jueves, 24 de noviembre de 2022

Kamera


Hay quienes dicen que todo empezó cuando, tras sufrir un derrame cerebral en 1922, el primer líder de la Unión Soviética, Vladimir Lenin, le pidió a su sucesor, Josef Stalin, que le diera cianuro para suicidarse y Stalin se negó. Otros aseguran que fue después de que un revolucionario socialista disparó contra Lenin en 1918 y sus médicos determinaron que las balas habían sido recubiertas con resina curare venenosa. Pero en lo que las fuentes coinciden es en que, por orden de Lenin, a principios de la década de 1920 se estableció una fábrica de venenos del Kremlin.

Lo cierto es que los soviéticos inventaron nuevos métodos para envenenar a los enemigos del Estado sin dejar rastro, y todo comenzó empezó siendo un secreto de la Checa, la primera de las organizaciones de inteligencia política y militar soviética, cuyo cometido era "suprimir y liquidar" todo acto "contrarrevolucionario" o "desviacionista". El nombre de los servicios secretos soviéticos fue cambiando con el tiempo, y la originalmente denominada "Sala especial", luego se llamó Laboratorio No.1, Laboratorio X y Laboratorio No.12, antes de ser conocida simplemente como la Kamera o "la Cámara" bajo Stalin.



El veneno como arma política tiene una larga tradición, a lo largo de la historia ha habido sirvientes encargados de probar lo que los poderosos iban a consumir antes de que ellos lo hicieran y por supuesto, los soviéticos no fueron ni serán los únicos en usarla. Cuando se trata de matar a una persona en particular, el veneno, mortal y efectivo, ofrece varias ventajas. Puede ser muy discreto, uno insípido, inodoro y que no pueda detectarse en una autopsia, como lo demostraron algunas innovaciones de ese laboratorio con el escritor emigrado antisoviético Lev Rebet, quien murió en 1957 de aparente un ataque al corazón. Hasta que el asesino de la KGB desertó 4 años después y contó que había rociado una niebla de gas venenoso de una ampolla de cianuro triturado en la cara de Rebet cuando se cruzó con él en una escalera.

Otro político que fue asesinado por una sustancia rociada en su lámpara de lectura; y el calor de la bombilla hizo que se dispersara por la habitación sin dejar rastro. Los agentes de la KGB también usaron fluoruro de sodio, que en ciertas dosis es letal y es difícil de identificar como causa de muerte debido a su uso más común: prevenir la caries dental. La confusión también jugaba a favor del talio irradiado pues los médicos podían reconocer los síntomas del envenenamiento con talio, que se usaba comúnmente en el veneno para ratas. Trataban al paciente, sin saber que en realidad estaba muriendo por exposición a la radiación. Para cuando le hicieran la autopsia, el talio se habría desintegrado, sin dejar evidencia física de envenenamiento.

Mientras que ante un asesinato a tiros difícilmente se puede alegar suicidio, la intoxicación a menudo deja abierta esa y otras posibilidades, que los mismos autores pueden explotar a su favor. Si la operación es planificada cuidadosamente y ejecutada por agentes experimentados, casi nunca se puede establecer la culpa de manera concluyente. Por otro lado, el veneno puede servir como advertencia para otros de lo que les espera si cruzan la línea.

Una de las primeras menciones de la existencia del laboratorio llegó a Occidente en los 6 baúles de notas escritas a mano en secreto por Vasili Mitrokhin durante los 30 años en los que se desempeñó como archivista de la KGB en el servicio de inteligencia exterior y en la Primera Dirección General. Numerosos ex oficiales de inteligencia rusos, algunos retirados y otros desertores, han aportado más información sobre la ultrasecreta instalación a lo largo de los años. Pero quizás lo más perturbador se supo con la publicación de las memorias de Pavel Sudoplatov, el exjefe de espionaje de Stalin, quien escribió sobre el laboratorio y su director, el profesor Grigory Mairanovsky.

En "Operaciones especiales", de 1994, se relató como Maironovsky le inyectaba veneno a las personas bajo la apariencia de un chequeo médico de rutina. Bajo las órdenes del General Vasili Blokhin, supervisor del laboratorio y el principal verdugo del jefe de la policía secreta de Stalin -Lavrenti Beria, probó también los productos de Kamera en prisioneros de los Gulags, entre ellos gas mostaza, ricina, digitoxina, curare, cianuro y muchos otros. Las víctimas incluyeron a Raoul Wallenberg, un diplomático sueco que murió misteriosamente bajo custodia soviética, así como a nacionalistas ucranianos y posibles desertores. Sudaplatov mismo fue el encargado de encubrir la operación después.

Markov era un conocido escritor en Bulgaria, de donde desertó en 1969. Según los expertos, en el apogeo de la Guerra Fría, surgió un claro patrón en el uso de agentes nerviosos y armas químicas por parte de los soviéticos, con rivales políticos, disidentes, desertores, exiliados y líderes de movimientos independentistas en las repúblicas soviéticas como objetivos. Fueron "literalmente" incontables quienes sufrieron ese destino, afirmó Boris Volodarsky, un veterano del servicio de inteligencia militar de Rusia y autor de "The KGB's Poison Factory" en su artículo en Wall Street Journal: "¿quién puede contar las víctimas del veneno cuando no se detecta ningún veneno?".


Se sabe que la KGB seguía silenciando a los enemigos durante el último período soviético. Oleg Kalugin, un general de la KGB, admitió que los soviéticos estuvieron involucrados en el complot para asesinar con un paraguas envenenado al periodista de la BBC Georgi Markov en 1978 en Londres. El 7 de septiembre de 1978 Georgi Markov estaba esperando un bus en el puente de Waterloo, en el centro de Londres, cuando de pronto sintió un pinchazo en la parte de atrás de su muslo derecho. Cuando se giró, vio como un hombre se alejaba rápidamente de él con un paraguas en la mano para luego marcharse en un taxi. El periodista del servicio búlgaro de la BBC, que se dirigía a su trabajo, inicialmente no le dio mayor importancia al asunto. Cuatro días después había muerto, se cree que envenenado con ricino por orden del gobierno comunista de Bulgaria, de donde había desertado algunos años antes.

Kamera producía ricina en gránulos diminutos, especialmente diseñados para ser inyectados sin ser detectados y sin producir más dolor que el de una picadura de un insecto, provocando la muerte sin dejar rastro. Los búlgaros lo pusieron en la punta de un paraguas y llevaron a cabo la operación. Lo que no se sabe con certitud, hasta el día de hoy, es si el laboratorio efectivamente se clausuró en algún momento, o si aún existe una versión de él en algún lugar de Rusia.

Estuvo a punto de convertirse en un crimen casi perfecto, pero, casi diez años después, la investigación pública por la muerte del exespía ruso Alexander Litvinenko en Londres finalmente concluyó con la identificación de varios culpables."Estoy seguro de que el señor Lugovoi y Kovtun colocaron el polonio 210 en la tetera", dijo el juez a cargo de la investigación, refiriéndose a los dos antiguos colegas de Litvinenko considerados los principales sospechosos por las autoridades británicas."Hay indicios que per miten concluir que este fue asesinado por agentes de los servicios de inteligencia ruso en una operación "probablemente aprobada por el presidente Putin", dijo.

Maracaibo, jueves 24 de noviembre del año 2022

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