LOS ENHINGER
A propósito del interesante artículo del Dr Angel Rafael Lombardi Boscan "Venezuela, colonia de Alemania" publicado recientemente en Facebook por "Criterio de Lectores" 13/ 05/ 2016, regresé a unas páginas de mi novela "La Entropía Tropical" (Ediluz Eds 2003) sobre el mismo tema y lo repaso aquí, brevemente, en "lapesteloca.blogspot.com" y por tweeter para Uds.
...mi señor y amigo el capitán Don
Alonso de Ojeda, le dio a la laguna y a la población levantada sobre las aguas
por aquellas extrañas criaturas, el nombre de San Bartolomé, para recordarles a
todos, que fuera un 24 de agosto del año
de gracia de 1499, cuando anclamos ante las casas construidas sobre estacas
hincadas en la tierra del fondo de la laguna do se mecían continuamente las
canoas y cuyo acompasado movimiento era seguido por el vaivén de los penachos
de las palmeras en la costa de arena blanca...
... y en las cartas dibujadas por
el maestre Juan de la Cosa y por micer Vespucio, me tocó perseguir el curso de
las líneas que ellos iban creando, detalle por detalle, con todas las
irregularidades de la costa pedregosa, los márgenes de las tierras arenosas, la
confluencia de las aguas de ríos y de manglares y la tierra y el cielo siempre
limpio, hasta marcar allí, ante el horizonte, el golfo de Venecia y un tanto
mas allá el poblado de Maracaybo y todo el contorno de una inmensa laguna
imposible de circunvalar totalmente porque habíamos de regresar hasta el cabo
de La Vela para zarpar hacia La Española...
...y quisiéranlo o no, era un
decir del común, nadie lo dudaba, los Fugger de Alemania habían depositado
cientotreintamil florines para garantizar las obligaciones del soberano, de su
majestad, el melancólico joven que recientemente era el nuevo rey de España y
el emperador de Alemania. Más cierta
aún era la especie de que el poder económico de Los Fugger tenía una oposición
muy grande por parte de la Casa de los Welsers, la de los ricos Belzares,
señores banqueros de la misma ciudad de Baviera, empeñados en lograr el apoyo
del joven soberano. Y en tanto que Los
Fugger se enfrascaron en empresas políticas, los Welsers recibirían el contrato
de la Capitanía de Venezuela en tierras del Nuevo Mundo...
... de esta manera fue como Jorge
Enhinger y su primo Ambrosius, con Enrique Sayler fueron gratificados por el
rey y ellos recibirían todo el poder para hacer esclavos, levantar fortalezas,
rescatar el oro de las tierras, descubrir y conquistar y poblar ciudades, sin
dar el quinto sino solamente un diezmo por toda arroba de oro que pudiesen
atesorar en el término de diez años...
... y fue precisamente por ese
entonces, cuando su serena majestad, el muchacho del rostro prognático, el
joven Don Carlos, les otorgara plenos poderes a Los Belzares para que
gobernasen aquella provincia del Nuevo Mundo, en los remotos tiempos cuando La
Pequeña Venecia del Coquivacoa ya le
había cedido su nombre a toda la Capitanía General. Y habría de llegar a la ciudad de Coro como
representante de los banqueros germanos micer Ambrosius Enhinger, y en aquella
ciudad cabeza del Obispado de la región él hubo ordenado los oficios religiosos
y tras empaparse de la vida y padecimientos de los pobladores de la ciudad
decidió marchar hacia Maracaybo para establecer su cuartel general y desde allí
lanzarse a la búsqueda del oro...
... seguramente que fue también en
aquel entonces cuando escuchó Ambrosius Enhinger de boca de algunos indios la
historia del país de los Chibchas, los salvajes que fundían el oro en fraguas
especiales, quienes tenían su reino en las serranías, más allá de unos picachos
nevados, al oeste de Maracaybo. Sería en
ese entonces cuando micer Ambrosius tomaría la decisión de partir hacia el
sudoeste y adentrarse en la selva y cruzar montañas y ríos porque estaba seguro
de que iba en pos de algo muy grande, iba persiguiendo un imperio dorado fuera
de la comprensión de quienes le rodeaban, algo jamás soñado por sus amigos allá
lejos, los que habitaban el mundo civilizado, quienes vivían cruzando la mar
océana, en su patria ...
...sudoroso, Ambrosius recapitula
sus andanzas a través de la intrincada selva, vadeando ríos, chapoteando en las
ciénagas, aguijoneado por nubes de mosquitos en las orillas del caudaloso
Magdalena, y el dolor de aquella flecha que le atraviesa el cuello de un lado a
otro es espantoso, pero respira y suda frío y piensa en serpientes y en los
indios que se acercarán de nuevo y en tantos hombres como ha visto caer en su
peregrinación, su búsqueda infructuosa, su obsesionante ciudad del oro, mas él
no la ha visto nunca, tal vez oculta entre la enmarañada selva, detrás las
montañas, desde los fríos páramos, nunca ha vislumbrado un destello dorado, y
escupe sangre, el alemán pelirrojo maldice en silencio, guturalmente sus
ronquidos semejaban los estertores de una fiera herida de muerte. Tres días
después, su cuerpo se ha hinchado por el
veneno de la flecha, tres días después todavía se retuerce de dolor pero ya ha
dejado de gritar micer Ambrosius quien agoniza como un condenado...
AMBROSIUS
Había nacido en Ulm, a orillas del
Danubio y venía desde Santo Domingo en aquella nao micer Ambrosius Enhinger el día ocho
de septiembre del año 1529, cuando decidió desembarcar en la costa occidental
del golfo, en una plácida playa bordeada de palmares cerca de los linderos que
dibujara Juan de la Cosa en sus
cartas, los que aparecían como las tierras a la entrada del lago de Coquivacoa. Y Ambrosius
Enhinger exploró las riberas del lago y decidió levantar una
pequeña fundación al lado de la ranchería de los indígenas, la misma que
conociera mi capitán Don Alonso de
Ojeda cuando descubriéramos el lugar casi treinta años
atrás. Ambrosius
Enhinger, nombrado Adelantado en Venezuela por su majestad Carlos V rey de España y emperador de Alemania, dueño y señor de aquel territorio que se
extendía desde Maracapana hasta el cabo de la
Vela en la Guajira, Enhinger el alemán pelirrojo que vio
transcurrir su infancia ante las aguas del Danubio, Enhinger uno de los aguerridos
conquistadores de los Welser o
Belsares, el arrojado micer Ambrosius, el temido
capitán Enhinger, hizo edificar varias casas para proteger a las mujeres y los
infantes que acompañaban su expedición, y se mostró alarmado micer Ambrosius cuando observó el trato que los indígenas varones les dispensaban a
sus mujeres, y defendió airadamente a las indígenas del lugar, y quiso
prohibirles el ejecutar los duros quehaceres que sus maridos les requerían, y
sacudió de sus chinchorros a los indios quienes reposaban sonrientes,
conversando y bebiendo chicha fermentada en medias taparas, descansando de sus
labores tradicionales de caza y pesca.
Transcurrirían diez años cuando ya
muerto el Adelantado
Jorge Spira, vendría a ser el Señor Obispo Rodrigo de Bastidas en su condición de nuevo gobernador de Venezuela, él
precisamente, habría de ser quien le daría a Pedro de Limpias la orden de
acabar con todos los indios del sector. Mas esta parte oscura y triste de la
historia no había acontecido aún, cuando los indígenas de la ranchería de Maracaybo comenzaron a entender a micer
Ambrosius y a quererlo y a plantear ante él las calamidades
que se les venían encima, entonces el alemán pelirrojo transformó las
edificaciones mayores en un hospital pues el clima ardiente y las aguas
contaminadas habían enfermado a una buena parte de sus gentes, y dispuso que se
tratase bien a los enfermos aunque fuesen indígenas. Desde ese entonces, Enhinger no dejaba de pensar en la ciudad del oro e indagaba sobre su
paradero, preguntaba por las rutas para llegar hasta ella, averiguaba entre los
pobladores de aquellas tierras bordeadas de palmeras quienes habitaban en casas
sobre las aguas de la laguna que los indios llamaban Coquivacoa, la misma que
Don Alonso de Ojeda y Américo
Vespucio descubrieran a la entrada del golfo de Venezuela, pero solo historias inverosímiles escuchadas por algunos indígenas a
los ancianos de la tribu logró extraer de ellos micer Ambrosius, relatos
confusos sobre ciudades en lejanos y montañosos parajes, señalados siempre
hacia el sur, o hacia el brumoso y relampagueante poniente ignoto. Después de
la masacre de Pedro de
Limpias, con el correr de los años, vendrían Don Alonso Pacheco en 1569 y Pedro
Maldonado en 1564 para refundar otra vez un poblado y unas
casas y una iglesia, sobre el mismo sitio donde
dejara micer
Ambrosius a sus hombres y mujeres enfermos antes de irse
desesperado a buscar la ciudad del oro, estas cosas son las que dice la
historia sobre los orígenes de la ciudad del fuego junto al lago de cristal.
Así un mal día decidió micer
Ambrosius Enhinger
seleccionar cientochenta hombres de armas y dejar aquellas tierras para
internarse en las montañas y serranías hacia el sur y hacia el oeste. Cuando
partieron, él esperaba llegar al menos hasta los fértiles valles de la región
de Upar. Micer Enhinger y sus hombres cruzaron los valles y se aproximaron hasta las riberas
del gran
Magdalena el año de 1531 pero los zancudos y las fieras, las
diarreas y las fiebres, en aquel calor sofocante ya había diezmado a más de la
mitad de la expedición. Fue entonces cuando enrumbaron hacia el sur
adentrándose entre montañas hasta el páramo de Rivachá donde micer Ambrosius atacado por
los indios habría de morir tres días después de ser flechado en el cuello. Y no sería sino muchos años después, quizás
la mañana del día veintiséis de junio de 1607 cuando los españoles lograsen
dominar a los caribes que poblaban la laguna y las inmediaciones de Maracaybo. El capitán Urtiazola tras las dunas esperaba la señal y en la oscuridad de la noche cercó
a la tribu de los indios zaparas por orden de su jefe el capitán Don Pedro Maldonado y tras la señal fue un solo griterío y humo de mosquetes y sangre
hasta la salida del sol. Desde ese triste momento, culminarían las guerras con
las tribus indígenas de la gran laguna.
Maracaibo 15 de mayo de 2016
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