CUMPLEAÑOS
DE CACHET
Sobre la mesa cruzan sus miradas sudorosas los niños. Mejillas rubicundas,
cachetes morenitos, sonrisa y carcajada y chispas que se apagan en los ojos.
Todos convergen sobre las pequeñas humeantes velitas de azul cielo. Las luces
se encendieron y todos gritan y chillan mientras se apagan los ecos del happy
birthay de Eugenio happy birthay to you. Aplausos, pitos, chillidos, más
gritos, sonajeros y un solo acto, el de apelotonarse todos sobre la torta. Dame
mi pasta, a mí dame. Madres y abuelas, como gallinas aleteando y tú blandiendo
el cuchillo de plata, ancho espejo de ansiedad contenida. Tú, a un lado
ordenas, al otro señalas, das instrucciones al frente, indicas los pasos del
ritual, manotean los chiquillos, unos le meten los dedos al quesillo, le
arrancan el pastillaje a la torta. Dame una velita, quitá la mano de allí
Eveddy, a mí a mí, ¡mami me están espachurrando! ¡Ay, cuidado con la gelatina!
Ana tráigame la ensalada de frutas, pasame los platicos. Tú te volteas y te ríes,
sacudes la cabeza. Dame las servilletas Edelmira. Celia y Aurita y tus amigas.
Ana con mucho cuidadito. Más alaridos. Dame tía, a mí primero. ¿Cómo que tienen
hambre? No tan gordos los trozos, así, ¿vos les vais a poner los pedazos en las
servilleticas? Pa los niñitos, ¿sí? ¿Queréis quesillo? ¿Vos no queréis mi amor?
Mejor en los platicos Ana, cónchale Luquitas tené cuidado, aquí ve, ponele más,
¡ajá! Pero cogé la pastica mijo, ¿que queréis vos?, ¿quesillo o gelatina?, de
los dos, dale pues, ¿y vos no queréis quesillo? Clarita serviles de ese lado, ¿no
habéis probado el pai?, el de limón mijita, ¡umhm!, ¡con cuidadito Ender! ¡Ay
Dios mío! Decile a Petra que nos traiga el lampazo, ¡que desastre!, ¡mi alma!,
no me vayan a voltear otro vaso. ¡Endito!, ¡vos tenéis que fijarte!, no
importa, vai chico no lloréis.Tú te volteas otra vez sonriendo. Tu cabello se
corre hacia tu hombro como una cortina, un flequillo de negros pelos lacios en
tu frente, lo soplas y se levanta cayendo rítmicamente. Estáis igualitica al
Príncipe Valiente… Te lo dijo esa tarde tu propio marido. Tú lo ves a lo lejos,
lo miras a través del gran cristal de la puerta que da al jardín y sientes que todo es irreal.
Tu marido vestido y de corbata, parece un caballero. ¡Lo he logrado! Tus sueños
tan ansiados. Él está en casa, y tú lo miras tras las puertas de vidrio, a lo
lejos conversando con tantas amistades, colegas, familiares, los hombres de negocios
amigos de tu padre, tú los miras, mientras sirves los platos, la torta, si, ya
llegan los juguetes, bolsitas con corotos, los niños se sueltan de sus madres,
otros entregan los paquetes al servicio, corren al patio, van a seguir jugando,
salen hacia el jardín. Tú suspiras por un instante y piensas en lo bien que
todo está quedando, la suerte de poder celebrar el cumpleaños de Eugenio en la
casa grande, tus padres encantados, ¿y Emidgio?, al fin él lo había aceptado.
Más de treinta chiquillos se revuelcan, se tiran de cabeza, en las colinas
tapizadas de grama japonesa, entre ellos, algunas cuidadoras mirándolos de
lejos, sirvientas de ropa almidonada, negritas cargadoras o guajiras,
jovencitas las más, uniformadas, cabellos lacios, pasitas o crinejas, vigilando
niñitas primorosas o cargando a los niños más pequeños, ayas les dicen unos,
otros corren tras las bandejas de quesos y tequeños, algunos las llaman por sus
nombres de pila, las madres les ordenan miles de cosas todo el tiempo… ¡Fíjese
en esta niña Hercila!, Olga ve si Cheíto se hizo pupú… A Yhajaira, quien nació
en La Guajira, le brillan los ojitos, rasgadas hendiduras, con alegría barata,
sonríen admirados mirando la piñata. ¡Pero Yhajaira!, atendémele a Ennio. Vai
vos, comete la pastica nené. Bueno, pero guardame la bolsita de caramelos.
Maigualida, se me va de una vez con ese niño al cuarto lo cambia y lo regresa,
en el aire acondicionado Javiercito dormirá muy tranquilo, ¿dónde anda Chela?
¿Tú? Tú te has chupado el dedo cubierto de nevado y automáticamente, ¡las
gringas!, lo has pensado. Por aquí siempre se imponen las reglas de la
educación… Pasame más tequeños… ¿Por qué tendremos siempre que volver al Carreño?,
allá las gringas son menos enrolladas... ¡Ay Yolita esta mujer que tengo en la
casa es la cosa más burra de este mundo! Tú escuchas lo que dicen tus amigas mientras
sigues sonriendo, y en la distancia, observas como conversa entretenido tu
flamante marido. Imaginate chica que si te cuento no lo vais a creer... Estás
contenta y todo marcha como tiene que ser. Tus padres se han encargado de botar
la casa por la ventana y eso lo captan todos los invitados. Tú piensas que la fiesta
marcará el final de muchas discusiones, hoy sientes que hay al fin en tu vida
un mañana. Él ha vuelto, atisbas su figura
en el jardín, le miras, sí, es él, ¡y encorbatado!, ¡que emoción!, y él, ¿te
estará observando? Conversa con la gringa Paulina, desde hace un rato… También
ves a tu padre camina por el patio, el viejo sí se prodigó en esta, se abrió
como paraguas chino, ¿cuántas cajas de whisky?, ¡cuántos regalos finos!, ¿y los
que se repartirán en la fiesta? Entre las mesas, los mesoneros se mueven
diligentes, Flor y Edelmira se te acercan, ¿ya ha probado la torta casi toda la
gente? ¡Ay mijita!, pero dime, ¿es verdad que celebras el regreso de tu tierno
marido? Tú sonriente les informas que ha renunciado a la medicatura, les
cuentas que tu esposo querido vivió una temporada de locura, pero la nueva
etapa que van a comenzar, es un negocio redondo. Él y yo en el pleno ejercicio,
seremos socios, llegó el momento de hacer mucho dinero, pero lo más hermoso, es
que sus hijos van a tener con ellos al padre cariñoso. ¡Él ha vivido desde hace
tiempo tan lejos de nosotros!, esto es un cambio verdadero.
Con
ligeras modificaciones, texto extraído del Capítulo II de “La peste loca”(novela), International Windmills Ed. California, USA,
2011
Maracaibo,
25 de junio del año 2016
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