El día 8 de este septiembre revisando la prensa me he tropezado con un extraño reportaje de un señor curiosamente apellidado Gargantilla, quien, escribiendo en un diario de España, centraba su reclamo en el polvo flotante, y conste que no era polvo sideral corpusculado, era polvo real, uno que brilla, y es verdadero, un polvillo común, quizás perecedero, pero, indudablemente, aquel no era el por mi rememorado polvo flotante, el que tremolara en el suelto manto de una sutil neblina envuelto...
Pero yo estaba en casa y el supuesto polvillo no me ocultaba ningún extraño o tembloroso torreón. No. Era polvo, sencillamente, polvo, ¡de cajón! Polvo de ese que anda flotando y que termina siempre por adueñarse de nuestra casa, como si un ejército silente y camuflado, decidiese volverse microscópico y cual bruma, invadir cada rincón, y toda lisa superficie, cualquier objeto terminará al fin por cubrirse con una fina capa blanquecina, casi invisible pues parece nacer y crecer y siempre por más que limpies y sacudas vuelve a reaparecer, a revertirse y es una fija…
No es cosa del azar es como si renaciese para siempre allí estar, y tú
lo notas cuando ya has terminado de limpiar. Cada una de esas diminutas
partículas cual fragmentos de un algo inexistente, quizás podrás pensar que son
recuerdos atrapados, suspensión temporal, aunque parezca inexistente y en
realidad se convierte en cierta especie de guardianes o quizás confidentes,
silenciosos, flotantes, que se conocen bien todas las superficies, que han
esculcado todos los rincones, hasta los más intrincados recovecos, para invadir
y tomar silenciosas nuestro hogar.
Es algo como aquel polvillo enamorado, el del “Amor constante,
más allá de la muerte” que mencionara un día Francisco de Quevedo, “venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido”, y recuerda uno entonces que bien nos
lo dijera, “su cuerpo dejarán, no su
cuidado”; y que serán al fin ceniza, más tendrán sentido; tantas minúsculas
partículas, en sumatoria, “polvo serán,
más polvo enamorado”.
¿Acaso ese polvillo son de un amor constante diminutas partículas que al soplo del aire tiemblan cual húmedas verdes e inquietas hojas de algún lejano almendro que en mi infancia crecía frondoso en “la casa de al lado”?… Eran almendrones, te dice la memoria y estarás hablando de otra cosa, nísperos, guayabas, no es posible, esas son estructuras tangibles, no es de ellas que tratamos, es del polvo, microscópicamente camuflado…
Pero el polvo no es nunca un simple hacinamiento de partículas, no son
sencillamente microorganismos vivos que están dotados con aceradas finas
espículas, es mucho más que eso, hay que dimensionar lo que sucede y entenderlo
como un ecosistema activo y además sumamente dinámico, donde pululan millares
de seres invisibles a nuestros ojos, pero que están allí, interactuando todos,
conviviendo entre sí, y en su entorno todos amigablemente asociados…
Estarán las bacterias que van descomponiendo con precisos humores las
células que aun flotaban pero ahora yacerán muertas, han sido despachadas e
inertes no podrán percibir como irán siendo separadas, divulsionadas con gran
cuidado, sus fibrillas textiles disgregadas mientras activamente las bacterias
se ocuparán de ir liberando sus húmedos efluvios, que serán usados para licuar
a otros microbichos, los que aun laten con esperanzador entusiasmo, otros que
tienen esperanzas aun no idas, y quizás serán hongos que activamente crecerán
sobre el polvo particulado, hasta ir creando un entramado de filamentos que les
permitirá dejarle espacio a otros seres vivos, elementos que latiendo se
decidan quizás a explorar sus entornos.
Cuando los rayos de la luz del sol se cuelan por las ventanas es posible
ver como se iluminan las partículas suspendidas en el aire, un verdadero
universo microscópico en constante movimiento. El polvo ha hecho acto de
presencia. De una manera general, te han
avisado que esto no es una patraña, y que el polvo, ese que flota en sutil
trama, es invisible en parte es una mezcla de tus propias células, las que
proceden de tu piel, con sus ácaros y hasta con algunas partículas de polen y
de tierra, que tal vez llegaron en la suela de tu calzado…
Todo flota en el aire, ahora lo sabes, con bacterias, hongos y hasta con
restos de alimentos y suspendido va tapizando todo el entorno de tu hogar y
ahora tus muebles, otrora relucientes, para ti lucirán envejecidos por un fino
manto de seres que han crecido sin que lo hayas notado y mirarás tus libros y
quizás notes que sus títulos comienzan a ocultarse bajo cada vez más gruesas
capas de partículas y las fotografías protegidas por el vidrio que cubre el
marco sobre la mesa aquella se han teñido también y los personajes,
obscurecidos, parecieran flotar en medio de una neblina opaca…
Pero para tranquilidad o para incrementar esa obsesión por la limpieza
la composición del polvo puede variar según la
ubicación del sitio donde estemos, de la época del año o de las actividades que
realicemos en nuestra casa. Te pasaré un
dato que se suma a un detalle no tan sutil, textualmente me han dicho que “En este universo de
polvillos flotantes los ácaros son reyes”…
De manera que hasta aquí hemos llegado en esta reláfica de limpieza y
prosa poética para mostrar que no es poesía lo que creía el tipo aquel, el
“ñingo” que decía… “Poesía es”
…cuando llegan los uniformados a tu casa y terminan por golpearte hasta con el
casco porque quien sabe lo que ocultáis vos en tu celular que no es tu celular
subcutáneo –y te lo aclaro simplemente (no María) sino para facilitarte la
cosa- lo de la buena alimentación, a eso me refiero, ¿Si?¿te acordáis?, umju,
como la galleta (por eso te dicen Susy,) “tasgorda” y ser, o no ser,
es que precisamente, allí es donde está el dilema, o si vos queréis, el
inringulis de la jaiba o el meollo la cuestión ….
En Maracaibo, un “especial”
de lapesteloca para el día lunes 23
de septiembre del año 2024
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