martes, 13 de septiembre de 2022

El Siniestro (3)



Roberto cerró los ojos por un momento calculando en la altura de los árboles el repiqueteo de la lluvia, y cuando volvió a abrir los párpados, su mirada ascendería por los helechos manchados de azul, cual si estuviese prendido de los bejucos. Así fue subiendo hasta las ramas más altas. En eso estaba, cuando creyó sentir como un suspiro. El viento comenzó a escupir con gotas de agua, y él percibió un chapoteo a lo lejos, oyó burbujeos en las charcas, y hasta un tono aflautado en lo alto, mientras rítmicamente los golpecitos desiguales de las gotas de lluvia en las bóvedas oscuras se fueron fundiendo en su cabeza. Solo dos lámparas de kerosene lejanas creaban luces y sombras en la escena y él confundiría los tonos agudos del canto del agua con los timbres brillantes del repique en las hojas, el gorgoteo grave bajo las grandes hojas de los gigantescos helechos y el trepidar del barro descendiendo, y quizás buscando el cauce de algún río. Finalmente se durmió.

Roberto despertó sobresaltado. Había creído escuchar un quejido, una especie de gemido muy lejano. Sumido en la oscuridad que lo envolvía, trató de orientarse. Una claridad mortecina asomaba entre las cúpulas de algunos árboles y pensó que quizás amanecía. En su reloj eran las cuatro y treinta minutos y estaba aterido. Cerró los ojos y esperó hasta detectar nuevamente el lejano quejido. Extendiendo un brazo agarró el bolsón de dormir de Víctor quien asomó la cabeza. A pesar de la oscuridad él logró sonreír al imaginar una tortuga con dientes, sin embargo tan solo quedamente le susurró a su amigo que había que moverse y de inmediato avanzó arrastrándose. Víctor sin incorporarse reptó detrás de su figura y lo persiguió hasta salir del perímetro que habían limpiado para acampar alrededor del fuego ya casi extinguido. Aparentemente todos dormían. En silencio y lentamente avanzaron con mucha dificultad. La selva parecía estar encharcada. Ya no llovía pero goteaba agua desde lo alto y era retenida por el colchón de la hojarasca por donde ellos reptaban.

Decidieron incorporarse en el momento en que Víctor le tomó del brazo señalando en una dirección mientras hacía movimientos afirmativos. También había escuchado el quejido lejano. Se hallaban ante una depresión del terreno enmarañado de lianas y arbustos. Volvieron a escuchar atentos. Tendrían que trasponer la hondonada donde se encontraban para llegar hasta donde el cielo comenzaba a mostrar un tono malva prometedor quizás del amanecer. Convencidos de que el gemido venía desde más allá y de que tendrían que avanzar obstruidos por la intrincada vegetación, atravesaron gateando una distancia de alrededor de cien metros, y decidieron moverse hacia donde la claridad del cielo les parecía ofrecer cierta esperanza.

Momentos después, arribaron a un límite prefijado y desde el tope del área que habían alcanzado, avistaron un gran espacio donde la vegetación se hacía rala, cual si se hubiese producido una tala de árboles. En el centro de la misma como manchas blanquecinas pudieron divisarse fracturados los restos del fuselaje de una avioneta. Víctor le señaló a su amigo cómo alrededor del esqueleto de la nave existían algunas tenues luces que parecían moverse lentamente. Él afirmativamente señalaría hacia abajo pues el quejido era muy evidente y entonces comprendieron que un ritmo acezante se prolongaba hasta terminar en aquel doloroso quejido. Con un susurro Víctor le aseguró a su amigo que tenía que ser un perro… Es el perro, y debe ser el negro...

Lo pensó Roberto y Víctor asentiría en silencio abriendo los ojos para destacar lo que a lo lejos creía divisar… Ambos notaron unas figuras oscuras que a la distancia parecían moverse entre la bruma del amanecer. Soplaba una brisa húmeda y la neblina rastrera se disipó momentáneamente. Entonces ambos pudieron detectarlos. Eran alrededor de siete individuos trajeados de negro, algunos lucían boinas y portaban armas largas. Todos, a lo lejos, se desplazaban lentos en medio de la verde maraña en el claro abierto alrededor de la avioneta. Era una Cessna 182N Skylane fragmentada, más no parecía haberse incendiado. En la penumbra, pudieron observar como los hombres de negro trasportaban unas cajas dentro y fuera del fuselaje.

El gemido se escuchaba más nítidamente, cuando en un instante, desde el fondo de la maleza percibieron un golpe y detectaron un fogonazo a una distancia relativamente cercana al sitio donde se encontraban agazapados. Abruptamente había cesado el gemido del animal. En la espesura y con toda claridad, vieron levantarse un brazo portando una magnum con silenciador que todavía humeaba. Un hombre vestido totalmente de negro, silenciosamente se irguió de entre la maleza a unos cien metros del sitio donde se hallaban, y tras mirar en derredor comenzó a descender separando la ramazón que le obstruía el camino hacia la avioneta. Unos minutos después, parecían reunirse todos alrededor del hombre que todavía portaba el magnum en alto. Él daba órdenes como si comandara la operación.

Pronto estuvo rodeado por las demás figuras oscuras, todas aparentemente muy pertrechadas, y comenzaron a moverse alrededor de la aeronave con mayor rapidez. El día comenzaba a clarear. En instantes el viento les trajo el olor de la gasolina y súbitamente comenzó a arder el fuselaje de la avioneta. Bastaron dos minutos para que todos los hombres desaparecieran. Ellos dejaron de verlos ocultos por las nubes de humo y las llamaradas, mientras una pequeña explosión se producía retumbando en medio de la selva. Los amigos debajo de las ramas que les ocultaban imaginaron que seguramente despertarían todos los hombres en el campamento. Víctor y Roberto tan solo se miraban, ocultos bajo las hojas sin atreverse a asomar la cabeza hasta que transcurrieron unos minutos interminables. La búsqueda para ambos había terminado.


-Han hecho mutis por el foro,- le dijo a Roberto su amigo, quien como él mismo, tampoco sabía qué hacer, si acaso debían devolverse y notificarles, o si regresarían para decirle al capitán del convoy que habían localizado la avioneta. Prefirieron hacerlo así sin decidirse a descender hasta el sitio que comenzaba a humear aumentando las llamaradas con la brisa del amanecer…

Cinco días después del regreso de la comisión que por tierra había arribado al sitio donde la avioneta Cessna 182N “se había siniestrado”. Las autoridades del gobierno señalarían en un detallado informe que: “Pudieron constatar la presencia de los cadáveres de las tres víctimas de la tragedia, y aunque irreconocibles por el efecto del incendio, correspondían al profesor Antonio Martínez, al piloto norteamericano Garth Keith y a Tobías Gálvez empleado del aeroclub que servía de ayudante al experimentado piloto”... “Hecha la inspección, la comisión detectó varias cajas conteniendo paquetes con una carga de al menos 200 kilos de cocaína”. El informe decía que: “la avioneta había desviado su curso que se suponía era hacia Maiquetía, posiblemente debido a la carga de droga que transportaba, para ser trasladada hacia Colombia, lo cual, de ser cierto, explicaría la ruta modificada y la ubicación del accidente”. En noticias de la prensa local se divulgaría la versión de que “al profesor Martínez no se le encontraron papeles ni documentación alguna”.

Se destacaba que los hallazgos contrastaban con la versión de que “el viaje estaba destinado a la presentación de un informe en la capital, detalle que no podría corroborarse”. Se comentaría igualmente, que tampoco se pudieron hallar en los documentos confiscados en la oficina ni en la casa del médico, los papeles con las pruebas de las acusaciones contra los militares a quienes, según el profesor Antonio Martínez señalaría por la protección de plantaciones de amapolas en la Sierra de Perijá.

Se publicarían datos sobre… “Fallas, en la campaña para las elecciones rectorales de la Universidad, descubriendo algunos detalles sobre las falsas promesas del futuro Rector”. Por la prensa local, un trabajo aislado sin firma dijo que, “al no poder desvelar las evidencias, seguramente el profesor Martínez, se encontraba en una situación personal crítica”. También se publicarían un par de artículos de opinión ampliando detalles sobre: “las ya demostradas conexiones del profesor Martínez con el FSLN, que lo señalaban como importante factor político dirigente de un movimiento insurreccional que a través de la Universidad pretendía llevar al poder a profesores de la extrema izquierda, conspiración ésta que los Servicios de Inteligencia del Gobierno Nacional había desvelado a tiempo”.

Se indicaría igualmente para sorpresa de mucha gente, que “una orden de aprehensión ya estaba aprobada cuando se produjo el accidente aéreo”. Tres días más tarde uno de los diarios trajo la noticia de que: “Las autoridades universitarias advertidas de la situación que existía en el seno de la Máxima Casa de Estudios estaban dispuestas a llegar hasta sus últimas consecuencias para apoyar la operación limpieza que había desarrollado el gobierno nacional a través de su sistema de investigación policial en defensa de la soberanía”. Finalmente y como conclusión oficializada se publicó que: “Por decisión del Consejo Universitario, el IMT, sería cerrado temporalmente y se abriría un concurso de credenciales para una nueva Cátedra de Medicina Tropical. Nuevos profesores serían contratados para impartir las asignaturas correspondientes, y estos docentes sustituirían a quienes habían sido infiltrados en la nómina universitaria”.

La universidad informaría que “se estaban dando los pasos necesarios para que los implicados, muchos ya identificados quienes ya estaban rindiendo declaraciones, fueran puestos a la orden de las autoridades competentes, para despejar toda sombra de duda sobre las conexiones de la Universidad con las guerrillas izquierdistas o con el tráfico de drogas”.


Fin de “El siniestro” presentado en 3 partes en el blog lapesteloca. 
En Londres en el martes 13 de septiembre del 2022.

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