Hoy amanecí con una poesía en la cabeza… Es decir, ya es media mañana y todavía regresan a mi mente las estrofas de aquel poema recitado en mis años de educación primaria elemental. Te sonará lo de “emmental” a queso o a “querido Watson” como si de un Holmes cualquiera se tratase, pero no, lo que relato fue mucho antes, era en mi escuela primaria bajo tutela jesuítica…
Era una poesía estaba dedicada a “La Virgen del Recuerdo”y justamente por eso, al recordarla decidí atreverme a escribir sobre esta remembranza, y es que siento como fiel reflejo de aquel ambiente una curiosa confrontación entre nosotros, niños, y Satanás, percibiendo lo afortunado que éramos al tener el respaldo permanente de la Virgen Maria. Lo digo a estas alturas, siendo ya “un señor” de casi 83 años que comienza a aceptar las naturales fallas de la memoria…
Arranqué escribiendo aquí textualmente: “Dulcísimo recuerdo de mi vida” y me detuve porque recordé que ese no es el poema que llegó a mi mente esta mañana muy temprano. Ven, lo que decía de la memoria y las fallas puntuales… De ese, del “dulcísimo recuerdo”... Ya una vez escribí algo en este blog lapesteloca en 2017 y aquí va el link (https://bit.ly/3oOMi4L) para los interesados en el tema.
La poesía que recordé se refiere igualmente a la Virgen María y en ella se menciona nada menos que a Satanás… Esta comenzaba de una manera, quizás más hermosa: decía… “Envuelto en tus miradas, oh Virgen de mi amor, yo quiero en mis combates ser bravo luchador”-“No temo la derrota, si Tú conmigo vas, tu manto es la bandera de mi lucha triunfal”... La confrontación proseguía de esta manera: “Satán arme sus garras!, no temo su furor, me asiste en la pelea la Madre del Señor”. “Oh Estrella protectora de mi lucha triunfal, en medio del combate mi voz te llamará. Ave, ave, ave Maria!”
Ahora que me estoy atreviendo a escribir sobre estos recuerdos de un pasado tan remoto, descubro y debo aceptar que estas reflexiones emergen de mi subconsciente, y puede resultar por demás interesante cotejar esas lejanas vivencias, donde puedo encontrarme -casi que“en el infight”- con Belcebú, Satán o Mefistófeles, todos en plena pelea, pero sabiéndose asistidos -nada más y nada menos que- con “la Madre del Señor”. Debo afirmar que éstas imágenes no logran despertar en mí el recuerdo de temores ocultos, o de miedo, pues nos sabíamos protegidos por la Virgen Maria.
Acudieron sucesivamente otras estrofas de canciones asociadas al gran jefe Ignacio de Loyola donde el combate estaba planteado muy en serio, la lucha era contra las Fuerzas del Mal: “Lance lance, a la lid fiero Luzbel, a sus monstruos en tropel!... “De Luzbel las legiones se ven ya marchar y sus negros pendones el sol enlutar: Compañia de Jesús corrió a la lid!, a la lid!” …y al final, … “el Santo Ejército sin tregua bátese en la batalla campal, fiel presagio del lauro bélico, y de la paz, si, de la paz”.
En fin, me da por pensar, ahora que mis neuronas han sido desde hace mucho tiempo ya codificadas por los recuerdos, que hay retazos de mi infancia los cuales percibo como envueltos en una neblina densa, casi medieval. Puedo creer que quizás de aquí proviene mi regusto por la Edad Media, la época en la historia donde lo humano y lo divino se mezclaban insensiblemente. No he querido tocar el tema de la evolución de aquella peculiar educación escolástica repotenciada cuando vivíamos intensamente los ejercicios espirituales ignacianos que se aplicaban con el necesario rigor, para disfrutar de una adolescencia y juventud vivida a la usanza de a.m.d g.
Me parece que ya debe estar bien esta perorata y será suficiente por hoy, sin caer en buscarle vueltas a la memoria pues ella es función de nuestro cerebro, siempre listo para codificar, almacenar y recuperar la información de cosas del pasado. Sabemos que la memoria surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las redes neuronales. En agosto, hace un año, ya lo dije en este blog ( https://bit.ly/3OQ95Ih ) “sabemos que los recuerdos son imágenes del pasado que se archivan en la memoria”. Por ello, este regreso puede resultar ser visto, nada más que, sencillamente “otra vuelta de tuerca”. Feliz día.
Escrito en Londres un jueves 4 de agosto del año 2022
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