jueves, 16 de junio de 2022

María Calcaño

 
María Calcaño

Luisa Cándida del Carmen Nebot y Troconis

fue mi abuela paterna, y le decíamos cariñosamente Mamaña. Era doña Luisa, la madre de los García Nebot. Ella era hermana de María Encarnación Nebot y Troconis, la abuela de María Calcaño... Es decir, el papá de María Calcaño, era primo hermano de mi padre Jesús García Nebot. 

El Árbol Genealógico de los hijos de María Calcaño entroncan ambos con las hermanas María Encarnación y Luisa Cándida Nebot Troconis, respectivamente. Los hijos de María Calcaño son la cuarta generación de una Nebot Troconis, al igual que lo son, los García Tamayo (Fernando, Jorge, Lorenzo y Carlos). 

    

La diferencia de edad entre generaciones que más o menos hubiesen podido haber sido contemporáneas estriba en que doña Luisa Nebot, se casó en el año de 1889, esto quiere decir unos 16 años después que lo hiciera su hermana mayor, María Encarnación, la abuela Nebot de María Calcaño.  De modo que cuando María se casó a los 14 años de edad en 1920, unos diez y siete años antes de que se casara mi padre Jesús García Nebot con María Amelia Jacinta del Monte Carmelo Tamayo García, conocida como Maruja.

 

He aquí algunos datos sobre María Calcaño, según una recopilación hecha por mi hermano Lorenzo, hace un par de años, y que yo ahora, aprovechando las ventajas del Tweeter y de mi blog La Peste Loca puedo divulgar.



María José Francisca del Carmen Calcaño Ortega; MODERNIDAD Y ESCRITURA FEMENINA EN VENEZUELA

Juliana Boersner (Revista Nacional de Cultura) No.327 Año LXV, 2003 (Tomado entre líneas de este ensayo)    (Extractos)

 

El desafío erótico de la poesía de María Calcaño, por encima de las limitantes represivas de su entorno provinciano, ponen de manifiesto que nos encontramos en un momento bisagra, de ruptura y desencanto con respecto a los estereotipos tradicionales de la “mujer buena”.

 

María Calcaño tampoco tuvo, hasta donde sabemos, una cercanía militante con las luchas feministas, a pesar de lo cual logra, desde su poesía, hacer llegar un mensaje de clara rebeldía contra los estereotipos femeninos. Citamos aquí las palabras de Márgara Russotto, quien dice que María es la primera poetisa venezolana que asume la modernidad a través de la libertad y el goce de la expresión, desde una conciencia de género asertiva, jubilosa y desvinculada de todo misticismo, que no teme un tratamiento osado de lo erótico, pionero para la Venezuela de su tiempo (Russotto, 1997: 114).

 

Notorio en este sentido es el caso de María Calcaño quien aun respondiendo al modelo claramente tradicional de mujer (fue casada sin su consentimiento a los catorce años y ya para los 27 tenía seis hijos, enviudó y se volvió a casar) nos presenta una fachada de modernidad exquisita; su pasión por los vestidos, o más bien por los disfraces, la utilización casi fetichista que hacía de las corbatas de su marido y, sobre todo, su gran pasión por posar para sesiones fotográficas, nos hablan de un claro rasgo de modernidad en ella: el retrato y la transfiguración: la representación de sí como otro(s).

 

Por otro lado, es interesante ver que fue también de la mano de un hombre como pudo ser publicada la obra de María Calcaño, cuyo primer poemario, Alas Fatales, apareció en Chile en el año 1935. Previamente, sin embargo, ya habían circulado en publicaciones periódicas nacionales (como la Revista Nacional de Cultura, en su primer número) algunos de sus poemas, lo cual delata, más allá del desconocimiento que se tiene sobre el punto, su acceso a un cierto circuito de contactos en el mundo literario.

 

De todos es conocido el rol que jugó en este sentido el presidente del Zulia, Héctor Cuenca, quien la pone en contacto con Pablo Neruda, permitiéndole de esta manera acceder a las redes editoriales latinoamericanas, en las cuales Chile representaba, en ese momento, uno de los nodos más importantes.

 

Será después de la publicación de Alas Fatales que se sumerge en un largo mutismo en su hato “Marijuana”, del cual no emergerá sino hasta el año de su muerte, cuando se publica su segundo poemario. Es claro que no soportó el peso de la crítica, al menos no como para hacer presencia en la palestra pública en defensa de sus escritos. Tampoco hubo nadie que lo hiciera con firmeza por ella, lo que motivó que pasaran “bajo la mesa” las innovaciones estilísticas de su poesía.

 

El veto, o más bien, el repercutir asordinado de su poesía, sustentado en lo escandaloso de sus temas, las más de las veces sensuales e insinuantes, pero por momentos francamente eróticos e irreverentes para la provincia del momento. 

 

Maracaibo, jueves 16 de junio del año 2022.

 

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