El año de la lepra
Jorge García Tamayo, 2011
Capítulo 10 ( segunda parte )
***
El día viernes 3 de diciembre a las
10:00 de la noche, en la casa del profesor Silvester Korzeniowski y tras una
larga conversación, Dimitri Yakolev y él bebían pausadamente vodka cuando
decidieron dejar atrás el tema de la política y de los espías, para recrearse un
rato en la música. El profesor hacía sonar una grabación del Concierto de
Brandemburgo de Juan Sebastián Bach con la orquesta Filarmónica de Berlín y el
volumen estaba alto por lo que tras un largo silencio ambos parecieron sumirse
en una corriente musical tranquilizante. Tras bajar el volumen del sonido, ya
finalizando el concierto, Silvester reinició la conversación y lo hizo
precisamente sobre el tema del desarrollo de la ciencia y los avances de la
investigación. Su amigo bieloruso pensó en introducir su inquietud sobre los
bacilos de Hansen, buscando una apertura del profesor hacia sus experimentos
con las bacterias de la lepra, pero se contuvo. De momento no se atrevió a
interrumpirlo. En realidad el vodka y su prudencia le llevaron a disfrutar de la
disertación de Silvester sobre la perfección microminiaturizada de las obras de
la naturaleza. Korzeniowski en esos momentos parecía inspirado y hablaba
pausadamente mientras insistía en destacar la importancia de lo molecular en la
organización de los sistemas en lucha contra la entropía.
–La naturaleza es de una simplicidad
impresionante amigo mío. Fíjese que en el siglo XII después de Cristo, fue
cuando Guillermo de Occam formuló el denominado principio de la parsimonia, al
cual se le conoce también, como “la navaja de Occam”. Una navaja afilada para
cortar y fijar una idea muy precisa. El concepto, en el fondo nos recuerda que
la naturaleza tiene que ser sencilla. La segunda ley de la termodinámica,
expresa esta afirmación de una manera categórica. En un sistema cerrado, la
energía cuando interacciona con otra parte tiende a dividirse por igual, hasta
que el sistema alcanza un equilibrio térmico. Puedes asegurar que en un sentido
general, el segundo principio de la
termodinámica es la ley de la física
que puntualiza las diferencias entre un sistema y sus alrededores y nos ilustra
como estos siempre tienden a igualarse. Las diferencias de temperatura en un
sistema aislado terminarán por alcanzar una temperatura uniforme. Este hecho ha
sido capital en nuestros últimos experimentos, y ya te hablaré sobre ellos,
pero por ahora te puedo asegurar que en Física, la mayor parte de estas teorías
consideran que el tiempo es algo estrictamente reversible. Los físicos han
tenido siempre la sensación de que no debería haber diferencia alguna entre el
pasado y el futuro. Pero existe una excepción, una ley que llegó para
estropearles la limpieza de la reversibilidad del tiempo. El segundo principio
de la
Termodinámica. Esta ley que fue reconocida oficialmente desde
mediados del siglo XIX, en su principio, afirma que la diferencia aparente
entre el pasado que conocemos y el futuro que nos puede parecer insondable y
desconocido, puede ser en realidad el simple resultado de la introducción en
las leyes físicas deterministas, de procesos que estarían sujetos a ser
cotejados por las estadísticas. La reversibilidad teórica del tiempo está
implícita en las teorías de Newton y de Einstein, y puede ser que algún día la
humanidad llegue a ver un
cambio tan revolucionario como el
que en su día supuso la teoría de la Relatividad con respecto a las Leyes de la Mecánica clásica.
Dimitri, se había quedado como mudo
y demoró en elaborar una idea y poder responder algo. Lo hizo frunciendo el
ceño esto fue lo que le expresó a Silvester.
–Me interesa mucho profesor, poder
entender de que manera esas teorías que menciona, las que parecen ser tan
importantes sobre las leyes de la Física, leyes que conocemos como
universales, digo, yo me pregunto…
¿Cómo es que ellas pueden ser asumidas para
interpretar sus actuales experimentos? Es algo que me deja realmente
impresionado. De verdad que espero con mucha curiosidad escuchar las
explicaciones que me aclaren esto.
Silvester se levantó y le acercó un
platillo con aceitunas y queso. Sonriendo se volteó y quiso sonreir. Así al dirigirse a
su amigo, le sorprendió planteándole otro asunto que aparentemente también le
inquietaba.
–Quizá mañana te hablaré sobre mis
bacterias de la lepra. La temperatura tiene mucho que ver con la manera como
reaccionan las moléculas de los elementos bioquímicos en la cubierta celular de
mis corinebacterias, y te contaré sobre como se pueden alterar algunos genes a
través de ciertos procesos fisicoquímicos que distorsionan la estructura
molecular bacteriana. Justamente el tema tiene que ver con lo que hablábamos,
con la entropía. Puros principios de la Termodinámica, mi
estimado amigo, pura física…
Tomó su vaso, sirvió vodka en el de
Dimitri y llenó el suyo para volver a sentarse llevándose las manos a la cabeza
para alisar su cabellera que permanecía en su desorden natural, antes de
proseguir.
–Ahora más bien, relajémonos. Déjame
continuar con Juan Sebastián. Voy a colocarte otra grabación que es de la misma
época, la Sonata
para violín número 1 en sol menor. Escúchala. También es con la Filarmónica de Berlín.
Escucha con atención y entretanto… ¿Porqué no me cuentas historias sobre los
bosques de Belarus? Háblame de sus lagos y de sus ciervos, de pinos y cipreses,
de los osos y tantos esos animales como los que padecieron después del
accidente de Chernobyl. Cuéntame sobre la madre naturaleza de nuestro común
suelo patrio. Te escucho…
Dimitri mantuvo su sonrisa sin
alterase por el cambio de rumbo que había sufrido la prometedora conversación,
y negando gestualmente expresó casi como si lo dijese para él mismo.
–Los bosques y los lagos que en su
infancia fueron parte de su nación, de la nuestra, de Polonia y de Belarus,
ahora años atrás, antes de la segunda guerra… Un solo país. Si pudiésemos
trasladarnos hasta allá con la imaginación, o si pudiese usted hacerlo con sus
recuerdos…
En
1941 Silvester Korzeniowski tenía 9
años cuando su familia como muchos
refugiados polacos se trasladaron
hasta Kobrin. En esos días la población de
judíos en esa ciudad llegó a ser de
más de 8.000 personas.
Silvester volvió a dirigirle la
palabra a su amigo para preguntarle con un cierto dejo de tristeza enmarcando
una sonrisa.
–Dimitri. ¿Tú sabías que a los
bielorusos en las primeras décadas del siglo XX les llamaban los “polacos
blancos”?
La sorpresa de Dimitri fue grande,
pero hábilmente sonrió y su respuesta al profesor Silvester no se hizo esperar.
– ¡Claro! Seguro que sí. Es por eso,
mi estimado amigo que nosotros nos entendemos tan bien, ¡somos del mismo suelo!
Lo digo y lo repito…
Silvester Korzeniowski ahora sabía
muy bien como el 24 de junio del año 1942 dos días antes de que Alemania y la Unión Soviética
entraran en
guerra, ya en la cercana villa de Patryki habían asesinado a más de 170 judíos. Silvester
revivió los días cuando se iniciaba el otoño del 42 y ya se había creado un
geto dividido en dos secciones, una de ellas para quienes estaban aptos
para trabajar y la otra con los enfermos y las gentes que se consideraban
discapacitadas para el trabajo. Para la época él había cumplido los 10 años y
vivía allí con sus padres, su hermano mayor Avraham, su hermano menor
Enoc y su hermanita Hanna.
Sacudiéndose los fantasmales
recuerdos de un pasado muy lejano, Silvester volvió a interpelar a su amigo
bieloruso.
–Sí, Dimitri, pero ahora, hasta tendrás que recordar que
en aquellos tiempos el gobierno de Polonia pudo haber sido cruel con las
minorías, expulsaron a los sacerdotes y a los profesores bielorusos. Algunos
fueron a dar hasta Cracovia. El gobierno polaco de aquel tiempo apoyó la
religión ortodoxa para evitar que los bielos de la Polonia oriental se
hicieran comunistas, tenían temor, y se les enseñaba en el alfabeto latino en
vez de usar el cirílico de los rusos. Los rusos, a los polacos evidentemente
nos inspiraban temor…
Entonces Silvester recordó otras
cosas, de cuando
se decía que los alemanes asesinaban a los polacos pero la gente sabía que los rusos
también cometían todo tipo de tropelías. Sin embargo, con los años todos
llegaron a saber como antes de declararse la guerra, Stalin había hecho ejecutar a
once mil polacos que vivían en las provincias orientales anexionadas a la Unión Soviética.
También entre el 3 de abril y el 19 de mayo de 1940, se produjo la matanza cerca de 22.000
prisioneros de guerra y
prisioneros comunes en el lugar habitual de ejecuciones en masa de Smolensko, llamado el bosque
de Katyn, y sería luego, durante la invasión del verano de 1941
cuando fueron ejecutados otros tres mil prisioneros polacos.
El teniente Yakolev con un gesto
amargo, aceptó la verdad comprendiendo que su anciano interlocutor estaba bien
enterado de los antecedentes políticos de sus países y que esa no sería la vía
por la que iba a lograr sus propósitos. Pareció estar consternado y con cierta
resignación expresó sus pensamientos.
–Fue una época cruel, sí, y se
produjo una resistencia en el pueblo polaco, y era una resistencia que era
lógica. Pero yo debo decirle a usted que a pesar de los hechos hoy día
comprobados, sepa usted que desde el año 1923 cuando se fundó el Partido
Comunista de Bielorrusia Occidental ya las cosas iban mal. En el año 27 la
represión de los polacos contra nosotros fue realmente brutal. El acoso llegó a
ser tal que hasta el Partido Demócrata Cristiano fue disuelto y para 1939 ya no
quedaba en Polonia ni una escuela en la que se diera la enseñanza en
bielorruso. Por eso, en noviembre de ese año 1939, cuando las tropas alemanas
entraron en Polonia y los ejércitos soviéticos cruzaron las fronteras de la República Polaca, la Rzeczpospolita como
le decían, todos entendieron que los rusos llegaban a Polonia principalmente
para defender a la población de Bielorrusia y hasta los ucranianos salieron
beneficiados con la invasión.
Silvester escuchando los compases
musicales podía volver a verse vistiendo harapos de mezclilla con sus estrellas
o con los parches amarillos cosidos en la ropa. Todos los niños mayores de 16
años y los adultos eran colocados en hileras y seleccionados para ir a trabajar
limpiando los campos, reparando las carreteras o construyendo barracas.
Silvester y sus hermanos pudieron quedarse al lado de sus padres. En junio de
año 1942, el niño Silvester fue traslado con su madre, con Enoc y con su
hermana al gueto identificado con la letra A. Su hermano Avrahan mayor que él,
fue retenido con su padre.
Haciendo una especie de paréntesis
mental, Silvester le expresó a Dimitri su opinión sobre aquellos días de su
lejana infancia.
–Si, así fueron las cosas de
aquellos tiempos, las situaciones que rememoras son ciertas, y además son
básicas para comprender la historia, pues si no hubiese sido por el pacto
Ribbentrop–Molotov firmado entre Hitler y Stalin el pueblo bielorruso nunca se
hubiese unifi cado. Parece un contrasentido pero eso es algo que tengo muy
claro. Quizás por eso es que Belarus sigue mirando al oso soviético, todavía
con tanto amor…
Dimitri asintió, y afirmativamente.
en voz casi inaudible prosiguió ofreciendo su explicación histórica.
–Es todo cuanto hablamos, una parte
vital de nuestra historia, y siento que es importante para mí saber que así lo
entiendes tú, amigo Silvester, puesto que esas son las verdades del pasado de
nuestras naciones. Ahora las podemos, y las sabemos valorar.
Imposible resultaba para Silvester, a
pesar de haber transcurrido tantos años, olvidar como todos los judíos de la Sección B fueron llevados
a Bronna Gora donde fueron sacrificados y como en los vagones donde habían sido
transportados, tras aquella verdadera carnicería, los trenes que salieron cargados de
gente, regresarían al
geto y como en los vagones tan solo los habitantes de Kobrin verían las ropas
ensangrentadas de los centenares de compatriotas muertos. La mitad de la población
de la ciudad de Kobrin fue masacrada.
–Ahora, Dimitri, lo que les sucedió
a los judíos, después de la invasión de los alemanes ya fue otra cosa. De eso
te puedo dar fe. Esas vivencias andan conmigo todavía. Para mí ese horror
constituyó la pérdida de mi familia entera y tener que transitar mi infancia y
adolescencia transformada en un infierno de sangre y de muerte. Esto no lo
sabes tú Dimitri, pero yo sobreviví a la masacre de Kobrin. El
tableteo de la metralleta
trepida en mis manos, soy tan solo un muchacho de doce años, y ellos cantan y
beben en grandes jarras de cerveza espumante mientras tiembla y pesa el arma, y
golpea vibrante al disparar.
–En junio del 41 yo tenía
tan solo 9 años cuando veníamos huyendo mis padres y mis hermanos desde
Patryki. En Kobrin la población judía había aumentado desmesuradamente y mis
padres se esforzaban por conseguir donde alojarnos y como alimentarnos.
Hacinados en este pueblo, creímos estar a salvo un par de semanas cuando vimos
llegar a las tropas alemanas. Estaba dispuesto a todo, solo pensaba vengar a mis padres, a mis hermanos, a
los cientos de compañeros judíos que había visto desaparecer en Kobrin. Pronto nos dividieron en
dos grupos y la ciudad se transformó en un geto cerrado. Quedamos rodeados de
alambradas, con una sola calle central y todos tuvimos que vestir con la
estrella amarilla en el pecho y en el lado derecho de la espalda. Les vimos tras las ventanas y las salchichas
cubiertas de mostaza y los puñados de col agria, y escuchábamos sus voces
cantando, sí, cuanto pesaba el arma... Así comenzó un calvario infinito, para todos los
judíos, fue una masacre paulatina. A mediados del año 42 pude ver salir en
trenes a casi la mitad de la población del geto y miramos desde lejos como los
masacraron, cerca de allí, en un sitio llamado Bronna Gora. Cuando comenzamos a
disparar y vimos saltar los trozos
de platos y de jarras y salpicar el amarillo de la mostaza, este se iba mezclando con chispas de
bermellón, era una sensación tan plena, una
emoción tan gratificante... Nos tocó ver regresar los vagones ensangrentados
después de haber sacrificado los alemanes a miles de compatriotas. En el mes de
octubre de ese año 1942 siendo todavía un crío de 10 años, nos escapamos, mi
hermano mayor y yo. En las carreras se tropezaban
entre ellos, los sesos quedaban estampados en las paredes salpicadas de
sangre y de mostaza, ya el humo había silenciado las canciones que antes en coro
entonaran, y yo seguía vomitando fuego... Mis padres auparon nuestra huída aprovechando el
revuelo que se produjo en el gueto, gracias a un ataque de los partisanos, era
algo que había sucedido allí cerca, tan solo a cuatro kilómetros de la ciudad. Ellos moviéndose
acompasados, a un lado al otro y luego, los cráneos abiertos, las cabezas desgonzadas de cara
sobre los platos entre los restos de col agria, otros aplastados contra las
paredes, mostaza, sangre y en todos lados había mucho humo por lo que nos movíamos
impunemente. Los
alemanes salieron a la captura de los rebeldes y descuidaron la vigilancia.
Supe luego que habíamos escapado del gueto de Kobrin más de un centenar de
personas y me consta que solo algunos sobrevivimos. Mucha sangre había
salpicado y tapaba ya los cristales
de las ventanas pues no éramos ni una docena y el mayor de nosotros no
tenía ni 20 años pero seguíamos tableteando y en medio del estruendo yo iba
pensando uno a uno, en mi hermana y en mis dos hermanos y en mi mamá y en mi padre, de quienes
nunca más llegué a saber nada más…Kopel Kolpanitsky tenía 18
años. Era un partisano ya experimentado y se transformó en nuestro protector.
Varias veces me salvó la vida en las terribles escaramuzas que sostuvimos con
los grupos de alemanes de la SS
que salían a darnos caza. Vivimos en los bosques y los lagos de lo que ahora es
Belarus. Ellos me vieron crecer durante un par de años en los que me tocó la
suerte de sobrevivir con varios niños y adolescentes. Vivimos entre los
partisanos y gracias a ellos quienes nos aceptaron y por quienes seguimos
luchando aisladamente atacando y diezmando a los alemanes hasta después del año
43.
Ante el fuego cruzado, tras los
cristales astillados y el humo, el olor a pólvora y a sangre, la imagen de los
sesos estrellados en las paredes no se ha ido aún de mi mente, tan solo se
difumina cuando me vuelvo a ver aferrado a la falda de mi madre, y no puedo
olvidar a mi hermanita Hannna tiritando de frío. Mis padres eran de Volkovysk, un pueblo ubicado en la región
del Grodno a
orillas del río Ross. Nunca más supe de ellos ni tampoco supe nada de ninguno de
mis hermanos. Ni siquiera pude saber sobre Avraham mi hermano
mayor que se había escapado conmigo. La
nieve termina por ir transformándose en un barrizal y mientras chapoteando
regresamos al galpón de madera siempre podíamos leer en el tablón suspendido
sobre la puerta. “Arbeit Macht frei”…
Dimitri se levantó de su asiento
para despedirse. La música había cesado de sonar. Silvester parecía haber
envejecido con la oleada de recuerdos que le había sacudido en las últimas
horas. Todavía fue el teniente Yakolev quien dijo las últimas palabras.
–Terribles recuerdos profesor.
Dejemos estos malos ratos del pasado, como cosas ya olvidadas y que reposen en
la niebla de los sueños. Debo despedirme de usted. Mañana en la mañana,
regresaré, vendré cerca del mediodía, si así usted me lo permite, quisiera
invitarle a almorzar y le aseguro que seguiremos conversando…
Dimitri no podía dejar de pensar que
todo cuanto le había dicho Silvester Korzeniowski era la verdad y quizás por
ello, ante las sinceras regresiones, él presintió que lo tenía totalmente
controlado. Quiso creer que le sería fácil acceder a la historia de los
cachicamos y los bacilos de Hansen. Al salir de la casa del profesor y entrar
en su auto, estaba sonriente e imaginó que al día siguiente tendría al fi n la
combinación para su caja de Pandora.
Esa noche, ya muy tarde, en su
hotel, y antes de cambiarse, volvió a su maletín para directamente repasar el
informe de la KGB
sobre el profesor Korzeniowski. Todo se adaptaba a una cruel y lejana verdad.
Versión oficial sobre los
antecedentes del profesor Silvester Korzeniowski–solicitada por el teniente
Dimitri Yakolev ante el Komitet Gosudárstvennoy Bezopásnosti (KGB).
Dos meses después del 8 de julio de
1941 cuando funcionaba la operación
Barbarrosa, las tropas alemanas
invadieron la Unión
Soviética. En Lakhva, un pueblo de judíos polacos ubicado en
la región de Brest, al sur de Minsk, los alemanes agruparon a todos los judíos
en un geto obligando a la gente a concentrarse en dos calles rodeadas de
alambradas. En abril de 1942, habían logrado reunir 2.350 judíos entre hombres
mujeres y niños. En el mes de septiembre dieron inicio al exterminio. Los
judíos polacos, quizás por no tener ni idea de lo que el destino le tenía
reservado al pueblo judío de acuerdo con los proyectos del Fürher, se
declararon en rebeldía y con palos piedras y botellas con gasolina atacaron a
los alemanes. Los alemanes actuaron pronto y asesinaron inicialmente a 600 y
luego en unos días cayeron 500 más, pero cerca de un millar logró escapar del
geto. Estos se ocultaron en los bosques cercanos y muchos de ellos se unieron a
los partisanos. En represalia, la
División 707 del ejército alemán, fusiló a 10.000 partisanos
que habían sido capturados y los sepultaron en una fosa común. Entre algunos de
los supervivientes del levantamiento de Lakhva entre quienes huyeron a los
campos cercanos y se unieron a los partisanos estaba Silvester Korzeniowski,
(no había cumplido aún los 12 años) quien recibió protección directa de Kopel
Kopanistky, un joven menor de 20 años de edad. Durante el otoño de 1941
Kopanistky logró conformar un pequeño ejército de jóvenes y adolescentes
quienes hostigaron reiteradamente a las patrullas alemanas que salían desde los
pueblos donde se concentraban pues las habían transformado en guetos provocando
en sus habitantes muerte y horror. Ocultos durante el invierno en refugios
boscosos, reaparecieron con la primavera del 42 los partisanos de Kopel
atacando al ejército germano por varios flancos, con una eficiencia tal que
pronto fueron formalmente incorporados a un escuadrón de bielorusos judíos
conocido como la
Brigada Chakalov. Muchos de quienes se unieron al movimiento
polaco de la resistencia fueron asesinados o entregados a los nazis por los
mismos colaboracionistas polacos antisemitas. El resentimiento de muchos
polacos era todavía una consecuencia de la cooperación judía con los soviéticos
quienes ya habían invadido el este de Polonia desde el año 1939, así como
también sin lugar a dudas debido al deseo de robar sus pertenencias. Solo un
número muy reducido de estos judíos polacos logró sobrevivir a la guerra. El
gobierno polaco en el exilio y la Unión Soviética rompieron los acuerdos suscritos
y muchos polacos presos fueron condenados a muerte. Todo esto sucedió cuando se
conoció la realidad sobre la masacre de Katyn. En el año 1943 el grupo Armia
Krajowa fue igualmente disuelto. Kopel y Silvester quienes habían sobrevivido a
estas calamidades decidieron con algunos polacos del grupo de judíos
bielorusos, penetrar en territorio checo sorteando los montes cárpatos.
Korzeniowski vuelve a hacer su aparición entre los judíos de Dubrovnik el año
1949. La gran familia hebraica lo acogería y le ayudaría a costear sus estudios
de Medicina en territorio italiano, estudios que finalizaría en Viena en la
década de los años 50. Silvester Korzeniowski vive en
Venezuela desde mediados del año
1960.
Fin del informe.
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