EL
ESCRITOR LECTOR Y
LA VOLUNTAD DE CREAR
Un
buen escritor tiene que ser un buen lector. El
proceso de creación literaria no puede completarse eficientemente si el
escritor no ejercita permanentemente la lectura. Todos los escritores han sido
grandes lectores. Ya lo hemos dicho antes
“para escribir bien hay que leer bien”.
La condición de ser lector es algo fundamental para quien se interese en el
oficio de escribir literatura y citaré algunos ejemplos de esta afirmación: fue
enfatizada por Juan
Nuño, hace años ya desaparecido.
Él escribió una vez… “La clave de todo buen escritor es la buena
lectura”. En una reflexión similar, Jorge Luís
Borges dijo en una ocasión: “Que
otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, yo me jacto de
aquellos que me fue dado leer”.
Rosa Montero dice que “para
aprender a escribir hay que leer mucho”. Igualmente, citaré algo
expresado por el novelista venezolano contemporáneo Eduardo Liendo. “Sin lectura mucha lectura, siempre lectura,
no hay escritor posible”. Adicionalmente
haré otra afirmación que he repetido por ahí: “la literatura no se hizo para
leerla, sino para releerla”. Se ha insistido en que la lectura y más
allá, la re-lectura es obligatoria para el escritor. "Solo la relectura salva al
texto de la repetición (los que olvidan releer se obligan a leer en todas
partes la misma historia)". Esta es una cita del ensayista francés Roland Barthes
(1915-1980)
Con el bagaje de todas las experiencias
provenientes de la lectura de textos, con las variables que los autores de los
mismos nos ofrezcan, sumadas a lo que nace de la introspección y de las
experiencias adquiridas, amén de las habilidades personales de cada cual,
todavía puede ser que la creación literaria se vea restringida si no existe una
firme y decidida voluntad de trabajar seriamente para crear una obra literaria. La memoria literaria de cualquier
texto siempre tendrá algún elemento autobiográfico, aunque sea inequívocamente
ficcional, el escritor alimentará sus relatos con la memoria personal. Roland Barthes
dijo una vez que “toda autobiografía es ficcional y toda la
ficción es autobiográfica”. Podríamos decir que la ficción unirá los
retazos de momentos que han resultado ser significativos para quien escribe,
aunque parezcan hechos banales, esos instantes serán con instancias imaginadas,
los que conducirán hacia la creación de la escritura para cualquier relato,
novelado o no.
Rosa Montero afirmaba que “la ficción es la manera de sacar a la luz
un fragmento muy profundo del inconsciente”. Al narrar, usualmente se
recrearán escenas como si estuviésemos en el cine, algunas veces imitando secuencias
cinematográficas y no importará que sean reales o imaginarias, cualquier
situación llegará con el recuerdo de algo visto, o leído, de alguna ficción o
de algún suceso históricamente real.
La literatura, decía Oscar Wilde,
“es el arte de mentir”, y esta frase resume la gran verdad sobre el
escritor quien tendrá la opción de ser él y ser otro. Por eso la literatura
puede verse como el ejercicio práctico de eso denominado, “la otredad”. Lo más
interesante de todo este asunto, es que en esa búsqueda de cuanto se tenga que
decir, el escritor solo contará con un instrumento, y éste será el lenguaje. Según
Goethe, todo ya está dicho, lo difícil es saber cómo
decir las cosas otra vez. Por estas razones, sobre el tema del escritor y del
escritor de novelas en particular, el planteamiento de cómo escribir y
específicamente de cómo escribir literatura, no es tan sencillo, pues no basta
con repetir historias, no se trata de volver a decir ciertas cosas, hay que
escribirlas y hay que cumplir ese cometido de cierta manera, de un modo
especial que conlleve siempre un nivel de excelencia en el lenguaje. No se trata de “echar un cuento”. El
asunto es más difícil de “como decirlo”, el asunto está en “como escribirlo”.
Por eso repetimos que escribir es un oficio y que este no es fácil, requiere
mucho trabajo y en particular en el caso de las novelas, el cometido debe ser
cumplido con paciencia, resistencia y mucha pasión. El éxito de un escritor dependerá de su capacidad de convicción.
Para esto, es importante la manera de enfocar el asunto que tenga en mente,
bien sea fantasioso o realista, la verdad personal de quien escribe deberá
prevalecer en el texto. Esta premisa puede sonar extraña pues cualquiera se
preguntará ¿Cuánto de verdad y cuanto de
ficción puede haber en un relato, o en una novela? El escritor, y en particular el escritor de
novelas, debe estar muy atento, pues el camino para la creación de las mismas
estará sembrado de trampas. No se debe escribir para relatar la vida, se
tiene que escribir para inventar la vida.
Así pues, el éxito de quien escribe dependerá de sus poderes para
involucrar al lector, persuadirlo de lo que dice y para ello, repito que
solo cuenta con las armas del lenguaje que habrá de usar para transformarlo en
escritura.
Citaré de nuevo a Eduardo Liendo sobre el tema de lo real y lo
ficticio. “El escritor no puede dejarlo todo al capricho de su imaginación y
saqueará constantemente la realidad real”. Así, con esa redundancia
pareciera recordarnos que la realidad prevalecerá e igualmente refrendará su
idea al expresar. “Podría decirse que la calidad de la imaginación es la levadura que
puede producir una transmutación poética de la realidad”. Paradójicamente John Updike,
escritor y periodista estadounidense, quien escribió 20 novelas,
decía en Conversaciones de escritores. “Repudio cualquier conexión esencial entre
mi vida y lo que escribo.” Esta última cita vale para recordar que entre
gustos y colores, en este caso, si han escrito los autores.
Maracaibo 18 de mayo del año
2016
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