EN LA MARIPOSA, ALLÁ
POR LA HOYADA…
Mediodía maracucho de un sábado
cualquiera, con el sol cayendo vertical sobre el techo de tejas acanaladas en
dos aguas, y el verde intenso y el amarillo incandescente brillando en las
paredes, y ellas lucen así, chillonas, desde la acera de enfrente. Las puertas
respiran fresco, son dos rectángulos de sombra, altos, azules, y más atrás está
el mostrador con las cavas llenas de cerveza, sudando frías, y el medio de mantequilla y la docena de
huevos frescos están escondidos en una bolsita de papel de estraza, ya vos
sabéis, y oís, andá, vení y vendeme un cepillao, el mío dámelo rojo, ¿vos no
tenéis leche condensada?, ve que te llama Rosita, de allá al fondo, ¡si
mialma!, y Cheo con su cabeza canosa va y viene atendiendo a todos sin perder
ni por un instante el hilo de la conversación entre los colegas, Trinidad el
veterano ginecólogo y Rodrigo el joven patólogo.
-Mirá, decime Rodrigo. ¿Vos
sabías que Venancio Pulgar hasta un cónsul tenía en Nueva York? ¡Ah! ¡No lo
sabías! ¡Pues paque vos veáis! Esa si fue una época bien jodía, cuando ya casi
íbamos a ser una República Independiente. Venancio tenía unas ideas muy
originales, bueno en realidad se parecían a las del gobernador aquel, Don
Fernando Mirayes, un tipo que siendo español tenía unas tendencias separatistas
muy particulares; yo me imagino que era por algo, algo tenían que sentir
aquellas gentes en tiempos tan remotos para ya estar queriendo a esta tierra
con ese desespero, de esa manera tan compenetrada, tan exagerada, excluyente de
todo lo que no fuese nuestro de verdad y tan abierta a la vez, algo muy
especial tenía que ser para que les hiciera ver toda la región como una cosa
muy de ellos, para ser querida. Por eso era lógica la reacción contra el
centralismo de Guzmán Blanco. Venancio decía: “allá manda Guzmán pero aquí
mando yo”. Imaginate vos lo que pensaría el presidente caraqueño, el que
denominaron “El Ilustre Americano”, él mismo que insistió en que iba a
transformar a Maracaibo en una playa de pescadores. Que te conste, que toda
esta jaiba no es un invento mío... Cheo!, hacenos la caridad danos una Zulia y
una Regional. Fijate Rodrigo, vos tenéis que tomar en cuenta ciertas vainas.
¿Cómo creéis vos que llegó Venancio a la presidencia del Zulia? ¡Llegó como
político! Salió a flote en la ventolera de la politiquería, en aquello que dijeron
llamarse la revolución de los azules, esa especie de chubasco que azotó a la
nación durante la segunda época Monaguera. Pero Venancio era un arrecho. ¡Tanta
vaina como le echó a tanta gente! Vos no lo sabréis, pero a los ricos de
Maracaibo, los puso a trabajar con las manos, les obligó a ser albañiles y a
echar pico y pala en el embaulamiento de la Cañada Nueva. Se iba de paseo por
los mercados y chequeaba los precios, los rebajaba a su antojo, y más vale que
no chistara nadie. Le tenían miedo. ¿Quién le iba a poner coto? ¿Y a donde me
dejáis lo que les hizo a los perijaneros? Todavía en San Ignacio y en la Villa
del Rosario, vos solo tenéis que nombrarlo para que la gente tiemble de rabia,
y es que no pueden olvidarse de la manera tan cruel, brutal e inhumana como
castigó a esa gente... ¡Cheo!, danos dos más.
Mirá Rodrigo, poco tiempo después de lo de Venancio, el Zulia se llenó
de “mochistas”. Eran los colorados del Mocho Hernandez en pleito con los
amarillos de Castro. Los liberales amarillos, sentían al Cabito como al
redentor, él era la encarnación de sus nuevos ideales, él, supuestamente venía
a acabar con el centralismo... ¡Ve que molleja!
Por eso, mientras en la capital estaba, como en el Olimpo, el llanero Crespo
apuntalando a Ignacio Andrade en la presidencia, aquí en Maracaibo la mochera
llegó a tener un auge inusitado. Pero le tocó el turno a Don Cipriano. Llegó el
Cabito al Olimpo y allí fue cuando se prendió el vainero. En esa época fue
cuando apareció en las aguas del lago una cañonera y comenzó a descargar su
artillería contra la ciudad. ¡Figurate vos lo que significa ver a Maracaibo
bombardeada desde el lago! Hasta aquí cerquita, en lo que llaman Los Valles
Fríos, llegó el fuego de los cañonazos, y, ¡de bola!, la lucha fue corta,
brevísima, los mochistas se pintaron de colores. Dicen algunos que perdieron
porque se les enfrió el guarapo. ¡Cheo!, dame otra Zulia, que lo que yo me tomo
es el golletico no más, y una Regional palcatire. Ese mes de diciembre, la
gente que confiaba en el milagro del Cabito, celebró la Navidad con gaita y
tambora para cantar la derrota del Mocho. Había una gaitica muy conocida que
celebraba el acontecimiento diciendo. “¿Vos no veis la cañonera como se va
haciendo alarde?, los mochistas por cobardes se pusieron en carrera”. ¡Con La
Restauración, si nos llevó quién nos trajo! Había esperanzas en la gente, pero
nos encasquetaron todo lo malo. Se nos vino encima una avalancha de chácharos,
capacheros de ruana y peinilla. Se produjo el cierre de nuestra Universidad, la
prisión para todo el que no estuviera de acuerdo con el gobierno, rasparon a
medio mundo, militares en el poder, te digo, La Restauración si nos desmadró de
verdad verdad.
-Vai, Trinidad, poneme atención a
mí, a ver si vos conocéis esta que viene al pelo. “Ya tengo el potro ensillado, dijo Miguelón Contreras / el que quiera
que me siga, que me voy para la guerra. / Me ha llamado Don Cipriano y le
cumplo mi promesa”. ¡Ah! ¿No veis? Es que yo me sé algunas de memoria, ¡vos
que te creéis! El autor era un tío mío.
¡Ah vaina Trinidad! ¿Vos no sabías que yo tuve un tío que era poeta? Él era un
gocho, ingeniero de minas, graduado en la Universidad de Colorado, peleó en la
Guerra del Catorce, fue guionista de cine en Hollywood, si te digo que le
dieron un Oscar menos me lo vais a creer, el tipo era un romántico perdido, un
poeta de verdad! Escribía versos y ese que te dije es sobre la época de La
Restauración, la misma que nos trajo a nosotros tantas calamidades, tanto
atraso, tan solo con referirnos a lo de nuestra Universidad tenemos... Mi tío
escribió versos sobre un personaje muy pintoresco, Miguelón Contreras, un gocho
de tantos como fueron aquellos que se lanzaron a cruzar Venezuela detrás de
Castro y sus sesenta, otro de los entusiasmados con las consignas de nuevos
ideales, nuevos procedimientos, nuevos hombres, uno de esos hombres del Táchira
que dejaron en lamparones de sangre, toda una estela, como para que se les
pudiese seguir el rastro de sus hazañas, en Tononó, Las Pilas, San Cristóbal,
Cordero, El Zumbador, Tovar, Parapara, Nirgua y al final en la sabana de
Tocuyito, allí cayó Miguelón, ya para ese momento, el coronel Contreras, quien
no viviría para ver la llegada de Castro a la capital, tal vez para suerte suya
porque en el decir de mi tío: “... en Caracas seguiría la nefasta
camarilla / de genuflectas espinas, bastoneros sin honor, / crápulas de la
codicia; los áulicos que de antaño / a Venezuela oprimían,.../ y el Cabito fue
confiado a entregarse a la jauría...” Ya sé Trinidad que toda esta época
que le abrió paso a la dictadura de Gómez tuvo grave consecuencias para el
Zulia, pero y decime, y desde entonces para acá... ¿Qué nos ha pasado?
-Mirá Rodrigo, dejame que te diga
una cosa, la época de los gobiernos de gendarmes andinos para algunos fue un
período de paz, de nacionalismo y de victorias para el país, pero para para
muchos otros solo hubo cárceles, persecuciones y desgracias, esas que
transforman los llamados “días de Cipriano Castro” en una dictadura llena de
vergonzosos sucesos, ¡nada de poesía! Para el Zulia fue una temporada larga,
años de oscuridad, te podéis imaginar cómo relampaguearía el Catatumbo? Cuando
todo acabó te podéis referir al escudo de nuestra Universidad que habla de cómo
salió el sol cuando se fueron las nubes. Sin duda alguna, muchos zulianos
esperaban que durante el gobierno de Castro renacería la provincia, después del
maltrato de Guzmán. ¿Quién podía pensar que el pequeño gocho se iba a voltear
de esa manera? ¿Cómo saber que el brillante orador que defendía la provincia y
sus tradiciones, volvería a caer en el esquema del centralismo? ¡Fue terrible!
Aunque hubiese cambiando tan solo a algunos hombres, ¡hubiera podido hacer
tanto!, pero sin duda alguna nadie lo hará jamás utilizando los mismos
oprobiosos procedimientos. ¿Cómo puede calificarse el proceder de quien no más
se sienta y de una vez manda a cerrar nuestra Universidad? Apagó el sol con
negros nubarrones... ¡Pero Cheo!, ¿qué te pasa? ¡Ve que nos tenéis a pan y
agua!
- Trinidad. ¿Vos no sabéis
algo? Con frecuencia, a mí me preocupan
las injusticias de esta vida. Cuando yo te oigo hablar a vos de la Universidad,
con ese amor y ese entusiasmo que le ponéis, a mí me enferma por dentro el
pensar que han sido algunos de los que se dicen tus amigos, saber que han sido
algunos de tus colegas, los que no te han permitido que ingreséis a nuestra
Universidad. Vos sabéis quienes son esos que todavía te bloquean y se hacen los locos para que vos
no podáis estar dentro de nuestra máxima casa de estudios. Vos no habéis podido
ser un profesor pagado por la Universidad, pero tenéis más discípulos, más
credenciales y más méritos que todos ellos juntos, ¡no juegue!, y además, tus
méritos te los reconocen internacionalmente. Quizás por eso... Seguramente por
eso, o precisamente por eso…
- No vamos a hablar de esas
tonterías Rodrigo. Acordate que como decía aquel cartel que estaba por allá por
El Principal, “Los perros ladran pero la caravana pasa”. Eso mismo fue lo que
pasó en milnovecientoscuatro cuando cerraron la Universidad del Zulia. La gente
siguió siendo la misma, viviendo en nuestros pueblos y ciudades, empeñada en
hacer progresar a esta región que tanto queremos. Años más tarde, Marcial
Hernández diría en un discurso muy repetido por allí, que las insignias se
podían marchitar, las campanas podían enmudecer y hasta podía extinguirse el
fuego sagrado, pero que ni un huracán podía apagar el fuego del Catatumbo
porque es el símbolo de la región zuliana. Entonces fue cuando pronunció su
famosa frase, “El Zulia por las noches relampaguea”. Y te dejo dicho que en
realidad, a pesar del cierre de la Universidad por el dictador, ella continuó
funcionando en lo que se llamaba El Colegio Nacional de Varones, y también
existían otros Colegios, y escuelas privadas,
eran dirigidas por personas muy conocidas, maestros de generaciones y por si
fuera poco, había una treintena de escuelitas municipales y estadales que eran
muy pobres pero donde también enseñaban buenos maestros y maestras. Los tiempos
eran muy duros y por eso quizás, cuando se supo que Gómez se haría cargo del
mando, la gente se alegró. Seguramente pensaron que el compadre tenía que ser
mejor que el Cabito. ¡Pero que va!
Pronto todos conocerían la realidad y vendrían épocas todavía peores. En milnovecientosdiez,
el general Gumersindo Méndez puso presa a toda la directiva del Consejo
Municipal de Maracaibo. Los metió en el Castillo de San Carlos. Después, en
milnovecientoscatorce, coincidiría la muerte del Gobernador con la guerra
europea y el descubrimiento del oro negro en nuestra región. Allí si se
iniciaría una nueva era para el Zulia, pero esa es una historia diferente, muy
larga, de la que podemos conversar en otra oportunidad. ¡Cheo!, ¡por vida de Cristo Padre!, danos dos más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario