En LA NEVERIA de don
Ángel María Araujo
La brisa del lago llega fresca y
trae hasta el oído de los cinco hombres el murmullo acompasado y repetitivo de
los marullos. A las seis de la tarde de ese día de junio del año 1890, el
vaivén sonoro de las palmeras pareciera colarse entre los barrotes de las
ventanas pintadas de colores vivos, se adhiere a las paredes encaladas y como
un eco se filtra entre los postigos de las puertas de agua, silba en la
romanillas y penetra remolón hasta lo más profundo de los umbríos zaguanes. Es
un resonar susurrante que se deja sentir en el aire impregnándolo todo con un
olor a peces y a sal proveniente del mar lejano. Un suspirar de recuerdos se agita en el aura
vespertina que envuelve a los hombres vestidos de dril blanco, con sombreros de
fieltro gris y negro, con corbatas negras largas y de lazo. Vienen conversando
en voz baja, a pie por el enlozado que conduce hacia la Nevería y se percibe el acento extranjero en la voz de
quien habla, pero al llegar a la esquina, todos hacen silencio y se quedan
mudos, extasiados frente al lago que
refleja el incendio del atardecer. Los hombres se dejan ir envolviendo en un
halo de naranjas pasadas mientras el sol se esconde detrás de unas piraguas, se
oculta centelleando entre varias canoas de pescadores. En lo alto, a medida que
su luz se apaga, cambian las nubes magenta hacia el gris sucio y no obstante
frente a ellos, en la otra orilla se ven nítidas las casas blancas y la iglesia de Los Puertos de
Altagracia.
-Es como un incendio el cielo
cuando se llena de arreboles. El
comentario lo hace Carlos, y Eduardo, el alemán colorado, asiente, mientras
coloca su mano cubierta de vello rubio sobre el hombro de Nemesio. Entonces,
los cinco hombres se miran y como si respondieran a una señal convenida,
dirigen sus pasos hacia el botiquín de Don Angel María Araujo. Frente a los
almacenes de la casa Beckman, sobre las aguas del lago, allí está la
Nevería. Unida a tierra por un puente
bordeado por una frágil barandilla de tablitas pintadas de blanco y rojo, el
botiquín del señor Araujo es el mejor sitio para refrescarse al final del día
en la ciudad amada y fustigada por el sol.
Hasta el malecón llegan los cinco hombres vestidos de dril blanco y uno
a uno caminan por el puentecillo y rodean el mostrador de madera con vista al
lago hasta ubicarse en las sillas de lona que estratégicamente parecen estar
esperando por ellos. Los cinco
comerciantes de la ciudad del lago y las palmeras finalizarán el día de trabajo
refrescándose con la cerveza pilsen helada que despacha el señor Araujo desde
la rotonda de la Nevería. En el mostrador circular ya están instalados varios
clientes, los asiduos del pintoresco botiquín, listos para discutir los temas
del día. Los cinco de dril dicen interesarse poco en la conversación de los
parroquianos sobre las apetencias de algunos ciudadanos de la localidad para
participar en la conducción de los destinos del Estado. Ellos, los
comerciantes, discuten sobre precios, sus negocios, sus familiares y sus
proyectos. Los dos alemanes ya asimilados a las costumbres locales, añoran su
tierra lejana y relatan algunas vivencias de su niñez en Europa, ellos no son
amigos de intervenir en asuntos políticos.
Los criollos, grandes admiradores del espíritu emprendedor de los jóvenes
teutones, han aprendido lenguaradas de alemán. Con la llegada de los rubios
comerciantes la ciudad había tomado un auge progresista y mucha gente sentía
que estaba viviendo un proceso importante en el desarrollo de la región, sobre
todo desde un par de meses antes, cuando un decreto del presidente Andueza
Palacios, le había devuelto al Zulia su carácter de Estado soberano. Fusionado con Falcón desde el 18 de mayo de
1881, el Zulia había tenido por capital el pueblo árido y olvidado de
Capatárida. Ahora, de nuevo Maracaibo retomaba su puesto como capital del
Estado y un general, Don Ramón Ayala, había sido nombrado recientemente
presidente del Estado. Con el transcurrir de las horas, los cinco hombres de
dril terminarían hablando de política como todos los demás contertulios de la
Nevería.
-Esta, la del general Ayala será
una presidencia muy provisional. José
Jugo lo dijo mirando hacia los lados y bajando la voz como si quisiera que tan
solo sus amigos conocieran su opinión.
- ¿Providencial? Era el señor
Beckman quien preguntaba y al comprender su error se rió diciéndole a sus
amigos.-Providencia, presidencia, paciencia. Todos van a tener que tiener mucha
paciencia y mucha esperar para ver qué pasa.
Arrastraba las erres el comerciante tudesco. Haciendo un signo negativo
con la cabeza, su coterráneo Eduardo von Jess lo interrumpió comentando
especialmente a sus amigos marabinos.
-Cuando yo me vine de Hamburgo a
esta tierra, el año milochocientos sesenta y tres, yo no tenía ni veinte años.
Desde que llegué no he hecho más que trabajar, primero con Minlos Breuer y
desde ese mismo año, haciendo buenos negocios ahora soy ya socio de la firma.
Yo no he necesitado nunca a la política para mejorar en el comercio, por eso yo
no discuto de esas cosas, no me meto en cosas que uno no sabe, a mí la política
no migusta, mientienden?
-Pronto será usted gerente de la
firma, eso me dijeron, ¿es eso verdad Eduardo?
-Sí, así lo espero, muy pronto si
Dios lo quiere mi querrido amigo Nemesio. El joven Jugo se acomodó en su silla
sonriente decidido a exponerle sus puntos de vista al alemán.
-Yo entiendo lo que usted me dice
amigo von Jess, pero creo que la situación que vivimos en el Estado es novedosa
y la política va a modificar algunas cosas que van a mejorar nuestros negocios.
En ese momento lo interrumpió el joven Carlos García quien sentado en la silla
de loneta disimulaba su corta estatura con su agudo tono de voz.
-Mire usted Eduardo, creo que
hace bien en no meterse en política, yo lo apoyo, pero sin lugar a dudas el saber
que Guzmán Blanco no volverá a la presidencia de la República, debe
regocijarnos a todos los zulianos. No es cualquier cosa habernos sacudido ya al
Ilustre Americano! Observe a los parroquianos, escúchelos...
A través de los visillos pintados
de blanco las líneas anaranjadas ya habían desaparecido en el firmamento y en
el lago solo se veían algunos destellos de luz proveniente de lámparas de
carburo en algunas piraguas. Paladeando la cerveza helada los hombres alrededor
de la rotonda de la Nevería todavía discuten temas políticos. Carlos García le apunta a sus amigos desde su
silla de loneta en una esquina del botiquín.
-Todos hablan del doctor
Bustamante, nuestro adalid contra el centralismo guzmancista.
-Es mejor como cirujano que como
político, eso lo ha demostrado con creces.
Era Nemesio quien así comentaba y prosiguió. -Por eso hasta el año
pasado estaba exiliado, dense cuenta, esas son las dificultades de la política,
no les parece amigos?
-Esa es la cosa mala de ser
político, ¡se fija Nemesio Jugo! Era
Eduardo Beckman quien lo interpelaba y pronto fue silenciado por la voz
tronante del doctor Finol quien desde el mostrador improvisaba emocionado para
sus compañeros parroquianos un discurso de brillante retórica.
-Si Bustamante no hubiese estado
en la Comisión del Senado que redactó la Ley que nos rige y nos defiende, no
fuésemos ahora un Estado soberano, continuaríamos viviendo como un apéndice del
estado Falcón, no tendríamos de vuelta a nuestra querida ciudad capital, no
existiría Maracaibo, por el contrario, tendríamos que conformarnos con una
capital llena de chivos en una tierra olvidada de Dios y de todos los gobiernos
de este país. Uno de los contertulios de
mayor edad interrumpió la arenga acotando en voz alta.
-Yo que se lo digo, doctor Finol,
si Bustamante no regresa el año pasado y nos defiende como lo hizo, no sé qué
habría sido de nosotros. Otro de los
hombres expresó enfático.
-Vos sois un exagerado Marco
Tulio, porque todos estamos conscientes de que con la llegada de Rojas Paúl al
poder ya la situación del Zulia comenzó a mejorar y si no, que me lo refute el
doctor López Baralt, díganos usted cual es su impresión, usted que es también
galeno como Finol y como Bustamante.
Atusándose el bigote el doctor López Baralt se puso de pie, miró a su
alrededor y les respondió.
-Ciertamente amigos, pero debo
decirles que ya con Bustamante en Maracaibo todo ha cambiado, debo señalar que
nosotros quienes nos estamos ocupando del surgimiento de nuestra región, vamos
a continuar mejorándola. Ahora somos otra vez el Estado Zulia y tenemos que
continuar por esta senda de trabajo y de progreso, aunque no lo quieran
reconocer los políticos del Centro, nosotros les obligaremos, llevaremos al
Senado a Bustamante, él será nuestro representante y ya verán como el próximo
paso será abrir nuestra Universidad. Pueden estar ustedes seguros de una cosa,
los tiempos del guzmancismo se acabaron, no volverán.
-Nunca creáis en las palabras de
los políticos. Carlos García proverbial y escéptico, se lo dijo en el oído a su
amigo y coterráneo el joven Nemesio Jugo...
Texto extraido de "La Entropía Tropical" Novela, de Jorge garcía Tamayo, Ediluz Edit. 2003
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