"Un lugar en La Habana "
...en un lugar cercano pueda encontrarse una puerta,
una escalera, un umbral, un secreto lindero hacia aquel lugar.
Edgar Narváez
"Bajo las aguas" 1993.
"Bajo las aguas" 1993.
Linda
turista de mirada clara, estarás cómodamente instalada en tu guagua elegante.
Avanzarás por la avenida del malecón y en la distancia verás El Faro, El
Castillo del Morro y La
Cabaña y arriba el firmamento de un azul muy
límpido y un mar de malaquita que se pierde en la bruma de la mañana, cuando
súbitamente el autobús tuerce hacia la derecha y nos metemos entre las calles
de la vieja ciudad. Tú mirarás con atención los ventanales y los cables
cruzados en el cielo, las rejas y balaustres de los balcones desconchándose,
los portales con capas de pintura de colores absurdos y miríadas de mosaicos
coloniales adornando el zócalo de las casas. Yo soñaba mirándote con volver al
lugar, hallar de nuevo el sitio, la escalera, el umbral y la puerta, ingresar
al recinto sagrado... Tú observarás detalladamente las paredes de hojaldre y
notarás como los frisos pardos muy cuarteados muestran sus ladrillos porosos,
protuberantes esponjas de granito. Pienso que estoy soñando con una escena
vivida en el pasado y entretanto te detallo sentada, atenta, tú pareces ir
entreteniéndote al mirar el desfile de las casas calle abajo. Ventanales opacos
y rejas herrumbrosas, retorcidas enredaderas vegetales, filigranas de hierro ya
oxidadas y las piedras, gibas chispeadas de nácar y los leprosos corredores
¿quizás nimbados de almizcle y de amoníaco?, oscuros, misteriosos, escondiendo
el umbral, ¿la puerta que conduce al oculto lindero? Aquel lugar en el alto y
las cortinas batiendo con la brisa del norte y la cama...
El
mar te acechará en el recodo de cada esquina, te perseguirá a la vuelta de cada
iglesia, en las arcadas de cada plaza y detrás de las columnas y los portones
enrejados corroídos por el verdín. Jade en el horizonte y momentáneamente, la
línea que se asoma a lo lejos me lleva de tu mirada clara al zaguán con sus
escaleras de mármol. Ascender hasta el sitio, ¿en cual calle?, ¿cual fue la
puerta? El mar Caribe se asoma y te sorprende. Sentirás como un vaho que
acuchilla la ciudad. Son los vientos alisios, los trae a rastras ese cálido
soplo desde el fondo del abismo verde, allá, distante muy al norte, donde el
cañamelar es infinito y se mueve erizado de agujetas ambarinas, se te pierde de
vista... Percibirás transformadas en fosforescentes erizos de ámbar todas las
piedras y la argamasa toda, empegostando el esqueleto de la vetusta ciudad
colonial. Yo te observaba silencioso, deseando compartir contigo cada hallazgo,
cada detalle y pensé entonces que eras Alicia, joven turista de mirada clara,
bajo un cielo de plomo derretido y de cinabrio y luz y un centenar de
banderolas tremolando, rojas, muy rojas ondeando al viento mientras tú, de
visita en al país de las maravillas observas la ciudad en la guagua y yo
examino tu perfil, hurgando entre las ruinas en pos de aquel lugar oculto,
busco una pista, un indicio que me señale el rumbo hacia el sitio perdido,
posiblemente en algún rincón, ¿ángulo oscuro entre los muros?, ¿o un simple
vericueto de mi mente?...
Calcularás
el paso de los siglos admirando la arquitectura que corre ante tu vista.
Senilidad escrita grieta a grieta en callejuelas y portales, en las cornisas y
en los frontispicios, detallarás lágrima a lágrima la redecilla de oro
desdibujada sobre las fachadas, brillando encima de cada mosaico, fundida entre
adoquines, sobre lajas y fragmentos de lapislázuli con estrías de mango
petrificado, con chorretes de jade y aguacate de loro y de perico, alternando
con salpicaduras bermejas de guayaba. Y en ese instante torcerá el autobús y en
la siguiente esquina, ante un friso cuarteado ascenderá rápidamente tu mirada,
ablandando oquedades magenta, tú ansiosa, yo esperanzado, he presentido que sé
cual era el sitio, lo he hallado, pienso, es el lugar, me digo y subo, casi voy
saltando, con desesperación avanzo escaleras arriba sobre el mármol mohoso que
se pierde ascendente en la densa oscuridad del zaguán y se repite y se repite
paso a paso, subo ¿hacia dónde? Muy pronto estaré ante una puerta, por la
escalera voy hacia el umbral, el secreto lindero, voy hacia aquel lugar...
Tú
distraída, suspirarás volteando a la derecha y notarás todo un desmigajarse de
edificios recargados con balcones churriguerescos. Entre la luz de la mañana
tibia, los paredones y filas de balaustres lucirán ante ti aureolados de un
grumoso resplandor, polvo dorado encandilante, como una pátina sagrada. Es el
sol tempranero que bruñe la ciudad colonial, y tú verás como todo se desplaza a
tu lado y gira con la guagua circundándote. Cuando el bus tuerce nuevamente a
la izquierda, el sitio se me escapa, el cuarto en aquel alto donde el viento
bate las cortinas todo el tiempo, se me va alejando y yo comienzo a preguntarme
cosas. ¿Tú en la cama? Entonces creo sentir un soplo gris y cochambroso,
pareciera adherirse a las paredes, a mis recuerdos, a todos los mosaicos de los
muchos zaguanes y a los portales, siento como empegosta el piso de los
vestíbulos, enrarece el aire de tantas madrigueras similares, colmenas
compartidas, hambre tercermundista, ¿y las brigadas, y los cedreristas?, ¿y la
legión de alfabetizadotes?, ¿los comités de base? Ecobios, compañeros, ¿donde
están todos?, y aquel sitio en lo alto, cerca del cielo, ¿yo contigo en la
cama? ¿Donde rayos se fueron? ¿Como hallarlos? Covachas y tugurios cuadra a
cuadra, ¡gusanos del glasnot!, venceremos, es patria o muerte, mayameros,
¿internacionalistas?, marielitos, ¿que fue de Angola? Un zumo gris y espeso
cubre uno a uno cada escalón de mármol y yo te miro nuevamente, estoy pensando
Alicia, te veo escudriñando con tu mirada clara tan solo un lado del espejo,
cada vez más me parece que vivimos en el país esquizofrénico que inventó Lewis
Carroll...
Entonces
en silencio tú te sorprenderás por que a pesar de todo lo existente, nada logra
opacar tanta belleza subyacente. Entretanto se enrumbará el autobús por una
amplia avenida y yo sigo queriendo detectar algún imperceptible resquicio hacia
el pasado, el sitio aquel, ¿contigo? Presiento que tú estarás inventariando una
por una las farolas en los postes de hierro, los vas dejando atrás en cada
cuadra, no logras entrever los personajes, tú los imaginarás examinándote,
aprovechando las estrechas hendiduras en los portales, en las ventanas y en los
oscuros socavones sostenidos por arbotantes y paredes cuajadas de mosaicos
decorados a mano, delineados por fragmentos de ámbar. Es esa especie de fulgor
de la mañana filtrado entre las grandes piedras, fundido con los arquitrabes
coruscantes, brillando en botareles de granito sobre volutas pétreas
incontables, orificadas todas por el aire del mar. Tú atisbarás las entreabiertas
ránulas de polvorientas celosías y tu mirada clara traspasará raídos
cortinajes, desgarrados harapos que acaso esconden centenares de ojos,
mirándote pasar, tú de turista fina,¿ y ellos?, ocultos para ti...
Desde
el ángulo de mi asiento he venido observándote y estoy sugestionándome, eres
Alicia, reflejada en el vidrio gigantesco de la elegante guagua. El azogue
devuelve tu figura incólume, no es posible que hayas subido tú mis escaleras,
que fueras tú adelante por el zaguán, ¿en otra vida?, y el viento norte y aquel
amanecer de malva, y las cortinas dejando entrar la claridad sobre las sábanas
y a lo lejos la
CMQ soneando...
Tú
estás tranquila, linda turista de mirada clara. Detallarás las tejas, los
aleros, los nidos fabricados sobre los cables de la electricidad enmarañando el
cielo, hilos que van y vienen de una a otra pared y las aceras fracturadas
alternando gris plomo, almagre y pura tierra con un azul de Prusia desleído,
notarás como ahora todos los vertederos son riachuelos orillados con detritus y
limo burbujeante en una mezcla de humedad vegetal originada en la misteriosa
paz de silentes recintos, encerrados... Tal vez la música venga a quebrar el
arcano silencio, denso como el olor a vainilla, cálido aliento natural, siento
tu voz. Aspiro las húmedas emanaciones creciendo como la malanga, se diseminan
con el son y emergen por cualquier resquicio y se percibe el ruido de timbales,
tumbadora y bongó, soneando con el güiro, las notas del requinto emergen
sibilantes entre los muros, se filtran bajo los portales de madera protegidos
por férreos alamudes, cual micciones internas, evacuadas soneando sobre las
aceras, salpicando desde los orificios casi obstruidos por musgo rojinegro,
eructadas, escucharás la flauta y el montuno reverberando, floreciendo entre
piedras...
Entonces
tú respirarás profundamente y yo quiero saber que estás pensando, ¿que existe
en tu cabeza?, dentro de la elegante guagua de turismo, ¿acaso tú conoces el
olor de la sábila?, ¿y el de la hierbabuena?, quizás sí,¿ y porqué no el
perfume del humo al cocinar con leña?, ¿sabes acaso a lo que huele el sándalo?,
o tal vez el aroma de un café muy caliente, humeando, matutino café, quizás
todo mezclado con el sudor espeso y salitroso de la ciudad, cristalizado por el
tufo marino que nos arropa a todos y se acurruca en el lugar de los recuerdos,
se agazapa acechante, en el sitio, saltará sobre ti, cancerbero vigilante, está
esperándome, verme pisar el secreto lindero, la escalera y el umbral y la
puerta, y luego, las cortinas que se mueven, y el son soneando, y el perfume
almizcloso, amoroso, mientras miro los techos, los vitrales y los tendederos, y
al voltearme estarás tú, sola tú, en la cama, sonriendo, cariñosa...
Tú,
admirarás en las paredes de la antigua catedral las floretas de piedra,
rosetones de arcilla desconchando un tinte ocre, ¡tallados en la roca desde
hace tantos años!, y te imaginarás manos esclavas trabajando, tantos techos
plenos de estuco, cielos rasos cuajados de bajorrelieves en escayola pura,
abarrotados de angelitos volando, frisados años atrás, ¿por cuales manos?,
dedos lucumíes, ¿mambises?, quién sabe si por blancos peninsulares, siglos
atrás, ¿maestros dirigiendo cimarrones?, garras para moldear en yeso los
piñones, las naranjas en piedra, frutillas de granito y lanceoladas las grandes
hojas de tabaco se separan para dejarte ver regordetes y sonrientes cupidos,
escondidos, ¿detrás de unas matas de plátano? Hoy es absurdo verlos a todos
recubiertos por capas de pintura exageradamente verde y amarilla y hasta rosada
algunas veces...
Y
de nuevo cruzamos y es el mar, se asoma a tu ventana y muestra chispas muy
brillantes, y yo admirándote como en un doble espejo, estás tú y el mercurial
reflejo de tanta arquitectura colonial, por lo que pienso en Don Alejo, Alicia
reflejada, ¿te atreverás acaso a atravesar al otro lado del espejo?,
¿descenderás por la escalera hasta llegar al sótano de la joven Viterbo?,
quizás existe un ángulo que muestre un poco más que la charanga soneando con el
viento, y el cálido perfume de sus axilas de humo, pudiera ser el sitio, ¿aquel
donde a Oliveira se le enredaron todos los hilos de la vida?, ¿hallarlo un solo
instante? Alicia de ojos claros, turisteando en este paradíso surrealista y yo
aquí estoy sentado y en silencio, disfrutando de tu perfil y el par de cielos
pestañeando, de este lado conmigo aquí está el güiro, la tumbadora y el bongó,
suena el requinto y un eterno montuno desde hace rato no me dejan soneando en
mis orejas...
De
pronto, ¡unos andamios!, ellos ascienden hasta el cielo y pensarás, ¡al fín!,
existe un ser intentando una restauración. Has fijado la vista en los andamios,
entre portales, claveteados con pernios herrumbrosos sostienen una pared
repleta de verticilados y limpios estoriles, brillan fragmentos de conchuelas
marinas, entonces tú imaginarás, ¿quién sabe quien vivirá tras el zaguán oscuro
de la casa?, siendo restaurada muestra los mismos escalones de mármol,
desgastados y sucios, por ese gesto de los pies de la calle, ascendiendo,
lamiendo paso a paso las escalinatas, para subir al sitio... ¿Hace ya cuantos
años? Quizás si fueses tú, me mirarías escaleras abajo y el sol pincelaría de
cadmio la puerta de la calle y tú, desde el umbral atisbando el secreto
lindero, ¿hacia aquel lugar?, ¿traspasar la cortina de azogue? Alicia volteó
entonces, me sentí descubierto, ella sonrió y yo iluso, presentí que iba a
darme alguna explicación plausible, mi corazón soneaba retumbando en mi cráneo,
la orden expresa la dio la reina roja, ella volteó discretamente de nuevo hacia
el espejo o ventanal y un coro como el eco cambió el ritmo del son por
chachachá e iba repitiéndome absurdamente, que le corten, la cabeza, chachachá,
que rico vacilón...
Debo
estar loco, puedo jurarlo, lo pensé con toda la seriedad del caso, esto es ya demasiado
para este viaje al paradíso, un exceso de surrealismo tropical es siempre
bueno, ¡pero no puedo estar llegando a estos extremos! Ya la elegante guagua de
turismo va saliendo del casco de La
Habana. El autobús piafando emite bocanadas
de gasoil, la máquina ronronea bajo el sol. Tu mirada querida Alicia es
anodina. Ahora me convenzo de que tú no eras ella, ¡nada que ver!, sin duda
alguna, linda turista. ¿Como hacerte entender el secreto del sitio del ventanal
y las cortinas siempre batiendo con el norte? ¡Nunca jamás!, ¿tú una bella
mulata de cintura de avispa?, ¡que locura!, ¡un solo disparate! Tú no eres
náñiga, ni conoces a mis amigos abakúas, ¿disfrutarás el son con los ecobios?,
quizás, no sé...
A
lo lejos, después de atravesar el túnel, se divisa la ciudad frente al mar. Una
vaharada de algas desde tan lejos pareciera impregnarla, la has admirado un
largo rato, la has visto carcomida por el caribemar, mientras arrebujada en tu
confortable sillón reclinable, una, dos, tres posiciones hacia atrás, vas
paseando en la guagua y ahora cierras los ojos, se apaga la claridad de tu
mirada. A la izquierda podrías detallar el mar Caribe, late lleno de luz, ¡ah!,
si acaso pudiese ser posible incorporarte compañera en la milicia activa,
¡imaginariamente!, no te asustes Alicia, ingresar al propio movimiento marxista
y claro está, ¡a la historia!, la del hambre, perdón, ¡del hombre nuevo y me
gruñen las tripas!, acaso puede ser posible, tan solo ondearte a la tropa
solar, si conocieras el lugar aquel, con la escalera, la puerta y el umbral, el
sitio en mi memoria, claro que si. ¿Y la bella mulata? Desde lejos puedo
escuchar la radio Habana, no más CMQ con sus timbales y el bongó, es clara la
mañana...
Ante el espejo estás tú,
Alicia, y también está el tiempo. Favorece siempre a los pequeños, a los
ecobios, muchachitos desnudos, mis aseres, el sistema les ofrece todo, nunca
padecerán, todos iguales, valle de lágrimas, el tiempo está a favor de sueños
buenos y se pronuncia a golpes, apurado. El tiempo es la suma del coraje.
Resistir, ¿hasta cuando? Siempre te quedarán sobrando unos recuerdos, ellos
nutren las ilusiones... Todo se ha vuelto incandescente, la guagua avanza
rauda, tú duermes, o simulas dormir, no lo sé, tal vez estemos detenidos en el
tiempo, ¿estáticos?, no, yo no lo creo. Prefiero imaginar que vamos avanzando,
me acompaña la música y las viejas canciones, vamos hacia ese mundo que aún
permanece oculto para algunos, yo sé que está allá arriba, tras la puerta, en
el sitio de las cortinas que baten con la brisa del norte y tú me esperarás
bajo las sábanas, ¿sientes que es fresca y dulce la mañana?, ese es el sitio,
el lugar en La
Habana
No hay comentarios:
Publicar un comentario