domingo, 24 de diciembre de 2017

El oficio de escribir: vivencias de un patólogo.



EL OFICIO DE ESCRIBIR  VIVENCIAS DE UN PATÓLOGO
Charla dictada a los patólogos del Estado Carabobo - Capítulo de Carabobo de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica, en Valencia, el 28 de junio de 1997

En esta charla pretendo discutir el tema de la escritura como “oficio”. No voy a referirme a la escritura de trabajos de investigación, o la descripción de casos anatomopatológicos, ni tampoco la redacción de ensayos filosóficos o de artículos periodísticos; deseo conversar con ustedes sobre el oficio de escribir, novelas, sobre algo que pudiéramos denominar, el oficio de escribir, literatura. El tema no es común y les confieso que, es esta la primera vez que intento abordarlo en público.
Debo decirles, que yo no he venido a hablar sobre literatura, ni sobre la narrativa latinoamericana, esa no es mi intención; tampoco conversaré sobre la novelística venezolana. De ninguna manera. Menos aún voy a disertar sobre literatura o sobre áreas como la retórica, la poesía o el teatro, cuyos géneros darían para horas de disquisiciones sobre preceptiva literaria. Esta charla no aspira, no pretende, tener una finalidad didáctica, lo que si espero es ser original y por ello, confío en poder captar la atención de ustedes. Quisiera, relatarles algunas vivencias personales con el fin de explicarles el cómo y el porqué, un médico-anatomopatólogo pudo llegar a involucrarse con la literatura, hasta un punto tal, que paralelamente a su ejercicio como patólogo e investigador, se haya transformado en “escribidor” de novelas. Es algo serio, quiero decir, este fenómeno no ha sido algo así, como quien no quiere la cosa, como si eso de la literatura y de la escritura fuese algo banal, o simplemente un divertimento. No. Este asunto se ha tornado para mí en un compromiso personal con las letras y me ha llevado durante el curso de varios años, ¡unos cuantos!, a intentar trajinar la escritura literaria como si fuese un verdadero oficio. Acepto que esto es algo que a cualquiera puede parecerle disparatado. ¿Qué hace un médico-patólogo escribiendo novelas? ¡Por Dios! Por eso mismo, quiero en esta oportunidad, tratar de compartir con mis colegas, este hecho, tal vez singular, pero para mí, muy gratificante. Me agradaría que percibiesen cuanto he disfrutado este proceso y confío en que pueda ser estimulante para algunos de ustedes.
De todos es bien sabido que entre los médicos-anatomopatólogos, los intereses sobre cosas que rebasan las obligaciones y las destrezas de nuestra especialidad, siempre han sido múltiples y de lo más variadas; para muestra he aquí esta reunión con el programa que estamos viviendo. Siempre he creído que las habilidades no exploradas por los patólogos son infinitas. Lo he dicho antes. Estoy convencido de nuestra capacidad, para dar muchísimo y con criterios de excelencia, en las más variadas ramas del quehacer humano. Me he atrevido a compartir con ustedes estas vivencias a riesgo de parecer pedante o fastidioso, porque francamente, he creído que les  puede interesar escuchar el porqué, para qué y cómo, he venido durante casi catorce años ininterrumpidos escribiendo novelas; como me las he planteado, como las he ensamblado y las he borroneado, hasta considerarlas listas luego de escribir y corregir hasta el cansancio, como un oficio, enfrentarse a la página en blanco y escribir, diariamente, durante años. El escribir literatura, para mí no ha significado abandonar el trabajo que representa la redacción, corrección y publicación de manuscritos de carácter científico, de trabajos de investigación. Indudablemente que pueden establecerse paralelismos y puntos de contacto entre el oficio de escribir ciencia y literatura, pero hoy quiero crear un hiato, una división formal entre estas dos maneras de escribir. Lo hago exprofeso. Pienso que escribir literatura es otra cosa, es algo totalmente diferente a esa pasión por la verdad que implica el ejercicio de nuestra mi especialidad. Don Pío Baroja, quien también era médico señaló una vez: “Soy un aficionado a la Biología; naturalmente sin un rigor completo, porque en literatura, el rigor científico no puede existir” 2.
Escribir novelas es un reto a la imaginación, es un querer ser invencionero y escribidor de todas las cosas que asedian los muros de nuestra conciencia. Finalmente creo que este proceso de escribir novelas, en mi propia aunque modesta experiencia, debe tener un significado importante en mi vida y pienso que el tratar de explicárselo a ustedes, tal vez me ayude a comprenderlo mejor  Creo que esto de escribir novelas  en mi propia y modesta experiencia, debe tener un significado importante y al hablar sobre estas cosas, sobre el proceso de creación en la narrativa, ayudará sin duda a comprender mejor las razones de cada cual tenga para escribir. . .
Las novelas, como los cuentos, son ejemplos de narrativa en prosa. Debo decirles que, escribir cuentos, bien logrados, para mí, es algo muy difícil. El cuento, real o imaginario tiene un comienzo, un meollo y un final y como todos saben es mucho más breve que la novela. Escribir un cuento brillantemente, siento que es una verdadera proeza. La novela es diferente. Sin duda alguna, es uno de los géneros más sensibles y más complejos de la literatura. “Multiforme y proteica” decía Don Pio Baroja, “la novela lo abarca todo”3. Podría definirse la novela como la vida reinventada.
Escribir una novela puede parecerse a componer música. La novela debe poseer un tono y un ritmo y el instrumento de cada obra, no es otro que el lenguaje. Pero no quisiera teorizar más, pues les dije, les prometí, que iba a hablarles de mis vivencias y eso es lo que trataré de hacer.
Comencé a escribir relatos inventados cuando era niño. En aquel entonces, es bueno decirlo, leía bastante. Entre los 10 y los 16 años escribí muchas cosas y si no fuese porque aún guardo algunas poesías, cuentos y esbozos de novelas de esa época, les juro que ahora creería que todo fue un invento o que me traiciona mi imaginación. Puedo verme, en mi casa, en Maracaibo, sentado, muy joven, leyendo a “Valle Verde” y “Alegre” de Hugo Wast, a “Miguel Strogoff” de Verne y “El último de los Mohicanos” de Fenimore Cooper, o  Los verdes años” y “La ciudadela” de AJ Cronin, releyendo a “David Coperfield” y “Oliver Twist” de Dickens, y puedo asegurarles que en esos años, me ilusionaba pensando en que cuando fuese grande, sería escritor. Después se me pasó todo aquello. La Medicina, la Patología y la investigación sobre la ultraestructura y los virus, absorbieron mi espíritu durante muchos años, creo que hasta el fanatismo. Quisiera ser breve para poder contarles cómo, en 1983, a los cuarenta y tres años, me supe hipertenso y calculé como el espesor de mi ventrículo izquierdo sería inversamente proporcional a la vida que me restaba y, en ese momento, sentí que una de las cosas más lamentables para mí, sería el que nadie se enterara de tantísimas vivencias sobre una ardua lucha, que había librado durante siete años en mi propia tierra, tratando de hacer investigación; en esa época, estuve al frente de un microscopio electrónico sin lograr convencer a los patólogos de mi terruño, de que valía la pena dedicarse a esos menesteres. Durante una semana de darle vueltas a la idea en mi cabeza, decidí que la mejor manera de relatar estos hechos, sería “echando un cuento”, tal vez crear una novela, al fin y al cabo, todo iba a parecer producto de una calenturienta imaginación ya que todo cuanto había acontecido en aquellos años, entre los sesenta y los setenta, era, ¡increíblemente surrealista! Así comencé a escribir y a escribir y así nació “La Entropía Tropical”. Cuando decidí escribir mi primera novela, no sabía que cosa estaba escribiendo, no sabía si era un relato autobiográfico, o una jerigonza apocalíptica (así la denominaba) mientras intentaba relatar cosas que me ocurrieron durante 8 años en mi tierra al regresar de 4 años de especialización en unas tierras heladas y de cómo estuve luchando por tratar de hacer investigación científica… Así se fue fraguando “La Entropía Tropical”, un monstruo de casi 400 páginas llenas de personajes, con nombres diferentes a los reales, intertextualizado, lúdico, fragmentario, con una historia mesopotámica intercalada, de la cual no era muy difícil deducir que yo parangonaba a mi tierra natal con Babilonia. Cuando creí terminarlo, acudí a gente tan seria como el doctor Ildemaro Torres, qien era el director de Cultura de la UCV, o la Licenciada Mariela Sánchez Urdaneta y unos años más tarde, le di a leer “La Entropía...” al escritor Eduardo Liendo; ellos me hicieron creer que aquello que había escrito, era, una novela. Así que después de eso, me dediqué a escribir y a escribir y luego a releer cuartillas para corregirlas y desde entonces he tratado de concienciar algo que dijera no sé quién, “el compromiso primordial del escritor es, escribir”.
En 1986 y ya dándole los últimos toques a “La Entropía Tropical”, me metí de lleno en un proyecto acariciado desde hacía varios años. Quería escribir una novela sobre Rafael Rangel, y deseaba usar al presidente Cipriano Castro como contrafigura. Habría de ser una novela que transcurriría durante los tres últimos años de la dictadura castrista, la cual culminaría con la peste bubónica en La Guaira, el suicidio de Rangel y el exilio para siempre de Cipriano Castro. Esos tres años de sucesos a comienzos de este siglo debían ir corriendo paralelos a varias historias vivenciadas en los treinta años de nuestro sistema democrático. Después de cuatro años de escribir y corregir “La Peste Loca” se me había transformado en un hipertrófico manuscrito de más de 700 páginas. Acepté entonces los sabios consejos de quienes me explicaron la imposibilidad para un autor desconocido, de publicar algo tan voluminoso, así que decidí separar la historia del pasado con Rangel y Castro, de la del presente en el marco del período democrático, y nacieron entre 1989 y en 1990 “La peste loca” y “Bajo la sombra de los uveros”, que después titularía como “El movedizo encaje de los uveros”. Ambas novelas, con la “La Entropía Tropical”, permanecen inéditas. La Secretaría de Cultura de la Gobernación del Estado Zulia ha aceptado para publicación a “La Peste loca”, y actualmente está en la imprenta. Creí que nadie se atrevería a publicarla... Les aseguro que levantará un polvero. Esperaremos, tal vez antes de noviembre de este año 1997...
En realidad, más que contarles sobre el contenido de mis novelas, yo quería hablarles sobre el oficio de escribir y contarles cómo fue que caí en la trampa de las letras. En una de mis novelas más recientes “Escribir en La Habana”, uno de los personajes, interesado en la literatura dice: “En eso de escribir, lo más importante es querer hacerlo. Sentarse a escribir. Claro está que no es ir escribiendo allí lo que a cada cual se le ocurra. Sartre decía que en la literatura, el asunto no es decir las cosas, sino decirlas de cierta manera. Pienso que en el lenguaje que usa el escritor reside el éxito de su obra. No es solo el fondo del cuento, el secreto está en el tratamiento de excelencia que se le de a las letras, porque el tema, bueno ya probablemente todo está dicho. Hay una cita, creo que de Goethe sobre eso de que no hay nada que no se haya escrito, lo difícil es decir las cosas por segunda vez”4..
Uno de los aspectos singulares de la escritura literaria como oficio, es que es una especie de tarea que implica leer y releer lo escrito hasta lograr el tono y el ritmo adecuados a la acción. No creo que la creación literaria pueda ser vista como un proceso sencillo. Un artículo para un periódico, podría tal vez escribirse naturalmente, con un espontaneo desenfado, pero el fenómeno de la literatura, les aseguro que exige mucho más.  En 1853, Gustave Flaubert se refirió en varias cartas al oficio de escribir. Él hablaba sobre la creación de su gran novela “Madame Bovary”. En ella, según cuenta Flaubert, el escribir tan solo treinta páginas de un episodio, le llevó más de tres meses para lograr, según sus propias palabras “tratar de trasladar los valores de una sinfonía a la literatura” 5. Julio Cortázar dijo sobre su breve relato “Continuidad de los parques”...”Ese lo he escrito quince veces y todavía no estoy satisfecho. Creo que le faltan aún elementos de ritmo y de tensión para que pueda llegar a ser diminutamente perfecto” 6 .
Luego de pasar varios años asistiendo a Talleres de Narrativa del CONAC dirigidos por Eduardo Liendo, aprendí muchas cosas sobre los escritores y su trabajo como oficio; muchas de las cosas que estoy comentándoles son fruto de esos talleres.  Sin lugar a dudas, si algo es crucial en el oficio de escribir, es hacerlo desde el fondo de cada quien; lograrlo desnudando el alma, sin afanes de pedagogía, sin ideales políticos, sin proclamas reformistas, sin ser rebasado por lo sociológico o por sus propios conflictos y esto es difícil, es muy complejo, porque además de las vivencias de cada quien, existe lo que cada escritor haya ido incorporando a su intelecto como lector de muchos autores. El escritor puede ser un testigo de su tiempo, o puede bucear investigando en otras épocas, pero es factible que él mismo se transforme en un espejo de todo lo aprendido y como dice Liendo citando a Federico Amiel,  resulta que todos no somos más que “copia de copias reflejo de reflejos7 . Por ello, debe el escritor evitar transformarse en exégeta de admirados literatos. En realidad un autor puede ser muchos autores a la vez y cada cual debe buscar su estilo, el cual vendrá dado por el tono y el ritmo de las palabras. El uso polifónico del lenguaje como instrumento, es desde los tiempos de don Alonso Quijano creado por Miguel de Cervantes, un hermoso proceso que se produce en la mente del escritor y que se plasma en palabras, mientras él trata de reinventar realidades sobre la vida misma. Bien lo dijo Kundera al afirmar “el novelista solo tiene que rendir cuentas a Cervantes” 8. Por otra parte, parafraseando a Oswaldo Trejo, es importante señalar que ”lo menos que se le puede pedir a un escritor es que escriba bien” 9 .
Evidentemente hay que cuidar la ortografía, la sintaxis y la prosodia. El estilo puede ser hiperbólico como el barroco, puede ser desmesurado como los textos de Lezama Lima o de Sarduy,  puede ser de una erudición apabullante cual “Palinuro” de Fernando del Paso, o como a veces pareciera querer impresionarnos nuestro Denzil Romero, pero en ocasiones, más importante que una copiosa erudición, densa como la de “Terra Nostra” de Fuentes, puede resultar la economía de los medios de expresión, en ella puede residir el secreto de la difícil sencillez que nos legara Tolstoi, o la diáfana claridad de Borges quien sin circunloquios verbales siempre nos demostró que no es lo mismo ser simple que sencillo. Un lenguaje críptico, con frecuencia entorpece la lectura, el lenguaje debe ser claro y preciso. Al escribir, ¡cuan problemático puede en ocasiones ser lo obvio! Es impresionante como los lugares comunes pueden degradar considerablemente un texto literario, no obstante, pueden ser usados como muletillas por el autor o buscando exagerar situaciones. Los riesgos que se corren al escribir, son numerosos y como le escuchara comentar a Eduardo Liendo, puede citarse a Santa Teresa como ejemplo, por aquello que, “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno9. De nuevo citaré unas frases sobre el oficio de escribir, puestas en boca de una joven, personaje de mi novela “Escribir en La Habana”. “Para escribir yo no quisiera plagiar la realidad, esa está en la prensa... Yo no escribiré para relatar mis vivencias, una debe escribir para inventar la vida”4.   Ednodio Quintero, ha descrito al novelista como un investigador que se asoma a los pasadizos del túnel de la novela, armado con la linterna del lenguaje 10.  José Napoleón Oropeza también ha señalado que: “La grandeza de un creador está en su poder de sugerencia, en su inventiva y en ese don de convencer al lector de que aquello que está presenciando es pavorosamente real” 11. Por todas estas cosas, es la novela un género híbrido que permite, el mayor grado de aproximaciones; es un arte de imprecisas fronteras, el cual curiosamente al poseer esa capacidad inquisitorial, y dada su sorprendente plasticidad, resulta ser muy vulnerable y está expuesto a los ataques de muchos aspirantes imbuidos de fanatismo religioso, de absolutismo político, y de positivismo científico.  Para Ednodio Quintero “La novela no es el lugar apropiado para la prédica, ni púlpito, ni Cátedra, ni tarima, es un espacio abierto, desolado tal vez, abismo a la intemperie, donde el escritor acompañado de su cómplice, puede desplazar los múltiples registros de su voz, donde le es permitido expresar su ansia por reconocer lo que aún le resta de humano, donde acepta, al fin, su parentesco con los dioses mortales, con el agua que corre y con el polvo estelar” 10 .
Si vuelvo a mis vivencias, les diré, a quienes, hayan o no leído la novela “Escribir en La Habana”, que pasé un par de años trabajando en ella. Era la época cuando asistía a los Talleres de Narrativa y estos me estimularon a escribir. Noté que era escasa la literatura sobre la Cuba revolucionaria, literatura no panfletaria, ni mayamera, digo, literatura, e imaginé que la razón debía estar en eso de eludir el compromiso, a favor o en contra. ¿Cómo escribir sobre la Cuba de los últimos 40 años despojándose de la pasión política?  Por otra parte el argumento me obligaba a escribir desde dentro del alma femenina y no de una, sino de dos, mujeres, de edades diferentes. ¡Era un reto! En el fondo, la novela es una sencilla historia de amor vivida en un entorno de espías y de narcotráfico. ¿Novela polifónica?, ¿lúdica?, ¡no tanto! ¿Realidades factibles? Para muchos lectores es una novela anecdótica. Para mí, es sencillamente una creación literaria de estructura lineal con un narrador -escribidor- y un yo narrativo que se reparte sin rigidez alguna, el cual en momentos puede ser onírico y que va variando los tiempos, presente, pasado y futuro imperfecto, fluyendo con la acción entre los diversos personajes, sean hombres o mujeres. Al finiquitarla, la envié a la Bienal de Literatura “José Rafael Pocaterra”, aquí en Valencia y ganó el premio de Narrativa-Novela, el año 1994. Un amigo vasco y donostierra, Eduardo Blasco Olaetxea la leyó y de inmediato la hizo publicar a través de la Fundación Gipuzkoa de San Sebastián en el País Vasco. Me traje unos doscientos ejemplares a Venezuela, fueron distribuidos por las librerías KuaiMare y se agotaron; ya la primera edición se acabó. Con ciertas dificultades, estoy gestionando una segunda edición en nuestro país... 
Déjenme contarles que recientemente, he concluido otra novela... Se titula, “Para subir al cielo...” En ella incursiono en temas pocas veces abordados por nuestros escritores: el envejecimiento, la muerte, la religión, y la violencia de una ciudad como Caracas. Todo conforma el marco perfecto para una novela policiaca, además plena de salsa, y en ella recreo paralelamente, la vida del pintor neerlandés Hyeronimus Bosch, el Bosco, durante un domingo caraqueño del año 1995. Es una especie de locura, ¿verdad? Les confieso que me divertí mucho escribiéndola. Aprender cómo mover las palabras, hasta hacerlas fluir como ríos internos, se logra con la práctica, puedo garantizarlo. ¡Anímense! Ese poder mezclar en las letras los sueños con lo vivido, se disfruta ensayándolo y corrigiéndolo, hasta transformarse en una pasión, en una obsesión por el oficio de saberse capaz de jugar con lo imaginario y mezclarlo con lo real y mantener las ilusiones siempre disfrazadas por una cierta delicada ambigüedad. Todo eso es crear una novela. Claro está que se tienen que producir vasos comunicantes entre el escritor y el lector, y lograr esa retroalimentación, debe ser, tiene que ser, la parte vital y más compleja del oficio de escribir.
Una cosa es muy cierta. Para poder escribir bien hay que leer bien. Cito de nuevo una párrafo de “Escribir en La Habana“Leer siempre es difícil, es complejo, leer un libro es más complicado que leer un periódico... Un libro puede leerse dos o más veces, la literatura es para releerla... Lo que cada quien encuentre en los libros, depende más del lector que del autor, sobretodo del lector que sea capaz de releer” 4.
Una pregunta que la gente a menudo se hace, es: ¿Para quién se escribe? ¿A quién va dirigida la obra escrita? ¿Una novela se escribe pensando en los que la van a leer? Muchos escritores dicen escribir para ellos mismos y eso en países como el nuestro debería ser la regla, puesto que los sistemas de divulgación o de comercialización de la literatura son un desastre. Publicar una obra literaria en Venezuela es toda una proeza donde hay que luchar contra roscas, compadrazgos y tercos editores, y debe uno transarse con libreros-usureros, donde si no se gana uno un premio de literatura bien famoso, el escritor sin palancas no tiene muchas oportunidades de publicar; el nuestro, sigue siendo el propio “país de las reputaciones consagradas”. Esto es tan cierto que llegamos hasta el punto de que todos los escritores venezolanos tienen que ejercer otro oficio para poder sobrevivir. Este hecho, en la tierra de Bello y de Baralt produce una gran tristeza, pero es la verdad, la cual dicho sea de paso, no debe ofender a nadie, es un hecho consumado. El escribir para uno mismo frecuentemente es producto obligado de las circunstancias. No publicar, no tiene que ser siempre por el deseo intrínseco del escritor. Ya lo decía el propio Guillermo Meneses en uno de sus ensayos sobre “El hecho de ser escritor”. Cito: “...No significa que el escritor tenga que  ser necesariamente un explicador, ni un maestro, como tampoco lo contrario, un hermético fabricante de fórmulas ininteligibles; cuando alguien escribe, necesariamente desea comunicar su experiencia, su razonar, su comprender” 12 . Debo decir también que Meneses opinaba que en ese intento de ofrecernos su experiencia, el escritor siempre se compromete. En nuestra historia existen una serie de personajes que se han destacado por lo inquisitivo de su pluma, o luchadores contra las dictaduras quienes plasmaron en libros sus guerras, no obstante, da la impresión de que el compromiso de nuestros escritores con sus ideales no ha sido excepcional; en realidad, durante este siglo nuestra literatura ha sido bastante pacata y la referencia obligada no va más allá del escándalo del “Inquieto Anacobero” de Salvador Garmendia, y de las noveletas algo rupestres de Argenis Rodríguez, sin comentar una onda de narrativa erótica, en la cual destaca Rubén Monasterios, aunque lamentablemente la mayor parte de ella sea de cuestionable valor literario.
Tal vez una de las preguntas claves viene a ser: ¿Por qué se escribe?, o ¿Para qué? Si además es cierto que para algunos escritores, quienes se toman el asunto en serio, como un verdadero oficio, y buscan el perfeccionamiento de sus textos, escribir es un trabajo arduo, pésimamente remunerado, y difícil de dar a conocer en sus resultados... ¿Cuál es la idea que se persigue con escribir literatura como un oficio? ¿Existe acaso una sola respuesta a la interrogante de, por qué se escribe?  Carlos Noguera ha dicho que “Se escribe porque no se puede no escribir. Se escribe para sustituir al mundo que nos ha tocado en suerte, y se escribe por juego y por goce. Y se escribe a la par por una inmersión inevitable en la muerte y por un insaciado anhelo de totalidad” 13.  Laura Antillano dijo una vez:“Lo que no entiendo de la vida, paso a entenderlo cuando lo escribo”14. Hay quien ha propuesto que una de las razones de la creación literaria es el deseo de trascender y yo creo que esta aseveración tiene visos de verdad. Ya les contaba al comienzo de esta charla como fue el temor a una enfermedad que me acercaría la hora de la muerte lo que me provocó el sentimiento de temer que mis vivencias personales de una época, terminasen en el olvido, y como fueron esas las razones que me llevaron a dedicarme a escribir como un oficio. Julio Cortázar en 1947 señalaba la diferencia entre “el hombre que existe para escribir y el hombre que escribe para existir” 15. Quisiera concluir esta charla con unas palabras de mi amigo, el escritor Eduardo Liendo, a quien debo el saber una buena parte de lo que les he comentado hoy : “Lo que más me fascina de la literatura es la posibilidad de ser otro, de ser yo y múltiple. Ser zorro y pez, nube y cometa, héroe y ratero, espuma y roca, eco y silencio... El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás su mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra” 7.
Muchas gracias
Referencias bibliográficas
1- Balza, J.: Meneses, dos textos. XI, Prólogo de “Espejos y Disfraces”- Guillermo Meneses. Ed. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1981.
2-  Corrales Egea J.: Baroja y Francia. 442,  Ed. Taurus, Madrid, España, 1969.
3-  Lasagabster J.M.: La novelística de Baroja. Introducción de “Paradox Rey”- Pio Baroja. Colección Austral.- Ed. Espasa-Calpe, Madrid, España, 1991.
4- García Tamayo J.: Escribir en la Habana. Ed. Fundación Gipuzkoa, San Sebastián, País Vasco,1994.
5-  Nabokov V.: Curso de Literatura Europea. Edicciones B.,S.A. España, 1987.
6- Gonzalez Bermeo E.: Conversaciones con Cortazar. Barcelona. Ed. Edhasa, España, 1978.
7-  Liendo E.: Reflexiones de un Narrador. Dominios. Rev Univ Nac Exper R.M. Baralt,  9: 135-137, 1994.
8-  Quintero E.: Visiones de un Narrador. Universidad del Zulia. Ed. Rectorado, 1997.
9- Liendo E.: Comunicación personal; en Talleres de Narrativa del CONAC, 1992,1993.
10- Quintero E.: De Narrativa y Narradores. Universidad del Zulia. Ed. Rectorado, 1997.
11- Oropeza J.N.: Para Fijar un Rostro. Ed. Vadell Hnos. 1984.
12- Meneses G. : El hecho de ser Escritor. En “Espejos y Disfraces - Guillermo Meneses. Ed. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1981.
13- Noguera C. : La prodigiosa Alquimia. Dominios. Rev. Univ. Nac. Exper. R.M. Baralt 9: 116-118, 1994.
14- Antillano L. : Doble linea. Dominios. Rev Univ Nac Exper R.M. Baralt 9: 113-115, 1994.
15- Alazraki J.: Cortazar o la Literatura como búsqueda humana. Ensayo en “Final de Juego”-Julio Cortazar. Ed. Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1995.

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Maracaibo, 24 de diciembre de 2017

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