martes, 21 de junio de 2022

Un lugar en La Habana

 Un lugar en La Habana

Linda turista de mirada clara, estarás cómodamente instalada en tu guagua elegante. Avanzarás por la avenida del malecón y en la distancia verás El Faro, El Castillo del Morro y La Cabaña y arriba el firmamento de un azul muy límpido y un mar de malaquita que se pierde en la bruma de la mañana, cuando súbitamente el autobús tuerce hacia la derecha y nos metemos entre las calles de la vieja ciudad.

 

Tú mirarás con atención los ventanales y los cables cruzados en el cielo, las rejas y balaustres de los balcones desconchándose, los portales con capas de pintura de colores absurdos y miríadas de mosaicos coloniales adornando el zócalo de las casas. Yo soñaba mirándote con volver al lugar, hallar de nuevo el sitio, la escalera, el umbral y la puerta, ingresar al recinto sagrado... Tú observarás detalladamente las paredes de hojaldre y notarás como los frisos pardos muy cuarteados muestran sus ladrillos porosos, protuberantes esponjas de granito. Pienso que estoy soñando con una escena vivida en el pasado y entretanto te detallo sentada, atenta, tú pareces ir entreteniéndote al mirar el desfile de las casas calle abajo. Ventanales opacos y rejas herrumbrosas, retorcidas enredaderas vegetales, filigranas de hierro ya oxidadas y las piedras, gibas chispeadas de nácar y los leprosos corredores ¿quizás nimbados de almizcle y de amoníaco?, oscuros, misteriosos, escondiendo el umbral, ¿la puerta que conduce al oculto lindero? Aquel lugar en el alto y las cortinas batiendo con la brisa del norte y la cama...

 

El mar te acechará en el recodo de cada esquina, te perseguirá a la vuelta de cada iglesia, en las arcadas de cada plaza y detrás de las columnas y los portones enrejados corroídos por el verdín. Jade en el horizonte y momentáneamente, la línea que se asoma a lo lejos me lleva de tu mirada clara al zaguán con sus escaleras de mármol. Ascender hasta el sitio, ¿en cuál calle?, ¿cuál fue la puerta? El mar Caribe se asoma y te sorprende. Sentirás como un vaho que acuchilla la ciudad. Son los vientos alisios, los trae a rastras ese cálido soplo desde el fondo del abismo verde, allá, distante muy al norte, donde el cañamelar es infinito y se mueve erizado de agujetas ambarinas, se te pierde de vista... Percibirás transformadas en fosforescentes erizos de ámbar todas las piedras y la argamasa toda, apegostrando el esqueleto de la vetusta ciudad colonial.




 

Yo te observaba silencioso, deseando compartir contigo cada hallazgo, cada detalle y pensé entonces que eras Alicia, joven turista de mirada clara, bajo un cielo de plomo derretido y de cinabrio y luz, y un centenar de banderolas tremolando, rojas, muy rojas ondeando al viento mientras tú, de visita en al país de las maravillas observas la ciudad en la guagua y yo examino tu perfil, hurgando entre las ruinas en pos de aquel lugar oculto, busco una pista, un indicio que me señale el rumbo hacia el sitio perdido, posiblemente en algún rincón, ¿ángulo oscuro entre los muros?, ¿o un simple vericueto de mi mente?...

 

Calcularás el paso de los siglos admirando la arquitectura que corre ante tu vista. Senilidad escrita grieta a grieta en callejuelas y portales, en las cornisas y en los frontispicios, detallarás lágrima a lágrima la redecilla de oro desdibujada sobre las fachadas, brillando encima de cada mosaico, fundida entre adoquines, sobre lajas y fragmentos de lapislázuli con estrías de mango petrificado, con chorretes de jade y aguacate de loro y de perico, alternando con salpicaduras bermejas de guayaba. Y en ese instante torcerá el autobús y en la siguiente esquina, ante un friso cuarteado ascenderá rápidamente tu mirada, ablandando oquedades magenta. Tú ansiosa, yo esperanzado, he presentido que sé cuál era el sitio, lo he hallado, pienso, es el lugar, me lo digo y subo, casi voy saltando, con desesperación avanzo escaleras arriba sobre el mármol mohoso que se pierde ascendente en la densa oscuridad del zaguán y se repite y se repite paso a paso, subo ¿hacia dónde? Muy pronto estaré ante una puerta, por la escalera voy hacia el umbral, el secreto lindero, voy hacia aquel lugar...

 

Tú distraída, suspirarás volteando a la derecha y notarás todo un desmigajarse de edificios recargados con balcones churriguerescos. Entre la luz de la mañana tibia, los paredones y filas de balaustres lucirán ante ti aureolados de un grumoso resplandor, polvo dorado encandilante, como una pátina sagrada. Es el sol tempranero que bruñe la ciudad colonial, y tú verás como todo se desplaza a tu lado y gira con la guagua circundándote. Cuando el bus tuerce nuevamente a la izquierda, el sitio se me escapa, el cuarto en aquel alto, donde el viento bate las cortinas todo el tiempo, se me va alejando y yo comienzo a preguntarme cosas.

 

¿Tú en la cama? Entonces creo sentir un soplo gris y cochambroso, pareciera adherirse a las paredes, a mis recuerdos, a todos los mosaicos de los muchos zaguanes y a los portales, siento como empegosta el piso de los vestíbulos, enrarece el aire de tantas madrigueras similares, colmenas compartidas, hambre tercermundista, ¿y las brigadas, y los cedreristas?, ¿y la legión de alfabetizadotes?, ¿los comités de base? Ecobios, compañeros, ¿dónde están todos?, y aquel sitio en lo alto, cerca del cielo, ¿yo contigo en la cama? ¿Dónde rayos se fueron? ¿Cómo hallarlos? Covachas y tugurios cuadra a cuadra, ¡gusanos del glasnot!, venceremos, es patria o muerte, mayameros, ¿internacionalistas?, marielitos, ¿qué fue de Angola?...

 

Un zumo gris y espeso cubre uno a uno cada escalón de mármol y yo te miro nuevamente, estoy pensando Alicia, te veo escudriñando con tu mirada clara tan solo un lado del espejo, cada vez más me parece que vivimos en el país esquizofrénico que inventó Lewis Carroll... Entonces en silencio tú te sorprenderás porque a pesar de todo lo existente, nada logra opacar tanta belleza subyacente. Entretanto se enrumbará el autobús por una amplia avenida y yo sigo queriendo detectar algún imperceptible resquicio hacia el pasado, el sitio aquel, ¿contigo?



 

Presiento que tú estarás inventariando una por una las farolas en los postes de hierro, los vas dejando atrás en cada cuadra, no logras entrever los personajes, tú los imaginarás examinándote, aprovechando las estrechas hendiduras en los portales, en las ventanas y en los oscuros socavones sostenidos por arbotantes y paredes cuajadas de mosaicos decorados a mano, delineados por fragmentos de ámbar. Es esa especie de fulgor de la mañana, filtrado entre las grandes piedras, fundido con los arquitrabes coruscantes, brillando en botareles de granito sobre volutas pétreas incontables, orificadas todas por el aire del mar. Tú atisbarás las entreabiertas ránulas de polvorientas celosías y tu mirada clara traspasará raídos cortinajes, desgarrados harapos que acaso esconden centenares de ojos, mirándote pasar, tú de turista fina, ¿y ellos?, ocultos para ti...

 

Desde el ángulo de mi asiento he venido observándote y estoy sugestionándome, eres Alicia, reflejada en el vidrio gigantesco de la elegante guagua. El azogue devuelve tu figura incólume. No es posible que hayas subido tú mis escaleras, que fueras tú adelante por el zaguán, ¿en otra vida?, y el viento norte y aquel amanecer de malva, y las cortinas dejando entrar la claridad sobre las sábanas y a lo lejos la CMQ soneando... Pero tú estás tranquila, linda turista de mirada clara. Detallarás las tejas, los aleros, los nidos fabricados sobre los cables de la electricidad enmarañando el cielo, hilos que van y vienen de una a otra pared y las aceras fracturadas alternando gris plomo, almagre y pura tierra con un azul de Prusia desleído, notarás como ahora todos los vertederos son riachuelos orillados con detritus y limo burbujeante en una mezcla de humedad vegetal originada en la misteriosa paz de silentes recintos, encerrados...

 

Tal vez la música vendrá a quebrar el arcano silencio, denso como el olor a vainilla, cálido aliento natural, y presiento tu voz. Aspiro las húmedas emanaciones creciendo como la malanga, se diseminan con el son y emergen por cualquier resquicio. Se percibe el ruido de timbales, tumbadora y bongó, soneando, y con el güiro, las notas del requinto emergen sibilantes, entre los muros, se filtran bajo los portales de madera protegidos por férreos alamudes, cual micciones internas, evacuadas soneando sobre las aceras, salpicando desde los orificios casi obstruidos por musgo rojinegro, eructadas, escucharás la flauta y el montuno reverberando, floreciendo entre piedras...

 

Entonces tú respirarás profundamente y yo quiero saber que estás pensando, ¿que existe en tu cabeza?, dentro de la elegante guagua de turismo, ¿acaso tú conoces el olor de la sábila?, ¿y el de la hierbabuena?, quizás sí,¿ y por qué no el perfume del humo al cocinar con leña?, ¿sabes a lo que huele el sándalo?, o tal vez el aroma de un café muy caliente, humeando, matutino café, quizás todo mezclado con el sudor espeso y salitroso de la ciudad, transpiración cristalizada por el tufo marino que nos arropa a todos y se acurruca en el lugar de los recuerdos, se agazapa acechante, en el sitio, saltará sobre ti, cancerbero vigilante, está esperándome, verme pisar el secreto lindero, la escalera y el umbral y la puerta, y luego, las cortinas que se mueven, y el son soneando, y el perfume almizcloso, amoroso, mientras miro los techos, los vitrales y los tendederos, y al voltearme estarás tú, sola tú, en la cama, sonriendo, cariñosa...




 

Tú, admirarás en las paredes de la antigua catedral las floretas de piedra, rosetones de arcilla desconchando un tinte ocre, ¡tallados en la roca desde hace tantos años!, y te imaginarás manos esclavas trabajando, techos plenos de estuco, cielos rasos cuajados de bajorrelieves en escayola pura, abarrotados de angelitos volando, frisados años atrás, ¿por cuales manos?, por dedos lucumíes, ¿mambises?, quién sabe si por blancos peninsulares. Siglos atrás, ¿maestros dirigiendo cimarrones?, garras para moldear en yeso los piñones, las naranjas en piedra, frutillas de granito y lanceoladas grandes hojas de tabaco se separan para dejarte ver regordetes y sonrientes cupidos, escondidos, trás unas matas de plátano… Hoy es absurdo verlos a todos recubiertos por capas de pintura exageradamente verde y amarilla y hasta rosada algunas veces...

 

Y de nuevo cruzamos y es el mar que se asoma a tu ventana, y muestra chispas muy brillantes, y yo admirándote como en un doble espejo, estás tú y el mercurial reflejo de tanta arquitectura colonial, por lo que pienso en don Alejo, Alicia reflejada, ¿te atreverás acaso a atravesar al otro lado del espejo?, ¿descenderás por la escalera hasta llegar al sótano de la joven Viterbo?, quizás existe un ángulo que muestre un poco más que la charanga soneando con el viento, y el cálido perfume de sus axilas de humo, ¿pudiera ser el sitio aquel donde a Oliveira se le enredaron todos los hilos de la vida? ¿Hallarlo un solo instante? Alicia de ojos claros, turisteando en este paradíso surrealista y yo aquí estoy, sentado y en silencio, disfrutando de tu perfil y el par de cielos pestañeando, de este lado conmigo aquí está el güiro, la tumbadora y el bongó. Suena el requinto y un eterno montuno desde hace rato no me dejan soneando en mis orejas...

 

De pronto, ¡unos andamios!, ellos ascienden hasta el cielo y pensarás, ¡al fín!, existe un ser intentando una restauración. Has fijado la vista en los andamios, entre portales, claveteados con pernios herrumbrosos sostienen una pared repleta de verticilados y limpios estoriles, brillan fragmentos de conchuelas marinas, entonces tú imaginarás, ¿quién sabe quién vivirá tras el zaguán oscuro de la casa?, siendo restaurada muestra los mismos escalones de mármol, desgastados y sucios, por ese gesto de los pies de la calle, ascendiendo, lamiendo paso a paso las escalinatas, para subir al sitio...

¿Hace ya cuantos años? Quizás si fueses tú, me mirarías escaleras abajo y el sol pincelaría de cadmio la puerta de la calle, y tú, desde el umbral atisbando el secreto lindero, ¿hacia aquel lugar?, ¿traspasar la cortina de azogue? Alicia volteó entonces. Me sentí descubierto. Ella sonrió y yo iluso, presentí que iba a darme alguna explicación plausible, mi corazón soneaba retumbando en mi cráneo, la orden expresa la dio la reina roja, ella volteó discretamente de nuevo hacia el espejo o ventanal y un coro como el eco cambió el ritmo del son por chachachá e iba repitiéndome absurdamente, que le corten, la cabeza, chachachá, que rico vacilón...

 

Debo estar loco, puedo jurarlo. Lo pensé con toda la seriedad del caso, esto es ya demasiado para este viaje al paradíso, un exceso de surrealismo tropical es siempre bueno, ¡pero no puedo estar llegando a estos extremos! Ya la elegante guagua de turismo va saliendo del casco de La Habana. El autobús piafando emite bocanadas de gasoil, la máquina ronronea bajo el sol. Tu mirada, querida Alicia es anodina. Ahora me convenzo de que tú no eras ella, ¡nada que ver!, sin duda alguna, linda turista. ¿Cómo hacerte entender el secreto del sitio del ventanal y las cortinas siempre batiendo con el norte? ¡Nunca jamás! ¿Tú, una bella mulata con cintura de avispa? ¡Que locura! ¡Un solo disparate! Tú no eres náñiga, ni conoces a mis amigos abakúas, ¿disfrutarás el son con los ecobios?, quizás, pero, no sé...

 

A lo lejos, después de atravesar el túnel, se divisa la ciudad frente al mar. Una vaharada de algas desde tan lejos pareciera impregnarla. La has admirado un largo rato, la has visto carcomida por el caribemar, mientras arrebujada en tu confortable sillón reclinable, una, dos, tres posiciones hacia atrás, vas paseando en la guagua y ahora cierras los ojos, se apaga la claridad de tu mirada. A la izquierda podrías detallar el mar Caribe, late lleno de luz, ¡ah!, si acaso pudiese ser posible incorporarte compañera en la milicia activa, ¡imaginariamente! No te asustes Alicia, ingresar al propio movimiento marxista y claro está, ¡a la historia!, la del hambre, perdón, ¡del hombre nuevo y me gruñen las tripas! Acaso puede ser posible, tan solo ondearte a la tropa solar, si conocieras el lugar aquel, con la escalera, la puerta y el umbral, el sitio en mi memoria, claro que sí. ¿Y la bella mulata? Desde lejos puedo escuchar la radio Habana, no más CMQ con sus timbales y el bongó, es clara la mañana...

 

Ante el espejo estás tú, Alicia, y también está el tiempo. Favorece siempre a los pequeños, a los ecobios, muchachitos desnudos, mis aseres, el sistema les ofrece todo, nunca padecerán, todos iguales, valle de lágrimas, el tiempo está a favor de sueños buenos y se pronuncia a golpes, apurado. El tiempo es la suma del coraje. Resistir, ¿hasta cuándo? Siempre te quedarán sobrando unos recuerdos, ellos nutren las ilusiones... Todo se ha vuelto incandescente, la guagua avanza rauda y tú duermes, o simulas dormir, no lo sé, tal vez estemos detenidos en el tiempo, ¿estáticos? No, yo no lo creo. Prefiero imaginar que vamos avanzando, me acompaña la música y las viejas canciones, vamos hacia ese mundo que aún permanece oculto para algunos, yo sé que está allá arriba, tras la puerta, en el sitio de las cortinas que baten con la brisa del norte y tú me esperarás bajo las sábanas, ¿sientes que es fresca y dulce la mañana?, ese es el sitio, el lugar en La Habana.

NOTA: este trabajo ya fue publicado en este blog hace 10 años, el 22 de enero del año 2013

 

Maracaibo, martes 21 de junio del año 2022

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