viernes, 6 de enero de 2017

Mente y espiritu revisados por el Dr Rafael Muci


Mente y el espíritu revisados por el Dr Rafael Muci Abraham

René Descartes (1596-1650), fue un matemático, fisiólogo y filósofo francés muy conocido, sin embargo, su manera de abordar el tema produjo una inmovilización de la investigación de los asuntos sobre la mente y el espíritu, pues hizo olvidar el antiguo concepto holístico del hombre en su relación consigo mismo y con su entorno el cual era base de la medicina helénica. Su error residía en querer separar el cuerpo de la mente y en creer en la noción de que el razonamiento, el juicio moral y el sufrimiento que proviene del dolor físico o de la agitación emocional existen separadas del cuerpo. Todos conocemos que nuestro cerebro nos permite pensar, y creer que las emociones, especialmente el amor, radican en nuestro corazón, pero eso no siempre se vio de esa manera… Los egipcios en la antigüedad creían que nuestras emociones y la conducta se regían por el corazón y nunca le prestaron mucha atención al cerebro. Veintitrés siglos atrás los antiguos griegos todavía pensaban que el corazón era el centro de las emociones y del pensar. Aristóteles (384 – 322 a.C.) tenía igualmente una visión cardiocéntrica, la cual luego fue suscrita muchos años después por Avicena (980 – 1037), “el príncipe de los médicos”. En ese entonces, todos “sabían” que la función primaria del cerebro era enfriar la sangre. Aunque Hipócrates (460–377 a.C.) y posteriormente Claudio Galeno (119-226) adjudicaron al cerebro este privilegio, ya Hipócrates sabía que cada mitad del cerebro controlaba la mitad opuesta del cuerpo, y no obstante el corazón continuaría siendo el asiento de las emociones. Hace 300 años tan solo, se creía que la rabia estaba bajo el control del bazo…

Sería un anatomista y fisiólogo alemán, Franz Joseph Gall (1758-1828) uno de los pioneros de la doctrina de que el cerebro era el órgano de la mente, y con su alumno Johann Caspar Spurzheim (1776-1832), lideró una corriente que adscribía ciertas funciones intelectuales y espirituales a distintas áreas del neocórtex a las cuales llamaron “órganos”. Ellos intentaron definir el intelecto y la personalidad de los individuos basándose en los análisis de la forma del cráneo fundamentándola sobre varios supuestos: 1- que el cerebro era el órgano de la mente o del espíritu; 2- que nuestra actividad mental se caracterizaba por un número definido de facultades mentales; 3- que estas facultades son innatas y cada una se origina en una región cerebral. De manera que si hay una correspondencia precisa entre la estructura del cerebro y la estructura del cráneo, las facultades mentales del individuo pueden conocerse con base en el estudio de la morfología o fisognomía craneal. Este planteamiento señalaría como falsas presunciones acerca del comportamiento pueden conducir a lo que más tarde serán vistas como cándidas especulaciones. 

En la primera mitad del siglo XIX, Marie Jean Pierre Flourens (1794-1867), presionada por Napoleón Bonaparte y la Academia Francesa de Ciencias fue comisionada para realizar ensayos experimentales en animales destinados a aclarar si las aseveraciones de Gall, aunque nunca sometidas a prueba, eran ciertas y de veras algunas áreas cerebrales eran responsables de diferentes funciones; por ejemplo, la remoción del cerebelo afectaba el equilibrio y la coordinación motora, la médula oblonga controlaba funciones vitales como circulación, respiración y estabilidad corporal, y su destrucción causaba la muerte, en fin, los hemisferios cerebrales eran responsables de funciones superiores. Durante los 30 años siguientes esto era lo único que se sabía al respecto, hasta que Pierre-Paúl Broca (1824-1880), reportó una serie de pacientes que habían desarrollado afasia luego de una lesión cerebral. Los enfermos podían comprender cuanto se les decía, pero eran incapaces de responder verbalmente. El descubrimiento de el “área de Broca”, le llevaría con toda razón a declarar en 1864: “¡Hablamos con el hemisferio izquierdo”.

Entre 1870 y 1875, el neuropatólogo Sir David Ferrier (1843-1928) estimulando eléctricamente el cerebro y probando la existencia de loci o asientos de funciones cerebrales, un hecho hasta entonces disputado; seria el primero en elaborar un mapa de la corteza cerebral, en el cual identificó 15 diferentes áreas relacionadas con el control fino del movimiento. Sus estudios de vivisección realizados en primates superiores, trasladaron esos puntos al cerebro humano y usó este conocimiento por primera vez para orientar el diagnóstico neurológico y deducir que los tumores e injurias cerebrales podían tratarse resecando mayor cantidad de tejido del que previamente se acostumbraba. En 1870, dos fisiólogos alemanes, Gustave Fritsch y Edward Hitzig mejoraron el conocimiento adquirido hasta entonces, estimulando eléctricamente pequeñas regiones del cerebro expuesto de perros despiertos,  y el neurocirujano Fedor Krause (1857-1937) fue un poco más lejos; al estimular la corteza cerebral de pacientes que iban a ser intervenidos por un tumor cerebral realizó mapas muy acertados del córtex.

En 1874, trece años más tarde del descubrimiento de Broca, Carl Wernicke (1848-1905) mostraría que sus enfermos podían hablar en forma fluente pero no comprendían lo que se les decía por lo que sus respuestas carecían de sentido alguno. Esta vez, el daño encontrado se localizaba en la porción superior del lóbulo temporal izquierdo en adyacencia a áreas relacionadas con la audición. En 1892, Joseph Jules Déjerine (1849-1917) reporto que sus pacientes podían hablar y comprender cuanto se les decía, pero habían perdido la habilidad para escribir. Al momento de la autopsia se halló que la lesión radicaba en el gyrus angularis, un área que yace en los límites de los lóbulos occipital, temporal y parietal. Uno de los intentos más notables para demostrar el rol de áreas específicas del cerebro en el lenguaje ocurrió en 1959 gracias al trabajo del neurocirujano canadiense Wilder Penfield (1891-1976) con Sir Charles Sherrington (1852-1957), “el más famoso neuropatólogo del mundo en el apogeo de su vitalidad y vigor”. Penfield describió exactamente la representación cerebral de partes del cuerpo que eran tocadas o movidas, y de esta manera pudo elaborar su famoso “homúnculo” (DRAE. Diminutivo, despectivo de hombre), donde se reproducía la representación cortical de las áreas motoras y somatosensoriales. La importancia de los hemisferios cerebrales en las emociones, y particularmente los lóbulos frontales se hizo patente en forma clara más de un siglo atrás por el caso de Phineas Gage, quien tras una lesión cerebral de la región frontal cambio totalmente sus patrones de conducta.

Para revisar todas estas investigaciones y saber cómo se pudo llegar a detectar “la facultad de la Benevolencia localizada en la línea media, cerca de la unión de los huesos parietal y frontal y entender que allí hallarían el “órgano” responsable del sentimiento religioso y la facultad de poseer la simpatía, liberalidad y filantropía, hay que ir al artículo original que dio pie a este resumen de hechos neurofisiológicos. Les invito a ir al trabajo del Dr Rafael Muci Abraham en, “El accidente de Phineas Gage: Su legado a la neurobiología con comentarios acerca de las localizaciones cerebrales”.


Mississauga, 6 de enero, día de reyes, del año 2017

1 comentario:

Jorge García Tamayo dijo...

Por un error inadvertido, 2 veces aparece equivocado el apellido del DrRafael Mucí Mendoza. Aparece como Mucí Abraham y Debe leerse como Dr Rafael Mucí MENDOZA.

La observación la hace el mismo Jorge García Tamayo, responsable del blog tuyo del involuntario error.