El año de la lepra
Jorge
García Tamayo, 2011
Capítulo 12
(Segunda
parte )
…Cuando tú viajabas con Mamaina hasta San
Cristóbal, en un recodo del camino desde donde ya divisabas las torres blancas
de las iglesias y los techos de las casas, con sus tejados ocres y nacidos con parásitas
por efecto de la permanente lluvia, tú volteabas a mirar hacia la montaña para
ver la casona blanca con la chimenea y el trapiche de paredes amarillas, allá,
detrás, desprendiendo motas de humo gris, y era aquel el sitio que una vez tu
abuela tuvo la desafortunada idea de señalarte como el hogar de Renata y de tus
hermanitas, donde habitaban con el protector y poderoso Don Heliodoro. Con
árnica y yodo Mamaina hubo de curar varias veces tus raspaduras y moretones que
resultaban una rutina desde que en el sexto grado algunos compañeros comenzaron
a fastidiarte con la conseja de que eras hijo de Don Hilarión el cura párroco y
tuviste que soportar algunos comentarios terribles que decían barbaridades
sobre tu abuela y sobre Renata, hasta llegar al extremo, cuando decidiste no
querer asistir más a la escuela parroquial. Mamaina intervino para hablarte con
claridad meridiana cuando te expresó pausadamente su opinión: Omarcito, me
tienes a mí, tu abuela, y sabes bien que Renata te adora; esto te debe bastar.
Es lo que debes saber y es la única verdad que existe. Así que cuando venga el
Demonio a tentarte con cuentos y habladurías, y la gente malvada que no te
quiere bien te quieran ensuciar el alma con calumnias y otras cochinadas, entiende
que ellos solo desean tu perdición; es el Maligno quien anda detrás de ellos y
de Satanás es de quien deberás cuidarte, por eso debes rezar mucho, reza hijo
mío y estudia bastante para que puedas llegar a ser un hombre de bien. Aquellas
palabras de Mamaina no terminaban de satisfacerte pues te parecía que siempre
andaban en la misma tónica, sin mayores aclaratorias y te dejaban inerme contra
la maledicencia ajena. Siempre había quien murmurase e hiciera chistes sobre
las relaciones entre Don Hilarión y las dos beatas de Táriba. Rememorarás Omar que
fue justamente el cura párroco quien logró para ti la beca para que pudieses
iniciar el bachillerato lejos de Mamaina y del ambiente de tu pueblo y así fue
como saliste de Táriba y fuiste confinado interno en un Liceo Monástico Militar
entre montañas muy verdes en la lejana población de La Grita. Tu destino estaba
planificado para que antes de finalizar el cuarto año pudieses pasar
directamente al Seminario.
…Recordarás Omar la época del despertar de
tus sentidos como un proceso que se dio presto y explosivo, con interminables
noches de insomnio en la cama 12 del dormitorio donde compartiste con otros adolescentes
el primer año de tu internado en La Grita. Ellos dormían a pierna suelta mientras tú,
durante meses añoraste a tu abuela, y seguías elucubrando cosas sin sentido de
las que de pronto te arrepentías para regresar en las noches a tus ensoñaciones
sobre algunos de los reveladores comentarios, inventados o no, pero, que te
llenaban de dudas. Muy pronto comenzaste a escuchar disparatadas aventuras de
tus compañeros, seguramente ficticias pero esclarecedoras para ti quien
desconocías la existencia del ignoto y oscuro mundo del sexo. Allí escuchaste
de muchas situaciones zoofílicas y de insólitas aventuras prostibularias de las
que se jactaban algunos muchachos de los años superiores y varios de tus
compañeros de curso, quienes de lo más solícitos intentarían darte lecciones.
Tú luchaste denodadamente durante meses para alejar las tentaciones, pero eran
inevitables, especialmente por las noches, en la oscuridad fría del dormitorio,
cuando pensabas en Mamaína y en Renata y comenzarías a imaginarlas conviviendo
con Don Hilarión, tu mentor, quien de cura beatífico con apariencia andrógina
inicialmente, terminaba transformándose en un engendro satánico con aspecto de macho
cabrío quien se regodeaba con sus dos mujeres haciéndoles cosas como las que te
contaban tus amigos, antes inimaginables para ti. Estos sueños o delirios en la
penumbra del dormitorio te mantenían despierto hasta el amanecer hasta un
momento cuando luego de largos períodos de mortificaciones y de esfuerzos
místicos, decidiste que no valía la pena rezar tanto y por el contrario
captaste como solo conciliabas el sueño después de saciar tus deseos. La
primera ocasión para volver a Táriba fue desechada por ti mismo, y decidiste
pasar tus vacaciones en La Grita
con algunos compañeros en la casa de uno de tus mejores amigos. Ya en el
segundo año te sentías un conocedor de todas las situaciones y con cinco
amigos, todos se convirtieron en un grupo con poder para negociar con los
nuevos, y con los de los años superiores. Estos negocios, muchas veces sobre
literatura no lícita, o sobre cigarrillos y con mayores dificultades algunas
veces hasta lograron llegar a comerciar hierba, te llevaron a conocer a Humberto
Feleizola un alumno del tercer año cuya influencia haría que la vida cambiara
para ti. Convencido de que Satán arañaba con sus garras y compenetrado con un
par de compañeros de tu dormitorio quienes estaban aficionados a diversos tipos
de juegos sexuales, no resististe la curiosidad y te hiciste parte vital del
grupo. Es fácil que recuerdes Omar como te sentiste tranquilo en la seguridad
de que la confesión limpiaba tus faltas, que eran al fi n y al cabo, solo unos juegos
que se daban en la silenciosa oscuridad del dormitorio, los cuales por lo demás
no tenían porqué hacerle ningún daño a nadie. Con Humbertito Feleizola las
cosas fueron diferentes. Al finalizar el segundo año ya estabas convencido de
que no era una simple amistad lo que había florecido entre ambos. Al rubio y
atlético joven quien sabía todo sobre el mundo del arte y de la música, le
encantaba conversar contigo, y tú, comenzaste a aprender a seguirle la
corriente y también a hacerle caso al querer verlo como un hermano mayor, o
quizás a buscar en él la figura paterna que no habías tenido. No tardaste mucho
tiempo en comenzar a entender que era algo más que cariño ese deseo de estar
con él todo el tiempo y a dejarte controlar psíquica y físicamente por él.
Estuviste en Táriba finalmente en vacaciones para pasar al tercer año y allí
sería don Hilarión quien habría de bendecirte y decirte “ego te absolvo” cuando
le confesaste algunos de tus pecados veniales, ocultándole los que sabías eran
tuyos muy personales, los de tus andanzas con Humbertito, y lo hiciste ex
profeso para luego reír solo para ti, al escucharle decir como sería él mismo
quien iba a asegurarte el futuro y arreglaría tu situación ya que con toda
seguridad al pasar al cuarto año ingresarías al Seminario Diocesano. Emocionado
regresarías a La Grita
y antes de volver al internado tendrías la oportunidad de pasar
una semana en la finca de los Feleizola. Parecían ambos convencidos de que
existía entre los dos algo casi sagrado, pero al volver a las clases, tu ya
conocido historial de amores con un alumno del último año fue pronto mal
digerido por tus viejos amigos y compañeros de dormitorio quienes celosos
decidieron dilacerar aquella traición. Reportarían tus actividades nocturnas a la Dirección del internado
y tan solo sería la providencial intervención de don Hilarión, la que logró que
en diciembre te trasladasen directamente al Seminario capitalino, conmutando
así la sentencia de expulsión por lo que debería ser la reorganización de tu
vida al ingresar por la senda del bien ya que tras recibir el perdón, deberían
abrirse para ti las esperanzas de retomar tu puesto entre quienes estarían para
llevar a las ovejas al redil y facilitarles como poder ascender al Reino de los
cielos.
***
Debo ser yo,
Arístides Sarmiento quien relate la curiosa historia personal de Silvester
Korzeniowski. Lo hago por cuanto él
llegó a nuestra “ciudad
de fuego” desde hace ya más de un quinquenio por una iniciativa del doctor Itriago y
mía. Así pues, en cierta forma me siento involucrado en casi todo lo relativo
a su existencia al ser yo partícipe de sus proyectos de investigación. Por
otra parte me parece que estoy llamado a
esclarecer cualquier sombra de duda que sobre el profesor
Korzeniowsk se quiera plantear, en particular en lo relativo a los hechos
acaecidos a finales del año 2011 en Maracaibo en los que se halló
involucrado nuestro más brillante investigador. Sin más preámbulos comenzaré
por referirme escuetamente a su infancia. Es un hecho notorio que
Silvester desde muy niño, emigró con su familia
judeopolaca a la ciudad de Kobrin la cual al caer bajo la égida germana sería
convertida en un gueto. Las condiciones de la familia fueron empeorando a
medida que nuevos contingentes de prisioneros judíos se incorporaban a la
ciudad hasta el año 1942, cuando a Silvester, ya de 10 años, con sus padres y
sus tres hermanos, Abraham el mayor, Hanna su hermanita y Enoc el menor, le
tocó ser testigo presencial de la ejecución de cientos de judíos por los alemanes.
Muchos prisioneros fueron enviados a campos de exterminio, así como también
algunos fueron fusilados por las tropas soviéticas como había sucedido ya desde
el año 1940 en la matanza de Katyn. La masacre de BronnaGora fue presenciada
por Silvester desde antes de darse la dispersión y desaparición de su familia.
Tras un levantamiento dentro del gueto, él logró escapar y sobrevivió en los extensos
territorios de bosques y lagos que ahora pertenecen a Belarus y que en aquellos
años todavía eran territorio polaco invadido por las tropas alemanas y asediado
por el ejército soviético. La suerte favoreció a Silvester y a otros muchachos
escapados del geto al encontrarse con Kopel Kopanistky, un judío ruso de 18
años quien dirigía bandas de jóvenes armados ocupados en hostigar a las tropas
alemanas. En 1943 los partisanos de Kopel se incorporaron formalmente al
movimiento Armia Krajowa el cual terminaría por ser disuelto a finales del año
43 cuando Silvester con un grupo de las desarticuladas brigadas de Kopanistky
decidieron escapar hacia el sur. En la primavera del año 1944, los muchachos
dirigidos por Kopel cruzaron parte de Checoslovaquia y por los montes Cárpatos
penetraron en territorio magiar hasta arribar a las afueras de Budapest. El 19
de marzo de 1944 cuando las tropas alemanas invadieron Hungría, el Primer
Ministro Miklós Horthy ordenó la detención de Ferenc Szálasi y aprovechó la
simultánea penetración de las tropas soviéticas en el territorio húngaro para
fi rmar un armisticio entre Hungría y la Unión Soviética.
Silvester con Kopel y 12 jóvenes partisanos que habían sobrevivido a las
vicisitudes de cruzar Checoslovaquia, y arribar a la frontera de Hungría
lograron esconderse en la periferia de Buda. Habitaron durante varias semanas
en alguna de las casas destruidas en las afueras de la ciudad, hasta cuando
Kopel logró hacer contacto con el doctor András Joséf, conocido como “el Dr
Fisch” quien luchaba en la clandestinidad y sostenía una secreta red de
“hogares sionistas”. En aquellos días, los alemanes lanzaron la Operación Panzerfaust
sobre Budapest, y mientras agentes secretos germanos secuestraban al hijo de Horthy
forzándolo a deponer el gobierno y abdicar, el 3 de noviembre Ferenc Szálasi
fue nombrado Primer Ministro y jefe de Estado. Aún cuando ya la mayoría de la
población judía de Budapest había sido enviada a campos de concentración, con
Szálasi como aliado de Alemania, se incrementó su persecución y deportación de
los aún residentes en aquella ciudad en ruinas. Guarecidos en las viviendas
marginales de las estrechas calles de Buda, Kopel y 5 de los jóvenes
expartisanos lograron acercarse hasta el refugio del Dr Fish quien mantenía
escondidos en los sótanos de un asilo psiquiátrico abandonado a una docena de
niños sobrevivientes de familias judías desaparecidas. Allí se refugió Silvester
con otros huérfanos a quienes Kopel dejó en las manos del rabino András para no
volver a aparecer. Nunca más supieron de él. Los puentes sobre el Danubio
habían sido destruidos por los bombardeos, y Buda, se hallaba separada
físicamente de Pest, donde se había establecido una concentración de judíos
protegidos, en un recinto denominado El Ghetto Internacional de Pest, para
resguardar y dar cobertura diplomática a una pequeña parte de la población
judía. No obstante, durante esos meses del gobierno de Szálasi, la SS actuaba impunemente y desde Budapest
Eichmann deportaría más de 50.000 judíos especialmente durante el invierno
enviándolos a la frontera austriaca para construir fortificaciones que
intentaban detener el avance soviético. No sería sino hasta el 13 de febrero
del año 1945 cuando finalmente las tropas soviéticas penetrarían en Budapest.
Gracias el doctor Frigyes Görög quien se encargó del Comité Nacional de ayuda
para los niños judíos, Silvester salió del refugio del Dr Fish para llegar
hasta el geto de Pest donde sería ubicado en un listado de niños judíos
huérfanos refugiados y listos para salir de Hungría vía Yugoselavia, con
destino a Palestina. El año 1946 se decidiría su destino al ser enviado a
través de Zagreb para hacerse a la mar en Dubrovnik. En esa ciudad amurallada,
cuyo nombre era Ragusa también conocida como la Atenas del Adriático, su
suerte habría de cambiar. Adoptado como un hijo por la familia del doctor
Ángelo Cohen, un médico quien recetaba a sus enfermos y asistía diariamente al
hospital de Ragusa donde luchaba para emular a sus ídolos Ignacio Semmelwis y
Louis Pasteur, se quedaría Silvester para vivir en su casa cuidado por su
esposa Simona y sus dos hijas ya adolescentes quienes lo
estimularían para que se incorporase a aprender
un oficio al cumplir el rol de ayudante del doctor Cohen. Todas estas sentidas
y en ocasiones trágicas peripecias en la vida de Silvester Korzeniowsk las
conozco en detalle porque hace muchos años que él personalmente me las relató y
tuve buen cuidado de apuntar muchos nombres de sitios y de personas pensando
que serían importantes si alguna vez su pasado regresaba y se inmiscuía en su
plácida vida en estas regiones tropicales. Afortunadamente esto nunca aconteció.
Es decir, quizás hasta el final…
Nadja Kovac nació en las afueras de Zagreb en
el invierno del año 1938, su padre tenía una pequeña granja en el campo donde
vivía con su mujer y tres hijos. Nadja fue la primera niña en aquella familia
de campesinos croatas, muy católicos. Desde siempre, un ambiente hostil acompañaría
a la niña como consecuencia de la guerra y curiosamente éste pareció estar
relacionado con su condición religiosa. Por ser croatas y católicos
practicantes, paradójicamente no se hallaban en una situación de paz y de amor.
La presión que el gobierno regional, comandado por serbios religiosamente
ortodoxos, ejercía sobre los campesinos croatas se hizo insostenible y los
Kovac terminarían por perder su casa y su tierra. Nadja vería como las
posesiones de su padre fueron confiscadas para resignarse toda la familia a
vivir en las zonas marginales de Zagreb. Durante la invasión de Alemania, su
familia comenzaría a ser diezmada, inicialmente fallecería uno de los hermanos
y tuvieron que emigrar todos a pueblos vecinos. La invasión alemana a los
territorios de Yugoslavia, fue cruel, especialmente con los judíos pero también
fue valientemente rechazada por el pueblo quienes repelerían a las fuerzas de ocupación
en las ciudades. En una de estas escaramuzas moriría el padre de Nadja. La
persecución en los pueblos les llevó a las montañas. Allí, la resistencia
partisana organizada y dirigida por Josip Broz Tito mantendría una confrontación
armada permanente hasta que al fi nal de la guerra y apoyado por el partido
Comunista, Tito consolidaría La República Popular Federal de Yugoslavia. En 1945
sería elegido primer ministro de esa nación. Nadja escapó de las zonas de
guerra logrando con su madre y dos de sus hermanos menores emigrar hacia el
sur. A las calamidades de la guerra se le sumarían enfrentamientos con algunos grupos
de judíos ya perseguidos por los nazis y con los bosnios por diferencias con su
religión musulmana. Finalmente, escapando, Nadja con su madre y sus hermanos
llegarían a Dubrovnik durante el invierno del año 1949. Ese año se desataría
una epidemia de escarlatina en Zagreb y el doctor Angelo Cohen con su joven
ayudante Silvester Korzeniowsk viajarían hasta la ciudad capital para
atender algunos de los más de 3.000 casos de pacientes febriles. Los cultivos
de los estreptococos que realizaba el doctor Cohen dieron mucho que hablar
puesto que en esa época se ensayaba por primera vez la aplicación del
descubrimiento del profesor Alexander Fleming, un hongo para combatir a los
cocobacilos responsables de la escarlatina. La penicilina había sido preparada en
forma cristalina en los Estados Unidos y desde 1943 comenzaba a exportarse a
Europa. Cuando Silvester y su padre adoptivo regresaron a Dubrovnik ya la
decisión de que el joven debería estudiar medicina en Italia, estaba tomada.
Silvester había desarrollado unas habilidades increíbles sobre diversos temas
médicos y también era un apasionado por las historias que su padre adoptivo le
relataba sobre la cacería de los microbios. El doctor Cohen le recomendaría
entusiasmado que estudiara formalmente medicina, de tal modo que activó sus
contactos para ayudar al muchacho. El doctor Angelo Cohen movilizó algunos amigos
en diversas organizaciones sefarditas, y éstos decidirían llevar a Silvester
por mar hasta Venecia y desde allí a Padova, donde habría de matricularse en la
facultad de Medicina de aquella famosa Universidad. Nadja y su madre regresaron
desde Dubrovnik a Zagreb en 1950. La joven reanudaría sus estudios en esa
ciudad. En 1954 Nadja de 16 años emigraría a Italia con su madre. Para la época
uno de sus hermanos menores había fallecido y la señora Kovac trabajaba para
mantener a Nadja y a Nicolai haciendo bordados multicolores en pañoletas que vendía
a determinados comerciantes. Inicialmente vivieron en Venecia y luego se trasladaron
a Florencia. Nadja hizo algunos trámites para intentar inscribirse en La Escuela de Arte de la Universidad de Zagreb al
año siguiente, pero no lo conseguiría. Finalmente se mudaría con su madre desde
la población de Lucca a la ciudad de Padova donde la joven comenzaría a
trabajar en un café cercano a la Universidad. Nadja sentía que tenía que ayudar a
su madre, quien parecía haber comenzado a perder la vista. Silvester conocería
a Nadja en 1955, cuando ella era una rubita mesera de 18 años en el café La Taverna, un sitio
frecuentado por los estudiantes de medicina donde se cenaba y se bebía cerveza
por un precio muy reducido. Tras unos meses de
galanteo y sueños que para el estudiante de medicina eran tórridas pesadillas,
Nadja accedió a salir con él y meses más tarde terminarían viviendo juntos en
una buhardilla donde Silvester estudiante ya del tercer año de medicina
continuaba apasionado por el tema de los microbios soñando quizás con poder dedicarse
por entero a la bacteriología.
***
Muy temprano en la mañana del día sábado 4 de
diciembre, el profesor Arístides Sarmiento llamó por teléfono a Víctor
Pitaluga. Arístides había dormido mal. Le costó conciliar el sueño,
probablemente estaba preocupado después de que el presbítero Omar Yagüe Oliva
dejara su casa casi a las dos de la madrugada. Le vio partir en su auto y se
quedó en la puerta mentalmente regresando a todo cuanto había sabido esa noche,
no solo sobre el problema moral o psicológico del cura, también sobre los
hallazgos de Zacarías y sobretodo le mortificaba pensar en lo que Pitaluga y
sus amigos veterinarios pudiesen encontrar en la isla. El profesor sabía que
Brinolfo y Sergio con seguridad acompañarían a su joven investigador. Víctor
Pitaluga era su estrella, la esperanza de la continuidad hacia el futuro de las
líneas de investigación ya profundizadas por experto microbiólogo Silvester
Korzeniowski. Después de que él y Korzeniowski se negaran a recibir ayuda de
los investigadores de la Universidad
de Columbia, Arístides sabía que sus pares gringos estaban en una carrera
contra el tiempo y presentía que Silvester y Víctor en el bioterio de La Cañada de Urdaneta estaban
lo suficientemente adelantados como para resolverlo todo en un par de meses.
Para el año 2012, ya habían decidido que los resultados los
presentarían en el Congreso Internacional de Microbiología en Atlanta. La
gente del CDC se quedará boquiabierta. Esto le había dicho a Silvester un par
de días antes, y ahora temía por Víctor al escuchar como el teléfono repicaba
sin que nadie tomase la bocina. Víctor respondió. Estaba en la ducha y no
escuchaba, le dijo a su jefe. Arístides brevemente le advirtió sobre lo
peligroso que podía ser la incursión que pretendían llevar adelante en la noche
y le sugirió a su joven investigador que le parecía preferible “abortar el plan”.
Eso le dijo pero Víctor no quiso darle oídos a su advertencia. Ya casi estamos
de salida, le explicó al profesor. Olvídese, pues tomaremos todas las
precauciones necesarias, nadie se va a enterar. Cuando Arístides le habló sobre
los túneles, Víctor le dijo que ya Rubén le había dado todos los detalles y que
él prefería pensar que no eran reales, pero que al día siguiente, ya
regresarían para contarle todo cuanto hubiesen encontrado. Finalmente Arístides
se tranquilizó a escuchar que Ruth no les acompañaría, ella tenía que hacer la
necropsia de un par de cachicamos que seguramente morirían el mismo día sábado,
o tal vez el domingo en la mañana. Están agonizando. Esto le dijo Víctor a su
jefe antes de despedirse.
***
A las 10 de la mañana del sábado 4 de
diciembre, todavía Omar Yagüe Oliva no parecía tenerlas todas consigo. A pesar
de dos pepas de Benzodiazepina que se tragó con agua al llegar en la madrugada
desde la casa del profesor Sarmiento, había tardado varias interminables horas
en conciliar el sueño. Ahora despertaba sin poder precisar si su mortificación
mayor era el dolor de cabeza, o era Cheo su dolor de cabeza que le mortificaba
y en ese conciliábulo interno andaba cuando decidió levantarse, darse un baño y
llamar por teléfono a su atormentador “socio”. Pero José Luís Ortega, alias
“Cheito”, no aparecía ni en sus celulares Nokia y Motorola, ni tampoco en su fl
amante Blackberry. Comenzó a desesperar ante la imposibilidad de localizarlo.
Era como que si él estuviese desaparecido, e indudablemente, pensaba Omar, ese demonio
se me está escondiendo. El presbítero Omar vivía en una pequeña casa de la Urbanización “El
Naranjal” desde hacía ya unos cinco años. Fue cuando Cheo decidió que era mejor
que el párroco, se mudase de la casa parroquial a una urbanización pequeña y
más tranquila y le ofreció una vivienda de dos habitaciones que había recibido
poco antes como herencia de un tío suyo ya fallecido. La casita casi que ni se
veía, oculta tras una tupida cerca de cayenas rojas y amarillas. Cheo, para la época
argumentó que mudarse era una necesidad impostergable para Omar, puesto que en
su parroquia, los feligreses y sobretodo los vecinos ya organizados en Consejos
Comunales, no le dejaban vida al cura. La casa del difunto tío, les permitía a
ambos poder descansar y escapar de las obligaciones y compromisos parroquiales
que permanecían siempre alborotados en el sector donde había residido Omar
durante casi dos décadas. Por otra parte, gozaban de una increíble
tranquilidad, los vecinos nunca habían interactuado con quienes entraban y
salían aparentemente sin horarios preestablecidos, por lo que la casita de “El
Naranjal” era para Omar su “sancta sanctorum” y más musicalmente hablando para
Cheo era el “Hernando´s hideaway” de ambos. La necesidad de esa huída, que les
llevaba a encapsularse y apartarse “del mundanal ruido” le decía Omar a Cheo,
que era aquella una condición necesaria para protegerse de la envidia y la
maledicencia de quienes andaban tras sus siempre exitosos y productivos
proyectos, los mismos que habían hecho de él casi una mítica fi gura como el
empresario religioso más pujante de la región. Esa, la de “El Naranjal”, sería
la dirección que Cheo Ortega le daría al moreno y gordo Germán Pinilla la tarde
de ese mismo día sábado, para que pudiese buscar y ubicar con calma la otra
mitad de la “boloña verde” que habría de valer para que en la noche se diese la negociación perfecta con los hombres del
cartel que habría de cuadruplicar los billetes norteamericanos, los de un verde
limón.
***
CONVERSACIÓN TELEFÓNICA entre Cheo Ortega y
el General Alcides Henares (X) el día sábado 4 de diciembre a las 9:30 am
–Coño Alcides, te llamo para informarte que
el Omar, como que nos quiere cagar la jaula.
–X… –¡Si güón!, cuando ya teníamos la verga
papita, ha venido este carajo con que, que si tú, y que si yo, y no se que más
vergas, como si esta mierda fuera una marisquera de amiguitos, ¡que cagada!, y
es que ya lo que consigue con esas güevonadas es sacarme la piedra.
–X… –Sí, sí.
–X…
–Pero es que ¡a que a estas alturas del partido!, ¿cómo se va a poner el
hijoeputa a formarme peos?, ¡a mí!, como si antes no hubiésemos acordado nada,
¡somos socios, verga! Yo te lo he dicho…
–X… –¡Ah verga sí!, de bola que sí, es que…
–X… –Verga vino a formarme semejante peo,
porque le removí los cobres, por esa huevoná, como si la boloña no fuera de
ambos, y pa mí que es como que no cree que la vaina va, el gran carajo ahora
como que no sabe o es que no cree que la movida es de pinga.
–X… –Ya sé Alcides, sí, ya lo sé. Es que yo
tuve que explicarle que…
–X… –Ajá, Ummhú…
–X… –Mierda, y con todo ya listo, ¡que cagada!,
yo no sé que culillo le ha entrado a ese güevón…
–X… –Sí coño, sí. Pero Alcides es que…
–X… –Verga sí, pa mí que el marico está
cagao, como que ahora se quiere echar patrás, miedo a las narcovainas dice él,
pero yo se lo repetí, no se puede poner ahora con vergas raras…
–X… –Hoy mismo es que me doy de cuenta que,
que siento que Omar está de verdá tratando de salirse, y pa mí que lo que está
es recagao.
–X… – ¡No Alcides, no!, pero…
–X… –Ajá, así es.
–X… –Es un peligro sí.
–X…–De
bola, pero y ¿qué vamos a hacer entonces con ese idiota? –…
–X… –Sí Alcides, sí, pero ya va…
–X… – ¡No coño no!, es mejor esperar…
–X… –Si Alcides, pero, ¡verga Alcides!,
tampoco se puede…
–X… –Tranquilo que yo puedo hablar con él
otra vez.
–X… –Bueno puede ser buena idea, eso de la
vigilancia, sí, es que…
–X… –¿El gordo Pinilla?
–X… –Coño Alcides, pero cuidao, ve que nos
podemos complicar más. Ve que esas vainas no pueden hacerse a lo loco.
–X… – Bueno, sí, el gordo…
–X… –Yo hablo con él, ese coñoemadre, sí
claro que él es capaz de sacarle la mierda a cualquiera…
–X… –Sí, si a cualquiera…
–X… –¡Ya va!, pero…
–X… – ¿Qué parezca un atraco?
–X…–Limpio
e bola lo puede dejar. Yo le hablo, sí…
–X… –Será lo mejor. Ajá…
–X… –Yo mismo llamo a Pinilla.
X –… –Si, no hay vergas, es mejor que
resuelva, si, pero temprano…
–X … – ¡Ajá!, yo lo mantengo en su casa.
–X… –Que me espere, si…
–X… –Sí, ¡mierda!, pero yo te llamo, sí.
–X… –Dame hasta esta noche, temprano sí, solo
así, te juro que antes de las nueve te informo, con seguridad…
–X… – ¡Verga sí¡ Yo te aviso Alcides, ¡coño!
–X… –No podemos precipitarnos, tranquilo, que
pa mañana tendremos todo listo, gracias a la boloña…
–X… –Como una maquina de multiplicar, sí, de
bola. Hasta la noche, sí…
–X… –Te aviso pues, está bien…
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