sábado, 24 de septiembre de 2022

Periplo andino…



Creo recordar que me fui en un autobús, de esos que hacen viajes largos, no tan caros; un pasaje baratón. El bus decía algo así como "Expresos Cordilleranos", y fueron muchas horas de rodar. Abrir los ojos en el Vigía, o quizás fue en Agua Viva… Yo llevaba una mona imbricada en otra… Nos tolerábamos… Sentía la lengua como una cotiza. ¡No supe si en un momento me cambiaron de autobús! Era por distraerme, al bajarme a beber pelaba bola, pero había que hacerlo, después estaría más atento, carterita en mano, así era… ¡La sed es una vaina seria! Es algo insaciable.

En Motatán estábamos, creo, cuando se bajaron del bus; a miar me figuro yo. En eso andaba yo también y cuando me sacudía escuché retumbar un trueno. ¡Vergación, va a llover! Recuerdo que así dije, cuando escuché clarito… Busté stá en San Rajel y solo vaser una lloviznita nomás… Me lo musitaba un vejete tocado con un sombrerito de paja. Mascaba chimó, escupía y chispeaba de sepia el mundo entero. Yo veía como el escupitazo se arropaba en la arena, ¿Busté quierechimó? Me lo ofreció y yo me estremecí...

Debo haberme dormido porque desperté sediento. Miré el paisaje y no estaba en el autobús. Creí entender que todavía estaría en SanRajel. ¿Unos michitos? Sonreí aliviado. Le pasé el brazo. Él andaba medio encorvado, pero conmigo así fuimos. Caminábamos. El hombre del sombrerito de paja me ofreció su chimó y yo lo mascaba y escupía. Cuando llegamos al sitio, me pareció una pulpería de paredes muy verdes, con una gran rockola en el mero medio, y desde ella a pesar del frío y la llovedera, fluía cálida, la música...

Calentaba la máquina como un reverbero y entibiándose allí estaban las dos criaturas con mucho colorete; una era más gorda que la otra, en realidad la más repuesta era inmensa y se me antojó era una masa de manteca entalcada de olor; tenía dos chapas bermejas, la otra era morena pelolacio. Recostadas ambas a la rockola parecían ser parte del colorido ambiente mientras la música emergía vibrando, tibia y suave, desde la máquina… Yo las veía y se meneaban con la corriente musical…y si me dices que tu amor me esperará, tendré la luz que mi sendero alumbrará, y vooolveré, como ave que retorna a su nidal…

Trepidaba la rockola. Me trataron bien, en el sitio aquel. Con cariño supongo yo puesto que más caña no podríamos beber. Tal vez fueron varios días. ¡Vaya a saberlo usted! Al final me señalaron mi rumbo, y mi destino. Se me va diendo hasta Mérida, derechito quespaondebusté va, ¿sí? ¿Iré a pasar el páramo? Ande mi chumpito… Así me decían, y me hacían carantoñas. Yo me reía. Ellas me despedían, pero yo me les regresé por la puerta de atrás.

Yo sufro lo indecible porque me mata... Jaramillo estaba sentado en una esquina y punteaba la guitarra. Tenía una pata puesta sobre una silleta y me miró sin dejar de darle a las cuerdas, mientras yo orgulloso estaba por haber dado la media vuelta, y vi que me sonreía la sorprendida gordinflona. ¿Cómo coños me voy ahora? Que se llena de angustia mi corazón... ¡Era pacojer palco! Ellas creo que me hacían ojitos y Julio berreaba. Tu carita de pena mi dulce amor... Inenarrable era la vaina aquella. Indescriptible, no hay palabras para echar el cuento. Me duele tanto el llanto que tú derramas...

El tipo allí fajao, punteando su guitarra y cantando mientras yo, andaba extasiado en mis recuerdos, contemplando como afuera se veía la lluvia caer y adentro, la vía abierta, con la tripa cañera alborotada. El camino se le hará carretera, vea, la vía sianda, ya no más parranda, el andar se lehace después de noche, mire que ya le llegará el día... Aquel viejito del carajo estaba fino, pero quizás hablando mucha paja, ¡No sea pingo vea!, usted debe llegar a Mérida, ¡Nosiaterco! ¡En escarpines pasaré por el pico! Váyase por el Vigía. En pico e zamuro estaré. Véngase compañero, ¿Otro palo? Sonreído, muy reído diría yo, allí Julio brindaba para seguir la farra. Mientras se afincaba en la guitarra arrancaba de nuevo con “amor cobarde”, yo pude reconocer la letra. Era de momento su canción. Yo no quiero que nadie sepa la historia… ¿Ido?, pa El Vigía. A Mérida tan lejana… los crueles desengaños que me dejó… Cataratas de lluvia comenzaron a caer afuera, un aguacero de los mil demonios. ¿Otro palo? Esperando la muerte como regalo… Él sonriendo me miraba y cantaba, aquello de ese amor tan cobarde que así mintió…

De pronto estaba en el sitio... Me hallé lejos de SanRaja y del Vigía, ¿Y que será esta mierda? Así me lo preguntaba, pero estaba en el sitio, el propio sitio y sin embargo habría que esperar... Supongo… De pronto me encontré en una oscurana, bajo un diluvio del carajo, una lluvia lavada de eternidad. ¡Oralepués! Luego… Silencio en la noche y frío. Después de la lluvia ya había descendido la neblina y estaba helado mientras escuchaba mil chirridos, ¿Grillos? Había luces de cocuyos, en un silencio total. Ya no se oye nada, me dije y pensé. ¿Será cuando muere la noche? La oscuridad me apaciguaba.

Negro era todo, en calma, ¡respiraba puro miche!, y un total silencio. ¿Otro trago?, del bolsillo trasero me llamaba el frasquito. ¿Más caña? Me da pena, ¡Ah bendita carterita! Penas y penas y penas… Rockolas de luces fosforescentes, el disco negro siempre girando y ese guiñar persistente, ese pestañear intermitente, interminable, inminente, es una pena, inclemente… ¿Una pena de amor? ¿Coño, me iré a infartar? Las arterias se lavan con aguardiente; tranquilo, no pasa nada, no me quieras matar corazón… No desmayes… Estaba acercándome al momento de la verdad, estaba viviendo la noche fatal, noche decisiva, noche de agonía. Helado y entre la neblina, noche muerta, para mí… ¿Soñar?, morir, ¿Dormir? Noche muere junto conmigo…¿Paonde nos iremos?

Muerto de frío, estaba. Como un polo… ¿La humedad? El agua chorreándome, estaba congelado y temblaba, castañeteaban los dientes, entumecido, ensopado, agua en el aire, enchumbando mis zapatos… ¿Tenía zapatos? Encharcados, los dedos engarrotados. Si las copas traen consuelo… Eso me decía. Sabía que tenía que ahogarlas, allí en mi desespero, y así dentro de mi cabeza, escuché de nuevo su voz. Algo me iba sorbiendo las palabras, quedamente, decí por Dios que te han dao que estáis tan cambiao, y yo volteaba, y me sacudía, y no sabía qué hacer...

¿Quizás siempre había sido así? Todo era natural, era como una consecuencia. Yo aullaba afónico en medio de la noche densa, buscando la luna, me preguntaba si acaso… ¿Seguiría siendo en el fondo un salvaje? Recordé al rey Licaón… ¿Un asesino? ¿Sería yo como él?, ¿Para complacer a quién?, ¿A Zeus? ¡No, yo no! Estas cosas supongo que me las susurraba mi inquilino. Él se reía por lo bajito, chillona pero casi silente, sibilante, percibía su voz, las burlonas palabras de mi inquilino, yo debería haberlo invitado a beber, sí, eso, y me dije ¡Así se acabará esta vaina!

Pensé entonces que volvía cabizbajo, a buscarlos y me ví cual el Saturno de Goya, quizás a punto de devorarlos. ¿Cómo resistir la tentación? A beber, era mejor, así ya no importaba nada más. Como Licaón, mis descendientes penarían por mis culpas, seremos también hombres lobos, todos, cubiertos de pelos y con garras. Aullé de nuevo, estaba tristemente afónico, tan solo emitía un mugido lúgubre y prolongado, aullido apagado que se extinguió en la densa negrura de aquella noche empantanada. No pude resolver el problema planteado, quise aclararlo de un solo golpe y no lo pude lograr.

Mi salida fue volver sobre mis pasos y encerrarme en el miche. Me enconché en aquella pensión y me oculté. Ahora puedo decirlo. Con el rabo entre las piernas, reculé y me escondí. Allí estaba más tranquilo, cerca del mercado, en un catre repleto de pulgas, ellas se movían entrando y saliendo de la ruana, y allí, sabiéndome tan cerca de todo lo que amaba, de cuanto pensaba yo que me importaba en la vida, perdí la noción y el control del tiempo, y me dormí, al fin...

Un relato muy antiguo parcialmente ya publicado, pero traído por el recuerdo este sábado 24 de septiembre, en Londres, el año 2022


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