miércoles, 18 de mayo de 2016

El escritor y la voluntad de crear





EL ESCRITOR LECTOR Y 
LA VOLUNTAD DE CREAR

Un buen escritor tiene que ser un buen lector. El proceso de creación literaria no puede completarse eficientemente si el escritor no ejercita permanentemente la lectura. Todos los escritores han sido grandes lectores. Ya lo hemos dicho antes “para escribir bien hay que leer bien”. La condición de ser lector es algo fundamental para quien se interese en el oficio de escribir literatura y citaré algunos ejemplos de esta afirmación: fue enfatizada por Juan Nuño, hace años ya desaparecido. Él escribió una vez… “La clave de todo buen escritor es la buena lectura”. En una reflexión similar, Jorge Luís Borges dijo en una ocasión: “Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”.
Rosa Montero dice que “para aprender a escribir hay que leer mucho”. Igualmente, citaré algo expresado por el novelista venezolano contemporáneo Eduardo Liendo. “Sin lectura mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible”. Adicionalmente haré otra afirmación que he repetido por ahí: “la literatura no se hizo para leerla, sino para releerla”. Se ha insistido en que la lectura y más allá, la re-lectura es obligatoria para el escritor. "Solo la relectura salva al texto de la repetición (los que olvidan releer se obligan a leer en todas partes la misma historia)". Esta es una cita del ensayista francés Roland Barthes (1915-1980)
Con el bagaje de todas las experiencias provenientes de la lectura de textos, con las variables que los autores de los mismos nos ofrezcan, sumadas a lo que nace de la introspección y de las experiencias adquiridas, amén de las habilidades personales de cada cual, todavía puede ser que la creación literaria se vea restringida si no existe una firme y decidida voluntad de trabajar seriamente para crear una obra literaria. La memoria literaria de cualquier texto siempre tendrá algún elemento autobiográfico, aunque sea inequívocamente ficcional, el escritor alimentará sus relatos con la memoria personal. Roland Barthes dijo una vez que “toda autobiografía es ficcional y toda la ficción es autobiográfica”. Podríamos decir que la ficción unirá los retazos de momentos que han resultado ser significativos para quien escribe, aunque parezcan hechos banales, esos instantes serán con instancias imaginadas, los que conducirán hacia la creación de la escritura para cualquier relato, novelado o no.
Rosa Montero afirmaba que “la ficción es la manera de sacar a la luz un fragmento muy profundo del inconsciente”. Al narrar, usualmente se recrearán escenas como si estuviésemos en el cine, algunas veces imitando secuencias cinematográficas y no importará que sean reales o imaginarias, cualquier situación llegará con el recuerdo de algo visto, o leído, de alguna ficción o de algún suceso históricamente real.
La literatura, decía Oscar Wilde, “es el arte de mentir”, y esta frase resume la gran verdad sobre el escritor quien tendrá la opción de ser él y ser otro. Por eso la literatura puede verse como el ejercicio práctico de eso denominado, “la otredad”. Lo más interesante de todo este asunto, es que en esa búsqueda de cuanto se tenga que decir, el escritor solo contará con un instrumento, y éste será el lenguaje. Según Goethe, todo ya está dicho, lo difícil es saber cómo decir las cosas otra vez. Por estas razones, sobre el tema del escritor y del escritor de novelas en particular, el planteamiento de cómo escribir y específicamente de cómo escribir literatura, no es tan sencillo, pues no basta con repetir historias, no se trata de volver a decir ciertas cosas, hay que escribirlas y hay que cumplir ese cometido de cierta manera, de un modo especial que conlleve siempre un nivel de excelencia en el lenguaje. No se trata de “echar un cuento”. El asunto es más difícil de “como decirlo”, el asunto está en “como escribirlo”. Por eso repetimos que escribir es un oficio y que este no es fácil, requiere mucho trabajo y en particular en el caso de las novelas, el cometido debe ser cumplido con paciencia, resistencia y mucha pasión. El éxito de un escritor dependerá de su capacidad de convicción. Para esto, es importante la manera de enfocar el asunto que tenga en mente, bien sea fantasioso o realista, la verdad personal de quien escribe deberá prevalecer en el texto. Esta premisa puede sonar extraña pues cualquiera se preguntará ¿Cuánto de verdad y cuanto de ficción puede haber en un relato, o en una novela?  El escritor, y en particular el escritor de novelas, debe estar muy atento, pues el camino para la creación de las mismas estará sembrado de trampas. No se debe escribir para relatar la vida, se tiene que escribir para inventar la vida. Así pues, el éxito de quien escribe dependerá de sus poderes para involucrar al lector, persuadirlo de lo que dice y para ello, repito que solo cuenta con las armas del lenguaje que habrá de usar para transformarlo en escritura.
Citaré de nuevo a Eduardo Liendo sobre el tema de lo real y lo ficticio. “El escritor no puede dejarlo todo al capricho de su imaginación y saqueará constantemente la realidad real”. Así, con esa redundancia pareciera recordarnos que la realidad prevalecerá e igualmente refrendará su idea al expresar. “Podría decirse que la calidad de la imaginación es la levadura que puede producir una transmutación poética de la realidad”. Paradójicamente John Updike, escritor y periodista estadounidense, quien escribió 20 novelas, decía en Conversaciones de escritores. “Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que escribo.” Esta última cita vale para recordar que entre gustos y colores, en este caso, si han escrito los autores.

Maracaibo 18 de mayo del año 2016

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