martes, 23 de diciembre de 2025

La Navidad


La letra y la música de un villancico venezolano que suena en todo el mundo desde hace muchos años es del compositor y productor venezolano Hugo César Blanco Manzo (fallecido en 2015), quien la escribió en 1972. “Mi burrito sabanero” fue grabado por el solista Simón Narciso Díaz Márquez mejor conocido como Tío Simón, uno de los mayores exponentes de la música en Venezuela (también fallecido, en 2014).“Mi burrito sabanero” grabado por Simón Díaz, fue incluido en su disco «Las Gaitas de Simón» donde es acompañado por la Coral Infantil de Venezuela; Posteriormente el grupo musical infantil venezolano “La Rondallita” lo grabó en noviembre de 1975 con la voz solista del niño Ricardo Cuenci, siendo esta última versión la que alcanzó una gran popularidad en varios países de Hispanoamérica y en Europa desde finales de la década de 1970. Durante años, yo lo estuve usando para desear Feliz Navidad a través de internet. Este año 2025 el cantante español David Bisbal lo ha popularizado nuevamente en su disco especial de Navidad.

 

El pesebre venezolano se origina de las tradiciones españolas traídas a América por los colonizadores. El pesebre se arma antes de la Navidad, generalmente el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, y se deja en pie hasta el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria. La Navidad en el país es una festividad que se acompaña con la música de villancicos y en el Zulia con las gaitas y existen las “misas de gallo” y hasta hubo una tradición de patinadores, ya casi todas estas tradiciones muy debilitadas o desaparecidas…

 

El pesebre siempre fue una tradición en Venezuela. El primer domingo de diciembre, comenzaban las celebraciones en los diferentes estados de Venezuela. En los estados andinos Táchira, Mérida y Trujillo entre el 24 de diciembre y el 2 de febrero se realiza la Paradura del Niño, que consiste en pasear al Niño Jesús en un pañuelo de seda, con cantos y procesiones con complejos y elaborados pesebres. El día de la celebración, músicos, cantantes, rezanderos y padrinos entonan coplas pidiendo al Niño Dios que bendiga las casas y los campos. Cuando termina el paseo de “la paradura”, el Niño es regresado y vuelto a colocar en el Pesebre, pero de pie.

 

En casa, mi madre revelaba sus ancestros tachirenses en Navidad y todos sacábamos las telas arrugadas y los bártulos del pesebre, cada año, para con engrudo coloreado con anilinas ir preparando las serranías donde colocaríamos los conjuntos de casitas y pequeños personajes y animales, con calles en el coleto, creando valles de aserrín pintado, con pastorcitos, ovejitas de anime y muñequitos que estaban presentes, emergiendo cada año. Las figuras principales del pesebre, la Virgen María, San José, la mula y el buey, esperaban ya ubicados hasta la medianoche del 24 por el Niño Jesús. Además, estarían los tres Reyes Magos que acostumbrábamos ir acercándolos hasta hacerlos presentes el 6 de enero del año siguiente. Una cueva o la casita para albergar las figuras centrales se lograba siempre y el piso de lama y musgo que teníamos la precaución de haber guardado recogiéndolo en los páramos andinos durante las vacaciones. De esa manera, todo el año, nos preparábamos para la próxima Navidad. Mi hijo mayor, Jorge Eduardo conserva la tradición en su hogar en Miami con las figuras originales de su abuela.

 

Así lo hacíamos en casa, también mi madre usaba algo que era común según sus tradiciones ya heredadas por nosotros, ocultaría al principio al niño Jesús (retirado físicamente de la escena), hasta la medianoche del 24 de diciembre, cuando se hace presente y se considera que por fin Jesucristo “ha nacido”. Así era la navidad en mi casa y lo hacíamos con un ritual de llevarlo al Niño Dios en un pañuelo por la casa catando villancicos y tocando campanitas hasta colocarlo en su sitio en medio del pesebre entre San José y la Virgen María… Así era nuestra Navidad…y recuerdo como escuché a mi madre recitar muchas veces esta poesía, del genial poeta nicaragüense Rubén Darío y aunque la publiqué en el blog el 31 de diciembre del año 2020, en esta Navidad, he vuelto a recordarla hoy y la repito nuevamente para mis lectores.

 

Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina. Salen los tres reyes de adorar al rey, flor de infancia llena de una luz divina que humaniza y dora la mula y el buey. Baltasar medita, mirando la estrella que guía en la altura. Gaspar sueña en la visión sagrada. Melchor ve en aquella visión la llegada de un mágico bien. Las cabalgaduras sacuden los cuellos cubiertos de sedas y metales.

Frío matinal refresca belfos de camellos húmedos de gracia, de azul y rocío. Las meditaciones de la barba sabia van acompasando los plumajes flavos, los ágiles trotes de potros de Arabia y las risas blancas de negros esclavos. ¿De dónde vinieron a la Epifanía? ¿De Persia? ¿De Egipto? ¿De la India? Es en vano cavilar. Vinieron de la luz, del Día, del Amor. Inútil pensar, Tertuliano. El fin anunciaban de un gran cautiverio y el advenimiento de un raro tesoro. Traían un símbolo de triple misterio, portando el incienso, la mirra y el oro. 


En las cercanías de Belén se para el cortejo. ¿A causa? A causa de que una dulce niña de belleza rara surge ante los magos, todo ensueño y fe. ¡Oh, reyes! ¿les dice?. Yo soy una niña que oyó a los vecinos pastores cantar, y desde la próxima florida campiña miró vuestro regio cortejo pasar. Yo sé que ha nacido Jesús Nazareno, que el mundo está lleno de gozo por El, y que es tan rosado, tan lindo y tan bueno, que hace al sol más sol, y a la miel más miel. Aún no llega el día... ¿Dónde está el establo? Prestadme la estrella para ir a Belén. No tengáis cuidado que la apague el diablo, con mis ojos puros la cuidaré bien.


Los magos quedaron silenciosos. Bella de toda belleza, a Belén tornó la estrella y la niña, llevada por ella al establo, cuna de Jesús, entró. Pero cuando estuvo junto a aquel infante, en cuyas pupilas miró a Dios arder, se quedó pasmada, pálido el semblante, porque no tenía nada que ofrecer.

 

La Madre miraba a su niño lucero, las dos bestias buenas daban su calor; sonreía el santo viejo carpintero, la niña estaba temblando de amor. Allí había oro en cajas reales, perfumes en frascos de hechura oriental, incienso en copas de finos metales, y quesos, y flores, y miel de panal. Se puso rosada, rosada, rosada... ante la mirada del niño Jesús. (Felizmente que era su madrina un hada, de Anatole France o el doctor Mardrús).


¡Qué dar a ese niño, qué dar sino ella! ¿Qué dar a ese tierno divino Señor? Le hubiera ofrecido la mágica estrella, la de Baltasar, Gaspar y Melchor... Más a los influjos del hada amorosa, que supo el secreto de aquel corazón, se fue convirtiendo poco a poco en rosa, en rosa más bella que las de Sarón. La metamorfosis fue santa aquel día (la sombra lejana de Ovidio aplaudía), pues la dulce niña ofreció al Señor, que le agradecía y le sonreía, en la melodía de la Epifanía, su cuerpo hecho pétalos y su alma hecha olor.

 

Feliz Navidad para todos.

Maracaibo, 24 de diciembre del año 2025

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