lunes, 1 de diciembre de 2025

García-Bellido y las moscas.


Antonio García-Bellido fue influyente científico español, fallecido el 10 de noviembre a los 89 años nos hablaría de cómo las conversaciones entre células controlan el espacio y señalaría que cuanto sabemos hoy sobre la biología de los seres vivos tiene su origen en una serie de descubrimientos que se llevaron a cabo entre los años sesenta y setenta del siglo pasado.

La estructura del ADN demostró el mecanismo de la herencia de caracteres de padres a hijos y abrió el camino para entender la acción de los genes. Con la clonación de sapos y ranas se demostró que la información genética, escrita en el ADN, no se pierde en la transformación de la primera célula en el conjunto que es un ser vivo y aprendimos las reglas básicas de cómo los genes contribuyen a esa transformación. La mayor parte de estos estudios se llevaron a cabo o su epicentro en Oxford, Cambridge, Boston y Nueva York, pero la última se dio  en el Madrid de los años setenta con el trabajo de Antonio García-Bellido (1936-2025), con la mosca del vinagre.

Reconocido mundialmente, al margen de varios premios, entre ellos el Príncipe de Asturias, Antonio García-Bellido ha permanecido anónimo para el público en España y ahora, su fallecimiento ha servido para recordar que hace unos años Francisco Mojica, fue el descubridor de CRISPR, pero ya sabemos que nadie es profeta en su tierra. Antonio García-Bellido, no pasaba desapercibido para sus colegas y estudiantes ya que con fuertes rugidos expresaba sus dudas y sus preguntas pues era un apasionado con la ciencia, y sus intuiciones sobre los seres vivos, siempre estuvieron en sus pensamientos y contribuyó al desarrollo de la ciencia en España formando varias generaciones de estudiantes, impulsando a colegas, a nuevas aventuras e inspirando a otros desde el extranjero.

Nacido en Madrid en una familia de gran tradición humanística, García-Bellido sintió gran interés por la biología. Con un ejercicio autodidacta su primera pregunta era siempre: “¿Qué has leído?”. Para él la ciencia era parte de un gran conjunto cultural con raíces en la curiosidad individual. En la España de la Guerra Civil lo que había de ciencia se reducía a una veneración, más religiosa que de contenido, a Santiago Ramón y Cajal. García-Bellido se formó en la biblioteca de su padre, desde donde se trazó el plan de entender la fisiología, las capacidades constructoras de las células y la genética, en ese orden,

Comienza una tesis con Eugenio Ortiz sobre una mutación en Drosophila, la mosca del vinagre. Visita Cambridge y Zúrich para aprender fisiología, pero intuye que el secreto se esconde en la genética. Dijo en alusión al ovillo utilizado por el héroe Teseo para escapar del laberinto del Minotauro en la mitología griega: “La genética es el hilo de Ariadna que nos ayuda en el laberinto de nuestras preguntas biológicas”. Con esta idea, en 1968, después de doctorarse aterriza en Caltech, California, donde tendrá lo que llamo la revelación de su vida.

Se va a EE UU con las moscas en la maleta y una vez allí, comienza a escudriñar los resultados del experimento y empieza a entender, como lo que observa es que dependiendo de la edad de marcaje, las células ocupan más o menos territorio cosa que no lo hacen al azar, sino siguiendo reglas espaciales de colonización. En Caltech, trabajando con Ed Lewis ―futuro premio Nobel por su trabajo sobre el papel de los genes en el desarrollo― empezará a entender que los genes permiten a las células leer esas reglas y que los genes que hacen este trabajo son especiales, y él los llama “selectores” porque seleccionan lo que hacen las células.

De regreso en Madrid, monta un laboratorio en el CSIC de la calle Velázquez con la ayuda de su esposa María Paz Capdevila y tiene la suerte de que sus tres primeros estudiantes Morata, Ripoll y Santamaria, son brillantes y sus apellidos se unen a García-Bellido en una serie de artículos que atraen la atención en el extranjero.    En 1975 su grupo se muda al Centro de Biología Molecular en la Universidad Autónoma de Madrid, del que García-Bellido donde su laboratorio se convierte en una suerte de meca de la disciplina que ha fundado.

Entre microscopios y moscas, analizaban y discutían resultados y se exportaba ciencia bajo la batuta de García-Bellido, se crearon cimientos muy sólidos que hoy siguen dando sus frutos en entendimiento del desarrollo de los seres vivos. Los estudiantes y colaboradores de los años ochenta y noventa recordarán que García-Bellido ejercía de pontífice de la nueva biología del desarrollo proponiendo nuevos experimentos, cuestionando resultados y pidiendo claridad, pero siempre provocando, estimulando, pidiendo ir más lejos en el entendimiento de los hechos.

Así era Antonio, un autodidacta con una pasión por la ciencia que trae a la memoria aquella visión de Ortega y Gasset sobre la ciencia en España: “fanfarrona, atrevida, irá ganando la certidumbre a brincos […]. Ciencia bárbara, mística y errabunda”.

Maracaibo, lunes 1 de diciembre del año 2025