Cine: la
memoria y la mente
Como prometiera hace un par de días (https://bit.ly/3KKTl8n) regreso
a hablar de, el cine, pues para mí ha servido como herramienta para entender la
realidad del mundo en que vivimos. El cine tiene la capacidad de sintetizar
historias o narraciones que puede haber sido escritas en papel durante siglos,
pero veremos a el cine, actuando como transmisor de actitudes morales o representando
formas de transmisión cultural que de cierta manera nos permite estar
informados y a la vez, puede también puede influir sobre nuestros sentimientos.
Las imágenes que representan historias reales o ficticias nos pueden llevar a
sentir empatía o no hacia los personajes e igualmente hacia actores y actrices
de las películas.
El cine,
por la cobertura de público a la cual puede
llegar, resulta igualmente ser una vía muy efectiva como mecanismo de
comunicación. Cuantificando
los artículos que en este blog (lapesteloca)
estaban relacionados con el cine, en 2017 eran 24, en 2018 fueron 31 y el año
2019, había llegado a 48. En el mes de septiembre del 2020 noté que ya había
escrito 16 trabajos sobre cine y en los 3 meses siguientes salieron 17 trabajos
adicionales sobre el tema. Me ha impresionado igualmente enterarme de que mi
trabajo “Cuatro años de cine en un blog (2015
a 2018)”, publicado como libro en Amazon en la modalidad Kindle hay tenido
tanta aceptación.
El cine
logra hablar a través de las imágenes, es decir, por la vista, por tanto estas
imágenes entran por los ojos y
con o sin sonido van directamente al cerebro. Es una forma mucho más rápida de
llegar al mensaje central que cualquier libro filosófico o psicológico. El cine
es capaz de movilizar el intelecto, aunque sea a través de la ficción, y resulta
ser un reflejo del mundo humano que conocemos. No es algo casual ya que la
música, la comunicación gestual de los personajes, los ángulos de cámara o los
silencios, que forman parte del lenguaje cinematográfico pueden servir para
describir con precisión las experiencias cuando las palabras resultan
inadecuadas o insuficientes.
Mi
interés por el cine me llevado a escribir artículos y sobre el cine negro y
hablé en octubre del 2015 sobre los escritores de novelas policiacas, así fue
como el mes pasado (https://bit.ly/3lhU31v) me referí a Maigret el inspector creado
por Georges Simenon. Curiosamente, releyendo la novela recientemente re-editada
por Sultana del Lago “El año de la lepra”, me tropecé con mi
personaje Alejo Plumacher, que expresaba sus ideas, así: Supongamos una novela como “El halcón
Maltés”, diría yo que seguramente por culpa de Bogart, Dashiel Hammett para
muchos parecerá un escritor más cinematográfico que policial, y es que el cine,
como sucede con la música, en general con todo lo leído y lo vivido, pueden ser
importantes causales de ese supuesto azar de las novelas… Que puedo decir si
siempre que pienso en el inspector Maigret de Georges Simenon es el actor Jean
Gabin quien viene a mi mente”. (https://bit.ly/3NtWt9s).
Uno de
los pilares de una rama de la denominada “neurociencia cognitiva” ha resultado ser la Memoria, y ya hemos conversado sobre sus conexiones con el
sistema límbico que reside fundamentalmente en la amígdala cerebral (https://bit.ly/3AZ25mn). Al “recordar”, serán los
mecanismos de “la memoria” los que se reactivarán para poder reconstruir
mentalmente los hechos, de manera que toda la recreación fílmica, tiene su base
en estos mecanismos que se reactivarán con el recuerdo de los que hemos disfrutado
o padecido observando las películas (https://bit.ly/3s1oiw2).
Me he referido también a las neuronas
espejo que vienen a ser uno de los elementos que nos permite tener
empatía hacia los personajes que observamos a través de la pantalla del cine.
Precisamente gracias a las neuronas espejo somos capaces de entender la
posición de aquel personaje que estamos viendo y admirando, y mientras podamos sentirnos
identificados con él, usualmente a través de las vivencias personales que se
parecen a lo que uno piensa. Es precisamente gracias a ellas que somos capaces
de entender la posición del otro, de aquel personaje que estamos viendo y
admirando, y mientras podamos sentirnos identificados con este, o entender lo
que puede estar sintiendo en la situación que se encuentra, disfrutamos de la
narrativa de las películas.
El cine
no solo es capaz de reproducir diferentes realidades,
sino que nos permite aplicar nuestra comprensión sobre estas. Gracias a
nuestras neuronas espejo los humanos somos capaces de imitar
los movimientos que vemos en pantalla como si fuéramos nosotros quienes los
estamos realizando. Esto genera que automáticamente, tratemos de comprender los
comportamientos que llevan a cabo los personajes del cine a partir de sus
actos. Por eso cuando tenemos muy interiorizado a un personaje porque lo hemos
visto en diferentes películas o porque lo hemos observado durante un tiempo en
un mismo film, podremos crear hipótesis sobre cómo será su reacción en una
situación concreta. A través del cine, no solamente
somos capaces de transmitir una realidad y una razón en base a lo que admiramos,
gracias a la activación de las neuronas espejo podemos emocionarnos y
prácticamente “vivir” lo que estamos viendo.
La
masificación del cine mudo en
blanco y negro, tuvo mucho que ver con las neuronas espejo cuando figuras tan conocidas como Buster Keaton, Charles Chaplin o Harold Lloyd basaban su
actuación en el llamado “gag visual”
que mostraba un mundo en constante movimiento y la gente salía del cine
cansada, o excitada físicamente, con ganas de hacer cosas como las que habían
visto, fenómeno que es absolutamente una consecuencia del efecto de las neuronas
espejo.
Recientemente hablábamos de como las neuronas espejo recrean el dolor, la alegría, la tristeza, o cualquier emoción que se reflejase en la pantalla, cuando estamos viendo un vídeo o una película, y será tan fuerte su efecto que la empatía que provoca hace que percibamos literalmente los mismos sentimientos que los personajes observados en las películas. Todos tenemos la experiencia de sufrir ante una escena donde el malo de la película golpea a la protagonista. Ese sufrir ocurre porque las neuronas espejo recrean el dolor, la alegría, la tristeza, o cualquier emoción que se refleja en la pantalla, cuando estamos viendo un vídeo o una película. Su efecto hace que la empatía que provoca nos lleva literalmente a sufrir los mismos sentimientos que los personajes que observamos. La experiencia de sufrir ante una escena donde el malo de la película golpea a la protagonista, o tal vez, esos momentos que reímos sin parar por la torpeza del personaje, o llorar a lágrima viva. Algo similar tiene que ver con el cine de terror, el miedo que suscita un filme...
El 16 de diciembre del 2015 publicaría datos sobre el cine francés( https://bit.ly/2lGhXZa ), y en 2019 hablé de Atlantic City un filme que aunque norteamericano fue dirigido por Louis Malle (1932-1995), el director de Ascensor para el cadalso(1957), Los amantes(1958) y "Au revoir, les enfants" (1987). Caigo en el tema del cine francés porque lo disfrutaría en mis días de juventud en el cine Venecia, a una cuadra de mi casa. Pudiéramos creer que vivíamos Con el Diablo en el cuerpo, “Le diable au corps”, una película que en el “Venecia”, comencé me enseñó a querer el cine francés. Unos días después veríamos Rififí entre los hombres de Jules Dasin con el actor Jean Servais, y creo que llegué a entender mejor cual era el sentido de aquel cine, en francés, hasta entender el francés y a percibir algo en esa cinematografía tan diferente al cine gringo de los años cincuenta.
Si regreso a mi infancia y adolescencia, siempre recalábamos en “nuestro cine Venecia”, el de la cañada atrás, y el último paga y, ¿quién yo?, nojó, yo no los conozco, y a correr tocan, a esmachetarse, dispérsense, a esmondingarse que van a prender las luces, y quizás a tratar de escaparse saltando por la ventanita del baño… El “Venecia” fue para mí, el de la nouvelle vague del cine francés y el del neorrealismo italiano, el Venecia que nos presentó a Fernadel, y a Totó, y al increíble Fanfán La Tulipe o al sufrido Raf Vallone. Siempre en el Venecia era la cita bajo las estrellas, en las calurosas noches marabinas.
NOTA: El original de
estos disparates ha sido modificado y
es texto en “La Entropía Tropical”, novela publicada por Ediluz Edits, en
Maracaibo, Venezuela, el año 2003
Maracaibo, sábado 18 de junio del año 2022
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