miércoles, 29 de junio de 2022

En el hospital Vargas de Caracas

  En el hospital Vargas de Caracas

Este relato se inicia cuando el Director del Instituto de Patología del hospital Vargas de Caracas, había sido designado como Ministro de Sanidad en el llamado Primer Gobierno de CAP (Carlos Andrés Pérez), el Dr. Javier Arias Stella prominente patólogo peruano ocupaba su cargo vacante brillando en sus reuniones con los ginecólogos del hospital, y los Drs Héctor Vegas Rodríguez, Manuel Emilio Labrador y Felix Valderrama eran los patólogos adjuntos en el Instituto encargados de las biopsias, las reuniones con los Servicios del hospital y de la enseñanza de autopsias y patología quirúrgica a los médicos que cursaban la residencia en patología. El respeto y la veneración hacia la egregia figura de “el director en comisión de servicio”, luchando por organizar el cuero tieso que siempre ha representado el Ministerio de Sanidad del país, se percibía como algo casi místico.


En realidad, el Dr Blas Bruni Celli, era un personaje de gran prestigio, respetado por todos los patólogos del país por sus aportes académicos en diversas ramas de las ciencias. En ese ambiente aparezco yo, venido del Zulia, para cumplir con un año sabático y a trabajar casi exclusivamente como neuropatólogo. Mis primeras experiencias con los tres médicos patólogos adjuntos del Instituto, me enseñaron que las cosas no eran igual que en mi tierra natal. Fui captando prontamente ciertas novedades, como advertir que cuando hablaba y no me entendían que era por decía

cosas con esa especie de “tomadera de pelEno” que caracteriza a la gente de mi región, y entretanto me enteré de que en Caracas no existían “lampazos” sino coletos, que no se debía decir “coger” por tomar y que las cholas no eran unas chancletas.


Me parecía impresionante como ir a almorzar en algún restaurante en La Candelaria

con mis colegas patólogos era un acontecer común y luego aprendería a salir con varios residentes como Valdemar Balza, Justo Roa y Rojitas, a beber cerveza en las

inmediaciones de La Candelaria en el centro, y más tarde con los estudiantes y con mi personal técnico, y paso a paso irían quedando para el recuerdo muchas reuniones agradables y felices, informales, especialmente imborrables momentos en El Pozo Canario.


En realidad se me hace muy difícil no personalizar esta temporada de un año, desde

julio 1975 a julio del 1976, pero debo tratar de referirme en particular a la situación de

la microscopía electrónica, en el Instituto de Patología del hospital Vargas. Existía un

ME Hitachi HS-7S, y estaba abandonado en el sótano del Instituto. Con la esperanza de poder usarlo para proseguir los trabajos iniciados en mi tierra traté de ponerlo a funcionar. Me traje a un joven técnico, el hijo de nuestro técnico de ME, JesúsVivas, quien se había trasladado al Instituto de Investigación Clínica de LUZ y así, Francisco (Quico), me ayudó a entrenar a dos jóvenes recién graduadas como histotecnólogas en el mismo Instituto, Saudy Escorihuela y Teresa Cabañas, quienes se habían interesado en aprender a cortar en el ultramicrotomo y a procesar material para su estudio ultraestructural. No obstante, era poco lo que se podía hacer con el equipo HS-7S por lo que introduje una solicitud ante el CONICIT para lograr un ME Hitachi H-500 y poder proseguir los estudios sobre el virus de la EEV.


Debo explicar que mis obligaciones como neuropatólogo en el Instituto, consistían en

fijar adecuadamente los cerebros de las autopsias, examinar las biopsias neuroquirúrgicas y todos los viernes a las 9 de la mañana, hacer en la sala de autopsias una reunión para cortar los cerebros a la cual asistían los patólogos, los neurólogos y los neurocirujanos del hospital. El mismo día viernes de 10 a 12m hacíamos una reunión clinicopatológica en el auditórium del Instituto, con la presentación de un par de casos de Neurocirugía y de Neurología, los cuales se discutían, y donde los neurólogos del Dr Ponce Ducharne y su Sra, capitaneados por el incansable Jaime Boet planteaban sus opiniones logrando que los cirujanos del Dr Martinez Coll, discutiesen acaloradamente, sus diversos puntos de vista. Aquellas reuniones marcaron toda una temporada de febril actividad con gran interés por las actividades neuropatológicas en el hospital Vargas. 


Durante cada semana, uno de los residentes de Neurología permanecía en el espacio que me habían designado en el Instituto, examinando aspectos de interés sobre neuropatología, en lo que constituyó un experimento de docencia que me llevó a conocer y a querer como buenos amigos a colegas, hoy día destacados neurólogos como Freddy González Merlo, Douglas Barrios y a la diminuta y hermosa Dra Beatriz González. Estando en Caracas, aproveché para reactivar mis contactos en Virología en el IVIC con el Dr José Esparza y reactivamos los planes para hacer investigación sobre EEV, particularmente en el desarrollo del proyecto para demostrar experimentalmente el daño intrauteriono provocado por este virus.


Ya casi había transcurrido un año cuando sucedió algo que para mí resultaba impensable, pero que los patólogos del Instituto Anatomopatológico (IAP) de la Universidad Central de Venezuela (UCV) ya me habían advertido. El Director del Instituto de Patología regresó del Ministerio. El Dr Arias Stella le entregó su cargo y afortunadamente fue acogido por su amigo el Dr Luís Carbolnell en el IVIC ( Javier era para el momento un exiliado político ), y a mi se “me sugirió” que regresase a mi ciudad, con el argumento de que “es mejor ser cabeza de ratón que cola de león”. Debía pues regresar a Maracaibo, cuando casi se cumplía el tiempo de mi año sabático. 


Avisado como estaba de que esa situación podría plantearse, traté de sostenerme argumentando que había recibido la aprobación del CONICIT para un nuevo ME y que deseaba quedarme y reactivar las actividades de investigación en ultraestructura. Supe entonces que existían otros proyectos que ya incluían el regreso de un nefrólogo para hacer inmunofluorescencia en la biopsias renales y que bien podía yo utilizar el ME del Instituto del Dr Convit, puesto que un nuevo ME era un compromiso demasiado complicado para la dirección del Instituto.


Vino un fin de semana tormentoso donde los patólogos en el IAP de la UCV me recordaron lo que ya me habían anunciado, pero también se mostraron amables y amistosos de manera que tras conversar con el Dr Pedro Grases director del IAP, acepté pasar a la UCV si se hablaba en buenos términos con el director del Instituto del hospital Vargas y podía ingresar al IAP con el nuevo ME Hitachi H-500 del CONICIT. Estos trámites se cumplieron en cosa de una semana y pasé a incorporarme como “Profesor Contratado” en el Instituto Anatomopatológico de la Facultad de Medicina de la UCV hasta tanto se pudiese homologar mi cargo de Profesor Asistente en LUZ; esta tramitación duró casi tres largos años durante los cuales con 5 hijos en colegios privados, y un sueldo básico en la UCV, pasé a pintar al óleo con espátula por las noches para vender mis obras y logré hacer varias exposiciones de pintura hasta llegar a vender más de un centenar de cuadros que me permitieron sobrevivir mientras me ocupaba de organizar la Sección de Microscopía Electrónica del IAP de la UCV.

Londres, miercoles 29 de junio, del 2022


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