domingo, 23 de julio de 2017

¡Ay Nicaragüita!




¡Ay Nicaragüita!

Recién estábamos en noviembre, arribando a Managua, invitados a participar en el XXXI Congreso Centroamericano y del Caribe de Patología el año 2014 y desde el aeropuerto con nuestra especial anfitriona Vilma Isabel Pérez Valle, Julita y yo fuimos invitados a incorporarnos a una gran fiesta y participar en un acto en “La Casa Mejía Godoy”. Tras saludar a numerosos colegas amigos quienes departían ya en un gigantesco caney, tuvimos la oportunidad de conocer aquel sitio emblemático de Managua donde los compromisos artísticos y la inagotable creatividad del Sr. Carlos Mejía Godoy famoso compositor de música popular han hecho del lugar un baluarte de la identidad nacional. Más adelante me enteraría de como desde hace muchos años, Carlos y Luis Enrique los propietarios de “La Casa de Mejía Godoy”, reúne allí a conocidos artistas y con suerte, muchas noches se puede escuchar Nicaragua, Nicaragüita en la voz de su propio creador.

En la Nicaragua exprimida desde la década de los años treinta por el clan Somoza, el compositor Carlos Mejía Godoy desde muy joven se involucró activamente en el proceso revolucionario e inspiró con sus canciones en los nicaragüenses las alegrías, penas y esperanzas de los humildes. Algunas de ellas muy conocidas y otras, particularmente emblemáticas: "Nicaragua Nicaragüita", "La Viejita de Mozambique", "Canto épico al FSLN", "Monimbó", "Alforja Campesina", "Panchito Escombros", "La Tula Cuecho", “Cristo de Palacagüina”, "Leona de Tiempo Completo", “Quincho Barrilete”, “María de los Guardias” y “ Son tus perjúmenes, mujer”. Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina han actuado durante muchos años y con asiduidad en multitud de países. Al lado de sus inseparables compañeros, los de Palacagüina, Carlos Mejía actúa en su popular gran caney o “café” de Managua, donde llegamos un día del año 2014, invitados al XXXI Congreso Centroamericano y del Caribe de Patología.

Debo aclarar que soy un viejo amigo y conocido (como patólogo) en Nicaragua. El año 1988 me tocó asistir al XXIV Congreso Centroamericano de Patología en Managua y en esa primera visita a la patria de Sandino tuve la oportunidad de conocer los patólogos nicas y a los estudiantes de Patología. En el evento conocí al profesor Fransen y su “pistola mágica” que abriría las puertas a los avances en citopatología y años más tarde llevaría a Suecia y a Noruega a mi amiga Vilma, destacada citopatóloga nicaragüense: pero esa es otra historia. He relatado en otras ocasiones cuanto conversé con mis amigos Mario Armando Luna e Israel Borrajero, conocidos patólogos latinoamericanos, sobre los vaivenes de la política y el desarrollo de la Anatomía Patológica, conversaciones que rememoro embebidas del aroma del ron Flor de Caña, especialmente una vez, desde una azotea donde veíamos muy cerca el auditorium Olaf Palme y a lo lejos Managua, la ciudad que aun mostraba los efectos del terrible terremoto del año 1972. Al año siguiente regresé con una tropa de 6 patólogos de nuestra UCV para ofrecerles un Curso de Actualización en Patología durante la semana santa por un apoyo especial que nos dio el rector de la UCV de aquel entonces, el doctor Luís Fuenmayor Toro. En el vuelo de Avensa, tuve la suerte de conocer a Sergio Ramírez, el famoso escritor, quien entonces era el vicepresidente de Nicaragua...

En mi novela “La Peste Loca” publicada en 1997 en Maracaibo y desde el año 2011 en Amazon, escribí  novelando las complejas vivencias de “la guerra de los contras” y parte de la impresiones recogidas durante aquellos años. Reproduzco un breve segmento al azar… Ella lo miró sonriendo y le dijo. Parecés de Guaco vos... ... ¿Cómo podría él estar al tanto de como andaban las cosas en Nicaragua? Él vivía tranquilo en su país… … ahora estaba conociendo a los hombres y mujeres sencillos de aquella nación centroamericana agobiada por una guerra cruenta que aniquilaba a sus ciudadanos más jóvenes y desestabilizaba al país entero diezmando su escaso presupuesto. La pobreza era extrema. Visitó hospitales, y ni los civiles, ni los de campaña estaban bien dotados. Había hambre y necesidades, pero más grande parecía ser la voluntad y la decisión de los nicas empeñados en aquella lucha titánica, siempre soñando con la gigantesca figura del pequeño y esmirriado Sandino ( pps 265-266 de “La Peste Loca” en Amazon -Spanish Edition-Kindle Edition). Salgo de este paréntesis, ofrecido por activación de “las neuronas del recuerdo”, para retomar el tema que nos ocupa (Vilma´s dixit) en el año 2014.

Pocas veces he tenido la oportunidad de relatar lo sucedido aquel día de noviembre, para mí en lo personal resultó una prueba que acepté con gran susto y quizás lo hice con gusto porque desconocía lo que mis lectores ya saben sobre lo que representaba “actuar” en “La Casa de Mejía Godoy”. Mi estimado amigo y colega Hugo Argüello, presidente del evento, me invitó a subir al estrado, y me vi ante una nutrida concurrencia (había alrededor de 200 personas) recuerdo que estaban presentes muchos patólogos españoles para mi desconocidos y un público animado que estaba allí desde hacía ya varias horas, entusiasmados, escuchando al famoso conjunto del para mi desconocido, Carlos Mejía Godoy. “¡Que cante, que cante!” Escuché pedir al público y tomé el micrófono para saludarlos, agradecerles la gentileza, explicarles que yo era patólogo y que hasta escribía novelas, pero… ¿Cantar? No, no era mi fuerte. “¡Que cante, que cante!” Los sentí rugir. El público estaba muy animado y pedía música, y los músicos me instaban a que lo hiciera. ¡Cante pués! A mi lado, uno de ellos, con una guitarra me susurró… “No me diga que no se sabe el Alma llanera”… Fue entonces cuando no sé de donde me salió musitarle interrogante… ¿Motivos?, y de una buena vez la música de Italo Pizolante arrancó en las cuerdas y al unísono todo el conjunto le siguió y ya estuvo. ¡Canté!  Una rosa pintada de azul, es un motivo, una simple estrellita de mar… El tema compuesto por el maestro Pizolante en 1965, el mismo compositor de “PuertoCabello”, su ciudad natal… Es por demás que explique que el susto fue muy grande y cómo fue que al bajar del estrado entre sonoros aplausos y pidiéndome “otra, otra”, hubo quien me preguntó si acaso era yo cantante profesional, y me animó de inmediato a persistir en esa carrera augurándome éxito. ¿Qué tal? Solo me dije, como lo hago ahora: “misión cumplida”.

Maracaibo, domingo 23 de julio del año 2017

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