OTROS MUNDOS Y PARADOJAS IRREALES DE LA LITERATURA
Víctor Bravo dijo que Borges, como
lo hiciera Lewis Carroll había creado un campo narrativo de juego, especie de
vértigo de combinaciones y desplazamientos, de inversiones y rupturas de
límites, donde se refutaba lo real prefigurándose otros mundos, que emergen de
un fondo de paradojas y de laberintos. Según Bravo, Borges como Carroll, aprendería
que podemos ser soñados por otros, que es posible invertir la causalidad y que
la paradoja puede crear mundos distintos, extraños, aunque estén íntimamente
ligados a las presuposiciones lógicas del mundo.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, Samuel Taylor Coleridge
(1772-1834) escribió un conocido poema: “¿Y si durmieras? ¿y si en sueños, soñaras?
¿y si en el sueño fueras al cielo, y allí cogieras una extraña y hermosa flor?
y si, al despertar... tuvieras esa flor en la mano?” Jorge Luis Borges en Otras inquisiciones escribió un texto
titulado "La flor de Coleridge"
donde trata uno de sus temas favoritos: la creación literaria como conjunto
limitado de imágenes y de formas que se despliegan en una serie infinita de versiones
diferentes, dentro de las cuales se confunden el original y la copia, o mejor
aún, no existe ni uno ni la otra, sin atreverme a concluir con la consabida frase
de “sino todo lo contrario”. Más adelante JLBorges se refirió
a… “una novela que Wells bosquejó en
1887 y reescribió siete años después, en el verano de 1894. La primera versión
se tituló The Chronic Argonauts, la definitiva, The Time Machine”. Herbert
George Wells, en esa novela, continúa en la antiquísima tradición literaria de
ir sobre la previsión de hechos futuros. El protagonista de Wells, viajará
físicamente al porvenir, y desde allí regresará rendido y maltrecho, un “volver
con la frente marchita”, con las sienes encanecidas, desde una remota humanidad
habitada por especies que se odian, por ello lo que nos trae del porvenir es una
flor marchita. “Esa flor ya no retoña” pensará cualquier melómano, pero Borges,
más acertado, afirmaría sobre este hecho, que, “tal es la flor futura, la contradictoria
flor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y no se combinaron aún”…
Henry James dejó inconclusa una novela titulada The Sense of the Past la cual aparece
cómo una variación de The Time Machine.
“El
sentido del tiempo”, de Henry James es una obra inacabada, según la
opinión de expertos y ha apasionado a la crítica por estar oscurecida por
detalles autobiográficos, por lo que también ha sido considerada como su
testamento. Henry James revive su propio pasado en el personaje de Ralph
Pendrel, un historiador americano, quien a partir del retrato de un joven
antepasado inglés, emprende una fantástica inmersión en el tiempo y regresa al
pasado siglo XVIII. El nexo entre lo real y lo imaginativo, en este caso no es
una flor, es un retrato que misteriosamente representa al protagonista quien fascinado
se encuentra con su antepasado de 1820, un ser obsesionado por el futuro,
mientras que el historiador de 1910 se encuentra sumido en el pasado y esta
situación lleva a que ambos personajes se crucen en una especie de doble viaje
en direcciones opuestas a través del tiempo, así el vínculo entre las épocas se
rompe, y el historiador corre el peligro de encontrarse encerrado en
el pasado, sin posibilidad de retorno, de manera tal que Henry James creó un regressus ad infinitum. James fue amigo
de Wells quien posiblemente desconocía el texto de Coleridge, él si lo conocía
y además admiraba el texto de su amigo Wells, de manera que puede aquí
validarse la doctrina de que todos los autores son un autor, aunque finalmente Borges
concluya opinando sobre este tema que tales hechos descritos son
insignificantes ya que la literatura es lo esencial, y no los individuos.
El 6 de diciembre el
año pasado (2015) en un texto “Sobre la
lectura y la relectura en la literatura” publicado en
lapesteloca.blogspot.com, se me ocurrió tocar el tema de la literatura y las
premoniciones, al referirme a la novela de Paul Auster “La noche del oráculo” donde el autor hablaba de la literatura como premonitora
de acciones futuras. En la novela de Auster, Sydney Orr recordará haber
conversado sobre un poeta quien escribió sobre un niño ahogado, a quien unos
meses después se le ahogó su hija. El personaje Sydney, para quien era absurda
la relación entre lo escrito y la realidad, explicaba lo sucedido diciendo que “vivimos
en el presente, pero el futuro está siempre en nosotros”. En la misma novela, Auster inventará a Nick Bowen, otro personaje, supuestamente
creado por el escritor ficticio Sidney Orr, y quien se obsesiona con la lectura
del manuscrito de una novela inédita de una autora famosa en los años veinte,
novela que se titula “La noche del
oráculo”. Lemuel Flagg, es en esa novela un moderno Tiresias (famoso
vidente de la mitología griega). Flagg soldado en la Primera Guerra Mundial, quedó
ciego cuando explotó un mortero en su trinchera, y desde ese momento, adquirió el
don de la profecía. Tal como se decía en la mitología de Tiresias, quien por
insistir en que la mujer disfrutaba en el sexo más que el hombre, logró enfadar
a Hera, que lo dejó ciego y aunque nada pudo hacer. Zeus para rectificar la
crueldad de Hera, pero el supremo del Olimpo compensaría a Tiresias dándole el
don de la clarividencia. Esta cualidad que en la novela de Auster caracteriza a
Lemuel Flagg, lo convierte en un personaje famoso. Cuando Flagg regresa a la
Gran Bretaña conoce a Bettina Knott su futura esposa, pero antes de que se
celebre la boda, tiene una visión en la cual Bettina lo traicionará antes de
que acabe el año, lo que induce en Flagg en una obsesión vertiginosa a decidir
suicidarse… Paul Auster, creador de Sidney Orr y éste a su vez inventor de Nick
Bowen, quien a su vez lee una novela y es seducido por su protagonista Lemuel
Flagg, todos se encuentran en una cadena de paradójicas consecuencias que no son
más que ficciones literarias sin sustento real alguno, pura imaginación, como
tiene que ser y en particular es, una característica resaltante en el escritor Paul
Auster.
Para no perder la
costumbre cinéfila, va un afiche de The
Time Machine (La máquina del tiempo), película del año 1960 dirigida por
George Pal, basada en la novela de H. G. Wells The Time Machine (1895),
protagonizada por Rod Taylor, Alan Young, Yvette Mimieux y Sebastian Cabot. El año 2002 se hizo un nuevo film, dirigido
por Simon Wells, biznieto de HG Wells, el cual es en realidad un remake de la
película de ciencia ficción de 1960. The
Time Machine y fue protagonizada por Guy Pearce, Jeremy Irons, Orlando
Jones y Samantha Mumba. Hay que mencionar también el film Time After Time dirigido por Nicholas Meyer en 1979, con música de
Miklós Rózsa con el título en español de “Escape
al futuro” y protagonizado por Malcolm
McDowell en el papel de H. G. Wells y David Warner como Jack el Destripador. Finalmente
“Time After Time” fue el título de es
una canción escrita por Cyndi Lauper y el músico Rob Hyman que fue muy popularizada
en la década de los 80.
Maracaibo, 06 de agosto de 2016
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