LA PERVERSIÓN DE
LA UTOPÍA DEL SIGLO XX
En el siglo XXI, ya muerta y enterrada la URSS, el libro de Padura sobre
el asesinato de Lev Davídovich Bronstein mejor conocido como Leon Trotski, nos
obliga a hacer una honda reflexión sobre lo que él mismo denomina “la perversión de la gran utopía del siglo
XX”. El autor insiste en que su obra es una novela, que ha sido escrita
tomándose todas las libertades que le permite la ficción, donde la presencia de
una cruda realidad histórica aparece rutilante en cada página de la novela y
hace de El hombre que amaba a los perros(Tusquets,
Barcelona 2009), una fantástica obra
literaria ganadora de varios importantes galardones que a Padura le han valido,
-a pesar de relatar descarnadamente la realidad sobre las desgracias que a su
patria le ha endilgado la revolución cubana-, para recibir el Premio Nacional
de Literatura del año 2012 en La Habana.
La segunda muerte de Ramón
Mercader, de Jorge Semprún; El hombre que amaba a los perros, de
Leonardo Padura, y la sección “La muerte de Trotsky referida por varios
escritores cubanos, años después (o antes)”, perteneciente a Tres tristes tigres de Cabrera Infante,
son todos textos que poseen
coincidencias político-ideológicas, y en todos ellos el desencanto clausura fatalmente
a las utopías políticas.
El asesinato de Trotsky el 22 de agosto de 1940 en la ciudad de México
generó consecuencias insospechadas al darle punto final a una conspiración y un
terrible acoso que marcaría el final de un proyecto destinado a direccionar la
historia política de la izquierda. La cruel realidad ahora en conocimiento de
todos, para aquellos años escindió al Partido Comunista de otras organizaciones
izquierdistas, y daría origen a varios textos literarios, los cuales a la vez, se
apoyan en realidades fielmente expresadas en uno de los textos capitales de Trotsky.
Ya en el exilio tras la muerte de Lenin, el forjador de la Revolución de
Octubre que en noviembre de 1917 le permitió a los bolcheviques tomar el poder en
Rusia, desde la introducción de “La
revolución traicionada” le informaría al mundo, como…“toda la vieja guardia bolchevique fue sometida al exterminio físico,
fusilados los organizadores del partido, los participantes en la Revolución de
Octubre, los edificadores del Estado soviético, los dirigentes de la industria,
los héroes de la guerra civil, los mejores generales del Ejército Rojo, entre
ellos Tujachevski, Iakir y Uborevich... En cada una de las diversas repúblicas
de la Unión Soviética, en cada provincia, en cada región, la depuración fue sangrienta,
no menos feroz que en Moscú, aunque más anónima”.
Ana María Amar Sánchez, Doctora en Letras de la Universidad de Buenos
Aires y profesora de la Universidad de California, Irvine, publicó en Estados
Unidos “El arte de la política/la
política del arte: Semprún y Padura ante el asesinato de Trotsky”, texto
que analiza cuidadosamente las novelas de Jorge Semprún y
de Leonardo Padura en los Cuadernos
de Literatura Vol. XVI No.35, de enero-junio 2014. Según Amar Sánchez, “la novela de Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, es un
ejemplo paradigmático de un proyecto estético que se plantea abiertamente como
político”. En ella se entrecruzan tres investigaciones: dos muy ceñidas a
la historia que se enfocan en Trotsky y en su asesino Ramón Mercader, y la tercera
historia que tiene un protagonista, narrador ficcional que nos conduce a
recordar que Padura es un escritor de tramas policiales, reconocido como el
creador del teniente investigador Mario Conde, protagonista de una serie de ocho
novelas, desde Pasado perfecto (1991)
hasta Herejes (2013), y será
precisamente su fascinación por Raymond Chandler la que le llevará a usar el título
de uno de los cuentos del escritor norteamericano presente en la colección de Asesino en la lluvia (El hombre que
amaba a los perros) para ofrecérselo a su propia novela sobre Trotsky y su
asesino, Ramón Mercader. Ana María Amar Sánchez opinará finalmente sobre las
novelas de Semprúm y Padura, que “las dos
narraciones, las dos ficciones, clausuran las mismas ilusiones con las mismas
dudas y el mismo desencanto”.
La novela de Padura, sin lugar a dudas es una ficción, pero dos de las
tres secciones que la conforman se perciben como eminentemente históricas y no
obstante, con todo y las consideraciones que György Lukács haya hecho sobre la
novela histórica, obligan al lector a recordar
lo que ha expresado Javier Cercas, de que “el
novelista está autorizado a engañar”, hasta llegar a repetir que pueden
haber tantos Quijotes y Madame Bovary como lectores existan, pues los libros
son tan solo letras impresas que siempre precisarán de un lector para darles
vida.
Maracaibo, 20 de junio del 2016
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