lunes, 16 de abril de 2018

Lewis Carroll



Lewis Carroll
 
Lewis Carroll (1832-1898), es el autor de Alicia en el País de la Maravillas y A través del Espejo, era un profesor de matemáticas de la Universidad de Oxford, cuyo nombre realmente era, Charles Lutwidg Dogson, quien publicaba trabajos sobre complejos problemas matemáticos. Las habilidades fotográficas de Carroll, demostraron que poseía talento y un cierto encanto en su técnica que hizo de él uno de los primeros grandes fotógrafos reconocido por sus numerosas fotos de niñas. Entre muchas, existen las fotos de la pequeña Alice Liddell, heroína y primera lectora de sus dos obras famosas en la tradición de la literatura inglesa infantil. Es bien conocida, la fascinación de Carroll por Alice Liddell, la niña que inspiró a la protagonista de «Alicia», en una época en la que se sospecha que llegó a pedirle en matrimonio cuando ella sólo contaba 13 años. Él nunca contrajo matrimonio y era profundamente religioso, de carácter apacible e inocente, hasta el punto de considerar el mundo exterior demasiado peligroso, lo suficiente como para preferir vivir sumido en su mundo ilógico de fantasía. Carroll se sentía feliz viviendo encerrado entre los muros de
un colegio de Oxford y contándole cuentos a la hija pequeña del doctor Liddell, un gran helenista. Él mostró ese exterior peligroso, plagando el mundo de Alicia con excéntricos ingleses de la época victoriana que, casi siempre disfrazados de animales donde la visión infantil parece ser la más lógica y razonable. Alicia, con solo beber de una botellita, podía cambiar de tamaño y hacerse enorme, o si comía un pastelillo se encogía, de manera que solo los niños podrían concebir como “lógicas” las analogías entre el mundo real y el de los sueños creados por Carroll. Las canciones que Alicia canta o escucha conservan una cierta lógica, la del mundo de los sueños que reproducen, un mundo disparatado pero cargado de una profunda lógica.

Carroll alcanzó la excelencia en el arte de la fotografía, que convirtió en la expresión de su personal filosofía interior: la creencia en la divinidad de lo que él llamaba, belleza, que para él significaba un estado de perfección moral, estética, o física. A través de la fotografía, Carroll trató de combinar los ideales de libertad y belleza con la inocencia edénica, donde el cuerpo humano y el contacto humano podían ser disfrutados sin sentimiento de culpa, visión que se transformó en la persecución de la belleza como un estado de gracia, un medio para recuperar la inocencia perdida. Más de la mitad de su obra está dedicada a retratar a niñas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que de la totalidad de su obra se ha conservado menos de un tercio. La niña que más veces le sirvió de modelo fue Alexandra Kitchin(«Xie»), hija del decano de la catedral de Winchester, a la que fotografió unas cincuenta veces desde que tenía 4 años hasta que cumplió 16. A Carroll definitivamente le gustaban las niñas y no le complacía verlas crecer.     

Tras revisar ciertos detalles de su vida, se han planteado preguntas sobre el carácter “pedófilo” de Carroll quien no se ocupaba de esconder sus aficiones sino que las mostraba abiertamente. Dicha especulación ha sido desafiada por varios académicos que argumentan que Carroll debe ser comprendido en contexto del espacio y del tiempo de la cultura victoriana, cuando la aparición de niñas desnudas podía verse como algo totalmente normal porque equivalía a un símbolo de inocencia. Sin descartar que el amor de Carroll por las niñas fuese inocente sin que pudiesen atribuírsele explicaciones de carácter  sexual, se ha llegado a plantear que más a un deseo sexual sus aproximaciones a las niñas y jovencitas púberes representaban  el deseo oculto de seguir siendo un niño. Cultivó también el paisaje y el estudio anatómico. Dodgson abandonó repentinamente la fotografía en 1880. 
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Un artículo del 14/01/2018, en el ABC de España, sobre Lewis Carroll, señalaba que detrás de su prodigiosa obra se esconde una figura controvertida que no ha dejado de generar polémicas. El escritor Will Self, quien no dudó en tachar al literato de «pedófilo reprimido». «Es un problema cuando alguien escribe un gran libro, pero no es una buena persona», afirmó en su momento. Por otra parte, la biznieta de Alice Liddell declararía…«Era un hombre extraño, pero admirable. No quiero lanzar acusaciones de pedofilia, con la que estamos ahora tan obsesionados, contra él. Es triste que sea lo que más trascienda». En un libro publicado en 2013."El hombre que amaba a las niñas" a través de las cartas de Carroll, en las que se hacía pasar por un niño, Servando Rocha el editor del volumen trataría de explicar su conducta : «Él amaba a las niñas en una época, alrededor de 1860, en la que había muchos fotógrafos que hacían lo mismo, pero lo que sorprende es que cuando escribe las cartas él se hace pasar por un niño, no es un adulto escribiendo».

Dodgson escribió poesía y cuentos que envió a varias revistas con un discreto éxito. La mayor parte de sus escritos fueron sobre geometría, escribió también sobre otros temas matemáticos: de la cuadratura del círculo, del cifrado de mensajes, de àlgebra, de aritmètica electoral y votaciones,  así como sobre lógica. Entre 1854 y 1856 su obra apareció en las publicaciones de ámbito nacional y en revistas de menor difusión. La mayor parte de sus escritos son humorísticos, y en ocasiones satíricos. En 1856 publicó su primera obra con el seudónimo que le haría famoso: Lewis Carroll. En los últimos años de su vida le prestó atención a las matemáticas recreativas, al estudio de las paradojas y la teoría del silogismo. Publicó numerosos apuntes sobre la obra de referencia de su época, los Elementos de Euclides, y un libro en el que confrontaba a este con autores contemporáneos (1879). El arte de las matemáticas, usualmente exige una dedicación que por ley natural es abstracta y compleja, de manera que podía pensarse que Carroll jamás quiso asumir las responsabilidades de un adulto. 

Lewis Carroll nunca quiso ser famoso, odiaba la fama. Nunca concedió entrevistas y detestaba firmar autógrafos. Tal era su pudor que, en una carta que apareció en 2014, admitió que había momentos en los que desearía no haber escrito los libros que tuvieron tanto éxito. En la carta escrita en 1891, a una amiga conocida como la señora Symonds, le dijo: «Odio tanto todo eso que a veces pienso que ojalá no hubiera escrito ningún libro»

Maracaibo 16 de abril de 2018

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