De la música en Los Andes.
Hace unos
días relataba en el blog como como en 1950 regresamos a vacacionar en los Andes
y estando en La Puerta, ciudad del Estado Trujillo se produjo un terremoto en
“el Tocuyo de Lara”. Esta pequeña ciudad que había sido un enclave muy
importante en los años de la Colonia, recientemente la mencioné en el blog (https://bit.ly/3u3dOPF) sobre el
trágico final de von-Huttem y fue siempre un sitio a detenerse dejando atrás las ciudades andinas
para salir de la carretera trasandina y viajar hacia el centro y las otras
regiones de Venezuela.
Existían
cosas de mi historia familiar, que para aquellos días y hasta muchos años
después, para mí, serían absolutamente desconocidas. El Tocuyo fue la ciudad
donde habían nacido mis antepasados por vía materna, don Fernando Tamayo de
Gómez de Lucerna y Juana Paula Escalona, padres de Lorenzo Tamayo Escalona mi
bisabuelo casado con Amalia de La Madriz y Ribas, los padres de Lorenzo
Fernando Tamayo de la Madriz (1858-1939) mi abuelo materno, quien se casaría en
San Cristóbal con María Cecilia
Filomena Albina García Galavis mi abuela.
Pero
venía a conversar sobre algo que desde aquella vacación andina pasó a convivir
conmigo, y lo tengo al alcance de mi subconsciente, allí, siempre está,
muy presente y puede parecer extraño, pero no es otra cosa que: la música. En
mi casa había muchos discos de música clásica, y la escuchábamos en aquellos
discos de pasta de “larga duración”, también estaba el piano, pero resultó y
aconteció que, en aquella vacación, iba a conocer los registros musicales de la
rockola del hotel Guadalupe de La Puerta.
Era la
época de “La múcura”, un porro colombiano de Toño Fuentes que repetía
pegajosamente que la múcura estaba en el suelo y “mamá no puedo con ella”
y aunque se la llevara a la cabeza no podía con “la mucurita de barro”… En
la rockola del hotel comenzaría entonces a escuchar decenas de canciones y de
registros musicales desde porros y cumbias colombianas, a guarachas caribeñas, sentidos
boleros y melodiosas voces de cantores poco conocidos para mí…
Sin saber
cómo ni por qué, se me grabó en la memoria y la recodé por muchos años una
canción que decía “sin saber cómo ni porqué se ha casado Pachito Eché”. Ahora me
entero de que la canción de Pachito Eché que sonaba a diario en la rockola del
hotel, fue compuesta por un veterano compositor colombiano, Axel Tovar
(1907-1975) quien estaba hospedado en Medellín con su orquesta y fue dedicada a
Francisco Echeverri, el industrial antioqueño dueño del hotel donde se alojaba
Tovar quien al no tener como pagar la cuenta le ofreció que le compondría una
canción para saldar la deuda. Tovar fue
un señor que abarcó todos los géneros musicales colombianos e interpretaba diez
instrumentos, por ello fue considerado uno de los músicos más completos e
integrales del siglo XX en su patria, ejecutante de instrumentos como el
violín, guitarra, piano, viola, clarinete y flauta, le valieron un lugar como
concertino en la orquesta sinfónica de Colombia.
Recuerdo
que oí por vez primera en un disco de 45 a Jorge Negrete –conocido mío en las
películas del Cine Landia- entonando aquello de “voz de la guitarra mía al despertar la mañana”. Era el Landia uno de aquellos cines de Maracaibo,
sin techo con sillas de madera donde la gran mayoría de sus películas eran
mexicanas. No sé cuántas veces siendo niño ví “Allá en el Rancho Grande”,
la película de 1936 donde Tito Guizar disputa con Lorenzo Barcelata cantado toda
una pendencia coral que en 1952 repetirían, con otra letra, Jorge Negrete y
Pedro Infante en “Dos tipos de
cuidado”, de manera que a través de las películas reconocía la diferencias
entre la voz de Jorge Negrete, Pedro Infante o de Miguel Aceves Mejía.
Igualmente,
decía que me tocó la suerte de escuchar una buena cantidad de boleros
románticos cuya música y el recuerdo de sus letras se quedarían incrustados en
mí memoria. Tuve la oportunidad de escuchar cantando por primera vez a Daniel
Santos y a Toña La Negra. A Daniel Santos, no creo haberle oído andar
preguntando por su desaparecida “Linda”, pero el registro de su voz
es irrepetible allí estuvo y me quedó el recuerdo; me imagino que en los discos
de 45 cantaría también temas del maestro Pedro Flores (https://bit.ly/3iOo2hG) quizás
Irresistible
o Prisionero del mar;
no estoy seguro.
Cuando
escuché a Toña La Negra, en esos días no sabía que era mexicana de Veracruz con ancestros haitianos quien se
daría a conocer cantando “Enamorada” un tema de otro jarocho, Agustín Lara, el músico y poeta, ya revisado en este blog (lapesteloca) en
junio del 2019 (https://bit.ly/35Psbxz) donde decía que el compositor orgullosamente se
presentaba como jarocho y mexicano, quien también produjo para Toña temas como “Lamento
Jarocho”, “Veracruz”, “Oración Caribe” en la década de los 30 cuando
con “Vereda
tropical” “Angelitos negros”, “Lágrimas de sangre”, “Diez años” y “Cenizas”,
Toña se haría famosa.
Con La Sonora Matancera en aquella rockola, recuerdo a una
señora que sabrosamente cantaba “Juancito Trucupey” y no era otra
sino Celia Cruz, quien decía: “Juancito Trucupey me dijo que tiene una
fiesta formá, pa tocar con su tambora allá por la madrugá… Juancito Trucupey
muchacho, es un hombre popular a veces, Ay Juancito Trucupey compadre, es un
hombre populá, tu líder”. No podía
saber más de esa historia sino hasta ahora, gracias a la nube de internet que
me informó como Juancito Trucupei, era el apodo de un famoso
tamborero dominicano a quien el compositor dominicano Luis Kalajajjj y su
conjunto típico de Sibao le dedicó una canción con su nombre la cual como decía
antes, fue popularizada por Celia Cruz en los años 50 con la orquesta Sonora
Matancera.
Finalmente estoy convencido de que fue en la rockola del
hotel Guadalupe donde volví a tropezarme con la canción “Nocturnal”, probablemente
en la voz de Pedro Infante y era una hermosa melodía que ya conocía, porque era
el tema que ponían antes del inicio de las películas en el cine teatro Estrella
donde íbamos a ver “las series”, que ya no pasaban en el Landia; pero escuchábamos
“Nocturnal”
en la voz de Alfredo Sadel quien inolvidablemente cantaba “A través de las palmas que
duermen tranquilas la luna de plata se arrulla, en el mar tropical…” la canción del músico compositor mexicano
José Sabre Marroquin.
Con estas
elucubraciones, o como sería igual, podría llamarlas, lucubraciones, le pongo
punto final a un repaso de recuerdos musicales que desde la edad de 10 años se
quedaron en mi memoria gracias a la rockola de hotel Guadalupe de La Puerta en
el Estado Trujillo.
Maracaibo, lunes 20 de junio del
año 2022
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