliqué antes. ¿Sabe algo sobre Pinilla? Él puede ayudarle
en lo de las cargas, quizás para esta noche, ¿sí?
– …
–¿Me comprende cuando le digo lo que le digo?
¿Sí? Lo que le digo, es así, sí. Atiéndame, llegaremos por el estacionamiento
detrás del edificio de dos plantas, ¡anjá!, ya usted sabe donde es. Estará
atento.
– …
– ¿Se ubica? Estaremos, el viejo y yo, va a
ser… Él y yo, solos, es decir, es como en una especie de visita…
– …
–Sí, usted me espera que yo le avisaré. Será
una tarea sencilla.
– …
–Lo más importante es que pueda ubicar los
sitios precisos, sí, donde está el bunker de los animalejos. Las cargas deberá
distribuirlas según el esquema fijado ya en el mapa, anjá, sí.
– …
–Ya, ya.
– …
– Mire Martinovic, yo ando en mi Mazda
plateado, no puede tener pérdida, cuando salgamos yo le aviso…
– …
–Tal vez tenga razón, pueden sospechar y el
calor, es verdad…
– …
– Será mejor entonces que llegue y entre
usted. Véngase, sí, si quiere se come algo, o se lo bebe, lo pide, sí, algo,
cualquier cosa, sí, en el restaurante. Ya sabe donde estamos. Luego me seguirá
hasta el sitio y así sabrá donde es…
– …
–Como si nunca me hubiera visto, ¿me
entiende?, ¿sí?, ya sabe.
– …
–A eso de las cuatro de la tarde, sí.
– …
–Está bien.
***
El gordo Pinilla logró estacionar su “Ford
Fiesta” en el Terminal de Pasajeros después de dar varias vueltas alrededor del
área para visitantes buscando un sitio libre. Eran ya más de las 3 de la tarde
(…la hora que mataron a Lola…), y el calor provocaba nubes de vapor sobre el techo
de los automóviles, estos aceleraban con sus tubos de escape humeantes en
competencia con los autobuses, llenos de gente (…¡mielda e calor!…) pasajeros
que se lanzaban o descendían de ellos mientras los conductores tocaban la
corneta irritados en un verdadero pandemónium de sol y calor, de ruido y una
humedad que hacía irrespirable el ambiente. El gordo moreno descendió de su
auto y le pidió un cafecito a un hombre que repartía vasitos de plástico y
vertía el hirviente líquido desde un termo grande que llevaba bajo el
brazo, (…puf, caliente siestástaverga, mielda!…). Se secó el sudor de la frente
con la mano y se encaminó directamente hacia el Terminal de los “Autobuses
Miramar”. En la venta de boletos preguntó por Rixio y le señalaron una puerta forrada
en papel plateado que la hacía ver como un espejo. A la entrada, dos fornidos
guardaespaldas, le preguntaron que quien era él, y Pinilla les dijo que venía a
hablar con Rixio y que era urgente.
–¿Quién sois vos y pa que lo queréis?
Le preguntó uno de ellos mientras el otro se
asomaba hacia adentro por la puerta plateada. Al fi n lo dejaron pasar y
penetró a un pequeño ambiente refrigerado por un moderno “split LG” donde se
volvió a encontrar con el importante Don Cheo que estaba hablando con un catire
colorado y pecoso. Cheo Ortega se puso de pie, se despidió del italiano Rixio,
tomó del brazo al gordo Pinilla y salió del pequeño local helado donde se
sentía el ambiente impregnado de nicotina. Caminando rápidamente, iba casi
arrastrando al gordo a través del gentío. Avanzaban ambos, de nuevo en la humedad
calurosa del terminal autobusero, cuando llegaron hasta el final de una larga
fila de autobuses. Traspusieron una puerta que se abría a un estacionamiento
particular de autos y solo fue allí cuando Cheo Ortega se detuvo, y miró de
arriba abajo al gordo Pinilla para preguntarle.
–¿I entonces Germán Pinilla, como es la
verga?, ¿Estáis listo para echarle bolas a lo que venga?
–Diga usted pa que soy bueno, señor.
Le respuesta pareció gustarle a Cheo quien le
hizo un gesto pidiéndole al gordo que le acompañase. Accionó el control de una
gran camioneta negra “Jeep Cherokee”, abrió la puerta del chofer y tomando asiento
le hizo un gesto al gordo para que entrara. Encendió el motor y prendió el
aire. Entonces le dijo luego de mirar cuidadosamente a su alrededor.
–¿Tenéis un celular? Umjú, bueno. Apuntá este
teléfono que te doy: 04245428390. Vos te vais a comunicar conmigo hoy, solo por
ese número y yo te voy a indicar lo que tenéis que hacer, paso a paso, te lo voy
a ir diciendo por tu teléfono. ¿Me entendéis?
–Positivo jefe.
–Ve, te lo voy a explicar en dos platos.
Tenéis que ir a una casa en la Urbanización El Naranjal, ¿sabéis donde es?, ajá,
bueno aquí está la calle y tenéis una foto de la casa, no te podéis equivocar.
Ve, allí vais a buscar un paquete que está forrado en plástico negro. En más o
menos como un morral, del tamaño, digo. Ese bulto se encuentra en el sitio que
está pintado aquí en este papel. Aquí lo tenéis dibujado, en un plano que te
muestra los cuartos de la casa, ¿los veis? Aquí está la sala, y en este cuarto,
el de atrás, en el baño de ese cuarto, ¿lo véis?, bueno tenéis que romper el
piso en esta esquina, la del lado opuesto a la regadera, ¿lo veis bien? No está
muy profundo así que conseguíte un barretón o cualquier verga que te sirva para
romper el piso, que es de cemento pintado… ¡Coño más claro no puede estar!
Sacáis el bojote y te me largáis de la casa. ¿Okey?
–Si jefe, parece una vaina fácil. ¿No hay
nadie en la casa?
–Sí. Esa es la vaina Pinilla. Vos tenéis que
llegar sin que te vean y esperar a que un carajo, a las cuatro y media, o casi
a las cinco de la tarde, salga. Cuando se vaya, ¿me entendéis?, al salir, vos
entráis. Aquí está la llave. ¿Más fácil? Paqué. No vive más nadie allí, así que
no tenéis pele. Cuando tengáis el paquete en las manos, me avisáis, que yo te
voy a decir donde nos vemos.
–¡Perfecto jefe!
Pinilla le hizo un saludo militar. Cheo
Ortega, lo miró un momento y luego escrutándolo fijamente le hizo una
advertencia.
–Dejame advertirte una vaina, Pinilla, ¡ay
Pinilla!, te voy a estar vigilando, y de cerquita, así que mucho cuidado con un
resbalón porque si te me desviáis un poco, te juro que quedaréis frito allí
mismo.
–Ni lo piense jefe, ni se le ocurra…
***
El sábado 4 de diciembre del año 2011, a las 5:30 de la tarde,
Yakolev y Korzeniowski se encontraban todavía en el laboratorio de La Cañada de Urdaneta. Habían
visitado las áreas de aislamiento, y el personal, tres o cuatro ayudantes,
estaban presente, pero llegadas la 6:00 de esa tarde, se acercaron y le avisaron
al profesor que se marchaban. Solo quedaría el vigilante, y como era sábado se
despidieron hasta el lunes. Queda Pedro el vigilante, en la caseta de afuera.
Eso le dijeron al profesor y Yakolev presintió que había llegado su momento.
Había estado llevando adelante su trabajo y sentía como hábil psicólogo, que
estaba logrando sus propósitos. El entrenamiento y la disciplina de Dimitri, perfeccionado
durante sus años en Galicia, había sido metódicamente administrada. Le habían
enseñado a manejar el idioma con la suficiente destreza como para persuadir a
cualquiera. Mientras se documentaba profusamente sobre el pasado y las flaquezas
del profesor Silvester, él había aguardado en la capital. Pensó que tenía ya
arreglada la situación de su judío–polaco al haber indagado sobre su familia y
su infancia durante la primera guerra. Había logrado escuchar sus comentarios sobre
como había rechazado la maldad de los alemanes y sintió que pudiese ofrecerle
la solidaridad con sus compatriotas bielorusos, por lo demás, el cuento de su
novela histórica sobre el Holocausto en Polonia le pareció había servido para
mejorar su imagen, un detalle genial. A pesar de la hora y de que el personal
ya estaba despidiéndose, Dimitri continuaba haciendo preguntas y conversando
animadamente con Silvester. Consideraba él, que había movido las fibras
personales del anciano profesor al resucitar recuerdos del pasado. Mientras
consolidaba sus propósitos durante aquel día, llegó para Yakolev el esperado
momento de solicitarle a Silvester, con cierta ansiedad, si acaso sería posible
acompañarle nuevamente hasta el sitio donde el profesor le mostrase, donde estaban
los animales enfermos y como guardaban las muestras de los bacilos mutados. Él
le expresó que deseaba, poder ver nuevamente esos cubículos. Mientras tanto
consideraba internamente si debería, quizás, o tal vez ya al final, explicarle
su proyecto, contarle sobre su ansiada oferta para lograr un acuerdo con Rusia.
En ese momento, Silvester como si estuviese leyéndole el pensamiento, desestimando
su solicitud, súbitamente tomó asiento en su oficina. Sin decir palabra le
señaló otro mullido sillón a Dimitri Yakolev, y de momento decidió comenzar a
relatarle una historia que parecía rondar su mente desde la noche anterior.
–¿Sabes algo Dimitri? En la primavera del año
1942 cuando los grupos de partisanos soviéticos organizados en brigadas de
ataque asediaban con efectividad a las tropas alemanas, los judíos
sobrevivientes, quienes habitábamos en algunas poblaciones dispersas al sur de
Polonia comenzamos a sentirnos protegidos por ustedes, ¡por los soviéticos Dimitri!
Ya en el mes de noviembre existían alrededor de 47.000 partisanos y peleábamos
unidos. En esa época los judíos bielorusos habían consolidado un escuadrón que
llamaron la Brigada Chkalov
la cual estuvo muy activa hasta el año siguiente. La colaboración inicial de
los partisanos soviéticos con los judíos polacos se dio con las fuerzas de la resistencia.
En esos años éramos unos jóvenes, casi niño era yo, y pasé a ser uno de los
muchachitos comandados por Kopel, y él busco que nos uniésemos a la AWZ que después fue denominada
Armia Krajowa. Pronto se descubriría que los rusos habían sido los responsables
de la masacre de Katyn, aquella horrenda mortandad de ciudadanos polacos, ajusticiados,
por lo que en medio de una gran indignación el apoyo polaco a los rusos, cesó.
Fue entonces cuando los soviéticos decidieron romper relaciones con los
partisanos judeo–polacos. No podrás negarlo Dimitri, pero los rusos fueron cada
día más crueles con nuestra población. La propaganda comunista hablaba de “las
bandas de polacos blancos” y comenzaron a perseguir a los polacos acusándonos
de colaborar con los alemanes. En realidad se dio la orden de exterminarnos y
por esa razón fue que quienes estábamos con los partisanos tuvimos que escapar,
algunos para ir de nuevo a guarecerse en los bosques, otros para huir de los
soviéticos tanto como lo habíamos hecho de los alemanes. Todos supimos que a finales
del año 43 la orden para los rusos fue liquidar a todos los de AK, y así
continuaron hasta la llegada del Ejército Rojo a Polonia y las presiones
seguirían, pero para la época, ya yo con el grupo de partisanos comandados por
Kopel Kopanistky, habíamos escapado hacia el sur.
Dimitri no fingió sorpresa alguna. La
historia de Kopel y de las andanzas de Silvester era bien conocida por él, sin
embargo imaginando que era mejor sincerarse para lograr sus propósitos,
suavemente le dijo al profesor.
–Amigo mío, yo voy a revelarte cosas que son
de una data más cercana, no tan lejana como los recuerdos de tu infancia. Serán
cosas que tú no conoces pues son de estos tiempos, cosas habidas bajo nuestro sistema
actual, ya siendo Lukashenko nuestro presidente. Cosas que han ocurrido de
nuevo y que puede ser que sigan sucediendo y que nos tocan a los polacos y a
los bielorusos. Fíjate que recientemente en el mes de abril del año pasado, el
presidente polaco, Lech Kaczynski, murió en Rusia, en un accidente aéreo y
podrás haber leído como algunos políticos polacos han dicho que fue por un
sabotaje. Con 96 personas a bordo, la nave siniestrada se dirigía precisamente
a las ceremonias para recordar los trágicos sucesos del bosque de Katin, en
1940. Desde el año 2005 se inició una campaña en Belarus para presionar a la minoría
polaca de nuestra nación. Nuestro gobierno acusó al régimen de la vecina
Polonia de tratar de desestabilizar el país actuando como quinta columna con
propósitos occidentalistas. Los diplomáticos polacos fueron obligados a salir
del país. Yo participé en algunas de estas actividades, lo confieso, y estuve
allí durante el cierre de un diario que funcionaba en polaco. Mientras tanto,
con la presión, la “Unión de Polacos de Belarus” cambió de parecer o se adaptó
y pasó a ser dirigida por simpatizantes del gobierno de mi presidente
Lukashenko. Fue una sabia decisión. Como se observa ahora en este país, la
gente tiene que adaptarse. Todas aquellas acciones fueron llevadas adelante
para demostrar que obviamente Minsk es una capital tan soviética como Moscú.
Debo explicarte Silvester que en eso estábamos nosotros, los bielorusos desde 1990
por lo que esta re–sovietización, o re–rusificación de Belarus es un intento
por regresar a lo que fuimos, para ser cobijados de nuevo por “La Madre Rusia”. Nuestra
intención, ya te lo he dicho antes, era y ha sido siempre separarnos,
distanciarnos del gobierno de Kiev, no
somos como los ucranianos, creemos que
nuestra unificación con Rusia deberá ser lo que consolide nuestro futuro. Pero
en esto, no todos están de acuerdo…
Entonces fue cuando tú, Silvester, realmente
comenzaste a percibir algo podrido, y en Dinamarca no estabas con toda
seguridad… Pensaste seriamente que Dimitri no era simplemente un escritor sobre
el Holocausto, ni el amigo que tantas veces había conversado contigo. Consideraste
que quizás el supuesto comerciante bieloruso que te visitaba desde hacía tantos
meses era un experto en cuestiones de política y súbitamente comprendiste que
algo raro sucedía, pero no terminaste de captar cual era el meollo del asunto.
Evidentemente, de momento Dimitri Yakolev aparecía ante tí, como un fiel
exponente de ideas sovietizantes y su plática te obligaba a ver con meridiana
claridad los criterios primariamente políticos del bieloruso. De pronto se
mostraba ante ti convencido de una necesaria fusión de su país con Rusia, sin
la cual el gobierno de Minsk, creía él, que nunca iba a poder controlar el
régimen ucraniano de Kiev, cosa que a ti poco te importaba, pero regresaste a ciertos detalles captados en tantas visitas y
largas conversaciones previas. Al volver sobre algunos comentarios e
intencionadas aproximaciones matizadas de cordialidad, te parecieron
curiosamente extrañas hasta llegar a pensar en tu fuero interno que Dimitri
había venido solidificando paulatinamente una amistad que en aquel momento te
parecía difícil de creer. Recordaste un par de situaciones que te habían
llevado a verte indirectamente metido en asuntos políticos. Por una parte, vino
a tu mente la imagen de Jaim Grudzinsky a quien recientemente habías vuelto a
ver, y quien comerciaba armamento para las guerrillas y con el gobierno
nacional, y tú bien sabías que él era un agente de la CIA. Después, al
recordar las armas, pensaste en el comercio de armas del vasco Gorkas, el
marido de Irina y padre en tus nietos a quienes no habías vuelto a ver desde
hacía varios años. Con el recuerdo de Irina regresó tu mente a Nadja y luego
volviste a pensar en Ángeles, dos amores ya fallecidos y te sentiste viejo,
consternado y confuso.
Tengo que ser yo,
Arístides Sarmiento quien personalmente escriba este largo párrafo porque
siento que es necesario esclarecer algunos aspectos relativos al vasco Gorkas y
a sus relaciones con varios personajes que estuvieron conectados con el
gobierno y en negocios con el aparato militar de aquella época. Estas
aclaratorias mías tienen por objetivo destacar la inocencia del profesor
Korzeniowski en estos negocios, por cuanto su desaparición provocaría una ola
de rumores sobre una supuesta relación entre él y Jaim Grudzinsky plenamente
identificado como un agente de la
CIA norteamericana. Al desaparecer el profesor Korzeniowski,
rápida e intencionadamente se popularizó una especie de “leyenda urbana”, según
la cual, Silvester estaría involucrado en actividades desestabilizadoras y
conspirativas. La falacia intentó transformar a Silvester en mi socio y además
presentarlo como mi muy estrecho colaborador en medio de una supuesta
conspiración urdida para derrocar al régimen llamado socialista en los críticos
meses de finales del año 2011 cuando se dieron los sucesos que se describen en
esta “novela”.
Gorkas Aspiazu conoció a la joven Irina en el
Club ItaloVenezolano de San Félix, en el territorio mágico de la Guayana y pensó que era
una italianita con años en el país. Irina representaba menos edad de la que tenía.
Él, cuando la vio por primera vez no sospechaba que ella había nacido el año
1958, ni menos aún que supuestamente Irina era hija de Nadja Kovac y de
Silvester Korzeniowski. Cuando se casaron, Gorkas e Irina, lo harían con el
auspicio de la colonia ítalo–venezolana de San Félix y Puerto Ordaz y tres años
más tarde ya tendrían dos hijos, Aitor nacido en 1986 y Maite en 1988. Gorkas
invitó a la boda a su amigo Cubillas Toscano, un vasco gipuzkoano nacido en
Donosti, quien había llegado a Venezuela muy joven huyendo de los escuadrones de
la muerte creados por el gobierno socialista de Felipe González. Desde siempre,
el amigo de Gorkas fue considerado como una conexión entre ETA y las FARC,
relaciones estas que se consolidarían más adelante hacia el año 2003 cuando
Rubén Zamora, del Frente 33 de las FARC se conectó con Cubillas quién para esa
época ya estaba ubicado como un personaje conocido en el Ministerio de
Agricultura y Tierras de Venezuela. La amistad de Cubillas con Gorkas Aspiazu,
quien aparecía como un emprendedor joven comerciante también gipuzkoano, se
remontaba a la década de los ochenta, cuando Aspiazu había vivido en Trinidad y
comerciaba por los ríos del Delta y por el Orinoco. Por ello le invitó a su
matrimonio con Irina Grudzinsky en Ciudad Bolívar. En lo que a nuestra historia
compete, el 16 de marzo del año 2010, en los días cuando se dio la visita del
presidente Lukashenko al país petrolero más
importante de América, ese hecho coincidió con la acción del juez Eloy
Velasco de la Alta Corte
de España quien dictó 12 órdenes de detención a nivel internacional para
terroristas de ETA y señaló que existían evidencias sobre la cooperación entre
el gobierno venezolano y grupos terroristas. Cubillas Toscano
resultaría ser uno de las vascos señalados por
el juez, pero para el momento era nada menos que el Jefe de Seguridad del
Ministerio de Agricultura y Tierras, por lo que el presidente del país
petrolero visitado por el presidente de Bielorrusia, apareció para señalar ante
la prensa que Cubillas y otros supuestos etarras, eran venezolanos y con hijos
venezolanos, por lo que no serían deportados nunca para responder ante la
justicia española. La conexión de Cubillas con el vasco Gorkas había sido providencial para el
agente de ETA y resultó importante en la consolidación de algunos proyectos
expansivos de la revolución bolivariana. Para la época, Aspiazu fungía como un
próspero comerciante que viajaba todo el año por el Orinoco, y poseía varias embarcaciones
con las que desde el Alto Apure acarreaba mercancías. En ocasiones el vasco
Gorkas había ayudado al tráfico de armas para las FARC. Cuando nació Maite, su
abuela Nadja quien también había emigrado a Venezuela y vivía en la población
de Upata en el Estado Bolívar, estuvo unos días visitando a su hija en Puerto
Ordaz y conoció a su primer nieto, Aitor. En esa oportunidad le expresó a Irina
que quería para su nieta otro nombre menos vasco que Maite, a ella le hubiese gustado
que se llamase Matilda como su madre, pero Gorkas no aceptó la propuesta de la
abuela y desde entonces nunca se llevaron bien. Nadja también le sugirió a su
hija que tratase de ubicar a su padre. Le comentó que Silvester era un conocido
investigador y profesor universitario en el otro extremo del país, en
Maracaibo, una ciudad muy calurosa. Al fin y al cabo, le dijo a Irina, que ella
y sus hijos, mudados a Puerto Ordaz en la zona del hierro, vivían en una tierra
igualmente hirviente y si se iban a vivir a la región petrolera quizás así
podría ella desprenderse de su marido Gorkas a quien la suegra juzgaba un
individuo peligroso pues le habían comentado que el vasco andaba en negocios de
contrabando. Después de estar establecido en el país, Cubillas Toscano se había
casado con Goizder Lavailler Odriozola quien para aquel momento era la Directora de Relaciones
Interinstitucionales del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación. Ya
durante el año 2007 la situación de Cubillas era envidiable. Bajo el amparo de
las instituciones locales, estaba encargado del adiestramiento del personal para
actividades guerrilleras en suelo venezolano. Específicamente actuaba en un
Curso de adiestramiento muy conocido ya que en éste intervenían cuatro activos militantes
de ETA expertos en la fabricación de granadas y de morteros. En el mes de
agosto de ese mismo año 2007, sus actividades se complementaron con un Curso
Teórico Práctico dictado en una finca cercana a Guasdalito en el cual dedicaron
la mayor parte del tiempo a la preparación de explosivos con C4. Siete miembros
del Frente Bolivariano de Liberación, organización muy activa en el occidente
del país, llegaron para unirse a 13 miembros de las FARC. El Curso resultó ser
un éxito tal que el llamado “Bloque del Caribe” de las FARC planteó repetirlo.
En enero del año siguiente 2008, otro entrenador de ETA, fue descrito por uno
de los informantes de la CIA,
como “un catirrucio” apellidado Shumatcher, e información cruzada sobre todas estas actividades circulaba sin que se
produjesen interrupciones pues mientras el suministro de petróleo estuviese
funcionando, el gobierno norteamericano y la CIA preferirían siempre hacerse de la vista
gorda. En enero de ese mismo año ya la mujer de Cubillas había ascendido a Directora
de Información de la
Vicepresidencia de la República a cargo de Elio Jauja Milanés. Con esas
ventajas, los guerrilleros seleccionados por las FARC viajaron hasta el norte
de Colombia y se encontraron en Barranquilla desde donde, vía Santa Marta
pasaron por la frontera con la protección del DIM y de tres militares
venezolanos que estuvieron dirigiendo la operación. Uno de los 60 alumnos del
Curso, de nombre Rubén, describió en detalle las andanzas del “Frente del
Caribe” y señaló la presencia de varios personajes clave, no solo de Cubillas,
también de dos hombres gordos, uno de ellos, un español bigotudo, y el otro, un
moreno cuya apariencia coincidía a la perfección con la descripción de Germán
Pinilla, el agente que a finales del año 2010 contratarían los bielorusos para
ayudar a Nicolai Martinovic en las gestiones indagatorias del teniente Yakolev
sobre los investigadores de la lepra en la “ciudad de fuego”. El responsable
del Curso dictado por las FARC en esa ocasión fue Luciano Martin, alias Iván
Márquez quien un par de años después, fuera denunciado por el gobierno de
Colombia por sus actividades terroristas cumplidas desde suelo venezolano, una
denuncia que apoyada en diversas evidencias, en particular con datos obtenidos
de las computadoras confiscadas tras la muerte de Raúl Reyes, los cuales valdrían
para que “el vecino país” formulase ante la ONU una denuncia concreta, la cual llevaría a la
ruptura de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia al final del
gobierno del presidente Uribe Vélez en julio del año 2010. Sería en el mes de
septiembre de ese mismo año, ya siendo el doctor Santos el nuevo presidente de
Colombia, cuando en un bombardeo el ejército colombiano acabaría con la vida de
“el mono Jojoy”, uno de los principales cabecillas de las FARC y luego a finales
de ese año 2010, Cubillas Toscano de nuevo fue reclamado por el gobierno de
España y la prensa comenzó a tratar públicamente sus andanzas como terrorista
por lo que el gobierno que había recurrido a una tretas electorales para no
perder la mayoría en las elecciones para la Asamblea Nacional
en septiembre, se encontró nuevamente enfrentando una desagradable situación en
el ámbito internacional. No obstante el dinero que le entraba al país a
raudales como consecuencia de la subida de los precios del petróleo en medio de
un crudo invierno, lograría como siempre con los petrodólares comprar
conciencias y silenciar personas. Hasta un ex agente del gobierno, quien se
había enriquecido en asuntos de aduanas con el apoyo de muchos y muy conocidos
Generales, comercializando úrea para el narcotráfico, fue capturado en
Colombia, y su caso también fue aplacado con billetes de los verdes, del verde
verde limón...
***
El gordo Pinilla detuvo su “Ford Fiesta” a la
sombra de una frondosa acacia. Desde allí y mirando en diagonal podía divisar
la casa No 89 de la urbanización “El Naranjal” donde habitaba el presbítero
Omar Yagüe Oliva. Eran las cuatro y media de la tarde y por la calle circulaban
escasos vehículos. Observó como frente a la casa estaba estacionado un pequeño
auto “Fiat–Uno” de color rojo. Pinilla apagó la máquina y encendió la radio,
giró buscando en el dial alguna música, y se quedó escuchando “un vallenato”
(…dígame si el tipo ya se fue, y yo de bolsa…), volvió a mirar la hora y se
acordó de las instrucciones de Don Cheo sobre el reloj y el teléfono celular
(…¡pinga e mono!, mejor espero…). Miraba todo el tiempo hacia la puerta de la
casita, semioculta detrás de un cercado de cayenas con escasas fl ores rojas.
“El binomio de oro” repetía en la radio, “siento decepcionarte pero es muy
tarde ya” (…olvidar no es fácil, ni un sebo se ve por esta vaina, nada, mejor así…).
Continuó atisbando la casa y mirando su reloj. Mientras tanto, el tiempo
comenzó a transcurrir y el gordo fue escuchando un vallenato tras otro. A las
cinco en punto, el hombre salió de la casa. Vestía un jean azul oscuro y una
camisa blanca. Volteó hacia la calle mirando de un lado al otro antes de
introducirse en su auto, pero Pinilla quien estaba atento, se había sumergido
casi totalmente en “su Fordcito” (…no me viste güón, ni de vaina…). Yagüe abrió
el vidrio que estaba protegido por papel ahumado y arregló el espejo
retrovisor, luego el “Fiat” arrancó suavemente y Pinilla lo miró hasta verlo
desaparecer en la esquina.
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