martes, 1 de septiembre de 2015

Spellanzani, las novelas, los sapos y la música.




Spellanzani, las novelas, los sapos y la música

En 1729, en Scandiano un pueblo cerca de Reggio, al noreste de Italia nació un personaje que siendo hijo de un abogado decidió desde muy joven hacerse sacerdote. Su interés primigenio siempre estuvo centrado en la biología. Le apasionaban los misterios  sobre el origen de la vida y de la generación espontánea, le impresionaba ver experimentalmente cómo ciertos reptiles y anfibios son capaces de regenerar partes perdidas de sus cuerpos. Él llegaría a descubrir que los murciélagos orientan su vuelo en la oscuridad comunicándose por el oído.  No era un simple cura, se llamaba Lazzaro Spellanzani y fue profesor de física y matemáticas en la Universidad de Reggio donde enseñaría griego, latín y metafísica. Durante años dirigiría el Museo de Historia Natural de Pavía. En aquella época, tuvo que realizar muchos experimentos con animales, en particular con sapos, particularmente con el sapo denominado  Bufus marinus por Carlos Linneo.

Hallar nuestro  personaje mencionado en una novela policial de actualidad, nos sonará disparatado, pero el escritor brasileño Rubem Fonseca galardonado en 2003 con el Premio Camöes y en 2012 con el premio Iberoamericano de Narrativa “Manuel Rojas”, publicaría en 1985 una novela en Seix Barral, Colección Biblioteca de Bolsillo, con el título original de Pasado Negro, la cual luego se denominaría “Bufo & Spallanzani”, novela es reconocida como una novela negra, con matices biológicos que suscitan una reflexión humana. La complejidad de un organismo vivo guarda cierta correspondencia con su capacidad para sobrevivir y resistir. En Bufo & Spallanzani, Rubem Fonseca reflexionará sobre la escritura de novelas, a través del narrador-personaje, denominado Gustavo Flavio como tributo a Gustave Flaubert, y él hablará sobre la “maldición de la novela”. Algunos de sus personajes discurrirán sobre el ejercicio de escritura, las problemáticas del escritor, y de cómo se piensa una novela desde sí misma. Con un particular sentido del humor, Rubem Fonseca  tomará distancia frente a la escritura para hablar de lo que va a ocurrir, ya que según él, toda novela sufre una maldición, la de terminar siempre de mala manera.

En la página 254 de mi novela La Entropía Tropical dice… “Tú has venido escuchando los Cuentos de Hoffman, de Offembach, en tus audífonos personales, los del 727, sin mucho volumen, has oído cantar a Joan Sutherland y a Plácido Domingo, has cerrado los ojos, pero estabas en otras cosas, andabas viajando sobre el Danubio, pensando en las extrañas circunstancias de la vida, y ahora con la barcarola de Weber estás transportado a tu juventud, épocas de escolar, puedes ver la gran lámpara facetada de vidrio y barras de plomo en el centro del techo de multicolores retazos, puro Art Déco, estás en el Teatro Baralt, y con las notas  musicales de Hoffman, escuchas su barcarola y  vuelves a ver a Zizi JeanMarie, bailando, ella danza en el escenario todo esto aflora desde lo profundo de tus circunvoluciones cerebrales, en el aire, sobre el océano Atlántico, en un avión suizo, de regreso después de seis días de trabajo, pero tan solo eres un muchacho, con tus audífonos ahora, estás viendo tu película musical en el Baralt, y Zizi baila ballet vestida de rojo sangre, ella gira, y luego regresa en puntas de pie, Hoffman suena profundamente”. 

Ahora sabes que no era la barcarola de Carl Maria von Weber, la que escribiera para su ópera Oberón,  ni era la famosa, la Barcarola en fa sostenido mayor para piano de Frédéric Chopin. La  que escuchabas en tus audífonos era la música de Offembach en los cuentos de Hoffman, y al reflexionar, años después, no entiendes por qué veías bailar a Zizi con unas zapatillas rojas si en el mismo teatro Baralt la habías visto bailar representado a Doro en el film sobre Hans Christian Andersen protagonizado por Dany Kaye. No estaba la bailarina francesa en el film homónimo, “las zapatillas rojas”, del año 48, donde sobre un cuento de Andersen bailaría incansable Moira Shearer bajo la dirección de Michael Powell. Powell dirigiría en 1951 otro film de factura inglesa, precisamente titulado “Los cuentos de Hoffman”. En ésta ópera cómica veremos aparecer nuevamente a nuestro personaje como un brujo interesado en la ciencia, uno que construye muñecas mecánicas y curiosamente se llama Spelanzani, así, con una sola ele. De modo que Spelanzani con la ayuda del malvado Copelius, orquestado por la música de Offembach ha creado a Olimpia, un maniquí mecánico y Copelius le venderá gafas mágicas a Hoffman para que vea en Olimpia a un ser humano, aunque de pronto cantando se detenga y Spelanzani tendrá que correr a darle cuerda. Como en las zapatillas rojas de Andersen, Olimpia canta y baila sin parar pero Hoffman pierde las gafas y comprende que Olimpia de quien él se ha enamorado, no es humana. Cuando Copelius decide destruir a Olimpia, los invitados de Hoffman se burlarán de él por el engaño. Será en el Acto Tercero, cuando se escuchará “Belle nuit”, la barcarola de Offembach que te transportó a tu infancia en el teatro Baralt de Maracaibo.

Maracaibo 31 de agosto del año 2015

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