El año de la lepra
Jorge García Tamayo, 2011
Capítulo 14
Jaim Grudzinsky y Silvester se conocieron en Venecia el
año 1951 cuando él estaba recién llegado a Italia desde Dubrovnick y vivía con
una familia sefardita en una calle en el geto judío veneciano. En esos días
Silvester estudiaba preparándose como aspirante a la Facultad de Medicina de la Universidad de Padova
y Jaim, un par de años mayor que él, también procedente de una familia hebraica
de polacos, esperaba igualmente iniciar sus estudios de Leyes en la Universidad de
Florencia. Jaim era mejor conocedor del mundo y poseía un inusitado interés por
la cultura y el arte del Renacimiento. Ambos amigos se mudaron a una pensión
donde Silvester se extasiaba escuchando cuanto sabía su amigo quien le hablaba
en detalle sobre los famosos pintores y escultores italianos, particularmente
de los maestros renacentistas y se extendía con entusiasmo al destacar su
peculiar interés por la historia del papado. Para Silvester todo aquello le
resultaba algo curioso pues para él eran temas totalmente desconocidos. Él se
preguntaba como aquel joven judío quien había como él sobrevivido a los
horrores de la guerra, podía haberse interesado precisamente en los asuntos
religiosos de los jerarcas de la Iglesia Católica. Especialmente le hablaba Jaim
sobre la figura del papa Alejandro VI y detalles particulares sobre ciertas
familias italianas como los Borgia y los Medici. Silvester aumentó el caudal de
sus conocimientos hasta entonces ocupado casi solamente en la historia de médicos
cazadores de microbios y admiró cuanto sabía sobre el arte, la música y de la
historia de Italia su nuevo amigo aspirante a estudiar Leyes en Florencia. En
sueños recurrentes la magra figura de Savornarola achicharrándose en un poste
despertaría durante años a Silvester por las noches. Él había conocido en
detalle la historia del fanático fraile dominico por boca de Jaim Grudzinsky y
este como otros tantos relatos permanecerían en su subconsciente, quizás para
desplazar las reales penurias de la guerra y de la persecución padecidas por él
y por todos los miembros de la gran familia hebraica. Algunas de estas
anormales apariciones que se daban en sus sueños se las relataría Silvester a
Nadja y le hablaría frecuentemente sobre su buen amigo estudiante de Leyes.
Juntos planificarían viajar hasta Florencia algún día para visitar a Jaim. En
1956 Silvester regresó con Nadja hasta Dubrovnik. Lo hicieron por mar en un
viaje que resultó complicado por una tormenta, y en el cual ellos vomitaron
hasta deshidratarse. La pasaron muy mal, hasta que finalmente llegaron a la
casa del doctor Cohen y de Simona, maltrechos y enfermos. Fueron acogidos como
sus hijos, con gran cariño, y permanecieron en cama unos días hasta estar
totalmente recuperados. Sintiéndose como en su hogar, Silvester le mostraría a
Nadja la ciudad. Juntos recorrerían las calles de piedra caliza y admirarían
los edificios de estilo barroco. Al norte de la calle donde vivía el doctor
Ángelo y su familia, en la periferia del barrio judío, visitarían la Sinagoga, la Zudioska le dijo él, y
entonces trataría de explicarle a Nadja cuanto sabía sobre los sefarditas de la
ciudad, y de las bondades de su padre adoptivo. Nadja le escucho hablar
emocionado de aquella Zudioska que era la tercera Sinagoga más antigua de
Europa y en la plaza Luza, tomados de las manos, ambos admirarían la Torre del Reloj con los
zelenci, dos hombres verdes de bronce que golpeaban las campanas cada hora.
Nadja le habló entonces por vez primera de cuan católicos eran todos en su familia
y tras estas consideraciones Silvester conversaría largamente con su padre
adoptivo sobre el tema religioso. El doctor Cohen le expresaría el temor que
sentía al verlo tan enamorado de una joven que no profesaba como él la religión
de sus ancestros. La pareja regresaría a Padova por tierra, enamorados y cada
vez más decididos a vivir juntos para siempre. Sería Jaim Grudzinsky quien
llegaría a visitarles sorpresivamente y sin previo aviso. Se presentó en Padova
tocando la puerta de la buhardilla que compartían los jóvenes, muy cerca de la Universidad y su arrolladora personalidad impactó a Nadja y alegró la vida
de su amigo Silvester quien buscó como acomodarlo bajo el mismo techo.
Silvester descuidó por unas semanas sus estudios para estar todo el tiempo que
le fue posible con su extrovertido amigo. Luego de largas conversaciones donde
Jaim les revelaría sus proyectos sobre el arte y las leyes y sobre “su
mecenas”, puesto que había logrado una muy beneficiosa conexión con un hombre
muy rico Aron Kisling quien le daba apoyo económico, Jaim destacó estar en muy
buena posición y les dijo estar dispuesto a ayudarles pues sus amigos no
poseían bienes de fortuna, tan solo libros y mucho cariño entre ellos. Regresó
Jaim a Florencia y durante meses fue un tema de conversación obligado para
ambos. Silvester prefirió no confiarle a Nadja lo que antes de partir le
expresara su amigo sobre ella. Jaim le confesó estar perdidamente enamorado de
Nadja, de su mujer por lo que le juró que les dejaba con dolor para no faltarle
a él, porque ella le había desmigajado el corazón. La madre de Nadja quien
estaba casi ciega había enfermado y la jovencita debió dedicarle parte de su
tiempo para atenderla. Así durante varios meses ella vivió separada de
Silvester hasta que finalmente la señora fue hospitalizada y tras una infección
pulmonar fallecería. Se habían prometido ir a Florencia en el verano del año
1957 y a pesar de que los trabajos en el laboratorio del hospital que
paralelamente a sus estudios realizaba Silvester se lo impedían, cedió ante la
insistencia de Nadja y arribaron por tren a la ciudad en un caluroso día del
mes de julio, deseosos de conocer las maravillas artísticas de la capital de la Toscana. Era
previsible que entre Jaim y Nadja iba a florecer algo más que la amistad y
lamentablemente no sería Silvester quien lo captaría, de manera que al
despedirse un par de semanas más tarde, quizás si él hubiese sido algo más
perspicaz, desde aquel momento habría podido prever lo que le depararía el
futuro. A través de sus contactos con la gran familia hebraica y gracias a la
recomendación de su padre putativo el doctor Cohen, Silvester había recibido
una propuesta para terminar su carrera de medicina en Viena. Se trasladaría en
julio del año 1958 a
la grande y famosa universidad austriaca donde el profesor Hoffman le había
aceptado para que ampliase algunos trabajos de bacteriología que él venía
haciendo sobre el bacilo de la tuberculosis. Lo había conversado varias veces
con Nadja quien se mostró siempre entusiasmada sobre el viaje, sobre todo
después de que cambiaran de vivienda para una habitación más amplia en la
ribera del Brenta, más lejos de la Universidad y donde al parecer vivirían más
tranquilos. No obstante, unas semanas antes de viajar a Viena, al regresar una
tarde a su casa, Silvester no encontró a Nadja. No estaban sus ropas y no
existía ni una nota para explicar su desaparición. La buscó en la ciudad, y
luego viajó por tren a Florencia donde ella y su amigo Jaim parecían haber
desaparecido. Luego de un mes de esperar y de indagar infructuosamente,
Silvester partió hacia Viena para cursar el final de su carrera médica en la Universidad de la
capital austriaca mientras simultáneamente trabajaría en el Laboratorio
bacteriológico del sabio doctor Joseph Hoffman.
El mes de julio del año 1959, Silvester comenzó a
estudiar las asignaturas que le faltaban para cumplir con su último año de su
actividad hospitalaria. Había pasado a ser uno de los discípulos más
importantes del profesor Hoffman. El trabajo en los laboratorios de
bacteriología le proporcionaba un ingreso adicional que le permitió ubicarse en
una habitación decorosa, comprar libros y tratar de olvidarse de Nadja. El mes
de diciembre de ese año regresaba a su casa en medio de la ventisca sobrevenida
tras una nevada, para encontrarse en el portal de su vivienda a Nadja quien le
aguardaba con una niña pequeñita en el regazo. Silvester aceptó que Irina, ya
de 11 meses era su hija, y sin mucha discusión aceptó que madre e hija
ingresaran para quedarse en la calidez de su casa. Varios meses tardó Nadja en
relatarle a Silvester sobre Jaim y las dudas de ella. Le habló llorosa de cómo
habían vivido ambos en Paris hasta cuando comenzó a percibir que tras el
nacimiento de Irina, Jaim pareció cambiar y la dejaba para salir solo por lo
que ella notó que había comenzado a enfriarse en él su cariño. Una vez les dejó
solas durante varias semanas. Tras haber desaparecido nuevamente ya por casi un
mes, Nadja le dijo que hizo las indagaciones pertinentes y supo de Silvester y
de su vida en Viena. Así fue como decidió regresar a su casa de donde le dijo,
se arrepentía por haberse escapado. A mediados del año 1960 Silvester
Korzeniowski se graduó como Médico Clínico en la Universidad de Viena y
el profesor Hoffman le otorgó un reconocimiento especial de manera que fue
aceptado en el Laboratorio de Microbiología recién creado por la Universidad y donde
habría de percibir un buen salario y tendría tiempo para dedicarse a trabajar
haciendo investigación sobre los bacilos de Koch. Durante el mes de marzo del
año 1961, Nadja volvería a desaparecer. Se había ido con Irina, de nuevo sin
dejar rastro y Silvester decidió que ésta vez habría de ser para siempre. En el
mes de Julio fue enviado a presentar un trabajo en el Congreso Mundial de Microbiología
que se daba en París y sería allí donde dos médicos venezolanos, el doctor
Piero Itriago y yo, Arístides Sarmiento, quien para ese año recién había
cumplido 25 años, haríamos contacto con el joven doctor Korzeniowski de 30 años
y le propondríamos que creyese en nosotros y aceptase la oferta de venir a
trabajar en un Sanatorio Antituberculoso y en el Leprocomio de la isla de
Providencia en la ciudad de Maracaibo, conocida como “la tierra del sol amada”,
para otros sencillamente la “ciudad de fuego”. Nunca me dijo Silvester si su
desdichada historia personal con Nadja había influenciado su decisión, bastante
rápida. Unos meses más tarde ya estaba entre nosotros, y para siempre.
***
El sábado 4 de diciembre, del año 2011 a las diez de la
mañana, Sergio conducía su desarticulado escarabajo alejándose de la “ciudad de
fuego” mientras Brinolfo conversaba con Víctor quien estaba incrustado en el
asiento trasero. Habían cruzado los ocho kilómetros del puente sobre el lago
Coquivacoa y enfilaban hacia el norte de la costa oriental rumbo a Los Puertos
de Altagracia. Brino había acordado con su hermano Rubén encontrarse en “la
taguara” de Genívero, conocida ahora como Bar La Providencia. A
pesar de este cambio de nombre, el establecimiento seguía siendo “un abasto”
donde vendían a discreción latas de atún, de pepitonas, sardinas y diablitos,
amén de “artículos para el hogar” según rezaba en el anuncio frontal. Ya con
licencia para licores, Genívero y su hermano decidieron expender ron y hasta
caña clara por lo que pretenciosamente ambos, él y Diógenes, insistieron en
bautizar de nuevo a la Bodega La Providencia como “Bar”. De cualquier
manera, en el tradicional abasto siempre se pudo beber cerveza helada en “el
solar” trasero. “La choza”, era como mentaban los vecinos a la taguara de los dos hermanos, con sus dos puertas
pintadas de azul añil y siempre abiertas hacia la calle soleada. Detrás del
mostrador, existía una pieza que fungía de cocina y donde entre hileras de cajas
de cerveza que llegaban hasta el techo, se podía pasar de perfil hacia un
terreno amplio con varias palmeras y matas de uvas playeras que sombreaban la
tierra frente a la playa. Los marullos del lago, llegaban hasta la orilla,
susurrantes y algunos turpiales y periquitos enjaulados invitaban con sus
trinos a un plácido descanso, apto para “cervecearse”. Este era un sitio de
reunión frecuente para Brinolfo y Sergio. Lo habían seleccionado desde hacía
varios años, posiblemente por la música que albergaba la vieja “rockola” del
compadre Genívero quien siempre disfrutaba acompañándoles con su cuatro o
sencillamente escuchando interesado las pláticas de los jóvenes. Ellos bebían
cerveza mientras sonaba la música zuliana y conversando animadamente se
complacían en atisbar a su querida “ciudad de fuego”, lejana, brillando perdida
al otro lado del lago. Acostumbraban a cantar bebiendo cerveza puesto que nunca
faltaba un par de cuatros o una guitarra para pasar de la rockola a la canción
in vivo, mientras los marullos murmuraban en la orilla donde siempre soplaba
tibia la brisa bajo la sombra cambiante de los uveros. En el momento mismo
cuando Brinolfo dijo que ese día no parecía ser un sábado puesto que “la jaiba”
estaba como “medio tristona”, Sergio le pidió a Genívero arrancar con la música
y éste rechifló para que su hermano Diógenes “enchufara” la rockola. Una danza
zuliana surgió para acallar los turpiales y sorprender a dos parejas de
periquitos enjaulados. Brino se levantó y fue directamente a discriminar entre
vallenatos y rancheras, para remarcar números y letras que tenía ya “bien
precisados” y hacer surgir su selección de bambucos, contradanzas y valses
zulianos. La rockola de La
Providencia estaba codificada con música del terruño,
“fríamente calculada” en el decir de Sergio y preparada para los amigos venidos
desde el otro lado del lago. Cuando Diógenes con la cava repleta de botellas de
cerveza helada llegó hasta el patio, ya arrancaba tempranera en K7, la voz de
“el cantor de todos los tiempos”, Don Armando Molero. Del negro surco de 45 nació
su voz y los inconfundibles acordes de su guitarra interpretando las primeras
estrofas de “El Lázaro”. “Voy a cumplir ocho años metido en
este desierto y de mi hermano
Heriberto he visto mi desengaño, desde un pequeño tamaño,
sufrodestaenfermedad”…
***
No es el momento, pero debo hablar
sobre mis problemas, de los cuales estoy consciente y debo aceptarlos. Creo
entender que durante años he sido avasallado por eso que la gente llama, el
demonio de los celos… O mejor no, tal vez debo dejar tan solo que sea Ruth
quien hable sobre esto… A uno se le hace difícil… Me cuesta, aunque debería
intentarlo. Estoy de acuerdo en que si reflexiono, debe existir una causa
específi ca, más allá de mi mala suerte y como parte de ella misma, el
infortunado accidente que arruinó mi vida condicionándome a esta grave
discapacidad que arrastro. Tal vez si hubiese detectado antes estos, mis
problemas conductuales, hubiese visto con más claridad todo cuanto habría de
acontecer. En consecuencia, estoy consciente de que mi amargura tiene varios
motivos, son algunas las causas y ellas pueden ser de peso, además debo aceptar
que esta desazón que embarga mi espíritu se ha venido consolidando durante los
últimos años. Puedo intentar atreverme a escribir sobre el problema de mis
celos y de sus posibles explicaciones como un fenómeno psicológico. Debo
aceptar que se incrustó en mí ser como una maldición. Es un hecho real, o
quizás debo decir, fue, y lo acepto. Tal vez es ahora, quizás tardíamente
cuando lo asumo. He venido durante años transformándome en un enfermo celópata.
Esto es algo que me remite al Otelo de Shakespeare, y me parece que he asumido
el papel del moro veneciano, sin un Yago que haya labrado mi desdicha. He
contado, para excusarme quizás, con los temores que me ocasiona mi discapacidad
física y acepto que pocas veces traté de entender las motivaciones reales de
Ruth. Esperaba yo, siempre estúpidamente romántico, que fuese ella solamente y
para siempre, la razón de mi vida. No obstante, presiento que desde mi infancia
he tenido una especie de dificultad psicológica para entender a las mujeres. No
trato de excusarme, o de buscar justificaciones para mi conducta. Acepto por
demás que desde hace muchos años padezco de una cierta inseguridad personal y
puede ser que ella misma se haya traducido en mis celos patológicos. Las
mujeres han sido para mí un terrible misterio. De ellas una vez alguien dijo,
“son como un perro verde”, fueron palabras creo, de un afamado actor quien me
imagino no tuvo mucha suerte en el amor, pero pienso que son acertadas. Yo así
lo creo. Para mi son seres muy difíciles de descifrar, me parecen
impredecibles. Sin embargo son muy necesarias, indispensables, la verdad sea
dicha, además son nuestras madres, y las madres de nuestros hijos y conforman
nuestro apoyo en la vida cuando decidimos compartirla con ellas. No ha sido
buscando tan solo excusarme que he examinado concienzudamente estas cosas.
Siento que debo revelar una serie de consideraciones introspectivas para tratar
de analizar quien soy, de donde vengo para regresar hasta donde llegué en mis
relaciones con Ruth y con otras mujeres durante el curso de mi vida. Esto me
parece indispensable antes de tratar hoy día de analizar el asunto de mis
celos. Seguramente hubiese sido más difícil escribir sobre este tema sin haber
contado con algo que me pudiese servir de guía, como de orientación, y esto es
francamente lo que he tratado de hacer con los cuadernos de Ruth. También,
claro está, ha sido también para mi una manera de entenderla mejor.
Retazos del diario de Ruth
Abril del año 2003: Parece que toda la agitación vivida
durante el año ya ha cesado. Vivimos como una especie de tregua, como si el
país comenzara a recuperarse. Después del despido masivo de los trabajadores
petroleros, mi hermano Rubén está viviendo con Mayra y sus 3 hijos en la casa
grande. Papá dice que a él no le importa, que se queden. Le encanta hablar con
sus pequeños nietos. Otros opinamos que es mejor que se vayan del país. Rubén,
está medio desconcertado, y todavía no sabe que es lo que va a hacer. Confía en
que con algo le resarcirán los directivos de la Industria Petrolera,
puesto que el despido se dio después de años de trabajo, y él no tuvo la
previsión de ahorrar mucho dinero. Muchos somos los que pensamos en que no les
van a dar nada, por el contrario algunos creen que quizás les persigan. Yo
siento que cualquier cosa les puede pasar. El mundo está como loco, varios
presidentes han entrado como en una onda de agresividad durante el pasado mes
de marzo, ¿serán los “idus” de Julio César?, Bush apoyado por Aznar y Tony
Blair decidió invadir a Irak. Lo vimos por la tele, miles de cohetes y de
bombas sobre la antigua Babilonia. Un horror de muerte donde los civiles
pagaban el pato. Bush habla de guerra preventiva y asegura que hallará armas de
destrucción masiva en manos de Sadam Hussein. Hay demasiada violencia en todo
el mundo. Yo creo que las cosas se están descomponiendo y si quiero hacer
carrera académica en nuestra universidad, debería más bien pensar en seguir con
el proyecto de mi Maestría, que está por lo demás ya iniciado. Calculo que en
menos de un año podría concluirla, sobretodo si tomo varias asignaturas en la UCV. Esto supondría
tener que regresar a Caracas por un tiempo, pero, ya sabes querido diario,
Alejo no quiere oírme hablar sobre esto, le entra una especie de terror.
¿Ataque de inseguridad en lo personal o quizás de celos?, no lo sé, pero creo
yo que algo de esto hay y hemos tenido algunas diferencias sobre mi trabajo. Le
he dicho que él no debe tratar de conducirme en asuntos que no son de su
competencia, digo, en la parte de la
investigación y de mis obligaciones con el grupo del doctor Sarmiento. Ayer le
dije que era como que si yo me pusiera a indicarle sobre lo que debe él decir
en sus clases de Literatura o de Historia y se molestó mucho. Pobre, yo lo
entiendo, pero es que él es demasiado absorbente.
10 de Julio, 2003: Querido diario, te voy a tener que
dejar en casa, y me duele contarte esto, pero es que ya hemos tenido otra pelea
y he tomado una muy firme determinación. Siento que debo regresar a la capital
para terminar mi Maestría. Me tomará menos de un año y entonces si siento que
así, académicamente, estaré mejor capacitada para trabajar de lleno en los
proyectos del Centro de Investigaciones que aspira consolidar el profesor
Arístides Sarmiento sobre los bacilos de la lepra. Otra decisión, de hoy mismo.
He comprado un cuaderno hoy en la mañana, y con un nuevo impulso, voy a
destinarlo a proseguir contigo mi querido diario, seguir escribiendo para ti
durante mi Maestría. Lo que he reunido, a mitad de camino, está todo en un
cuaderno que ya está llegando a la mitad. Lo dejo en mi tierra del sol amada y
aguardará por mi regreso. Volveré y mi estancia en la UCV estará condensada en este
nuevo cuaderno de ahorita, con tapas de colores y espiral blanco. Mi diario
querido, aquí seguiré contigo, tú conmigo, yo narrándote mis peripecias. No
quiero entrar en detalles sobre las diferencias con mi Ale178 jo, le he dicho a él que es un
tonto al darle rienda suelta a su imaginación. Él tiene que entenderme, que
aceptarme, él necesita creer en mí.
20 de julio, 2003: Hago un paréntesis para informarte
diario querido, hablando contigo aquí en la capital, que Rubén sigue muy mal de
situación por todo lo del trabajo, ellos están allá lejos en mi tierra caliente
y te informo que yo solo sé de la vida de mi pobre Alejo a través de Rubén y de
Mayra quienes me escriben semanalmente. Las cartas llegan tarde, algunas veces
no llegan, pero estamos acostumbrados a este pésimo servicio de nuestro correo.
Alejo no me dice ni una palabra, al parecer está muy enojado. Rubén y Mayra me
cuentan que PDEVESA pareciera ir hacia una recuperación, pero presenta grandes
fallas. El personal que se ha quedado no está capacitado y mientras tanto, el
país entero espera. Creemos que al llegar al final de este año podremos ir a
votar en un Referéndum Revocatorio, para el cual creo que solo contamos con
Súmate, una organización privada que trata de convencer a la gente que debemos
participar en la decisión final. Ya veremos. En su última carta Rubén me dice
que quiere venirse a la capital, me imagino que será para buscar algún amigo
dentro del gobierno central, alguien que pueda ayudarlo. No creo que consiga
nada, como están las cosas… Yo sigo en la casa de mi tía en La Pastora y allí espero que
pueda llegar Rubén también.
30 de julio, 2003: Rubén me trajo noticias preocupantes
sobre mi Alejo, yo le llamo por teléfono y pocas veces lo puedo localizar, pero
Rubén me contó que sale casi todas las noches. Me dijo preocupado, que él ahora
tiene unas malas juntas, amigos de su trabajo con quienes bebe cerveza y
parrandea. Él, mi Alejo, antes no era así, por lo que no sé, pero me parece que
he cometido un error al dejarlo solo en nuestra ciudad. Trataré de convencerlo
de que se venga cuando comiencen formalmente las vacaciones del Liceo, ya
veremos que decide hacer.
10 de Noviembre, 2003: Una muy buena noticia mi querido
diario. Finalmente el profesor Arístides Sarmiento ha logrado con la Universidad un cargo
para mí como investigadora asociada. A pesar de hallarme todavía fuera del
recinto de mi universidad, me comenzarán a pagar el sueldo pues considerarán
que estoy estudiando para regresar a mi trabajo. Escribo de noche, en el
silencio y la tranquilidad con el friito de noviembre ya entrando por la
ventana y debo decirte querido diario que de nuevo estoy, es decir estamos,
felices. Alejo hace varias semanas que está conmigo, viviendo aquí con la
bondad y la simpatía que le caracteriza, él vive haciendo la felicidad de
quienes le rodeamos, especialmente en la vida de mi tía Eloisa quien siempre ha
sido una “fan” de él. En este silencio roto por el cui cuí de ranitas
nocturnas, puedo relatarte un rato algo sobre la dolorosa experiencia que
representó para mi Alejo, el abandono al que lo sometí durante meses. Esto me
duele bastante pues me hace sentir mal. Yo sé que una puede ser muy egoísta,
pero no sabía yo cuanto puedo ser capaz de hacerle daño a quien tanto me
quiere. Alejo dejó su cargo en los liceos y pidió un permiso no remunerado en la Universidad para
venirse a estar conmigo aquí en la casa de Eloisa y yo ese gesto lo valoro
mucho, aunque se que debería gritarlo al mundo, lo expreso, lo exteriorizo muy
superficialmente. No se si es que me estoy transformando en una mujer dura,
poco amable y no quisiera aceptar esta idea, o si de veras es que hay algo que
me obliga a no ser tan cariñosa como era antes. Esta aseveración, que en
ocasiones siento que puedo palpar, me preocupa, pero creo que es consecuencia
de tantas disputas y diferencias por estúpidas cuestiones de trabajo, o por el
tema de Víctor y los proyectos de investigación, y como siempre por los celos
de Alejo. Esto es un hecho que no sé como manejar. Hace ya dos semanas que
Víctor está de nuevo en el Instituto del hospital Vargas, aquí en Caracas, y yo
no hallo como decírselo a Alejo. Se que se va a poner como loco. Le he
explicado a Víctor que es mejor que regrese a nuestra ciudad, me aterra pensar
que Alejo pueda enterarse de que Víctor está aquí, pero de veras Víctor vino
por su amistad con el profesor Balda y son sus proyectos y sus investigaciones
las que le traen. Caramba, si es cierto que conocía a Víctor antes de que Alejo
apareciese en Caracas por primera vez, y también es verdad que Víctor me
cortejaba y que pudimos llegar a tener algo más serio, todo esto es cierto,
pero eso nunca se dio, así que no hay nada entre él y yo. Lo de Víctor no es
nada que tenga que ver conmigo. Esto es una aseveración que reafirmo, aunque en
el fondo siento como si no terminase de aceptarla pues a la vez me digo,
¿porqué debo renunciar a su compañía?, ¡cuanto no aprendemos juntos! Imagínate
querido diario que estamos llevando adelante ahora toda una investigación sobre
las arenas de los volcanes, ¿te suena una locura?, pues son arenas que poseen
ciertas propiedades, como las que obligan al regreso de las tortugas al sitio
en la playa donde nacieron, esta es una explicación misteriosa de la cual te
hablaré detalladamente en otra oportunidad puesto que algunos creen que puede ayudar
en el tratamiento de la lepra.
15 deDiciembre, 2003: Iremos algunos días, del 20 de
diciembre al 2 de enero para la casa grande para celebrar la Navidad con papá. Nosotros
regresaremos a nuestro pequeño apartamento en Maracaibo y te digo que menos mal
que decidimos continuar pagando el alquiler, si no, ¿dónde íbamos a vivir al
regresar? Esto no lo digo por Rubén y Mayra y los nietos de mi papá Eusebio,
puesto que ellos están peor que nadie. Mayra está transformada en una gran
repostera, Rubén se está ayudando con clases de matemáticas en un par de
colegios, todavía no se decide a irse. Alejo me habla constantemente de la
situación económica precaria, la que vivimos, y yo entiendo que él quisiera
tener más ingresos, pero es difícil en su campo. Imagínate querido diario que
llegó a plantearme en la capital que él podría usar su auto trabajando como
taxista. Aquí en Caracas, él solo ha hallado un cargo como profesor en el Liceo
Gran Colombia. Menos mal que en enero abrirán varios cargos en otros liceos y que
por otra parte él se mantiene ocupado con su novela sobre el médico de Cumaná.
Hace un par de días, el 13 de diciembre, el presidente Bush le anunció al mundo
sobre su tan deseada detención de Saddam Hussein, lo hallaron metido en una
especie de hueco, como uno de aquellos refugios que usaban los vietnamitas,
¡que cosa! Con Alejo he conversado sobre esto, y me gusta que lo hagamos, me
parece muy bueno que volvamos a hablar. En las noches, algunas veces hablamos
ambos, largo y tendido, y siento que lo quiero, con todas sus manías y sus
miedos, sé que podemos seguir amándonos y que mamita desde el cielo nos
ayudará… Alejo me habla del argumento de su novela, que es historia que a mi me
parece de lo más interesante. Lo más curioso es que ese señor en vida hizo
cosas muy importantes y es muy conocido por los jefes míos, digo los profes
Sarmiento y Korzeniowski. Ellos ensayaron algunas de sus terapias y revisaron
las cosas que el doctor Beauperthuy escribió hace ya muchos años, sobre la
lepra. Es una curiosa coincidencia. Después te cuento más.
***
Dimitri Yakolev se acercó hasta la casa del profesor
Silvester Korzeniowski el día sábado 4 de diciembre. Llegó en su auto, un Mazda
plateado un poco antes de las once de la mañana. Silvester le recibió en la
cocina donde burbujeante en una greca, hervía el café. Sirvió dos tazas grandes
y le invitó a sentarse. Dimitri de inmediato quiso reiterarle su interés en la
invitación que el profesor le hiciera la noche anterior.
–Después del mediodía espero que podamos ir a almorzar en
un restaurante que me han recomendado. Es por aquí cerca. Me han contado que es
de unos peruanos, pero la especialidad es la comida criolla. Me dijeron que
pidiéramos los… ¿bollitos pelones?, son, ¿cómo dicen aquí?... ¡Mundiales!
También supe que la vista desde el sitio es sensacional, me dijeron que se ve
el puente sobre el lago de Coquivacoa muy cerca.
Silvester bromeó con él sobre sus conocimientos del
turismo local y de su interés por la cocina criolla. El bieloruso se veía
amigable y extrajo un papel del bolsillo interno de su chaqueta. Le mostró a
Silvester un plano del sector con las instrucciones para salir de la autopista
y de como dirigirse al restaurante de la comida criolla a orillas del lago.
Silvester notó que ciertamente el restaurante estaba cerca del puente y también
le llamó la atención ver varias líneas rojas que en el papel demarcaban las
rutas. Hicieron silencio por un momento mientras continuaban degustando el café
cuando el anciano investigador le preguntó con curiosidad.
–¿Quién te elaboró ese mapa? No sabía que tenías tan
buenas conexiones en la ciudad. Tú dices “me dijeron”, pero no me dices quienes
te señalan todas las rutas y te recomiendan las comidas criollas… ¿Son algunos
nuevos amigos tuyos?
Dimitri sorbió el café demorando su respuesta. Silvester
sonriente no le quitaba la vista de encima cuando el bieloruso pasaría a
explicarle que fue en el hotel donde estaba viviendo donde le orientaron para
llevarlo a un buen sitio para almorzar.
–Les pedí que fuese cerca de su casa. No quiero que se
aleje tampoco de su laboratorio. Todo está cerca… ¿Verdad?
Silvester entonces pareció querer desviar la conversación
hacia los supuestos intereses literarios de Dimitri y pasó a preguntarle por el
libro que escribía con las historias de las familias de polacos venezolanos que
sobrevivieron al Holocausto. Mirándolo también fijamente el anciano
investigador le comentó.
–Esa si que me parece una tarea titánica, puesto que ya
casi todos estamos, iba a decirte muertos, pero mejor será, como dicen por
aquí, más de allá que de acá.
Entonces Dimitri le aseguró que estaba ya todo bastante
adelantado, le informó que tenía grabadas conversaciones con algunos
sobrevivientes quienes como Silvester habitaban en diversas ciudades del país y
no deseando hablar más del tema, le dijo resignadamente.
–Estoy completando un censo y este será algo definitivo.
En su fuero interno el bieloruso maquinaba buscando la
manera de desviar la conversación hacia tópicos de ciencia con la esperanza de
conversar sobre los bacilos de la lepra. No obstante como le pareció percibir
cierta resistencia en Silvester, prefirió proseguir en una perorata
pseudoliteraria inventando falsedades sobre las familias de polacos que había
contactado, hasta comprender que definitivamente el profesor parecía estar
distraído. En realidad Silvester no se sentía bien. Había despertado tarde. La
prolongada plática de la noche anterior le había revuelto viejas vivencias de
su infancia y adolescencia que cual si fuesen parte de un mal sueño, todavía
ensombrecían su espíritu. Bebiendo sorbos de café, escuchó divagar a Dimitri
mientras en el fondo su mente volvía sobre viejos afectos y pensó entonces en
su difunta mujer, Ángeles, y percibió borrosas imágenes de Kopel y sus
partisanos. Por un momento llegó a recordar también a Nadja y a Irina y a sus
nietos. Era evidente que no deseaba escuchar más nada de lo que Dimitri le
comentaba. De repente pareció salir de su mutismo cuando el teniente Yakolev le
dijo con la mayor franqueza, que esperaba por lo que él mismo le había
prometido la noche anterior. Cuando reiteró su deseo de que se pudiese dar ese
mismo día… Silvester se preguntó a si mismo, ¿de que me habla ahora este
hombre?... Así fue como Dimitri finiquitó su solicitud diciéndole esclarecedor…
–Quizás después del almuerzo. Es que no aguanto la
curiosidad de visitar su Laboratorio en la Cañada de Urdaneta. Me pareció tan interesante
todo cuanto hablamos anoche sobre las Leyes de la Termodinámica y la
entropía. Me comentó usted sobre la importancia de la física, me habló de la
temperatura y de sus posibles efectos sobre los genes bacterianos. ¿Lo
recuerda? Yo estaría encantado de poder acompañarle, y de que me ofreciese esa
oportunidad.
CONTINUARÁ
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