sábado, 16 de mayo de 2015

TIMOTES del 48




                                     El “CastorEnano” conversando con “Rodrigo Gartán”                                       en un relato, dentro de una novela inédita

TIMOTES del 48

Para mí, lo que me relataste sobre Timotes, puede ser algo muy significativo. Estábamos hablando de la lectura y de literatura y recordamos el dicho de que “para escribir bien hay que saber leer bien”, y podríamos enfrascarnos en ese tema. En realidad lo conversamos in extenso, pero no me quiero a desviar del curso de mi historia, que no es mía, ya que es la tuya mi querido Rodrigo. Así que con gran interés, te pedí más detalles sobre tus periplos andinos de la infancia y me contaste muchas cosas, particularmente las que se dieron en aquella vacación en Timotes el año 1948. A Los Alisios llegaba mi padre en los fines de semana pues trabajaba todos los días de lunes a viernes en su negocio de la Plaza Baralt y también recibimos la visita de nuestro más querido primo, Memo, a quien le decíamos Memito y apareció con su enamorada Cecilia, una muchacha muy caraqueña, con quien terminaría casándose. Me comentaste emocionado cómo aunque ya habías leído por vez primera algunos libros, tenías a la mano en tu casa muchos de Julio Verne, y en aquella ocasión, en tu vacación andina timotocuica, me dijiste que te habías  entusiasmado con la Mitología Griega. Según me explicaste todavía refulgían en tu mente las imágenes de los grabados de “El Libro de oro de los niños” con ilustraciones de Disney conocerías de centauros, de pegasos y de los trabajos de Hércules. Estaban, vos y tus hermanos en un hotel denominado Los Alisios regentado por unos alemanes, y las referencias de los nazis y el holocausto estaban vivas aún para todos pues la segunda guerra mundial recién había finalizado, pocos años antes. También es cierto que mamá había recibido la noticia de que su hermano mayor Fernando Carlos, que era poeta y quien había combatido en el ejército americano en la gran guerra del 14, había fallecido en un hospital de veteranos en Nueva York. Nosotros, mis hermanos y yo, lo conocimos un año antes, de visita en Maracaibo y eran imborrables los recuerdos de sus historias sobre la guerra en las trincheras. Estas cosas se sumaban a nuestro malestar de niños ante la malvada disciplina germana, así me lo contaste insistiendo vos que la habías llegado a percibir a través de la férrea supervisión ejercida por aquella pareja de ancianos alemanes dueños del hotel de montaña, con sus perros, los guardianes, que eran, lógicamente, pastores alemanes. ¡Nazis! Aproveche para preguntarle a Rodrigo si había leído a Bolaños disertando sobre los nazis. Le conté que la tercera novela que él escribió era un invento sobre la literatura nazi en América y que luego había publicado “Estrella distante” con un personaje realmente deleznable. Rodrigo si conocía la novela del escritor ya fallecido y me dijo que para él su lectura había constituido un hecho lamentable pues la imagen que de niño tenía, sobre el Barón Rojo en su avioneta, provenía de los comics de Charlie Brown, y el muérgano chileno de la estrella boláñica, le había desdibujado sus imágenes infantiles al crear como aviador, no al Principito ni a un Snopy canino, sino a un personaje malvado. Pero mejor dejo estas digresiones sobre la lectura de novelas y de los nazis de tu niñez para otra ocasión…

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