jueves, 11 de enero de 2018

Las aventuras autonomistas



Las aventuras autonomistas

El 30 de Abril de 1826, con la “Cosiata”, se hace evidente la próxima disolución del Estado Gran colombiano. El separatismo caraqueño no tuvo muchos seguidores en la región; por el contrario, en Maracaibo estaba presente la idea de unidad con la Gran Colombia y la adhesión al Libertador, como lo ratificó el cabildo de Maracaibo en su sesión extraordinaria del 20 de Octubre de 1826, en el cual se resolvió apoyar al presidente Simón Bolívar, y solicitó se convocara la “Gran Convención Nacional” que salvara a la patria “del naufragio que la amenaza”.  Es por eso que en 1830, cuando se materializa la separación de Venezuela de la Gran Colombia, los maracaiberos ven ésta como una amenaza a sus intereses. En el Congreso Constituyente venezolano de 1830 no se admitió la existencia del sistema federal ni las solicitudes enviadas desde la provincia. Los Constituyentes establecieron una Constitución centro-federal y centralizaron los recursos del suelo, subsuelo, salinas, tabaco, papel sellado, correo, puerto y aduanas. Cada provincia viviría de sus menguados ingresos municipales pues no se estableció lo que hoy se conoce como situado constitucional. 

Desde los primeros años de la República, se daba en Venezuela la pugna entre los llamados reformistas que estaban descontentos por la separación de Venezuela y Colombia unidos ante la figura de Santiago Mariño y los constitucionales, quienes propugnaban el mantenimiento del status quo. Buscando una nueva oportunidad de obtener su autonomía, Maracaibo solicitó, en 1832, ante el Congreso Nacional, restituir la desaparecida República de Colombia en el ámbito territorial venezolano, al igual que la derogación de la Constitución de 1830 mediante una Convención Nacional, a lo cual Caracas no responde… Maracaibo se plegó a los reformistas quienes se agruparon bajo la figura del Coronel Francisco María Faría, originario de Los Puertos de Altagracia. Sin embargo, los “Constitucionales”, tomaron el poder en Caracas y en vista de ello Faría tomó el poder en la región. Éste suceso ha sido llamado por algunos historiadores como el único momento en que Maracaibo se libró por la fuerza del dominio centralista caraqueño, lo cual fue materializado a finales del año 1835. El coronel Francisco María Faría ocupó el poder cuando el gobernador Manuel Ramírez y las autoridades residentes en Maracaibo, “emigraron” a la isla de San Carlos, huyendo de la violencia que ellos mismos propiciaron como abanderados del ala constitucional; Faría se autoproclamó comandante militar y jefe superior y civil y denominó a Maracaibo “República de Colombia”. También Faría preparó la resistencia militar e instó a defender los principios sostenidos por los maracaiberos, pero “los notables” continuaron ocultos y temerosos en la isla de San Carlos.

El coronel altagraciano suplantó el vacío de poder dejado por la violencia política desatada en Maracaibo en 1835 e impuso la autonomía política aludida por los maracaiberos en el pronunciamiento del 28 de enero de 1821. La historiografía oficial considera que éste hecho fue una extensión de la Revolución de las Reformas, pero las causas fueron radicalmente distintas; tuvieron hondas raíces en el desapego del gobierno de Caracas de respetar la forma federalista como la más conveniente a los efectos de las provincias. (Valera, 1999) Sin embargo, Maracaibo, plaza importante para la nación, debía ser reconquistada por los constitucionales. El General Mariano Montilla comandó la flota de barcos para adentrarse en Maracaibo y tomarla, más un acuerdo entre éste y Faría impidió una lucha sangrienta, terminando así la aventura autonomista del militar altagraciano, quien parte al exilio y volviendo del mismo en 1838, fecha en la cual intenta invadir el Zulia, es vencido y apresado; posteriormente fue pasado por las armas, en la plaza “San Sebastián”, actual Plaza Bolívar de Maracaibo, terminando así la iniciativa de luchar por “la soberanía” que emprendiera años antes. 

En 1858 las cosas habían cambiado muy poco, cuando se podía notar claramente que el olvido de las regiones había aumentado y continuaba el total aislamiento, cuando el General Vicente Herrera, gobernante de Santander (Colombia) concibe la idea de crear el “Estado Soberano del Zulia”, formado por la Provincia de Maracaibo, parte sustancial de los Andes venezolanos, y por el territorio de la antigua provincia de Santander y parte de la Ocaña en Colombia. Esta propuesta era vieja, ya que desde 1825 se venía gestando como tal…. “Así, si Venezuela se desprendiera del territorio de la provincia de Maracaibo, de parte de la de Mérida y del de la provincia del Táchira, que se encuentran en iguales circunstancias; si nosotros hiciéramos lo mismo con el territorio de la antigua provincia de Santander, y con el de Ocaña que queda al oriente de la ciudad de este nombre, entre Salazar y el lugar donde el Catatumbo deja la Nueva Granada y se erigiera el Estado Soberano del Zulia sobre este territorio de tres mil seiscientas (3.600) leguas cuadradas, surcado por dos caudalosos ríos navegables, con puertos sobre el mar, con dos climas y todas las producciones y las más inagotables fuentes de riquezas, dejándolo bajo la protección internacional de las dos repúblicas, [Venezuela y Colombia]; éstas ejecutarían un gran acto de justicia, poniendo a aquellos pueblos en las condiciones que necesitan para desarrollarse sin trabas y para marchar desembarazados hacia la conquista de su magnífico porvenir”. Refiriéndose a la propuesta de Herrera, el historiador Juan Bessón (1949), señalaría el hecho de cómo desde el siglo XIX, los gobernantes venezolanos con su característica tendencia tiránica han esgrimido el separatismo zuliano y hablado de “La República del Zulia”, cada vez que los zulianos han protestado contra los desmanes del gobierno central. Bessón destacó que la región zuliana se ha mantenido fiel a la unión venezolana “sobre todas las eventualidades surgidas en su larga historia de región abandonada por el Gobierno Nacional”. En 1863 y durante la guerra federal, el general Jorge Sutherland en la gobernación de la provincia de Maracaibo, ante el malestar ocasionado por los impuestos exigidas por el gobierno de Páez en Caracas, decidió crear el "Estado Soberano del Zulia"

La Guerra Federal Venezolana terminó destruyendo la economía del país. En medio de un verdadero cisma liberal aparece nuevamente, en 1866 el proyecto de formar un nuevo Estado en el país, con Zulia, Táchira, Mérida y Trujillo, cuando al año siguiente el Táchira y Mérida entran a girar en la órbita de Jorge Sutherland, para ese entonces, “amo y señor de Maracaibo”. El “Estado Soberano del Zulia” dentro de la unión venezolana se desvanecerá como propuesta  cuando la Revolución Azul acaba con el Gobierno de Falcón y Venancio Pulgar aparece logrando la toma de Caracas, para valiéndose de ascensos militares ser destacado como Jefe de Operaciones en el Zulia y pasando a sustituir a Sutherland, mientras Táchira y Mérida recuperaban su autonomía. Estos hechos históricos que pudiesen parecer aventuras autonomistas nos recuerdan que las ideas primigenias de la creación de un Estado Soberano o de la República del Zulia tiene como basamento la imposibilidad de sostenerse el país como un verdadera Republica Federal, y la imposibilidad de consolidarnos como una nación soberana ante el centralismo con errores repetidos que datan de la segunda década del siglo XIX. Tragedias estas que vienen a consolidarse en el siglo XXI cuando todavía el presidencialismo centralizado acaba con las posibilidades de desarrollo regional y vemos como los Puertos de Altagracia, nuevamente, frente a la ciudad de Maracaibo tiene que defenderse por tierra y agua para asegurar su derecho a alimentarse sin depender de las dádivas centralistas.

Maracaibo, 10 de enero del 2018

1 comentario:

MarcosTxT dijo...

Buenos días Dr. Tamayo, es de verdad un pacer haber encontrado su blog. Con su permiso voy a hacer una reseña de este en el Iaperiódico ( http://www.eliaperiodico.com.ve ).
Saludos desde la Biblioteca del Instituto Anatomopatológico Dr. José A. O'daly