Cientos de trabajadores han firmado una carta de protesta contra los
recortes del presidente Donald Trump. La misiva, que advierte de “terribles
consecuencias para la agencia”, ha sido apoyada por 20 premios Nobel. En las horas
siguientes a su publicación, más de 20
premios Nobel como Carolyn Bertozzi y Ardem
Patapoutian se han adherido al manifiesto, junto con otros
relevantes científicos y miembros de la Academia Nacional de Ciencias de los
Estados Unidos. La directora del mayor centro de ciencia espacial de EE UU, ha dimitido.
“Nosotros
discrepamos” repiten,
una y otra vez, casi 300 trabajadores y ex-trabajadores de la NASA durante
una carta abierta
dirigida a Sean Duffy, secretario de Transportes de EE UU, a quien
recientemente Donald Trump ha nombrado jefe
interino de la agencia espacial tras rechazar a un hombre de confianza de
Elon Musk.
Los firmantes del manifiesto han advertido a Duffy contra los duros recortes al presupuesto de ciencia de la agencia —que la Casa Blanca pretende reducir a la mitad— porque eso supone una amenaza que “compromete la seguridad humana, desperdicia recursos públicos, debilita la seguridad nacional y socava la misión central de la NASA”. Además de advertir de esas “terribles consecuencias para la agencia y para el país” de los recortes que pretende hacer el presidente de EE UU, los califica de “arbitrarios” y critica que se intente llevarlos a cabo “en contra del mandato del Congreso”, que es quien decide los presupuestos de la NASA.
En
un momento en el que las críticas
a Trump parecieran tener fulminantes consecuencias, los empleados de la agencia espacial recuerdan un reglamento
de la agencia espacial que les permite expresar a su jefe una discrepancia
formal cuando creen que una decisión contraviene el interés de la institución.
También se intentan proteger recalcando que el estatuto de la NASA fomenta que
haya esa diversidad de opiniones, sin miedo a despidos y represalias. No
obstante, 156 de los firmantes del manifiesto lo han hecho de forma anónima.
El escrito
se ha denominado Declaración
Voyager en honor de las sondas espaciales Voyager
1 y 2, lanzadas en 1977 para estudiar los grandes planetas
del exterior del sistema solar y que todavía
se comunican con la Tierra tras haber salido al espacio
interestelar. Son los dos mayores iconos de la exploración científica del
espacio. Y misiones de ese tipo ya no serán posibles si la NASA aplica los
recortes propuestos por la Casa Blanca, lamentan los firmantes.
La
carta denuncia que los empleados están siendo presionados para tomar medidas
dañinas contra la propia agencia. Y ponen como ejemplo cancelar ese tipo de misiones de
sondas robóticas de exploración científica o como llevar los
recortes de presupuesto al sistema de Autoridad Técnica de la NASA, diseñado
para garantizar la seguridad de los astronautas en las misiones espaciales
tripuladas y para aprender de accidentes como el
desastre del Columbia. “Nosotros discrepamos”, añaden los firmantes de la Declaración Voyager a cada una de esas medidas, entre
las que están la cancelación de participación en misiones internacionales de
cooperación en el espacio, los despidos generalizados de trabajadores y los
recortes indiscriminados en las áreas de investigación científica y
aeronáutica.
El
manifiesto denuncia también “la cultura
del silencio” que la dirección de la agencia espacial ha implantado en los
últimos seis meses, desde el regreso al poder de Donald Trump. Horas después de
la publicación de esa carta abierta, también ha sido interpretada en clave de
rebelión la dimisión de Makenzie Lystrup, directora del Centro Goddard de Vuelo Espacial. El
Goddard es el mayor centro de investigación científica de la NASA, y en él se
han creado los telescopios espaciales Hubble y James
Webb, que han llevado a otro nivel el conocimiento
humano del universo, gracias al uso de estos dos instrumentos por parte de la
comunidad científica internacional.
A
pesar de que Lystrup no ha manifestado directamente ninguna
crítica en su carta de dimisión, sí ha defendido los más
recientes logros científicos de su centro de investigación, tanto en el campo
de la observación de la Tierra como el de la
exploración del sistema solar. Ese tipo de trabajos de la NASA son los que
están ahora en cuestión. Y a ella le correspondía aplicar despidos masivos y
cancelar misiones críticas para el Centro Goddard, uno de los más afectados por
los recortes que quiere imponer Trump. Con su dimisión, Lystrup renuncia a
participar en ese rápido volantazo a la NASA que los firmantes de la carta sí
denuncian abiertamente.
Otro
icónico centro científico de la NASA muy afectado por los recortes es el
Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés), donde se
crearon las sondas Voyager. Su directora también decidió dejar
el cargo el pasado 7 de mayo, poco después de conocer los planes de la Casa
Blanca de reducir a la mitad el programa científico de la agencia espacial de
EE UU. Trump estaba decidido entonces a reorientar la
NASA para convertirla en una agencia de viajes espaciales tripulados, destinándola a abrir camino para que el magnate
Elon Musk pudiese cumplir su sueño de colonizar Marte. Para ello, contaba con
Jared Isaacman —astronauta privado,
socio de Musk y también multimillonario— al frente de la agencia espacial. Trump retiró
a Isaacman como su candidato a dirigir la NASA y, en menos de
una semana, se produjo una explosiva
ruptura entre Trump y Musk.
A falta de
un nuevo candidato para que asuma la dirección de la agencia espacial, Trump designó
el pasado 10 de julio como jefe provisional de la NASA a
alguien de su máxima confianza: Sean
Duffy, que es el Secretario de Transportes en el Gobierno de EE UU. Sin
ninguna experiencia previa relacionada con el espacio ni formación científica,
Duffy —un abogado que se hizo famoso en reality shows de televisión—, encaja en la visión
de Trump de una NASA enfocada en el transporte de astronautas hacia Marte y más
allá. La prioridad ahora es aparcar las investigaciones científicas —realizadas
principalmente por sondas, robots y telescopios espaciales— que han centrado la
atención de la agencia espacial de EE UU durante las últimas décadas.
Sin embargo, Trump no lo va a tener
fácil para transformar la NASA y apartarla de su misión. La rebelión iniciada
por 300 trabajadores en la Declaración
Voyager se suma a la resistencia activa en el Senado de EUA. El
nombramiento interino de Duffy llegó solo unos días después de que un grupo de
senadores, encabezados por el texano y republicano Ted Cruz, le colaran al
presidente Trump una enmienda que le obliga
a seguir pagando cohetes y estaciones espaciales en la Luna, de
los que Trump quería prescindir cuanto antes para
centrarse en Marte. La fabricación de esas astronaves es fundamental para la
economía de varios estados como Texas y Alabama, gobernados por el mismo
Partido Republicano al que pertenece Trump.
Un proyecto de ley de gastos que acaba de redactar
el Senado sí incluye
fondos para múltiples misiones científicas de la NASA que los
recortes planeados por Trump pretendían cancelar. El proyecto de ley incluye,
para programas científicos de la NASA en 2026, aproximadamente lo mismo que en
2025: 7.300 millones de dólares, casi el doble de los 3.900 millones que
propone la Casa Blanca. La resistencia de esos senadores da una nueva esperanza
a los trabajadores de la NASA implicados en misiones de las sondas Mars Odyssey —la
más antigua que sigue operando en Marte—, la Juno —que
está en Júpiter desde 2016— o la New Horizons,
que atraviesa ahora el cinturón de asteroides de Kuiper, tras haber estudiado
Plutón. Según el
reciente informe del Senado, no todo vale: “Las cancelaciones
de esas misiones, sin justificaciones claras, pueden obstaculizar el progreso
científico y el liderazgo de los Estados Unidos en el espacio”.
Revisado en Maracaibo, para lapesteloca el sábado 2
de agosto del año 2025
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