lunes, 9 de enero de 2023

Música caribeña en la literatura


Hace muchos años, que Alejo Carpentier dijo la frase de “el Caribe suena”, y en el pasado siglo XX los ritmos caribeños se hicieron escuchar cada vez más con la polifonía de su música en la literatura. Sonarían en las páginas de libros donde la música caribeña conquistaría un lugar para el bolero y otros géneros afines. Guillermo Cabrera Infante (https://bit.ly/3WGrcou) en Tres tristes tigres (1964), Luis Rafael Sánchez con La guaracha del Macho Camacho (1976) y La importancia de llamarse Daniel Santos (1988), Parece que fue ayer de Denzil Romero (1991), y con el título del bolero de Pedro Vergés Sólo cenizas hallarás (1980) fue uno de los cuentos más logrados de Raúl Pérez Torres (1994). Te di la vida entera (1996) de Zoé Valdés es otra novela con muestras de música caribeña en la literatura.

“Te de la vida entera” fue la primera novela de Zoé Valdés que tuve la oportunidad de leer. Recuerdo que había leído a Cabrera Infante, no solo en sus Tres tristes tigres y Vista del amanecer en el trópico, sino igualmente en La Habana para un infante difunto y la novela de esta joven cubana, en aquellos lejanos años, me cautivó por su humor ácido y el erotismo con que retrataba la vida de una mujer cubana; la historia de Cuca, una niña de unos dieciséis años en La Habana prerrevolucionaria y de su complicidad y amistad con dos mujeres que le mostrarían el sabor y el ritmo de la noche habanera. Cuca quedó perdidamente enamorada de un hombre que desapareció sin dejar rastro y ella fiel a su promesa, lo esperó hasta ocho años más tarde, cuando reiniciarían una historia de amor- Pero se quedó otra vez sola, durante la Revolución y se dedicó a su hija mientras esperaba su regreso y vivirá el desabastecimiento y la miseria, al ritmo de la música cubana. Así haciendo gala de un impresionante dominio del lenguaje, que me sonaba a mí, “cabreráinfantico”, Zoé Valdés escribió una magnífica novela sobre deseos, esperanzas hasta el desencanto final como todo lo que tiene que ver con la revolución cubana.

Rita de Maeseneer, especialista en literatura caribeña, es autora de El festín de Alejo Carpentier. Una lectura culinario-intertexual (2003), y como profesora de literatura y de cultura española e hispanoamericana en la Universidad de Amberes (Bélgica), en un trabajo titulado “Denzil Romero, Enriquillo Sánchez y Zoé Valdés a ritmo de bolero”, se concentró en esas tres novelas de los años noventa; donde el bolero está muy presente. En 1991 en este blog (lapesteloca) mencione (https://bit.ly/2qUoEJB) al escritor venezolano Denzil Romero quien en una novela, con título de bolero Parece que fue ayer la remarco con el subtítulo de “Crónica de un happening bolerístico” (1991). En la dedicatoria de Parece que fue ayer, Denzil Romero menciona a un amigo bogotano que le “indujo a escribir estos textos” que él mismo califica como, “una novela en la onda bolerística”.

La novela de Denzil Romero crea la expectativa de un divertimiento donde se reproduce la letra completa del bolero Parece que fue ayer (1967) del mexicano Armando Manzanero, canción que recuerda un amor feliz que perdura, situación poco común en este género donde abunda la tristeza y los fracasos amorosos. En los seis capítulos/números, la novela relata como un grupo de bolerómanos integrado mayoritariamente por venezolanos, aunque también hay un cubano, un puertorriqueño y un costarricense, se hallan reunidos en un bar caraqueño dos días seguidos, en la noche del 13 al 14 de febrero de 1990, -día de los Enamorados-, y discurren sobre los boleros, sus medios de difusión y sus intérpretes preferidos, lo que les provocará delirios sensuales expresados en un lenguaje a veces bastante vulgar, donde los boleros les llevan a fantasías eróticas del pasado. Todos recuerdan canciones de las grandes estrellas del bolero, del mexicano Agustín Lara, o de la cubana Olga Guillot, y cantan estos boleros “tergiversando las letras; arruinándolas no pocas veces; haciéndoles segregaciones”. De este modo, todos se divierten inventando adivinanzas a las que contestan con una frase de bolero o insertan boleros en contextos nuevos, lo que les provoca la risa.


En realidad, la erudición desmesurada de Denzil Romero abruma en este texto excedido de canciones. Lo que Denzil Romero, o quizá sus editores presentaron como novela, en realidad resultó ser un palimpsesto donde la literatura sobre este género musical, se transforma en una inserción intertextual de los boleros y la introducción de ellos en los discursos, pudiendo plantear la relación entre oralidad y palabra escrita, en ocasiones puede rebasar los límites de un tratamiento realmente literario.



De cualquier modo, para los cubanos y los puertorriqueños hay un sesgo de la literatura que se asocia a la situación política. Nueva York era visto como la capital del Caribe según el escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez. El sesgo político en mi novela Escribir en La Habana es innegable, sin embargo, hay más de 60 boleros intertextualizados en la novela, por lo que la música caribeña, como el cine y la literatura, forman parte muy importantes en esta novela premiada en 1994 en la Bienal Jose Rafael Pocaterra. El caso dominicano es distinto, sobre todo desde que el premio Pulitzer 2008 fue adjudicado a Junot Díaz por La maravillosa vida breve de Óscar Wao; en cierto momento le dieron al escritor Diaz una medalla para distinguirlo como ciudadano dominicano y después se la quitaron porque Junot había criticado la política del gobierno hacia los haitianos. 

Los escritores caribeños han sido fundamentales al crear las denominadas “novelas de bolero”, libros estos que han quedado marcados en su ritmo, en su argumento o en su tema, por la música, las canciones, y la vida de los músicos e ídolos populares.

Maracaibo, lunes 9 de enero del año 2023

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